Dentro de la Semana Negra de Gijón, se celebraba hace unos días una mesa redonda que llevaba por título: Diez años de las Marchas de la Dignidad. Formando parte de ella no podía faltar el escritor asturiano Miguel Ángel Fernández, autor del libro 485.2 kilómetros en las Marchas de la Dignidad (Sangar) que recoge el trayecto que él mismo realizó desde Langreo, corazón de la Cuenca Minera, hasta Madrid acompañando la primera e histórica Marcha del 22M. Ese día casi dos millones de personas unieron sus voces en la capital de España para reclamar Pan, Trabajo, Techo e Igualdad. ¿Qué ha cambiado desde entonces?
-¿Qué convirtió aquella protesta en multitudinaria?
-Mira, te pongo un poco en antecedentes. El 20 de noviembre de 2011 Mariano Rajoy llega al Gobierno. Su partido había llevado a cabo una campaña en la que aseguraban que Zapatero era el peor gobernante de la historia y que ellos arreglarían la economía deteriorada que había dejado: lo que se había gastado ‘indebidamente’ en temas sociales había generado un déficit inasumible (una deuda que representaba el 70% del PIB). Europa presionaba a los países del sur para que frenaran su endeudamiento y eso se lo tomó al pie de la letra el PP. Se aumentaron las horas de trabajo, se redujeron sueldos y pensiones, se congelaron derechos laborales y se recortaron inversiones en Sanidad, Educación, I+D+i e Infraestructuras. No hubo un solo sector de la población que no viera reducir su nivel de vida. Rajoy pidió a todos los españoles que nos apretásemos el cinturón y mientras a algunos nos les quedaban más agujeros por correr, la gran Banca recibe 60.000 millones en ayudas directas, 40.000 en avales y una reforma exprés de la Constitución para que la deuda cayera sobre las espaldas de todos los españoles. Y aun así, la deuda seguía creciendo. En 2014 este ambiente de indignación impulsó a los ciudadanos que padecían en sus carnes los efectos de la crisis a organizarse, preparar asambleas en los barrios, asociaciones vecinales, sindicalistas de base y gente en general, para una Marcha a Madrid de todos los afectados desde todas las regiones de España.
“En 2014 el ambiente de indignación que había impulsó a los ciudadanos que padecían en sus carnes los efectos de la crisis a organizarse, preparar asambleas (…) para una Marcha a Madrid de todos los afectados desde todas las regiones de España.”
-Para romper el silencio informativo que rodeó aquellas Marchas nace el libro 485,2 kilómetros de las Marchas de la Dignidad. ¿Qué recoges en él?
-El libro es una crónica y resumen de aquella experiencia, el día a día de los caminantes que partieron desde Langreo rumbo a Madrid. Fue una marcha inclusiva, abierta a la participación de toda la ciudadanía, unitaria y sin protagonismos. En esos veintidós días que tardamos en hacer ese recorrido fui recogiendo declaraciones, opiniones sobre temas que estaban encima de la mesa como la Deuda soberana, la vivienda, la Renta Básica, la Sanidad y lo que era el espíritu del Manifiesto 22M “Pan, Trabajo, Techo”.
-¿Cómo están las cosas diez años después?
-Ya se ve que no hemos recuperado derechos. Los derechos de los poderosos van viento en popa, tanto que Wall Street llega a máximos históricos tras subir el 150% desde la pandemia. Los bancos españoles están declarando beneficios millonarios, así como las principales empresas del Ibex. Para los que trabajamos las cosas no han variado de forma espectacular. La Reforma Laboral ha sido retocada, sobre nuestras cabezas pende un despido fácil y aunque el paro parece bajar, en buena parte se debe a la contabilización como empleados a los fijos discontinuos que no lo son todo el año. Las ayudas a los desprotegidos -que los empresarios quieren suprimir- no terminan de llegar a la población. El bono eléctrico en Asturias tiene pendientes casos del año pasado y en este no ha llegado ni a la mitad de los necesitados. La cuarta parte de los niños españoles, según el asturiano presidente de Unicef, Gustavo Suárez Pertierra, están en riesgo de pobreza. La situación es bien pareja. No podemos limitarnos a votar cada cuatro años, debemos ser exigentes con los gobiernos cada día.
“Hay un sector de la población que ha sufrido una importante decepción con determinadas actitudes y ahora vuelve los ojos a posiciones de extrema derecha, que les venden soluciones tan aparentemente fáciles como falsas”
-Las marchas siempre han sido una herramienta para la unificación de luchas. ¿Qué ocurre ahora para que no sea así cuando la situación de desigualdad social y pobreza sigue patente?
-Las calles han quedado vaciadas, salvo para llevar a cabo algunas acciones esporádicas. Una buena parte de la población entendió que votando a las gentes de “la nueva política” todo se solucionaría, pero es evidente que no ha sido así. Incluso algunos de sus líderes olvidaron, al igual que “los de la vieja política”, sus programas. La Renta Básica, por ejemplo, ha sufrido un silencio escandaloso. Por eso hay que estar vigilantes para asegurarnos de que nuestros representantes cumplen sus programas.
Otro sector de la población ha sufrido una importante decepción con determinadas actitudes y ahora vuelve los ojos a posiciones de extrema derecha, que les venden soluciones tan aparentemente fáciles como falsas: los inmigrantes no solo no restan puestos de trabajo, sino que son imprescindibles para mantener nuestro sistema de pensiones.
-¿Cómo ha influido la Ley Mordaza en las acciones reivindicativas y la protesta social?
-El Gobierno de Rajoy hizo una Reforma Laboral para dar cobertura legal a sus recortes y, para que no protestáramos en voz alta se sacó de la manga, haciendo uso de su mayoría absoluta, la llamada Ley de Seguridad Ciudadana, que pasaría a la historia como Ley Mordaza, porque su único objetivo era tapar las bocas. En su articulado contemplan multas desde 1.001 a 600.000 euros, además de penas de cárcel si las protestas elevan mucho la voz. No se puede sancionar al que protesta, al disidente, por considerar que quien lo hace altera o no la seguridad o, dicho de otro modo, la ‘tranquilidad’. Los derechos conquistados son el resultado de las luchas sociales del pasado.
“Recordar las Marchas significa decir que no basta con acudir a las urnas de vez en cuando. Debemos ser exigentes con los cargos que hemos elegido”
-¿Por qué es importante recuperar el recuerdo?
-Recordar las Marchas significa decir que no basta con acudir a las urnas de vez en cuando. Quienes vivimos de nuestro trabajo debemos ser exigentes con los cargos que hemos elegido. 485.2 kilómetros en las Marchas de la Dignidad nació por la necesidad de hacer un balance de aquel hecho histórico y, por otro lado, dejar constancia de una experiencia de las que dejan huella, tanto en lo personal como en lo comunitario. A título personal me queda una sensación de orgullo por haber participado en aquella maravillosa locura. También siento orgullo como nación, nunca olvidaré cuando entramos en Madrid al ritmo de la gaita y percusión, aplaudidos por miles de personas que veían en la presencia de la columna asturiana la imagen de la lucha incansable. Y orgullo de clase, porque estas Marchas de la Dignidad arrancaron de lo más profundo de la clase trabajadora, de la misma base.