Del 11 al 13 de julio, no se puede venir a Nava sin el pañuelo oficial. Su color verde identifica al portador como amigo de la sidra, y le permite participar en las actividades del Festival de la Sidra con pleno derecho (especialmente en la degustación gratuita que ofrecen los llagareros, uno de los actos más celebrados y multitudinarios).
Anudarse el pañuelo verde es entrar sin reservas en una gran fiesta, de Interés Turístico Nacional, que convierte a Nava en la capital de la bebida más asturiana. ¿Tranquilidad? La que se quiera, pero otro día. Durante todo el año Nava ejerce de villa relativamente apacible: un turismo activo muy apropiado para familias, un discreto patrimonio arquitectónico y unos paisajes de pomaradas que en época de floración rivalizan en belleza con los cerezos del Valle del Jerte. En plena Comarca de la Sidra, junto a Villaviciosa y Colunga en la costa, y Sariego, Bimenes y Cabranes en el interior, en Nava se vive y se defiende la cultura de la sidra como patrimonio etnográfico y gastronómico. Buena muestra de ello es el Museo de la Sidra, donde se plantean distintos aspectos -elaboración, consumo, historia- de forma didáctica y amena.
Sin embargo, el habitual ambiente pacífico de la villa se pierde al menos una vez al año. El fin de semana del Festival los navetos se vuelven un poco locos y todo gira en torno a la bebida más asturiana. Profesionales del sector y simples aficionados, productores y consumidores, todos ponen sus ojos en lo que pasa aquí. Nava ejerce orgullosa de capital de la sidra, referencia indiscutible en una Asturias donde esta bebida es una fiesta, pero también un asunto muy serio, con un peso creciente en la economía regional.
Cuestión de calidad
El 80% de la producción de sidra en España se concentra en Asturias, que es a su vez el cuarto productor de Europa (detrás de Inglaterra, Irlanda y Francia). En esto ha tenido mucho que ver el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida, organismo que garantiza tanto la procedencia de la sidra como su nivel de calidad. La sidra asturiana empieza a hacerse un nombre fuera de nuestras fronteras, reivindicando su lugar frente al buen marketing de la variedad vasca. La exportación tiene todavía un largo recorrido ante sí, desmontando leyendas como que la sidra se estropea al pasar Pajares. Podemos ponernos técnicos, hablar de altitud y presión y sus efectos sobre el líquido, pero hay consenso en que el mito viene de que tanta era la sidra consumida en Asturias que la que se mandaba fuera era la de peor calidad, y por tanto aguantaba peor el viaje. Hoy cualquier turista puede llevarse unas botellas sabiendo que, si la calidad es buena, el secreto tiene más que ver con el escanciado y la temperatura que con las latitudes en donde se sirva.
El cartel del Festival de este año se ha encargado al pintor Guillermo Simón, que escogió destacar la figura del escanciador y usar distintas tonalidades de verde para evocar las texturas de la sidra.
Esto es una verdad objetiva, pero también es cierto que la gastronomía tiene mucho de subjetividad, de asociar olores, sabores y texturas con el ambiente y la experiencia. Y así se explica que, al final, la sidra en Nava sepa diferente. Porque hay otras fiestas dedicadas a la sidra, pero ninguna como ésta. La afluencia de gente tiene mucho que ver en ello, así como los diferentes concursos que permiten hacer una primera evaluación de la nueva cosecha. El Festival estaba hasta hace poco limitado a la sidra natural, pero el año pasado se amplió el espectro a otras sidras y derivados de la manzana: sidra de mesa, sidra espumosa con carbónico natural y añadido, aguardiente envejecido y joven, vinagre de sidra y por supuesto sidra natural, en la modalidad general y elaborada en Nava. Esta última es la tradicional, y la categoría más esperada y aplaudida.
También está, por supuesto, el concurso de escanciadores. Los participantes tienen que conseguir cinco culinos de 120 centímetros cúbicos en un minuto. Y no es fácil: éste tiene fama de ser uno de los concursos más rígidos de Asturias, y las valoraciones, por críticas, son muy tenidas en cuenta. Otras convocatorias, más entrañables, premian a la etiqueta «más guapa» de sidra natural, o hacen un reconocimiento a un «Insigne llagareru».
La cultura de la sidra: una reivindicación
Uno de los momentos preferidos del público es sin duda la prueba gratuita de sidra de los llagares participantes, que rondan los cuarenta. Eventos como éste atraen a cientos de personas que se suman a la altísima participación de los navetos, más teniendo en cuenta que lo suyo es dejar el coche en casa y acercarse en alguno de los «sidrotrenes» que habilitan desde Feve. Lo cierto es que en estos días se escancia casi sin parar, y la cultura de la sidra se siente más viva que nunca. «La sidra crea lazos de hermandad. Tú estás en una fiesta, escancias un culete y se lo ofreces al que tienes al lado, aunque no lo conozcas de nada. Invita a hablar, a conocer y sobre todo a compartir», sentencia Ricardo del Río, secretario de la Buena Cofradía de los Siceratores de Asturias. Sorprendentemente, hasta el año pasado no existía ninguna cofradía dedicada a la sidra, y los Siceratores (término por el que se conocía a los llagareros en el año 795) han venido a llenar este vacío: «Nos pareció importante dotar de aún más contenido a la villa de la sidra, usando la cofradía como vía para organizar más actividades, tanto formativas como de promoción, y también reivindicar un producto tan importante». Tanto es así que la sede de esta Buena Cofradía está en Nava, pero son bienvenidos todos los amantes de la sidra, estén donde estén, tanto particulares como asociaciones. «La vocación por supuesto es aglutinar a toda Asturias, porque no hay concejo asturiano donde no se elabore sidra, aunque sea en un llagar casero».
Sorprendentemente, hasta el año pasado no existía ninguna cofradía dedicada a la sidra. La Buena Cofradía de los Siceratores de Asturias se presentó oficialmente el año pasado, llenando este vacío.
Como no podía ser menos, los Siceratores se implican a fondo en el Festival naveto, y llevan a cabo una curiosa ceremonia de hermanamiento de todas las sidras de Asturias, que se juntan en el llenado de una única pipa. «Para nosotros está clara la importancia del Festival, así que queremos participar en todo lo que podemos. Es una gran fiesta en la que nos volcamos encantados para que vaya a más, sobre todo en lo relativo al conocimiento y la cultura de la sidra asturiana».
Precisamente ése es el punto más reivindicado entre los entendidos: la sidra como hecho diferencial, como conjunto de conocimientos y ritos que trascienden lo gastronómico. En marcha está la candidatura a Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, la máxima distinción que otorga la Unesco en este campo. De momento la cultura de la sidra se ha convertido ya en Bien de Interés Cultural, junto a la misa asturiana de gaita, lo que se considera un paso previo para el máximo reconocimiento. Aunque con títulos o sin ellos, el Festival de la Sidra de Nava cumple este año su 37 edición, con mejor salud que nunca.
Otra ruta clásica es la subida a Peñamayor, limitando ya con el concejo de Bimenes, o la de la «Ribera del Río de la Peña», en donde se observan restos de antiguos molinos de agua.