La asturiana Noemí Iglesias estudió Bellas Artes en Bilbao y, tras seguir su formación en diversos países, consiguió la titulación de Máster en Porcelana por la Tainan National University of the Arts en Taiwán, en la que estudió sobre prácticas cerámicas contemporáneas.
No recuerda haber querido dedicarse a otra cosa que no fuera el arte. De ideas claras y espíritu inquieto, aprendió a vivir a otro ritmo en Asia. Se dio cuenta de que, a veces, es necesario parar para encontrar el camino y que no pasa nada por hacerlo. Encontró en la porcelana su medio de expresión y tal vez el arte que más la define a ella misma: fragilidad y dureza. También, gracias al arte floral, se sintió por primera vez satisfecha con su obra, tal y como ella misma cuenta: “cuando empecé a hacer flores fue una sensación de gratitud porque había encontrado algo que de verdad me gustaba. Ya lo tenía claro”. A partir de ahí ha seguido creciendo, buscando y creando.
-Te has formado en diferentes lugares del mundo. ¿Puedes hacer una breve trayectoria personal?
-Estudié Bellas Artes en Bilbao y el último año de la carrera me dieron una beca Erasmus para Grecia. A los tres meses de llegar, en 2009, fue cuando comenzó la crisis económica. Me parecía un momento histórico y que era allí donde tenía que estar y me quedé en Atenas cuatro años. El primero disfruté de la beca, después empecé a trabajar en actividades culturales en el Instituto Cervantes y, más tarde, conseguí una beca de producción para desarrollar un proyecto que había empezado sobre las manifestaciones. Ese año volví a la Universidad de Bellas Artes de Atenas, al estudio de moldes y esculturas.
Después de Grecia, me fui un año y medio a Inglaterra más que nada para aprender inglés. Estuve en Bristol y no hice nada de escultura porque estaba bastante centrada en el idioma: trabajaba tres días en una cafetería y mientras tanto estudiaba. Allí fue donde me metí más por la performance y el teatro de una manera un poco excéntrica. No era un teatro muy al uso, sino algo un poco más alternativo.
“Fue en la universidad de Taiwán donde me empecé a formar en porcelana de una manera más seria e intensiva, es donde comencé a desarrollar el lenguaje de flores y de piezas de porcelana que estoy haciendo ahora”
Después me fui a Hungría porque quería hacer prácticas en un estudio de cerámica internacional que hay a treinta kilómetros al sur de Budapest y que lleva abierto casi cincuenta años. Estuve un año allí con una beca europea que se llamaba “Erasmus para jóvenes emprendedores” y fue donde comencé a trabajar con porcelana y medios cerámicos. Pero si quería avanzar con ese material, me tenía que formar de manera reglada, así que busqué una universidad en Asia para poder estudiar. Había una en Taiwán que tenía un máster de cerámica y en la que podía presentar la solicitud sabiendo solo inglés; así fue como acabé allí. Estuve desde 2016 al 2019 becada por el Gobierno de Taiwán que cubría los gastos de la Universidad y te daba un sueldo al mes. Ahí me empecé a formar en porcelana de una manera más seria e intensiva, fue donde comencé a desarrollar el lenguaje de flores y de piezas de porcelana que estoy haciendo ahora. Fue de las mejores decisiones que tomé en mi vida; aprendí en tres años muchísimo más de lo que hubiese aprendido en otro sitio durante diez. Fue muy intensivo porque estaba trabajando catorce horas al día, sin descanso, sin fines de semana. Al volver de Taiwán estuve unos meses en Portugal en la fábrica de Vista Alegre.
-¿Qué te ha aportado el pasar por todos esos países y conocer a diferentes artistas?
-A nivel artístico me ha aportado mucha versatilidad y riqueza dentro de los discursos y las técnicas, y por otro, ahora conozco a mucha gente por todas partes del mundo.
Cuando, al principio, estudié la carrera en Bilbao, sabía hacer un tipo de escultura, pero luego en Grecia aprendí a hacer moldes de escayola y a trabajar con el bronce. Nunca hubiera podido trabajar con este material en Bilbao porque en la universidad no se trabajaba con él. Haber ido a sitios tan específicos sobre un material, me aportó muchísima técnica. Ahora mismo, cuando tengo que resolver una pieza, puedo tirar de muchas soluciones y esto me da cierta tranquilidad a la hora de trabajar. Al practicar tanto, fui ganando seguridad en la técnica. Al principio, cuando quería hacer algún proyecto, me costaba encontrar la mejor manera de resolverlo, que se entendiese lo que yo quería mostrar y creo que esto se debía a una falta de recursos.
“A nivel artístico, estar en tantos países, me ha aportado mucha versatilidad y riqueza dentro de los discursos y las técnicas”
-¿Cada país por el que has pasado ha enriquecido tu arte o, en cierto modo, lo ha cambiado?
-Han enriquecido tanto mi arte como mi persona. Taiwán significó el mayor cambio que he experimentado en mi vida, ni siquiera supuso tanto el tiempo en Grecia, aunque era la primera vez que salía de España. Nada fue comparable con el cambio al que me tuve que enfrentar cuando fui a Asia porque allí todo es muy diferente. Decirlo parece un cliché, pero la sensación que tienes al principio es que no te enteras de nada. No solo no entiendes el idioma, tampoco los códigos culturales, de comportamiento, ni de educación… con lo cual, cometes muchísimos errores y ni siquiera te das cuenta. Lo haces al cabo de dos o tres meses cuando ves que nadie te habla. Empiezas a preguntarte qué pasa y te das cuenta de que algo va mal. Poco a poco me fui adaptando y conseguí poder ser yo misma sin ofender a nadie. Parece una cosa muy absurda, pero fue así. Al final ellos me cogieron muchísimo cariño y yo a ellos también, pero al principio yo era una causante de problemas y era complicado.
No es lo mismo ir unos meses y ser un observador, que tener que ser uno de ellos, uno más. Ese cambio fue el más difícil pero también el que más me aportó. Ahora mismo creo que tengo más tranquilidad y seguridad a la hora de enfrentarme a situaciones que quizá no considero a priori difíciles, pero que luego sí lo son. Soy una persona súper impulsiva y aprendí que no siempre eso es bueno o te va a llevar a la mejor solución. Hay veces que es mejor detenerse, observar y si te tienes que parar seis meses y ver qué pasa, hacerlo. Esta era una posición desde la que yo nunca había trabajado, quizá porque nunca lo había necesitado, pero allí lo vi muy claro.
“Soy una persona súper impulsiva y en Asia aprendí que no siempre eso es bueno o te va a llevar a la mejor solución”
-¿En algún momento te arrepentiste?
-Sigo pensando que fue lo mejor que hice. Al principio fue un infierno, pero nunca me planteé volver o dejarlo, tenía muy claro que iba a estudiar ese máster y a formarme en porcelana. Eso estaba por encima de cualquier cosa circunstancial que me pasase. Eso era lo que tenía que hacer y ya está.
-Estabas en Grecia cuando estalló la crisis social, económica y política. Durante los años que pasaste allí recogías restos de mármol que se encontraban en las calles tras las manifestaciones. ¿Por qué sentiste esa necesidad?
-Recogí kilos y kilos de piedras. Las manifestaciones había veces que duraban horas y aquello era la guerra. La gente rompía el suelo, las barandillas… En Atenas, tanto el suelo como el mobiliario urbano es precioso porque es todo de mármol, brilla. Todas esas piedras que se quedaban en el suelo eran el único testigo o testimonio de todo aquello que había pasado. Si había una manifestación en algún sitio y tú pasabas media hora después, era como si nada hubiese sucedido. Esto me parecía algo muy sorprendente. ¿Cómo podía ser que, en ese mismo escenario, hacía una hora, aquello fuese la guerra y después solo hubiese trozos de piedra por el suelo? Me parecía que esas partes rotas de la ciudad y esas piedras en el suelo eran el testigo real de lo que había pasado. Eran como ruinas otra vez.
“Nunca se me pasó por la cabeza irme o dejarlo porque lo tenía muy claro. Eso era lo que tenía que hacer y ya está”
-¿Qué hiciste con todas esas piedras cuando dejaste Grecia?
-Tenía una colección muy grande y algunas me las traje. Mi madre estaba loca y me decía que ya no me trajese más… Con otras, en Atenas, fui rellenando los huecos en esas partes rotas de la ciudad, como si fuese una especie de mosaico. Era como curar la herida y devolver las piedras a su sitio. Después de todo lo que significaban no las iba a tirar y no se me ocurrió algo mejor que hacer. Esto empecé a hacerlo unos meses antes de irme, pero de manera muy efímera porque con el tiempo se volvían a romper.
-Te defines como más analógica que digital. ¿Por qué?
-No estoy de acuerdo con esa parte de mirar al pasado con cierta nostalgia. Creo que simplemente hay que trabajar de la manera en la que cada uno se sienta más cómodo. Si en algún momento necesitas utilizar algún elemento analógico para hacer algún objeto tradicional, pues se hace así. Pero si en otro momento necesitas utilizar un método digital y realizar un grabado con una máquina láser, es tan lícito como lo otro. Esto no quiere decir que tenga más o menos valor o que carezca de esencia. La esencia es también una lectura, con lo cual siempre va a tenerla.
Yo me defino así porque se me dan fatal los ordenadores. Para la última pieza del proyecto “Off love” que presenté en La Laboral para el premio de Los Bragales, utilicé medios tecnológicos y digitales y me costó muchísimo. Me defino más analógica por la facilidad que tengo a la hora de tratar objetos de manera física, porque carezco de los recursos técnicos y cada vez que hay un ordenador por el medio me cuesta y necesito que alguien me oriente en cómo se hacen las cosas. No pienso que sea mejor o peor una cosa que otra, simplemente es que no me siento cómoda en ese medio, pero no por ello no lo utilizo.
-Cuando te sientas en tu lugar de trabajo, ¿ya sabes lo que quieres hacer o la inspiración viene luego?
-Depende. Muchas veces sí que hay una parte de divagar y pensar cómo puedo ir haciendo una parte, pero normalmente lo tengo bastante claro. Donde más tiempo empleo es en pensar cómo se va a solucionar. La última pieza que hice fue un loro con flores, y no empecé a darle vueltas intentando descifrar qué significaría ese ave y cosas así. Lo que pensaba es cómo se va a sostener ese loro en el horno, cómo puedo hacer para que no se caiga, que no se rompa, no estalle, cómo se van a sujetar las flores. Con la cerámica hay muchos pasos que dar y tienes que hacerlo todo correctamente, no puedes estar abriendo el horno cada dos por tres. Yo echo tiempo pensando en cómo solucionar las cosas, no en por qué las voy a hacer, eso ni me lo planteo. Sé lo que quiero y ya está, no tengo nada más que pensar.
-¿Qué es lo que te inspira?
-Suelo ir cambiando. Creo que lo que me va inspirando es lo que estoy viviendo o la circunstancia en la que me encuentre. No es lo mismo lo que hacía en Grecia que lo que hacía en Taiwán, es súper diferente. Sigo siendo la misma persona, pero lógicamente no estaba influenciada por los mismos estímulos y eso hace que cambie la manera que tengo de pensar y de concebir los objetos. Imagino que lo que me sirve de inspiración depende de la circunstancia en la que me encuentre.
-¿Qué has encontrado en el arte floral?
-Encontré un lenguaje. Es algo que ya estaba dentro de los circuitos industriales porque el arte de las flores de porcelana es una técnica industrial súper tradicional, lo que pasa es que está prácticamente desaparecida de ese entorno porque lleva muchísimo tiempo y dedicación. Lo que hago es recuperar esa técnica y llevarla al discurso que tengo actualmente sobre el consumismo romántico y cómo las emociones se transforman en mercancía dentro del sistema. Aprendí a hacer flores porque en Taiwán, el segundo año, teníamos que ir un semestre fuera a hacer una especie de intercambio. Yo fui a China, estuve en Dehua, una ciudad que se dedica única y exclusivamente a la producción y exportación de porcelana, y ahí fue donde aprendí. Había varias fábricas y me pareció una maravilla porque no sabía que aquello existía. Como quería aprender a hacer flores, iba a una fábrica y me sentaba al lado de las mujeres que trabajaban allí. No te decían nada así que yo estaba las horas que estaban ellas, miraba cómo movían sus manos, cómo hacían y luego era repetir y repetir. Fue de las primeras veces que cuando terminé una pieza me produjo satisfacción, en otras ocasiones hacía proyectos y me costaba mucho sentirme identificada con ellos. Nunca estaba al cien por cien contenta con el resultado. Cuando empecé a hacer flores fue una sensación de gratitud porque había encontrado algo que de verdad me gustaba. Ya lo tenía claro.
“Cuando empecé a hacer flores fue una sensación de gratitud, había encontrado algo que de verdad sí me gustaba”
-¿Qué parte de ti crees que expresan esas flores?
-Son flores súper frágiles, pero también son súper duras. Frágiles en el sentido en que están hechas muy finas, meticulosas, hay que invertir muchas horas, mucha paciencia, pero luego son para siempre. Son de porcelana que es un material eterno. Creo que igual me identifico con esa parte de fragilidad y dureza.
-¿De dónde surge la idea de mezclar en una misma obra los coches o las máscaras anti gas con las flores?
-Los coches son coches de boda. Trabajo desde hace años con todo esto del consumismo romántico así que intento coger símbolos de ese imaginario y tratarlos de una manera un poco irónica y con humor. Lo que hice ahí fue exagerar la decoración floral de los coches de boda. Este proyecto lo hice en Corea, porque el tercer año del máster mi profesor me mandó a un museo a trabajar unos meses y fue un proyecto que hice allí. La verdad es que le tengo mucho cariño.
“Desde hace años trabajo con todo esto del consumismo romántico, así que intento coger símbolos de ese imaginario y tratarlo de una manera un poco irónica y con humor”
El de las máscaras, Quarentine ‘Cuarentena,’ lo hice en 2019, antes de la pandemia. Era un proyecto fin de máster y fue como una performance realizada a través de la aplicación Tinder. Me la descargué y concertaba una cita cada día con un usuario diferente. Tuve cuarenta citas durante cuarenta días, cada una tenía una duración de veinticuatro horas y al cabo de ese tiempo eliminaba al usuario anterior e iba al siguiente. A cada cita yo les llevaba una rosa que para mí era una manera de marcar el tiempo, una especie de reloj, un elemento muy reconocible de ese consumismo romántico y también era un elemento constante que me ayudaba a seguir avanzando dentro de la performance. Fue un proceso bastante intenso. Después, para la instalación de la performance, hice las cuarenta máscaras de porcelana con las rosas en los respiraderos. Lo que yo pretendía era experimentar cómo se viven las relaciones emocionales a través de las redes sociales y las aplicaciones de citas y por eso empecé a trabajar con el término ‘cuarentena’.
-De alguna forma te adelantaste al tiempo…
-Mi profesor y mis compañeros me preguntaban cómo sabía lo que iba a pasar, pero yo no sabía nada. Ahora todos conocemos muy bien que cuarentena es un periodo de aislamiento, observación y experimentación, pero no anteriormente. El proyecto lo terminé en abril de 2019 y al año siguiente fue cuando empezó la pandemia. La verdad es que no sé por qué hice ese proyecto. No tenía nada que ver con virus ni con una situación sanitaria como la que tenemos ahora, pero, cuando al final ves la instalación, parece que tiene todo otro sentido, tiene otra relevancia diferente.
El origen está en cómo se viven estas relaciones de tecla y cómo, en un segundo, a través de una foto de un perfil y de una vaga descripción, tú ya sabes si es el amor de tu vida. Me parecía una cosa tan extraña que fue lo que me incitó a esa experimentación. Luego le di el contexto de cuarentena, quizá porque estaba en Taiwán y ese aislamiento que había vivido al principio pudo influenciarme. También puede que fuera el hecho de ver allí a la gente con mascarilla de manera habitual ya antes de todo esto.
“Es importante tener una actitud abierta en general en la vida, no solamente hacia el arte”
-¿En qué punto es importante liberarse de los prejuicios?
-En cualquier circunstancia es importante liberarse de ellos porque estás juzgando sin saber. Hay que quitarlos de todas partes, no solamente del arte, de la obra o del artista. Es importante tener una actitud abierta en general en la vida, no solamente hacia el arte. Que la gente interprete las cosas es incontrolable y no es posible saber o averiguar qué van a pensar, o cómo lo van a leer. Tú lanzas un mensaje y si llega de la manera que tú pensaste, bien, pero si llega de otra, también vale. Nunca puedes saber con qué mirada se dirige a tu obra la persona que la va a ver. Al principio, cuando empecé con la escultura, siempre pensaba mucho en lo que podían parecer las cosas que hacía, en qué pensaría la gente, pero hace ya un tiempo que no.
-¿Qué significa para ti la creatividad?
-La creatividad no se centra solamente en el arte, creo que es una actitud ante la vida, las circunstancias o algo que te pasa. Puedes salir a comprar el pan, quedarte sin llaves de casa y ser muy creativo para pensar en cómo vas a entrar.
“Lo que quiero lo intento repetidamente hasta que encuentro la forma de conseguirlo”
-¿Y el arte?
-Para mí es mi vida y mi trabajo, a lo que me dedico. Es un terreno como cualquier otro, como quien se dedica a un deporte. Es una parte más dentro de la sociedad y es una forma de trabajo. No es que yo tenga una necesidad de expresarme, es que es mi labor, a lo que me dedico y en lo que trabajo. La gente piensa que esto es una dedicación porque te gusta, pero hacerlo requiere una constancia y mucho aguante: es una carrera de fondo. Claro que es un trabajo, es un oficio.
-¿Tienes algún proyecto aparcado que te quite el sueño?
-Aparcado no tengo nada, lo que quiero lo intento repetidamente hasta que encuentro la forma de conseguirlo. En espera tengo varias cosas porque no llegan cuando tú quieres, lo hacen cuando es el momento. Por ejemplo, he echado las solicitudes para hacer un doctorado que es el siguiente paso que creo que tengo que dar en mi vida. Si por el motivo que sea no sale, lo seguiré intentando hasta que lo haga, porque estoy cien por cien segura de que es lo que tengo que hacer. Todo está en movimiento.
“Hoy por hoy, no entendería mi vida alejada del arte, pero esto no quiere decir que más adelante no lo pueda hacer
-¿La clave está en priorizar el buscar soluciones?
-Si veo que estoy intentando algo de muchas maneras y no acaba de salir, tampoco me cierro en ello, pero encuentro la manera de adaptarlo a las circunstancias que se me están dando para poder hacerlo. Debes aceptar un no como si aceptas un sí, pero tienes que ser consciente de que, si quieres hacer un proyecto y no es esa la vía, tienes que buscar otra, que seguro que la hay. Además, es que no me lo lleva mi carácter. No duermo si estoy pensando que debería haber hecho una cosa y no la hice, prefiero poner en marcha todo lo que se me ocurra y quedarme tranquila. Necesito saber que, si al final no sale, hice todo lo que estaba en mi mano hasta ese momento. En ese punto continúo y sigo pensando en cómo lo puedo hacer.
-Se nota que eres una persona muy inquieta. ¿Qué importancia tiene para ti la tranquilidad?
-Para mí es una cosa importante y me gustaría tener más de la que tengo a nivel personal. Y no preocuparme por todo tanto todo el rato, no estar pensando sin parar en las cosas… Es que es muy cansino, por eso cuando me preguntas qué es el arte, te digo que un trabajo y una vida porque es una dedicación completa. Hoy por hoy, no entendería mi vida alejada del arte, pero esto no quiere decir que más adelante no lo pueda hacer. Ahora mismo estoy al cien por cien dentro de ello, pero si por cualquier circunstancia de la vida o sin ninguna razón, cambia y todo va por otro sitio, espero ser capaz de verlo y tomar ese otro camino. Saber ver el giro y darlo.