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domingo 20, abril 2025

Poesía desde Asturias

Pablo Rodríguez Calzado. Un poeta en Madrid

“Madrid, color y dolores” es el título del primer libro de este poeta asturiano que decidió irse a vivir a Madrid con el sueño de encontrar en la capital mil historias que contar en forma de verso. El año que...

Lo que nadie conoce

No hace falta que leas mis poemas, no hace falta que preguntes por todo aquello que pregunta el resto del mundo (mi color favorito, que música escucho, o qué significan mis tatuajes). Pregúntame cuanto hace que no lloro, cuántas veces he escrito hasta las tantas para borrarlo...

Cierro los ojos…

Cierro los ojos y te veo a ti, sí a ti, que provocas todas mis sonrisas, a ti, que acaparas todos mis te quieros a ti, que eres todo lo que deseo.

Calibán o la rueda del tiempo

. Ya sé que el tiempo nos convierte en patria, en crepúsculo o desierto. El agua se filtra por las paredes de la cueva donde Calibán se oculta. Se han librado mil batallas sobre este suelo. Se ha derramado sangre sobre este polvo. Ha habido caza, luchas...

Tatuaje

Buscaré la mejor tinta, la mejor parcela de mi piel, el mejor cirujano pintor. Le pediré que calque fuerte, para que lo que escriba pase a mi sangre, que la palabra navegue por mi mar rojo, atraque en el puerto de mi cerebro, y el ancla...

Cuchillos, navajas

Llegaba muy temprano de mañana. Cuando los gallos y gallinas alborotan los pueblos. La bicicleta llena de artilugios: piedra esmeril, diamante, hilo de plomo y una siringa que sonaba a Galicia. Remachaba las potas y los cazos, y mientras afilaba, curriños -nos decía- como a vida as...

Vente conmigo

Una voz, una luz entre las sombras de esta oscuridad. El silencio, la soledad. Un te quiero de tus labios. Un recuerdo antiguo. Las olas que me hablan de tu nombre. La esperanza de volvernos a encontrar. Alguien me susurró al oído palabras difíciles de expresar. Alguien me...

El vuelo del águila

El águila planea sobre tu boca abierta, equivoca tu nombre y te alimenta, con caracolas de río y hachas de tritones; a bocados de playa, de vereda, de fogatas. Te viste de picos curvos, de anémonas batientes. Nada sabe de vértigos, de flores abigarradas temblando...

Cada día al verte

Las olas rompían bajo nuestros pies. Tú caminabas despacio dejando que tus pies se enterraran poco a poco bajo la arena fría. Yo te miraba ensimismada y con carita de enamorada. Qué suerte, que se me siga poniendo esa cara cada día al verte.

Hai que matar la señaldá

Hai que matar la señaldá, finala, acabar con ella, señalala bien col deu, hasta apreta-y esos güeyos húmedos y murnios. Qu’apare, que nun nos dexe mirar p’atrás, que nun nos dexe cuntar que fuimos antaño más felices. Hai que matar la señaldá: ye un deséu urxente, como tirar esi álbum...

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