El asturiano Juan Fueyo es un hombre de ciencia, por eso cuando dirigió su mirada hacia el abismo del cambio climático entendió que tenía que escribir Blues para un planeta azul. A pesar de que también alberga propuestas para la esperanza, el libro resuena como un réquiem para una Tierra que se precipita hacia el colapso.
Fueyo es hijo de minero asturiano. Parte de su infancia la pasó en localidades como Linares y Congostina donde pudo ver cómo la industria del carbón amparada por el progreso atentaba contra la naturaleza. Se marchó a trabajar a EEUU sin llegar a ver los caudales del Caudal y el Nalón libres del negro tinte del mineral. Ahora que el nuevo ‘carbón’ es el petróleo, el asturiano vive en Houston, la capital mundial de este combustible fósil, donde lleva muchos años investigando tratamientos contra el cáncer en uno de los centros médicos más importantes del mundo en esta materia.
Inspirado por su hija, con la que mantuvo numerosos debates sobre el cambio climático, e impulsado por el trabajo realizado por la directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, María Neira, el autor reflexiona en su libro sobre la crisis climática y sus consecuencias. Y a pesar de que bucea en las profundidades climáticas de la mano de expertos mundiales en la materia, Fueyo consigue contarlo de una forma amena y divulgativa. Lo hace sin utilizar filtros ni edulcorantes, pues como él mismo asegura: El presente no es apto para pusilánimes.
-Su trabajo es investigar sobre el cáncer, ¿por qué se ha centrado en un libro sobre la crisis climática?
-Mi libro anterior, Viral, iba sobre las pandemias y me hizo ponerme en contacto con este tema, porque las pandemias y el cambio climático tienen una conexión muy estrecha. De ahí empecé a tirar y a comprobar que mi biografía -de alguna manera- está conectada a todo esto. Hay un científico que se llama Charles David Keeling y es el primero que consiguió medir la concentración de CO₂ en el aire, de forma que pudo medir cómo cada año va subiendo, es lo que se llama la curva de Keeling. Sus estudios empezaron en el 57, el año en el que yo nací, así que -aunque es un poco egocentrista- puedo decir que la curva de Keeling sigue mi biografía. Puedo saber cuánto CO₂ había en el aire cuando nací, cuánto cuando empecé medicina o cuando escribí este libro.
Otro factor importante es María Neira, nos hicimos muy amigos a raíz de una entrevista con La Nueva España hace unos cuantos años. Ella hizo el prólogo del libro y es una de las mayores expertas en la polución y el cambio climático en el mundo. El libro debería haberlo escrito ella, pero no tenía tiempo.
“El progreso es un puñal que se le ha clavado en la espalda a la humanidad”
-¿Entre las muchas ramificaciones del cambio climático está el incremento de la incidencia del cáncer?
-Sí, en las dos últimas décadas hubo un avance increíble con respecto al cáncer y, ahora de golpe, podríamos empezar a perder todo lo conseguido al aumentar la incidencia debido al cambio climático. Los tres tipos de cáncer que se prevé que suban son el de pulmón por la polución, el de piel por la mayor exposición al sol y el aumento de temperaturas, y el gastrointestinal porque tenemos cada vez más contaminadas las aguas con químicos y con bacterias. El cáncer podría recuperar un protagonismo que estábamos quitándole, esto haría que se convirtiera en la enfermedad más letal de este siglo.
-Asegura en Blues para un planeta azul que el progreso besa pero también mata. ¿Es el enemigo número uno?
-El progreso es un puñal que se le ha clavado en la espalda a la humanidad. Vivimos en un mundo increíble, nunca se vivió con las comodidades que disfrutamos en nuestro día a día, pero consumimos petróleo a manta y no nos damos cuenta. Todo lo que produce electricidad es petróleo, por ejemplo, la iluminación de Navidad de nuestras calles. Ese progreso que nos ha dado esta sociedad de confort y bienestar de golpe no es sostenible y respirar aire puro empieza a ser muy raro. En Nueva Delhi tuvieron que cerrar escuelas porque no era sano que los niños saliesen a la calle a respirar, tenemos el mar completamente contaminado, cada vez hay menos peces y más plástico en el agua. Se han encontrado micro plásticos en el cóndor de Los Andes y en las hamburguesas del McDonalds. Y luego está el factor de que el petróleo se acaba y hay que buscar una solución cuanto antes. Los combustibles fósiles, que son los que nos han hecho progresar, realmente ahora nos están envenenando.
-De alguna forma, ¿somos como el poeta inglés que sabe que va a morir y espera su muerte durmiendo?
-Yo creo que sí, estamos anestesiados por el vapor del petróleo. El capitalismo, el consumo exagerado de las cosas, es un poco lo que nos ha llevado aquí, pero el capitalismo es la única economía que funciona. Todos los experimentos que se han hecho con otros sistemas económicos han sido fracasos y han acabado en dictaduras. Ahora el capitalismo se empieza a dar cuenta de que las energías verdes van a llegar a ser más rentables que el petróleo, que hasta ahora no lo eran. Antes no querían invertir ahí porque no había posibilidad de obtener beneficios, que al fin y al cabo es lo que les guía, pero ahora sí los hay y también la posibilidad de producir mucho empleo. Creo que la maquinaria capitalista va a girar hacia la energía eólica y hacia otras cosas, esto podría sacarnos del problema, pero lo tienen que hacer rápido.
-Visto así es un mensaje optimista, pero ¿habrá tiempo para esto?
-Esa es la cuestión, porque hay que tener en cuenta que el CO₂ que soltó el primer acelerón que le diste a tu primer coche sigue ahí arriba porque el dióxido de carbono se mantiene más de 100 años en la atmósfera. El CO₂ se acumula así que habría que parar la emisión del todo o inventar una tecnología que lo eliminara. El gran problema es que es una lucha contra el tiempo. Por eso, Greta Thunberg y los activistas prefieren hablar de crisis climática en vez de cambio climático, porque la palabra crisis de alguna manera indica urgencia.
Hay un grupo de especialistas que se llaman colapsólogos que están estudiando qué podríamos hacer si la civilización sufre un colapso debido al cambio climático. En cambio, otros científicos están trabajando en estrategias de intervención, como impedir que el sol que nos llega de la atmósfera pase completamente a la tierra o conseguir que el mar refleje los rayos solares, pero esas intervenciones pueden ser muy muy peligrosas. Serían como la última bala para cuando ya no nos quede nada más, habría que intentar evitarlo lo más posible.
“El gran problema es que es una lucha contra el tiempo. Por eso, Greta Thunberg y los activistas prefieren hablar de crisis climática en vez de cambio climático, porque la palabra crisis de alguna manera indica urgencia”
-¿Podría ayudarnos la energía nuclear a conseguir más tiempo?
-Probablemente sí, ha sido declarada verde por Europa porque no produce CO₂. Los partidos verdes no quieren saber nada de ella, pero ahora mismo va a ser difícil prescindir de la energía de los combustibles fósiles y pasar completamente a la del aire, sol y agua sin utilizar la energía nuclear, porque hay problemas que no están resueltos. Sería algo temporal.
-Aunque no se perciba de forma consciente, ¿la del clima es la mayor batalla que vive la humanidad?
-Yo creo que sí. La humanidad ha afrontado terremotos, erupciones volcánicas, hambrunas, guerras mundiales, genocidios… pero parece que la amenaza más grave es el cambio climático. África está cruzando el Estrecho de Gibraltar y esto está pasando en todos los países del mundo, incluyendo EEUU y ¿cómo paras eso?
Que en Andalucía empiece a haber desertificación, que no funcionen los cultivos, que la huerta de Murcia se acabe y que todo esto siga subiendo hacia Asturias lleva consigo -no solo el cambio de temperaturas y aumento de las olas de calor, que es en lo que insisten más los expertos españoles- también trae todas las garrapatas y los mosquitos de África y con ellos llegan virus, bacterias y parásitos que no teníamos. Podríamos empezar a ver malaria, paludismo e incluso dengue en nuestro país. Y si las poblaciones de España van a estar mal, las de África van a estar mucho peor con lo cual se van a generar enormes desplazamientos de gente, va a desaparecer el agua en muchas regiones del mundo y eso va a generar guerras. Vamos a entrar en un mundo de inestabilidad política muy importante a no ser que se empiecen a tomar medidas. En el libro apunto varias citas del Pentágono, que ya considera el cambio climático como una crisis importante para los ejércitos.
“El cambio de temperaturas y el aumento de las olas de calor también traen todas las garrapatas y los mosquitos de África y con ellos llegan virus, bacterias y parásitos que no teníamos”
-En el capítulo dedicado a la Sexta Extinción explica que la humanidad probablemente no desaparecerá, pero sí la civilización que conocemos.
-Eso lo dice Bill McKibben, un periodista de Nueva York muy influyente que entrevisto en Blues para un planeta azul. Escribió El fin de la naturaleza en los 80, el primer libro que explica que los combustibles fósiles llevarán a que haya esta crisis climática. Es compañero de trabajo de la periodista Elizabeth Kollbert, autora de La Sexta Extinción, pero él no está completamente de acuerdo en que la humanidad caerá, aunque sí piensa que la civilización tal y como la concebimos va a cambiar, sobre todo porque va a desaparecer el petróleo y habrá guerras. Está casi convencido de que va a haber un colapso de la civilización.
-¿Uno de los grandes obstáculos para encontrar soluciones es la politización de estas materias?
-Sí, fíjate en la pandemia del coronavirus y cómo los políticos iban por detrás de la ciencia. Una de las cosas que hace que en China siga existiendo la Covid es porque el Gobierno no quiere aceptar las vacunas de Occidente. Un problema médico que tiene una solución médica se convierte en un problema político que lo para todo y con respecto al cambio climático también.
Una acusación muy grande que tenemos aquí en EEUU, y también en España con algunas políticas de Madrid, por ejemplo, es que dicen que el cambio climático es comunismo. En EEUU les llaman sandías a los ecologistas, porque son verdes por fuera y rojos por dentro, pero no es así. Hay un documento socio político que es quizá de los más importantes, que es una Encíclica del Papa Francisco que se llama ‘Laudato sí’ en la que dice que hay que cambiar nuestra conciencia hacia cómo conservar este paraíso que tenemos, cómo impedir que la vida aquí sufra por nuestra culpa. Y volver a querer a los bosques, a las junglas, lo que se nos hace difícil ahora que las destruimos para buscar petróleo, como pasa en el Amazonas.
“Una acusación muy grande que tenemos aquí en EEUU, y también en España con algunas políticas de Madrid, es que dicen que el cambio climático es comunismo. En EEUU les llaman sandías a los ecologistas, porque son verdes por fuera y rojos por dentro, pero no es así”
-Un zoólogo asturiano me decía una vez que la información no llegaba suficientemente a la población porque los científicos no salían gritando o llorando, sino que lo hacían con una tabla de datos en una charla, de una forma políticamente correcta que no llega. ¿Es el momento de coger el toro por los cuernos?
-En el mundo de los científicos, divulgar está mal visto. Yo estoy cometiendo uno de los grandes pecados capitales porque el científico quiere limitarse a los datos, pero en cuanto a la divulgación hay que hacer un debate de ideas. Son las ideas las que tienen que salir ahí, y hablar como lo hace Greta Thunberg, expresar cosas como ‘la casa está en llamas’ o ‘los políticos no hacen nada’. Las revueltas que hacen los veinteañeros, como el de estas dos chicas con Los girasoles de Van Gogh han llevado a un escándalo increíble, pero el escándalo lo tenemos que tener con lo que está pasando, no por esto. Van Gogh quizás hubiera hecho lo mismo que esas jóvenes.
Los científicos están llegando a esto, pero sobre todo son los periodistas los que convierten la ciencia: la trituran y la pasan al público bien explicada. Pero los periodistas que hablan del cambio climático son censurados, perseguidos y a veces asesinados en muchos países que producen petróleo. Y hay una gran contrapropaganda de las compañías del petróleo y de los países productores contra todo lo que han hecho los científicos. Son auténticas petrotiranías, en las que hay unas cuantas personas muy ricas y una gran mayoría muy pobre.
-En el marco de la contra información que plantean los grupos de poder, ¿aparecen intentos de depositar el peso de la crisis climática sobre los ciudadanos?
-Las compañías de petróleo de EEUU contrataron a las agencias de publicidad del tabaco para crear campañas parecidas a las que usaban para el tabaco, lo cual ya indica por dónde van las cosas. Ellos declaran la guerra presuntamente firmando la paz cuando generan el concepto de la huella de carbono, en el que dicen que cada persona tiene que hacer algo. Lo he dicho otras veces, tú y yo no podemos ir con maletas cargadas de lluvia de Asturias a Andalucía cuando esta se seque, ni podemos ir a ayudar a las inundaciones de Pakistán o detener una pandemia, todo esto lo tienen que hacer los gobiernos.
Había un periodista del New York Times que decía que no había que cambiar las bombillas, que había que cambiar los líderes.
“Tú y yo no podemos ir con maletas cargadas de lluvia de Asturias a Andalucía cuando esta se seque, ni podemos ir a ayudar a las inundaciones de Pakistán o detener una pandemia, todo esto lo tienen que hacer los gobiernos”
-¿Cuál es el origen de la huella de carbono? ¿Por qué lo considera un timo?
-Esto lo hace la petrolera British Petroleum, una multinacional petrolífera inglesa que mediante una campaña publicitaria bien hecha genera unos valores para que los ciudadanos podamos calcular cuánto CO₂ producimos según las actividades realizadas en el día. Esto aparentemente tiene sentido porque permite que cada persona pueda intentar disminuir su huella de carbono, pero se ha visto que, en realidad, está hecho para trasladar la responsabilidad del cambio climático a los ciudadanos y que estos dejen en paz a las petroleras que ya estaban siendo atacadas. Desgraciadamente la huella de carbono ha triunfado de una manera espectacular, e incluso a Greta Thunberg le afecta y no quiere coger el avión para no consumir CO₂. Pero que una persona no coja un avión no tiene mucha importancia, hay millones de vuelos diarios, lo que sí la tiene es que se consiga un combustible para los aviones que no contamine. El problema no es de un individuo si no de la industria.
-¿Es urgente un cambio de conciencia?
-Cambio de energía y cambio de conciencia. Tener la conciencia de que ahora mismo la energía que producimos es un campeonato mundial de la fealdad y la brutalidad porque atacamos a la Tierra. Lo decía Palacio Valdés en La aldea perdida cuando comentaba cómo el paisaje asturiano se destruía por las minas y todos lo hemos visto. Tenemos que tener la energía con el planeta y no contra el planeta, esa es la evolución de la civilización. Y se producirá porque los adolescentes ya están concienciados, ellos no han llegado a los centros de decisión y a los lugares de poder, pero van a llegar. Cuando lleguen esos cambios van a ser mucho más fáciles, el gran problema aquí somos los adultos.
“La temperatura de la Tierra es comparable a la nuestra, generalmente nosotros vivimos con 36.5ºC, si subimos a 38 tenemos fiebre, si subimos a 40 nos podemos morir. Y lo mismo hacia abajo, si bajamos esos grados, podríamos morir porque entraríamos en hipotermia. La temperatura de la Tierra tiene casi esa misma variación”
-Reflexiona en esta publicación sobre cómo será la vida en el futuro. ¿Qué panorama tendremos de aquí a veinticinco años?
-Va a depender de las actuaciones que tengamos. La temperatura de la Tierra es comparable a la nuestra, generalmente nosotros vivimos con 36.5ºC, si subimos a 38 tenemos fiebre, si subimos a 40 nos podemos morir. Y lo mismo hacia abajo, si bajamos esos grados, podríamos morir porque entraríamos en hipotermia. La temperatura de la Tierra tiene casi esa misma variación, puede cambiar como mucho cuatro grados antes de que empiecen a pasar cosas extremas como que se derrita el asfalto de las carreteras.
El Acuerdo de París intentaba limitar el calentamiento mundial a solo un 1,5 grados centígrados para 2050, pero hay gente que vaticina que de seguir así en 2100 podemos llegar a los 4ºC. Si subimos solo 1,5ºC, con las energías verdes podríamos salir del apuro, pero si vamos a los 4ºC tendríamos un escenario casi apocalíptico para la civilización. Significaría que ya nos quedamos siendo adictos al petróleo y que hemos decidido seguir consumiendo cada vez más, como pasa ahora en EEUU y Rusia que no dejan de perforar.
-¿Se está gestando un golpe de calor en nuestro planeta?
-Sí, y estamos viendo cómo los países y las poblaciones que menos influyen en el cambio climático son precisamente los que más problemas tienen, los que más palos reciben. En la COP27, en Egipto, se ha creado un fondo europeo para pagar a África por los trastornos climáticos extremos, pero a nivel de población ¿quién paga esos efectos? En las olas de calor mueren los niños muy pequeñitos y los ancianos, las dos poblaciones que producen menos cambio climático. Ya se está hablando de la justicia climática, porque no podemos permitir que el cambio climático siga avanzando afectando otra vez a los débiles mientras los poderosos siguen tirando para arriba. Puede ser el golpe de calor definitivo, esperemos que sea como mucho para la sociedad, no para la humanidad.
“En la COP27, en Egipto, se ha creado un fondo europeo para pagar a África por los trastornos climáticos extremos, pero a nivel de población ¿quién paga esos efectos?”
-La ola de calor que sufrió Rusia en 2010 causó 55.000 fallecimientos. ¿Con el tiempo todas las cifras salen a flote?
-Sí, hay una ciencia que es la ciencia de la atribución que estudia mediante modelos matemáticos e informáticos si lo que está pasando se debe al cambio climático o no, y las olas de calor las ve con una precisión matemática. El aumento de frecuencia de las mismas y el aumento de temperatura en estas olas se deben al cambio climático. Creo recordar que el récord de temperatura europea ha sido en Sicilia, 48,8º C, una temperatura en la que no podemos vivir a no ser que tengas aire acondicionado.
-Hace poco superamos una pandemia causada por un coronavirus pero ¿cree que lo peor está por llegar?
-Estamos rodeados de virus, ellos llegaron a la Tierra mucho antes que los seres humanos y para ellos somos presas muy fáciles, como hemos visto con el coronavirus. Nosotros hemos descubierto cómo atacar a las bacterias, aunque no a todas, pero no sabemos cómo atacar a los virus. Tenemos muy pocos fármacos y cuando creamos una vacuna es válida contra un virus solo.
El coronavirus era un virus benigno que producía el constipado, pero ahora ha mutado y se ha convertido en algo más grave, pero solo un poco más grave. Sin embargo, hay virus ahí fuera que son auténticos monstruos, virus que ya han pasado de murciélagos a caballos, produciéndoles una encefalitis que los ha matado y que también ha matado a sus cuidadores. En el momento en que este virus consiga pasar del cuidador a otra persona tenemos algo que produce una enfermedad grave, con gran capacidad de contagio y una mortalidad del 70%. El problema es que como el hombre se mete cada vez más en la jungla, cada vez tenemos más virus de este tipo.
“Los virus llegaron a la Tierra mucho antes que los seres humanos y para ellos somos presas muy fáciles, como hemos visto con el coronavirus”
-¿Las comunidades indígenas están cogiendo fuerza y tomando un papel activo en este fin de ciclo?
-Cuando estaba escribiendo el libro no sabía cómo lo iba a acabar y en el aeropuerto de San Francisco encontré un libro que se llama Regeneration, e incluso pude hablar con el autor, pero me dijo cosas tan graves que me pidió que no publicara la entrevista. Este libro insiste en volver al indigenismo, en mirar a gente como Nemonte Nenquimo, una mujer de la región amazónica de Ecuador que le puso un pleito a su Gobierno porque quería destruir jungla para buscar petróleo. Y lo ganó. Es una gran líder, una persona sin estudios, pero que dice cosas que son tan de sentido común como “la jungla es mi casa y por qué tiene que venir alguien aquí a buscar petróleo y destruir esto». Preservar el futuro consiste en conservar lo natural, conservar el pasado, y los movimientos de indígenas están bullendo y tienen mucha fuerza, hace poco se reunieron todos en Nueva York.
El problema es que llegó la guerra de Ucrania, una guerra que ha modificado los precios del petróleo y los países pobres que solo tienen petróleo están volviendo a pasar de los indígenas y volviendo a perforar. Esta lucha entre lo natural y el presunto desarrollo está cada vez más viva que nunca.
-¿Hay que plantear el cambio climático desde el lado de la justicia social?
-Es lo que propone en el prólogo del libro de Regeneration Jane Goodall, la naturalista experta en chimpancés. La activista dice que solucionaremos el cambio climático el día que nos demos cuenta que con los combustibles fósiles estamos explotando a una gran parte de la población en el mundo. El día que decidamos producir energía con conciencia y que los beneficios no sean lo que nos guíe, si no la equidad y que todo el mundo progrese, en ese momento nos daremos cuenta que no podemos seguir con el petróleo.
“Nemonte Nenquimo, una mujer de la región amazónica de Ecuador le puso un pleito a su Gobierno porque quería destruir jungla para buscar petróleo. Y lo ganó”
-Las vacas del mundo juntas, Vacalandia, serían como el tercer país contaminante por detrás de China y EEUU por sus emisiones de metano. El dato impresiona, pero ¿qué culpa tienen estos animales?
-Ninguna, lo que contamina es la producción industrial que va unida al maltrato que se le da al ganado. Toda esta brutalidad y fealdad junta que tenemos ahora para producir carne y leche, estas granjas enormes de miles y miles de vacas produciendo litros y litros de leche cada día, que les perforan el estómago para alimentarlas sin darles hierba para que no se muevan… Y lo sorprendente es que, debido al esfuerzo capitalista humano que solo busca beneficios, se han generado fábricas de metano a base de esclavizar vacas.
“Debido al esfuerzo capitalista humano que solo busca beneficios, se han generado fábricas de metano a base de esclavizar vacas”
-Después de publicar este libro, imagino que a su hija Irene -que tantos debates le ha planteado en casa- ya la tendrá ganada.
-Bueno, seguimos con discusiones sobre todos los temas, ella es de la generación Greta, está muy mentalizada y estudia en una Universidad en la que fomentan el debate. En casa tenemos pajitas metálicas para beber, ella se hizo vegetariana, compra ropa de segunda mano y trata de que sean productos fabricados de forma sostenible, etc., pero también acepta que vive en este mundo. Ella está en Nueva York, yo en Houston, y si nos queremos ver hay que coger el avión que contamina.
La insistencia que tiene es la potencia del voto, piensa que nuestra generación no lo estamos haciendo bien y que ellos lo podrán hacer mejor. Veremos si al final esto se confirma, pero seguimos con el debate con dos visiones diferentes. Ellos ven el mundo cómo nosotros lo veíamos cuando éramos jóvenes, a mí me costó mucho llevar el pelo largo, fue una pelea muy grande, pues es lo mismo. Yo no entendía por qué se tenía que hacer vegetariana. Cuando en casa alguien se hace vegetariano te chafa todos los planes para ir a comer, cenar… y si tú comes hamburguesa, te sientes culpable. Así que, al principio, las cosas que me explicaba me parecían muy exageradas, hasta que luego empecé a mirar la ciencia.
-¿Los jóvenes vienen empujando fuerte?
-Sí, cada generación avanza un poco en lo que son derechos humanos y sociales. Hace unos años se ha declarado que respirar aire puro es un derecho humano fundamental que ha aprobado la ONU y esto es por la presión de los jóvenes. Nuestra generación es la que tiene las fábricas y ellos son los que están sufriendo los efectos. La generación Greta es la que está peleando por esto, empujando por un mundo para sus hijos, y nunca te podrás poner debajo de su piel del todo.