Esta profesora de universidad norteamericana ha pasado unos días de vacaciones en Asturias pero está claro que su activismo lo lleva en los genes porque no desaprovecha ninguna oportunidad para denunciar lo que está ocurriendo en la frontera de México. “Soy activista, tengo el privilegio de ser blanca y me siento obligada a luchar por los derechos de todas estas personas”. Participa como voluntaria en la ONG ‘Al otro lado’ y nos cuenta la realidad que viven los migrantes en Tijuana.
-¿Quién es Tanya Kane-Perry?
-Soy profesora de teatro y danza en la Universidad pública de Los Ángeles, un campus que está formado por un 65% de alumnos latinos, principalmente mexicanos; un 30% de asiáticos y un 5% entre blancos y negros. La mayoría de ellos vinieron a EEUU cuando eran pequeños y aunque han vivido aquí todos estos años, no tienen papeles, son considerados ilegales y están en riesgo de ser deportados. A esta crisis hay que sumar la que se está viviendo en la frontera con los migrantes que solicitan asilo. No podía permanecer ajena a todo esto y pensé que tenía que hacer algo. Me he criado en una familia que siempre ha luchado por los derechos humanos, hablo español, así que decidí colaborar como voluntaria en la ONG “Al otro lado” que ayuda a los refugiados y migrantes que se encuentran en Tijuana (México) a entrar en EEUU.
-Se puede decir que lleva el activismo en los genes…
-Sí, mi madre fue abogada y siempre ha estado comprometida con los derechos humanos, los refugiados… Me he criado en ese ambiente, he vivido muchos años en Nueva York en un barrio latino y doy clases en una universidad donde los blancos somos minoría. Yo soy rubia, aparentemente blanca, pero soy judía, tengo privilegios respecto a los negros o latinos en mi país. Por ello me siento en la obligación moral de ayudarles, al igual que a mi familia, algunos estuvieron en Auschwitz, nos ayudaron en su día a escapar del infierno nazi.
“Se sigue separando a los niños de sus padres a pesar de que un tribunal frenó el pasado año las separaciones generalizadas”
-¿En qué consiste su trabajo?
-’Al otro lado’ tiene oficinas en Los Ángeles y en Tijuana, así que conocemos muy de cerca la problemática de los migrantes tanto dentro como fuera del país. En Tijuana nuestra labor es informar a los que llegan de sus derechos y el proceso para pedir asilo. La mayor parte del equipo son abogados y necesitan a voluntarios para traducir y explicar a la gente toda la normativa. EEUU tiene acuerdos internacionales y sus propias leyes sobre el Derecho de asilo, pero desde hace un año, esta Administración ha empezado a poner inconvenientes para impedir el ejercicio de este derecho. Cada semana cambian las leyes, crecen las amenazas y el miedo.
-¿Nos puede describir la situación que se vive en la frontera con México?
-No paran de llegar personas no solo de hispanoamérica sino también de África, Afganistán o Rusia huyendo de sus respectivos países. Pero también llegan traficantes de personas, cárteles… son lugares inseguros. Antes si una persona quería pedir asilo en los EEUU debía de esperar 72 horas hasta que se verificase su identidad y luego al cabo de unos años conseguía los papeles pero ya en suelo norteamericano. Ahora esperan meses en la frontera y la mayoría no consigue su objetivo porque las leyes de asilo son cada vez más restrictivas. Se sigue separando a los niños de sus padres a pesar de que un tribunal frenó el pasado año las separaciones generalizadas y eso se hace ante la más mínima sospecha y utilizando mentiras.
Hace muy poco llegó a la frontera una abuela con su nieto, iban a reunirse con la madre que ya vivía en EEUU. Venía con todos los documentos en regla tanto los suyos como los del niño, el Gobierno para no dejarla entrar la acusó de tráfico de menores y les separaron. Nadie volvió a saber nada de ninguno de los dos.
-Denuncia que allí no existen campos de detención sino auténticos campos de concentración y que eso está a la vista de todos.
-Si echamos una mirada a la historia de los holocaustos que han tenido lugar en el mundo, todos siguen el mismo patrón. Consideran a las personas como subhumanas, sin ningún tipo de derechos, les impiden comunicarse, carecen de asistencia legal, separan a las familias y les recluyen en unos campos por razones étnicas. Estos son los campos de concentración por los que mi país paga 750 dólares diarios por cada persona retenida, lo que costaría un hotel de lujo. Los niños que pueden estar solos hasta diez días se pasan aquí meses, algo que interesa porque se ha convertido en negocio. Las empresas privadas que se enriquecen con esta situación son las mismas que están ayudando a financiar la campaña de Trump.
-Esa situación se repite en otros lugares… Hace unas semanas 250 niños fueron liberados de un centro de detención en la frontera de Texas en condiciones infrahumanas después de la denuncia de un grupo de abogados que tuvieron acceso al lugar.
-Esos niños previamente han sido separados de sus familiares y sufren en primera persona las consecuencias de las leyes migratorias de la Administración Trump cada vez más restrictivas. El Gobierno niega que esto esté ocurriendo pero la realidad es muy distinta y eso se puede comprobar. Nos cuesta admitir que esto es un holocausto y que lo tenemos dentro de nuestro país.
“Las empresas privadas que se enriquecen con los campos de detención son las mismas que están ayudando a financiar la campaña de Trump”
-Precisamente el presidente Trump presume de haber conseguido en días lo que nadie ha hecho en años, refiriéndose a las políticas dirigidas a contener la inmigración.
-Su primer discurso como presidente fue el de un dictador. Considerar a los que vienen de fuera como enemigos de la identidad de un país y señalarles como el origen de todos los problemas, son tácticas ya conocidas que él utiliza para respaldar la supremacía de la raza blanca. Lamentablemente EEUU vuelve a reproducir un pasado reciente de su historia. Me refiero al exterminio primero de los indígenas, luego de los japoneses en la segunda Guerra Mundial, de los negros con la esclavitud… con la diferencia de que ahora las cosas no se pueden silenciar. Existen redes sociales, hay testigos, vídeos… El que vaya a la frontera de Tijuana podrá ver la realidad de lo que está ocurriendo porque está a los ojos de todos. Miles de personas viven al margen de los derechos humanos, de la ley y los tratados internacionales y eso lo denuncia hasta la propia Corte de EEUU pero no hay una respuesta internacional ante estos atropellos.
-¿Qué es lo más duro de toda esta experiencia que está viviendo?
-Sentir que una sola persona no puede hacer nada frente a todo esto, somos necesarios todos. Intento suprimir el miedo y las emociones que todo esto me puede producir para intentar comunicar a la gente lo que está pasando y alertar de que todo está pasando a gran velocidad. Al mismo tiempo veo lo que está ocurriendo en estos días en Puerto Rico o Hong Kong, una muestra de que la gente unida puede denunciar, proteger al pueblo y sus derechos. Yo trato de aportar información y animar a la gente a que actúe… Nuestra generación no tiene mucha experiencia en este sentido pero hay jóvenes en otros lugares que ya lo están haciendo y hay que seguirlos.
Esto es una carrera de fondo, una lucha diaria donde también has de luchar para que tus propias emociones no te paren. Llevo varios meses viajando por Europa y no entiendo la inacción de los países. Me encantaría que se hiciera algún tipo de presión a EEUU para forzar un cambio de actitud. Por eso estoy hablando contigo para que la opinión pública tenga conocimiento de primera mano de lo que está ocurriendo allí, que parece surrealista.