Recientemente ha asumido la presidencia del Gremio de Artesanos Confiteros de Asturias, un cargo que le deja muy poco tiempo libre pero que desempeña con una energía desbordante. Alberto Díaz es pasión e ilusión a partes iguales, ingredientes que para él son vitales en la formación de futuros profesionales.
Empezó en el negocio familiar con dieciséis años y fueron dos las personas que le inculcaron el amor por el gremio. Su maestro Daniel fue el que estuvo a su lado en el día a día de la panadería-pastelería que regentaba su familia y le enseñó muchas de las cosas que ahora sabe. Después conoció a Tino Helguera que fue el que le abrió los ojos e hizo que se adentrase en el mundo de la pastelería creativa, los campeonatos, la formación… Fueron muchas tardes con él y muchos viajes por España y por el extranjero en los que ejercía como asistente y lo mismo fregaba un cacharro que pelaba una manzana. Tino le contagió la pasión por la formación y le empujó a empezar a dar cursos en Asturias. A día de hoy, Alberto Díaz lleva veinticinco años formando y la motivación todavía la mantiene intacta.
-¿Cuál es la apuesta más fuerte que hizo desde que asumió el cargo?
-Sin duda la formación. Antes esto estaba muy parado, solo teníamos seis alumnos y hoy estamos hablando de un máximo de treinta y seis. Tampoco queremos coger más porque nosotros entendemos que a más de catorce alumnos por clase o dieciséis como mucho, no podemos darles la formación de manera correcta. Estudié lo que estaba haciendo otra gente en el extranjero y también aquí en Barcelona y me pareció que este era el camino a seguir. La gente llama y te pide personas formadas, gente que pueda aportar a la empresa y esa fue nuestra apuesta, no solo la mía sino de la junta directiva y del equipo profesional que tengo aquí, sin él no sería capaz de hacer nada. También estamos trayendo gente de fuera, profesionales de renombre para que nuestros agregados puedan seguir formándose aunque sea con cursos de dos o tres días.
«El profesional se hace trabajando en la pastelería y formándose fuera pero tiene que tener una base fuerte y sobre todo, ilusión y pasión por la profesión»
-Como profesor, ¿cuál es la filosofía que intenta inculcar a sus alumnos?
-Sobre todo el amor por la profesión y la ilusión. A mis alumnos les insisto mucho en esto aunque ellos deben pensar que es mejor que les enseñe recetas, pero eso viene después. Por supuesto que tenemos un recetario pero siempre les digo que acabas aprendiendo a formarte fuera de la escuela. Desde mi punto de vista de aquí no salen grandes profesionales, de la escuela lo que tienen que salir son futuros grandes profesionales. El profesional se hace trabajando en la pastelería y formándose fuera pero tiene que tener una base fuerte y sobre todo, ilusión y pasión por la profesión. Al principio se preocupan de las formulaciones, de hacer muchas cosas y siempre les hablo del compañerismo, del respeto por la gente. Muchas veces vas a depender de tus compañeros para poder hacer bien tu trabajo y no hace falta ser amigos, pero sí respetar al compañero y su trabajo. Esto es fundamental. Una chica que estudió aquí me dijo que no quería hablar de todo lo que había aprendido sino de la pasión que le había contagiado. Este es uno de los piropos más bonitos que me han dicho porque alguien que te dice esto ya tiene pasión dentro. En el momento en que pierda esta pasión lo dejaré porque estaría engañándome a mí y engañando a la gente y eso no lo podría consentir.
-La pastelería asturiana siempre ha tenido mucha fama. ¿Qué tiene de especial respecto a la que se elabora en el resto de España?
-Como gremio es el tercero más importante de España. Está Barcelona, Madrid y luego Asturias. No es por hacer patria pero, en general y desde mi punto de vista, creo que estamos tranquilamente detrás de Cataluña; otra cosa es que hay tres o cuatro personas en Madrid que están haciendo cosas espectaculares que nosotros no tenemos. Con los casi trescientos negocios que tenemos en Asturias estamos muy por encima de otras regiones y esto es un orgullo. Muchas veces no nos lo creemos, le quitamos valor a lo que hacemos y valoramos otras cosas que vienen de fuera que igual no llegan a ser tan buenas como las que hacemos aquí.
-¿Existe relevo generacional?
-Esto nos está costando un poco más. Es un trabajo que ya no es lo duro que hace unos años y estamos trabajando para que la gente lo disfrute y apueste por él. Trabajo sí hay, ya llevamos tres años colocando al 80% de nuestros alumnos y hay veces que te siguen llamando y no tienes el perfil que busca esa pastelería. Eso lo cuidamos mucho porque pensamos que no todo el mundo vale para todo tipo de negocios.
-¿Están diseñando alguna campaña solidaria para estas navidades?
-Lo que hacemos todos los años en colaboración con la Fundación de Irene Villa no sé si lo podremos hacer. porque ella tiene un viaje pendiente y tal vez sea difícil coincidir. Lo que vamos a hacer es colaborar con alguna fundación relacionada con el Síndrome de Down. Hasta ahora por tiempo pudimos hacer pocas cosas, hicimos trescientas galletas que se repartieron por el barrio en el día del cáncer de mama pero el año que viene nos gustaría hacerlo mejor y de otra forma.