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martes 10, diciembre 2024

Castropol. Tierra de agua

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Como un romance que nunca cae en el olvido el nombre de Castropol está ligado a las gentes del mar y a sus embarcaciones. La tradición naval y marinera se remonta a épocas de gloria cuya herencia sigue presente en nuestros días.

Paseo del Muelle en Castropol
Foto: Fusión Asturias
Lo primero que llama la atención al visitante que se adentra en el concejo es su particular ubicación en el extremo occidental de la región, con buena parte de sus límites integrados en la Ría del Eo y una porción mucho menor regada por el Cantábrico.
Integrado en la comarca Oscos-Eo, es uno de los municipios que más debe su desarrollo a la industria naval y a una tradición marinera que se remonta en el tiempo. No puede negarse que Castropol tiene una gran deuda con el agua, sea la dulce que transporta el caudal del río Eo y que permite que en su recorrido se cultiven ostras o la marina que moldea parajes tan bellos como las playas de Penarronda y Arnao. Sobre ambas se han levantado los cimientos de este concejo que también se adentra hacia el interior alcanzando sus más altas cotas en la sierra de La Bobia, 1202m.
La ensenada de La Linera es una de las zonas más espectaculares de la ría del Eo, una ría que además de contar con una figura de protección (reserva natural parcial) está considerada un lugar de especial protección para las aves. La ensenada, hoy un paraje tranquilo ideal para la observación de avifauna, fue en siglos pasados un lugar de gran ajetreo debido al gran número de astilleros allí ubicados. Con solo mencionar su nombre se explican las raíces de esta tierra que ha crecido mirando a la ría y construyendo en ella todo tipo de embarcaciones. Las orillas de esta zona llana e inundable ya eran utilizadas por los carpinteros de ribera en los siglos XIV y XV, que con sus herramientas tradicionales perfilaban y pulían la madera dando forma a las embarcaciones, destacando los pequeños barcos, medio de transporte habitual de personas y mercancías entre los diferentes pueblos de la ría.

El monumento a Fernando Villaamil, en el Parque Vicente Loriente, muestra el instante en el que el marino cae muerto acompañado por una mujer, que representa a España.

La posibilidad de obtener materiales adecuados, el hierro de los ferreiros y las maderas de castaño y roble de bosques cercanos facilitó enormemente la tarea.
Se cuenta que del Astillero de Carpintería de Ribera de La Linera salieron dos galeras que participaron en la Armanda Invencible y fue la industria astillera de los siglos XVI y XVII la que llevó el nombre del municipio por todos los confines del mundo con fragatas y bergantines que hicieron historia en aguas inglesas y americanas.
A mediados del siglo XIX la industria naval estaba en pleno apogeo y muchos de los buques que se construían en La Linera eran para el armador ribadense Antonio de Bengoechea.
Hoy día, la construcción de embarcaciones sigue siendo una pujante industria que ha evolucionado conforme los tiempos y los materiales. La referencia de mayor envergadura la encontramos en el pueblo marinero de Figueras, el segundo núcleo de población más importante del municipio y antiguamente un destacado puerto ballenero. En línea con el puerto deportivo se encuentra el astillero que, bajo el nombre de Gondán, es la mayor fuente de empleo del concejo y cuyos orígenes también se remontan a un carpintero de ribera ubicado en Berbesa (El Esquilo). En la actualidad el astillero construye modernos buques de alto nivel tecnológico.

El último carpintero de Ribera

• El artesano Martín González, de Casa Pacho, representa también a una saga familiar, dedicada a este oficio y que se especializó en la construcción de los tradicionales botes de la ría. “Mi abuelo, mi padre y mi tío se dedicaban a esto, pero ahora la tradición se está perdiendo y soy el último carpintero de ribera que queda en Asturias. Ahora ya no se hacen barcas para la pesca y lo único que todavía se fabrica son las pequeñas barcas de recreo que van a vela”. Los modelos que Astilleros Pacho lleva fabricando a lo largo del tiempo es posible verlos en una extensa colección de maquetas que su tío José Félix González ha creado y que enseña gustoso a quien desee verla. “Son más de 80 maquetas, al principio hacía solo de los barcos que construíamos nosotros pero luego fue ampliando a otras embarcaciones”, explica Martín.
La empresa familiar que regenta ahora lleva funcionando más de 65 años y aunque a él le gusta su trabajo considera que “este tipo de carpintería ya ha muerto porque no hay quien siga la tradición”. Eso a pesar de que la madera es mejor para la navegación porque en palabras del artesano “el peso se distribuye de forma más homogénea, a diferencia de la barca de fibra que tiene que estar lastrada en la parte inferior, con lo cual es mucho menos estable. La gente mayor que antaño se dedicaba a la pesca es la única que continúa con barcos de madera”, añade el artesano.
Ahora, éste es un producto casi de coleccionismo para los que valoran este noble material frente a otros como el aluminio o la fibra cuya versátilidad y dureza han conquistado los mercados.

Figueras
Figueras. /Foto: Fusión Asturias

Historias de mar

• Regresando a épocas anteriores Castropol puede alardear de grandes gestas protagonizadas por marinos audaces, como la de los figuerenses Jose Antonio Alonso y su primo Domingo que participaron junto con el explorador Ernest Shackleton en el rescate de su tripulación anclada en Isla Elefante, en la Antártida.
El Palacio de Pardo Donlebún, que se levanta en la localidad de Figueras, también retrotrae a un pasado de grandes viajes en altamar. El Almirante Sancho Pardo Donlebún, que nació en Barres en 1535, llegó a ser gobernador de Cuba, cartógrafo del Caribe y general de la Armada de Galicia. Su nombre está asociado al de los corsarios Francis Drake y John Hawkins a los que se enfrentó en combate. El Palacio, también conocido como Palacio de Trenor, es Bien de Interés cultural desde 1993 y su figura en lo alto del pueblo pesquero resulta inconfundible.
Algunos castropolenses ilustres, como el marino militar Fernando Villaamil tienen incluso un monumento en su honor. Natural de Serantes, cuando esta localidad pertenecía al municipio, fue famoso por diseñar el primer destructor de la historia naviega y por capitanear la corbeta Nautilus, el primer buque-escuela español que dio la primera vuelta al mundo. De esta experiencia también se nutrió su faceta escritora, dando lugar a uno de sus libros: “Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus”. El recuerdo a este personaje histórico (1845-1898) que murió en la batalla naval de Santiago de Cuba contra la escuadra de los EEUU, está ubicado en uno de los lugares emblematicos de la villa castropolense, el parque de Vicente Loriente.

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