Las palabras de Verónica sonaron como un oasis en medio del desierto. En una entrevista que saldrá publicada en los próximos días me explicaba la filosofía de la cooperativa Kikiricoop de la que forma parte y cómo habían conseguido compatibilizar el trabajo que desarrollan con el cuidado de sus peques, la mayoría en edad no escolar. Son un grupo de parejas jóvenes y una cosa que tenían clara desde el principio era que no iban dejar en manos de terceras personas el cuidado de sus hijos. ¿La fórmula? “Los trabajos de cuidados son retribuidos. Cada día una persona se encarga de cuidar a los niños y niñas que están a nuestro cargo durante el horario laboral y esas horas se contabilizan exactamente igual que todas las demás de trabajo en la cooperativa”, comenta Verónica. Con ello visibilizan y además remuneran lo que es la economía de cuidados al servicio de las personas, donde la vida se convierte en el centro de todo y no las ganancias. Una fórmula que les está funcionando y permite que el negocio siga avanzando.
Elinor Ostrom recibió el Nobel de Economía precisamente por su contribución al estudio del modelo de gestión del ‘poder en común’, una alternativa a la economía de mercado que integra lo económico, lo ético, lo individual y lo colectivo. Ella demostró que, aunque los recursos naturales son limitados, finitos, es posible compartirlos sin agotarlos cuidando de su reproducción hasta el punto de que casi pueden llegar a ser infinitos. “Cuanto más compartimos, más se amplían nuestras oportunidades de acceso y mayor es nuestra libertad”, defiende. El cuidar, colaborar, compartir refuerza los vínculos entre las personas, también las necesidades y la búsqueda de alternativas para satisfacerlas. Las ideas crecen y el conocimiento se multiplica exponencialmente cuando lo compartimos, un beneficio que ya están experimentando muchos. “El potencial de una empresa está en las personas que forman parte de ella. Sus conocimientos y la forma de compartirlos pueden marcar la diferencia en el camino hacia el éxito”, nos decía el emprendedor asturiano, Daniel Suárez, CEO de Zapiens, una plataforma que ayuda a las empresas a gestionar el conocimiento de sus trabajadores no para mejorar resultados sino los de toda la ‘tribu’, como le gusta denominar a sus empleados. “Es poner en valor a las personas, el auténtico potencial que mueve el mundo. Es cuidarlas y cuidar el entorno, ‘la casa que habitamos”, explica.
Al poner todo en común, compartir objetivos, se establecen otros modelos de convivencia y también de producción, que han de ir acompañados de una transformación de las condiciones de vida, desde la igualdad de mujeres y hombres.
Cada vez son más las personas que tienen claro que existe una relación directa entre igualdad, desarrollo y sostenibilidad de la vida. Y cada vez son más las voces que dicen que sí, que se puede generar otro modelo de sociedad distinto al que nos ha vendido la economía tradicional que centra la atención exclusivamente en los mercados y la acumulación de capital. Un nuevo modelo que se apoyaría en tres pilares fundamentales: economía feminista donde los cuidados forman parte de las propias necesidades sociales; economía ecologista que apuesta por el consumo responsable y respetuoso con el medio ambiente; y, por último, economía social y solidaria.
La pandemia ha puesto de manifiesto el diagnóstico de planteamientos de la economía feminista en cuanto a la importancia de las relaciones humanas frente a las productivas, la prioridad de la salud y los cuidados frente a la economía y ello ha obligado a cambiar las prioridades que había hasta el momento, dejando al tradicional sistema económico patas arriba. Por eso, si queremos crear un nuevo modelo de desarrollo, fuerte y sólido, hemos de introducir estos valores en el corazón de la agenda política y social para volver a situar en el centro el valor de la vida, del cuidado de las personas, el bien común, el conocimiento abierto y el apoyo mutuo… Estamos ante un cambio de época y el Covid-19 está acelerando este proceso.