Es una de las figuras clave de la izquierda española, en su momento Secretario General del Partido Comunista y uno de los fundadores de Izquierda Unida. Después de años alejado de la escena pública, Gerardo Iglesias presenta el libro ‘Por qué estorba la memoria’, un homenaje a los ‘fugaos’, los guerrilleros asturianos.
Con este trabajo, Iglesias busca saldar una cuenta pendiente con la guerrilla asturiana, con la que él tuvo relación personal. Quiere también aportar un grano de arena contra el olvido, reivindicando un relato compartido, una memoria colectiva de los años relacionados con la Guerra Civil. El libro se publicó el 9 de octubre, y ya está dando mucho que hablar.
-Personalmente, ¿por qué ha decidido volver a la escena pública otra vez?
-Bueno, he vuelto de forma acotada, sólo para este libro. Digamos que me decidí a escribirlo fundamentalmente por dos razones: la primera tiene un carácter un tanto sentimental, ya que la casa de mis padres fue un lugar de encuentro y de apoyo a la guerrilla durante años, hasta que detuvieron a mi padre en el año cincuenta. Muchos de los guerrilleros de los que hablo en estas veintidós historias me tuvieron en sus brazos cuando yo era niño, paraban en mi casa, y una buena parte eran vecinos. Luego también hablo de otros que eran imprescindibles por su personalidad o por su importancia, como el caso de los Caxigales.
La segunda razón es que creo que después de treinta y tantos años de democracia es inexplicable, o por lo menos injustificable, que se mantengan el olvido y la impunidad. Hay que poner fin a eso, no sólo por lo que lleva implícito de reparación a las víctimas, sino porque este país necesita tener una memoria colectiva de lo que fue aquello, no la que escribieron los vencedores, sino una memoria sobre hechos reales, o al menos un relato compartido.
“¿Por qué hay un sector que se opone radicalmente a revisar la historia? Lo digo claramente en el libro: cuantos más elementos provenientes del franquismo se mantengan, mejor para la derecha de este país”
-Hay quien dice que no se deben reabrir las heridas del pasado…
-No se puede hablar de reabrir heridas cuando no están cerradas. El hecho más evidente es que las cunetas de España están llenas de cadáveres de republicanos que no han podido tener un entierro digno, mientras que Franco sí se ocupó de dar un tratamiento adecuado a sus víctimas, no sólo con entierros sino aportando pensiones y compensaciones a los familiares. Ahora ¿por qué hay un sector social y sobre todo político que se opone radicalmente a revisar la historia de aquella etapa? Lo digo claramente en el libro: aporta más réditos dejar las cosas como están. Cuantos más elementos provenientes del franquismo se mantengan, mejor para la derecha de este país.
-¿Es cierta aquella frase de “Franco dejó todo atado y bien atado”?
-Bueno, no sé si Franco o los franquistas que dirigieron la transición, pero en este país se pasó de la dictadura a la democracia de puntillas, con una supuesta transición pactada. Digo supuesta porque no se trató de un pacto en igualdad de condiciones, ya que la oposición democrática no tuvo la fuerza suficiente para imponer una ruptura, y el proceso de transición lo llevaron a cabo los elementos provenientes del antiguo régimen. De esta manera se estableció la Ley de Amnistía del 77, que es una especie de muro infranqueable donde las responsabilidades del pasado quedan anuladas. Es absolutamente necesario abolir esta ley, ya que el derecho internacional establece claramente la no prescripción de los delitos de lesa humanidad.
En este país se abusó del término “transición modélica”. De modélica nada, es un clarísimo modelo de impunidad. En Latinoamérica ha habido leyes muy parecidas en todos los países en los que ha habido dictaduras, llamadas de punto final; y sin embargo finalmente han sido revisadas porque no estaban amparadas por el derecho.
-Sin embargo, en los últimos años se han publicado varios trabajos que revisan la época histórica relacionada con el franquismo y la transición. ¿Estamos más cerca de esa “memoria compartida”?
-Es verdad que en estos últimos años una serie de historiadores jóvenes han ido desmontando toda la falsa memoria escrita por los vencedores, pero no es suficiente para construir una memoria colectiva de lo que realmente fue aquello: hace falta que intervenga la justicia.
Y no estoy pensando en meter a gente en la cárcel ni nada de eso, sino que se anulen las sentencias del franquismo, cosa que no se ha hecho ni con la llamada Ley de Memoria Histórica. Ni siquiera se ha hecho una condena categórica del golpe del 18 de julio, sino una condena del franquismo en términos genéricos, adhiriéndose a una previa del Concejo de Europa. Y todo eso hay que superarlo, si no se hace es porque hay miedo y una democracia que actúa con miedo no es una democracia fuerte.
-¿Por qué escribir un libro sobre los “fugaos”, los guerrilleros asturianos?
-El libro se limita a la etapa que va desde octubre del 37, cuando las tropas franquistas entran en Gijón y se derrumba el frente Norte, hasta el año 52, cuando muere el último guerrillero. No he querido entrar en el tema de la Guerra Civil, porque al fin y al cabo en una guerra se muere y se mata, así que se pueden decir muchas cosas de lo que hicieron fascistas y republicanos; pero después de que Franco gana la guerra se aplica una política de exterminio, y eso es lo que yo reflejo.
-¿Qué dificultades ha tenido para abordar este trabajo?
-Ha sido difícil, no es lo mismo investigar sobre una guerra convencional, donde existe una serie de documentación y de archivos, que sobre una guerra mucho más subterránea, donde muchas cosas no se conocen. Ha sido muy minucioso, en parte buscando testimonios de personas que vivieron directamente la situación, en parte hurgando en los archivos, sobre todo en el del PC, que junto al de la Guardia Civil son los que más tienen al respecto. Es una pena, y lo digo siempre, que la mayor parte del archivo del PC no se puede leer porque está en muy malas condiciones, cuando tiene documentación valiosa y abundante.
“La Ley de Amnistía del 77 es una especie de muro infranqueable donde las responsabilidades del pasado quedan anuladas. Es absolutamente necesario abolir esta ley, ya que el derecho internacional establece claramente la no prescripción de los delitos de lesa humanidad”
Sobre este libro hay que decir dos cosas: una, que yo no hablo desde la fría distancia de un historiador profesional, porque no lo soy. Yo no disimulo en absoluto mi simpatía por esta gente, que luchó por la libertad en las condiciones más terribles que uno se pueda imaginar. Pero también quiero decir que lo que ahí está dicho tiene el mayor rigor, me he esforzado muchísimo por que los datos sean rigurosos, no me he quedado con lo ya publicado, sino que he investigado directamente las cosas, y creo que a lo largo del libro aclaro algunas situaciones que no eran conocidas, como por ejemplo la tensa relación que mantuvo la guerrilla asturiana con la dirección del partido en el exilio. Supongo que eso incomodará a alguna gente, pero yo no lo he escrito para dar a nadie, sino que he querido decir la verdad de los hechos con un objetivo fundamental: recuperar el honor de una gente que, independientemente de los errores que hayan podido cometer, han dado una auténtica lección de dignidad a este país, lanzándose a la lucha en medio de la represión más pavorosa, pagando con su vida prácticamente todos.
-El libro se centra en veintidós historias, ¿cuántas más han quedado en el tintero?
-Muchas. He de decir para mi sorpresa que sólo he recibido elogios por este libro, y la única queja que yo he escuchado ha sido de gente que ha tenido víctimas en su familia, porque hablo de una parte de los guerrilleros y no de otros. Claro, era imposible para mí llegar a todas esas historias, porque en Asturias hubo miles. Por eso me pareció que era mejor hacerlo así, hablar de pueblos concretos, de nombre concretos, porque es algo que llega mucho más que hablar de la represión o de la guerrilla en general. Quizá uno de los éxitos de este libro, que está siendo de los más vendidos en Asturias, es que se lee muy fácilmente y que impresiona porque se dan datos muy concretos. Se dice incluso quiénes fueron los asesinos de determinadas personas, porque yo no oculté nada de lo que tuve conocimiento.
-Ha sugerido la idea de crear un museo dedicado a la guerrilla en Asturias. ¿Por qué lo ve interesante?
-Es una idea que planteé en la presentación, y consecuentemente cursé una petición para una entrevista con el señor Alvarez Cascos. Y me siento muy satisfecho en el sentido de que he visto una serie de apoyos importantes, de historiadores y asociaciones que apoyan esta idea. Yo esto lo planteo primero porque es historia que no hay que enterrar. Cualquiera que sea el juicio que merezca la historia de estos hombres hay algo indiscutible: que lucharon por unos ideales y se jugaron la vida en esa lucha. Y además el museo sería una forma de dejar fuera la estigmatización de los guerrilleros, que el calificativo más leve que recibían era el de bandoleros. Probablemente no sería algo grandioso, pero sí una forma de ir dando pequeños pasos para recuperar la memoria.