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viernes 22, noviembre 2024

Los tesoros de Coaña

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De todos es conocida la belleza de la costa o el interés que despierta el arte castreño en Coaña, pero el concejo reserva otros muchos tesoros en forma de arquitectura popular y experiencia artesanal. Solo hay que adentrarse en el interior de este municipio para descubrirlo.

La autovía del Cantábrico y la carretera N-640 son las principales vías de comunicación del concejo de Coaña, las arterias que mantienen el pulso vital de este municipio ubicado en el Occidente asturiano. Las mismas que permiten apreciar la rasa costera, un paisaje que ofrece al visitante un cabo de gran belleza, el de San Agustín, un puerto marinero emblemático como Ortiguera o arenales y playas donde disfrutar de la orografía salvaje del Cantábrico. Sin embargo, dejar atrás las líneas trazadas y empezar a sortear las carreteras locales, algo más estrechas y de sinuoso diseño, nos permite bucear por un territorio amigo de la tradición y hospitalario con los visitantes. La AS-12, que parte del núcleo de El Espín y recorre el concejo de norte a sur siguiendo en paralelo el curso del río Navia, recorre atractivos parajes y es bien conocida por los pescadores locales. Durante el trayecto por esta vía, la primera localidad que invita a hacer un alto es San Esteban. Esta aldea conformada con apenas veinticinco casas y a tan solo dos kilómetros de la capital coañesa, ofrece buenas panorámicas sobre el valle y alrededores del concejo. La localidad alberga una pequeña ermita que data de 1902 y se halla situada a cincuenta metros de altitud. De regreso a la vía principal, la mirada se posa en los restos de un antiguo teleférico construido en el año 1948 para transportar los materiales que permitieron construir el embalse de Salime. La faraónica obra requirió miles de operarios y marcó profundamente la vida en el Valle del Navia. Ahora, apenas perduran señales de lo que fue un sistema de transporte de vital importancia para esta cuenca hidrográfica.

Otra vez en ruta, y tras dejar atrás Las Cruces, Villacondide será el próximo pueblo que podemos visitar. Aquí encontramos abundante patrimonio etnográfico en forma de hórreos y paneras. «En la década de los 90 plasmé en un panel fotografías de los hórreos que teníamos entonces en la parroquia de Villacondide, unos treinta y cinco, -explica Joaquín García, jubilado de la construcción y artesano de la madera, natural de dicha localidad-«. García, que se declara un enamorado de la etnografía, realizó una reproducción a escala de un hórreo utilizando los materiales originales. «Pesa cuarenta y cinco kilos y me llevó mucho tiempo hacerlo. Es un modelo típico del hórreo del occidente, hoy sería difícil volver a realizarlo porque no es fácil encontrar los materiales adecuados».

Joaquín García, artesano de la madera Joaquín García, artesano de la madera, reprodujo un hórreo a escala: «Pesa cuarenta y cinco kilos y me llevó mucho tiempo hacerlo. Es un modelo típico del hórreo del occidente, hoy sería difícil volver a realizarlo porque no es fácil encontrar los materiales adecuados»

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Entre los hórreos coañeses hay uno que destaca a pie de carretera por su aspecto engalanado. Imposible no fijarse en esta construcción popular al llegar a Sabariz, y sus propietarios hacen alarde de ello. «Llegan de todos lados, y paran a hacer la foto». El visitante, impelido por la curiosidad, detiene su vehículo para inmortalizar el hórreo que se encuentra adornado profusamente con flores y productos de la zona como calabazas, cebollas, maíz, etc. Y es que el municipio es tierra de hórreos, paneras y cabazos, las edificaciones levantadas a modo de graneros elevados en los que tradicionalmente se almacenaban el maíz y otros productos del campo con la finalidad de protegerlos de ratones y otros roedores, y también del riesgo de humedades.

En Trelles, una de las localidades destacadas que encontramos siguiendo el curso del Navia también hay muchas de estas construcciones populares y todavía está operativo un lavadero tradicional. Aquí los vecinos demuestran su ligazón a los productos de la tierra con una fiesta popular en la que cada mes de octubre es protagonista el pan de trigo. Las hogazas de Trelles acompañan el pulpo a la gallega y el tradicional churrasco. El nombre de Trelles no solo es conocido por la gastronomía, también por el puente colgante donde es habitual encontrar pescadores que disfrutan del coto Santianes.

Continuando en ruta por la AS-12 poco a poco se va ganando altura. Tras pasar el desvío que conduce al núcleo de Sequeiro, el cartel de Vivedro indica que estamos en la última localidad coañesa antes de adentrarnos en el vecino concejo de Boal. Esta aldea ubicada a 200 metros de altitud, además de contar con buenas muestras de patrimonio etnográfico, es punto de partida de experimentados aficionados a la BTT que a través de asfalto y pistas forestales emprenden camino hacia el pueblo de Bustabernego, donde las vistas sobre el valle, el embalse de Arbón y las sierras del Navia son espectaculares.

Precisamente en Bustabernego comienza una de las rutas de senderismo del concejo, denominada ‘el Cordal de Coaña’. Se trata de un PR. AS-185 de catorce kilómetros que puede realizarse en aproximadamente tres horas y que finaliza en el recurso turístico más relevante del municipio, el Castro de Coaña.

Playa de Foxos (Coaña)
Playa de Foxos /Foto: Fusión Asturias

Desde la desembocadura del río Navia hasta el límite con el concejo de El Franco, la rasa costera de Coaña ofrece numerosas playas donde disfrutar. Algunas como Arnelles, Foxos y Torbas cuentan con buenos accesos y servicio de socorrismo. Otras como Armazá, La Pedrellada o Figueira, son ideales para quienes prefieren un entorno más salvaje y menos frecuentado.

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El itinerario sube hasta los 710 metros de altitud, en el alto de Seya Formosa desde donde la vista alcanza los pueblos cercanos de As Mestas, Nadóu o Llosorio. Como muchos de los núcleos que se hallan sobre cursos fluviales, el de As Mestas tiene ejemplos de arquitectura tradicional en forma de molinos, pero también cabazos y un peto (hucha) de ánimas. Nadóu es otro ejemplo de aldea rural sumergida en la montaña, aquí los cabazos, un tipo de hórreo con similitudes al gallego, y una ermita dedica a Nuestra Señora de Guadalupe es lo más destacado. En Llosorio la ermita está dedicada a la Virgen de Fátima, S. José, S. Antonio y Sta. Gema y es precisamente en el mes de mayo cuando sus vecinos celebran una fiesta en honor a Nuestra Señora de Fátima.

Continuando el itinerario, la bajada nos conduce al pueblo de Coaña, capital del concejo, en cuyas proximidades se halla el desvío a Busnovo y al yacimiento castreño, punto final de la ruta. Aquí merece la pena hacer un alto, ya que por algo el Castelón es el más conocido de cuantos castros hay en Asturias.

Entre molinos y quesos

El río Meiro recorre el concejo desde el extremo suroriental del concejo hasta su desembocadura en la Ría de Navia, a la altura de El Espín. La tradición molinera de este concejo se pone de manifiesto en este curso que llegó a poseer hasta treinta y siete molinos, aunque actualmente solo dos están en funcionamiento. Uno de ellos se encuentra en las cercanías de la localidad de Lebredo, el núcleo más suroccidental del concejo y cuyas casas se hallan divididas por su pertenencia a los municipios de Coaña y El Franco.

Gervasio Carbajal (izda.) y Arsenio Méndez (dcha.) junto al molino que restauraron en Coaña
Gervasio Carbajal (izda.) y Arsenio Méndez (dcha.) junto al molino que restauraron / Foto: Fusión Asturias

Al parecer, el molín del Turrón, como se conoce, ya aparecía en el catastro del Marqués de Ensenada en el año 1756. En 1941, una ley del jefe de estado Francisco Franco precintó los molinos harineros y como el resto de ingenios hidráulicos, éste dejó de funcionar. Hace algo más de cinco años, el molino fue recuperado por Gervasio Carbajal y su cuñado Arsenio Méndez. Ellos fueron los impulsores de la restauración: «para eso contamos con la ayuda de unas sobrinas que tengo en Madrid y que nos ayudaron con el papeleo, hubo mucha burocracia». Gervasio explica que el molino perteneció a su padre y su uso por entonces era estrictamente familiar, utilizándolo para moler el trigo y el maíz. «Ahora se le llama del Turrón, pero inicialmente debía ser del Torrón y con el tiempo se debió cambiar por un nombre más conocido».

Desde Lebredo y a través de las numerosas pistas forestales que atraviesan la geografía del concejo es posible llegar hasta el siguiente punto de destino: Abredo. En esta ocasión, el aliciente es gastronómico, ya que en esta localidad se elabora desde el año 1988 un queso artesanal de fama internacional: el queso de Abredo. El éxito de esta iniciativa ha llevado a la familia Rodríguez-Boto, fundadora de la quesería, a ampliar sus productos. Así, al queso le siguió el requesón, un producto muy apreciado en la zona y que desde la quesería «recomiendan degustar con fresas o con miel». Y años más tarde llegó el arroz con leche, otro de los postres preferidos por los asturianos y que al igual que el resto de productos se elabora con leche de vaca de la ganadería familiar.
La instalación de Abredo se encuentra emplazada en un bello entorno natural con vistas a la rasa costera.

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