Fue el responsable de la creación de la UCI pediátrica en el HUCA en el año 95. Enamorado desde niño de la sanidad y la docencia, Corsino Rey Galán compagina en la actualidad su cargo en el área de gestión clínica Pediátrica del HUCA con su responsabilidad como Catedrático de Pediatría en la Universidad de Oviedo.
Hombre tranquilo, de verbo conciliador y pausado, Corsino Rey podría pasar por ser uno de los muchos médicos que, a diario, se dejan la piel trabajando en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Pero cuando uno se asoma a su currículo, se da cuenta de que la pasión que siente por la medicina, concretamente por la pediatría, le ha llevado a asumir responsabilidades y retos que van un poco más allá de ser un buen profesional.
Catedrático de Pediatría de la Universidad de Oviedo, ha sido durante veintisiete años jefe de la UCI Pediátrica del HUCA. Hace dos años asumió la dirección del área de gestión clínica de Pediatría del HUCA, integrada por dos servicios (Cirugía Pediátrica y Neonatología), dos secciones (Cuidados Intensivos Pediátricos y Urgencias/Hospitalización) y doce unidades (que corresponden al resto de las subespecialidades pediátricas). Es también investigador responsable del grupo de Pediatría del Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias (ISPA) y de la Red de Investigación Colaborativa Orientada a resultados en salud (RICORS), así como coordinador del grupo de Pediatría del doctorado de la Universidad de Oviedo en Ciencias de la Salud.
“Hice la carrera de medicina especializándome en pediatría porque me sentía a gusto en el mundo de los niños y poder ayudar a los niños enfermos me parecía muy gratificante”
Habla de la empatía como una medicina más y valora como algo vital el enseñar a los futuros médicos a comunicarse correctamente con los pacientes, a saber prevenir antes que curar y a ser tremendamente exquisitos en el trato, tanto con las familias como con los propios niños. Persona de plurales, encuentra en el trabajo en equipo una de las mayores fortalezas de la sanidad y reconoce que la humanización del sistema pasa porque las relaciones con los pacientes y entre los profesionales sean agradables.
-¿Qué fue lo que te hizo especializarte en pediatría?
-Mi madre era maestra de pueblo y mi padre, enfermero. Por lo que me transmitieron y también porque veía que ellos estaban encantados con sus trabajos, me sentí atraído por la sanidad y la docencia. Hice la carrera de medicina especializándome en pediatría porque me sentía a gusto en el mundo de los niños y poder ayudar a los niños enfermos me parecía muy gratificante. La vocación docente me llevó hacia la Universidad. Cuando acabé la especialidad, trabajé en Centros de Salud, en Atención Primaria, también en el hospital de Cangas del Narcea y luego fue precisamente a través de la Universidad como conseguí una plaza de profesor vinculado. Eres un profesor de Universidad, pero estás vinculado a una labor en el Hospital Universitario correspondiente que en este caso era el HUCA.
“Estoy muy orgulloso de lo que hicimos. Sobre todo de la labor de equipo sobre la que se levantó el trabajo”
-Has sido el responsable de la creación de la UCI pediátrica en el HUCA. ¿Qué recuerdas de ese año 95 cuando se puso en marcha el servicio?
-Estoy muy orgulloso de lo que hicimos. Sobre todo de la labor de equipo sobre la que se levantó el trabajo. Cuando llegué, el Doctor Manuel Crespo, que era catedrático y jefe de pediatría en aquel momento, me dijo que necesitábamos ese servicio y que confiaba en mí para hacerlo. Yo me había subespecializado en nefrología, era de lo que más sabía y lo que más me gustaba, pero era una persona joven y, cuando tienes esa edad, casi de manera inconsciente, no se te pone nada por delante. Fue un proyecto emocionante. Me tuve que marchar a Madrid en comisión de servicios durante un año, a la UCI pediátrica del Gregorio Marañón para aprender. Allí trabajé con dos pediatras también jóvenes que tenían experiencia en cuidados intensivos pediátricos, uno del propio Marañón y otra que trabajaba en la UCI pediátrica de La Paz. Se vinieron para Asturias y aquí se montó un equipo con los residentes que se fueron formando en el propio servicio y que luego pasaron a formar parte de la plantilla. La parte de enfermería, que fue fundamental, se dotó con enfermeras que venían de la UCI de adultos pero con poca experiencia la parte pediátrica. Para complementarlas contamos con enfermeras de pediatría y UCI neonatal, con experiencia en la parte pediátrica, pero no en aspectos de intensivos. Se hizo una mezcla muy bonita. Recuerdo días muy alegres cuando veías que ingresaban niños muy graves que luego se marchaban recuperados y días en los que las cosas no salían tan bien y las noticias eran malas. Cuando estás empezando todo es nuevo y te afecta mucho más. Las primeras experiencias, tanto las buenas como las malas, se viven de forma más intensa.
-¿Qué otras Unidades se han ido creando con el paso del tiempo?
-Hace pocos años, entre el 2019 y 2020, dentro del área de gestión de pediatría, hemos podido crear la Unidad de Crónicos Complejos y Paliativos Pediátricos. Es una unidad pensada, exclusivamente, para ayudar a los pacientes que no tienen tratamientos curativos y que van a padecer una enfermedad grave toda su vida (pacientes crónicos complejos), o que van a fallecer en los próximos meses. Estos últimos son habitualmente niños con cáncer que no responden a la quimioterapia y resto de tratamientos posibles. Les queda un tiempo y se trata de que desde esta unidad se consiga que su calidad de vida y la de sus familias en el proceso de muerte, que es un momento muy duro, sea excelente. Creo que es una labor fundamental. Por el feedback que recibimos por parte de las familias, creo que es una unidad que está funcionando muy bien.
“Creemos que en las Facultades de Medicina deberíamos empezar a formar a los estudiantes en la comunicación con el paciente en general porque las malas noticias hay que saber darlas, pero transmitir bien todo tipo de información, también es necesario”
-Es un servicio en el que las emociones son muy intensas. ¿Cómo se aprende a gestionar toda esa emoción y a comunicarse correctamente con las familias?
-El tema de la comunicación, sobre todo de malas noticias, es algo en lo que hay que formarse. Nosotros creemos que en las Facultades de Medicina deberíamos empezar a formar a los estudiantes en la comunicación con el paciente en general porque las malas noticias hay que saber darlas, pero transmitir bien todo tipo de información, también es necesario. Es un tema en el que hay que trabajar de manera constante tanto en la Facultad, como en la especialización de los residentes y también en el día a día. Debido a la rutina, a la falta de tiempo, a temas organizativos o por cualquier otra razón, todavía suceden cosas que no deberían ser, como informar en los pasillos a los familiares o a los pacientes. Para dar noticias, lo mínimo es estar sentados y poder transmitírselo con un poco de calma, buscando las palabras adecuadas. A veces el sistema y otras nosotros mismos, nos metemos en una especie de tornado que nos envuelve y hace que, al final, el paciente no quede satisfecho con esa comunicación y nosotros tampoco, porque te das cuenta de que esa no es la mejor forma de hacer las cosas. Muchas veces les pregunto a los estudiantes qué es ser un buen médico para ellos. Damos por hecho que serlo es tener conocimientos que curen la enfermedad. Pero curar, por muchos conocimientos que se tengan, no siempre es posible. Y, entonces, ser un buen médico debería ser algo más, también saber ponerte en el lugar del paciente, transmitirle la información de forma adecuada, darle alternativas, contar con él para iniciar el tratamiento… Todavía tenemos esa impresión de que, aunque no entienda lo que el médico me está diciendo, si al final me curo, es bueno porque me solucionó el problema.
-¿Cuáles son las principales cualidades que tiene que tener un buen pediatra?
-Para mí tiene que tener una formación científica y conocimientos excelentes. Saber prevenir enfermedades, hacer buenos programas de salud para que los niños no enfermen, conocer las enfermedades, hacer una buena historia clínica… y con eso diagnosticar correctamente y tratarlos bien.
La segunda parte, aunque sea repetir lo que acabo de comentar, sería la de tener empatía en el sentido de saber transmitir bien la información. Ponerte en el lugar del paciente para poder ayudarle en todo el proceso de la enfermedad, desde la prevención hasta la curación. Por muchos conocimientos que tengas, aunque seas el mejor pediatra del mundo, hay enfermedades que no vas a poder curar y ese es el momento en el que entra la parte de saber comunicar, ayudar y dar calidad de vida durante el tiempo que dure ese proceso. Aunque suene muy duro, en la UCI pediátrica he vivido muchas de estas situaciones y, cuando hay un proceso de muerte, es muy importante acompañar a la familia y al niño. Que tengan la sensación de que el proceso ha sido bueno, en el sentido de que no ha habido sufrimiento y que hemos estado a su lado en todo momento. Esto es muy importante.
“Aunque seas el mejor pediatra del mundo, hay enfermedades que no vas a poder curar y ese es el momento en el que entra la parte de saber comunicar, ayudar y dar calidad de vida durante el tiempo que dure ese proceso”
-Hablas mucho de la importancia de la labor de equipo. ¿Es vital en un servicio como el vuestro?
-¡Por supuesto! No puedo concebir nuestro trabajo como algo individual. Siempre tiene que ser en equipo. Tal vez esto lo haya aprendido de manera vital en la UCI pediátrica, donde tú siempre trabajas mano a mano con la enfermería, las auxiliares, los celadores y otros especialistas. Siempre pongo el mismo ejemplo: muchas veces te llaman que llega un niño muy grave en ambulancia y tú puedes tener la UCI llena. En ese momento, el niño que está en mejores condiciones, al que quizás le fueras a dar el alta a la mañana siguiente, se la das en ese momento porque el que llega está más grave. Ese box donde va a ingresar lo tienes que vaciar y limpiar en un tiempo record. Pues las personas que se responsabilizan de limpiar y preparar ese espacio, tienen una labor fundamental porque, que lo hagan en cinco minutos y lo dejen perfecto, a que lo haga en quince y lo deje a medias, supone que todo vaya más o menos fluido. Y ese trabajo debe ser valorado y agradecido. El equipo somos todos y es fundamental que trabajemos con esa mentalidad. Es algo que siempre valoro muchísimo.
-La humanización de la sanidad ¿es responsabilidad de todos aquellos que trabajan en ella?
-Sin duda. Yo creo que cuando estás enfermo y buscas la ayuda de un profesional, eres muy vulnerable y necesitas, más que nunca, gente empática a tu alrededor. Yo he sido paciente en el HUCA y he estado atendido por gente maravillosa que se encargaban del aseo a primera hora y entraban a hacerlo con una sonrisa. Veías que están trabajando con ilusión, te hablan con cariño y eso ya te alegraba el día. Pasa lo mismo cuando pides ayuda a un compañero de otra especialidad. Que venga con una sonrisa o que venga con mala cara, lo cambia todo. Que las relaciones con los pacientes y entre los profesionales sean agradables, es la verdadera humanización.
“Yo creo que cuando estás enfermo y buscas la ayuda de un profesional, eres muy vulnerable y necesitas, más que nunca, gente empática a tu alrededor”
-Actualmente hay mucha información al alcance de los padres. ¿Esto juega a favor o en contra del profesional?
-Esto, en general, dificulta. Antes de que hubiera Internet, redes sociales y demás, tú transmitías lo que ese paciente necesitaba. Ahora, muchas veces, antes de llegar a eso, tienes que dedicarte a quitar de su cabeza toda la desinformación que le ha llegado por otras vías, así que se duplica el trabajo.
También hay una labor fundamental que la incluiría en el ámbito de la humanización y es la confianza. Por supuesto que tú, como profesional, te la tienes que ganar. Para el paciente, tener un pediatra en el que confía es maravilloso porque ellos creerán firmemente en lo que tú les estás diciendo y no sentirán la necesidad de contrastar con otras fuentes la información que les estás dando. Soy consciente de que esto es algo difícil de hacer en el poco tiempo que tienes para cada consulta. Ganarse la confianza es complicado pero muy importante.
-Una de las críticas constantes en lo referente a la sanidad es el tiempo. Bien por su ausencia a la hora de atender o bien por el exceso a la hora de esperar una consulta. ¿Problema de difícil solución?
-Debido al cargo que ocupo actualmente, esta es una de las quejas que más escucho. A la vez, también tengo que tratar de negociar con la dirección del hospital que hay consultas que necesitan más tiempo. Es complicado luchar contra el sistema y también es entendible, porque los números son los que mandan y el sistema, lo que quiere, es que tengas poca lista de espera y quizás, no se valora tanto la calidad asistencial que tú estás dando a esos pacientes. Para que la atención sea buena necesitamos tiempo aunque eso pueda incrementar las listas de espera. Con lo cual, a lo mejor, lo que hay que hacer es aumentar consultas o buscar otras alternativas que no sean reducir los tiempos de atención. Ahí entras en una selva en la que muchas veces te enredas y que si no les buscas solución pueden traer el malestar al equipo asistencial. Y trabajar malhumorado no es bueno, ni para el paciente ni para los profesionales.
“Para que la atención sea buena necesitamos tiempo aunque eso pueda incrementar las listas de espera. Con lo cual, a lo mejor, lo que hay que hacer es aumentar consultas o buscar otras alternativas que no sean reducir los tiempos de atención”
-Desde el punto de vista del profesional entiendo que debe ser muy frustrante no poder desarrollar bien su trabajo por falta de tiempo…
-Es el síndrome de burnout o “síndrome del trabajador quemado”. Se dice que muchos profesionales de la sanidad entran en él porque están sobrepasados por su trabajo o porque se llevan los problemas a su casa, que es algo que hay que evitar. Es otro aspecto del que los responsables también tenemos que ser conscientes. A los profesionales que tenemos en el equipo hay que cuidarlos e intentar conocer qué problemas viven y cómo se pueden solucionar. Yo entiendo que, por ejemplo, ahora, en mi trabajo, también es importante la empatía. Yo tengo que tenerla con los cargos de la gerencia y dirección del hospital y entender que a ellos, muchas veces, también les exigen que las cifras vayan bien, que las listas de espera no se disparen, que en urgencias de pediatría, durante los inviernos, las familias no tengan que esperar tres horas para ser atendidas. Y también tengo que ponerme en el lugar de mis compañeros que están en el día a día y lo pasan mal cuando se ven desbordados por la cantidad de pacientes a los que tienen que atender. Hay que engrasarlo todo para que funcione el sistema. Hay que negociar bien porque todas las partes son importantes. Es vital que la dirección del hospital tenga la confianza de la que hablábamos antes en lo que yo les transmito, que crean que las cosas son realmente así y que no estoy pidiendo cosas porque sí. Si no lo hacen, no vamos bien. Lo mismo me pasa con la gente del equipo. Si ellos piensan que yo no trato de negociar lo mejor para su trabajo y poder atender mejor a los pacientes, estaríamos en una mala situación.
-¿Se está demasiado obsesionado con que a los niños no les pase nada?
-Esta es la evolución de la sociedad. La infancia de ahora no tiene nada que ver con la de hace cincuenta años. Efectivamente, ahora queremos niños perfectos, sin problemas, que sean felices las 24 horas del día, que sean el mejor de su clase, de su equipo de fútbol, y eso es complicado. Por la presión que a veces soportan, igual acabas haciéndolo infeliz y esto pasa tanto con los niños como con otros profesionales, porque fíjate lo que puede suponer esto para los maestros. En sanidad nos pasa lo mismo. Por un lado, los niños van a tener enfermedades y, en algún caso, graves. Eso no se puede evitar y hay que aceptarlo y buscar luego los medios para ayudar y resolverlo de la mejor manera posible. Hay una presión social excesiva.
Por otro lado, los pacientes ahora vienen a urgencias y, realmente, no tienen enfermedades urgentes, pero tenemos esa ansiedad porque me curen ya. No puedo esperar a mañana. La sociedad es muy impaciente y, quizás, muy exigente.
“En su debido tiempo, es importante que los niños convivan con los problemas, que se les enseñe a afrontarlos y que sepan que no van a tener a sus padres solucionándoles la vida a los cuarenta años”
-¿Los niños tienen que aprender a convivir con cierto nivel de sufrimiento?
-En la vida hay que aprender a sufrir y si un niño no sabe hacerlo, mala cosa. Cuando llegue a la edad adulta va a decir: este no es el mundo que mis padres me enseñaron. Aquí hay problemas, guerras y dolor. En su debido tiempo, es importante que los niños convivan con los problemas, que se les enseñe a afrontarlos y que sepan que no van a tener a sus padres solucionándoles la vida a los cuarenta años. A veces, la sensación es que los queremos proteger demasiado y, a nivel sanitario, también sucede eso.
-Desde tu punto de vista, ¿cuál es la mayor mentira que se les ha contado a los padres sobre los hijos?
-Quizás la mayor mentira es que no seas consciente de que tener hijos es adquirir una responsabilidad enorme y que hay que afrontarla. Cada vez más nos damos cuenta de que a los padres se les cuenta o piensan que a su hijo lo van a educar en el colegio y le van a proporcionar una buena salud en los centros de salud y en los hospitales. Eso no es así. Los niños, donde se tienen que educar fundamentalmente, es en el seno familiar porque ellos aprenden lo que ven. Por supuesto que el colegio es muy importante pero la figura de tus padres es vital. Y los niños también van a ver la prevención de la salud a nivel familiar. Por ejemplo: el cepillado de los dientes. Eso es algo que aprendes en tu familia porque ves a tus padres hacerlo bien después de las comidas. Si no lo ven, no lo aprenden. Si tú, como madre o padre, no te sientes responsable de enseñar y de prevenir enfermedades, creo que te han contado una mentira muy grande.
“Los niños, donde se tienen que educar fundamentalmente, es en el seno familiar porque ellos aprenden lo que ven. Por supuesto que el colegio es muy importante pero la figura de tus padres es vital”
-¿Habría que educar a los padres antes de tener hijos?
-Las sociedades nos transmitimos a nivel social la educación y el saber comportarse. Las familias tienen unos determinados códigos como el respeto, el saber controlar las rabietas, los enfados, y todo esto se tiene que enseñar en casa. Si en un entorno familiar hay maltrato, esos niños también maltratan, es terrible pero totalmente cierto. Si en una familia se nota agresividad, los niños es lo que copian. Si ven cariño, buenas formas y normas, que es otro tema que tiene un montón de importancia, esos niños van a crecer con unas directrices que les van a ayudar mucho en su vida.
Hubo una corriente hace muchos años que insistía en que los niños hiciesen lo que quisiesen, que no tuviesen normas, pero la realidad es que vivimos en una sociedad en la que tenemos que respetarnos unos a otros y tú, desde niño, tienes que ser consciente de que vas a vivir con personas a las que tienes que respetar y valorar.
-¿Qué importancia tiene en medicina saber decir “no sé” y pedir ayuda a otros compañeros?
-Para mí es fundamental. El COVID 19 impulsó la realización de teleconferencias con compañeros de otros hospitales de España que mantenemos en la actualidad. Una o dos veces al mes ponemos en común casos complicados de cuidados intensivos, de crónicos complejos y paliativos y es vital compartirlo porque siempre surgen dudas y hay momentos en los que tú no avanzas más en un diagnóstico y es necesario que otros profesionales participen en el manejo del caso. Cada vez trabajamos más en red, exponiendo los casos y compartiendo información. Es fundamental y enriquecedora, la experiencia de otra gente. En nuestra profesión, tienes que tener claro que tú estás aprendiendo cada día. Siempre digo que un paciente, una familia, un estudiante o un residente te va a enseñar algo y todos los días vas a vivir situaciones nuevas que te van a aportar cosas. Hay que reconocer que la medicina avanza muy deprisa y, para estar al día, hay que estar constantemente con los ojos y los oídos receptivos.
-¿La pediatría es una de las profesiones más bonitas que hay?
-Siempre digo que me parece que todas las profesiones son muy bonitas cuando las haces con ilusión y profesionalidad. Yo creo que la nuestra te puede llenar mucho la vida si la haces de manera intensa, con corazón y con cabeza. La cabeza para estar muy bien preparado y el corazón para tratar a las personas y transmitirles empatía.