Generamos suficiente comida para alimentar a toda la humanidad, pero cada día se tiran en el mundo 1.000 millones de platos de comida mientras 783 millones de personas pasan hambre.
Además de la tragedia humana que esto supone, este despilfarro alimenticio genera importantes daños ambientales: gases de efecto invernadero y destrucción de ecosistemas. Con los alimentos también van a la basura los millones de euros que cuestan producirlos.
En el caso de Asturias, cada hogar desperdicia de media 60 kilos de comida al año, 26 kilos por persona, lo que se traduce en 26 millones de kilos al año, que ya es decir. Los datos demuestran que el mayor desperdicio se produce en los hogares (40%) y en la industria transformadora (40%) y en menor proporción en la restauración (15%) y distribución (5%).
El Congreso de los Diputados ha aprobado recientemente la Ley de prevención de las pérdidas y desperdicio alimentario para intentar reducir a la mitad los residuos alimenticios en el ámbito de la venta minorista y suministro. Su objetivo es reducir las pérdidas a un 20% cara a 2030. Determina que los excedentes que se puedan producir se destinen a donaciones o a otros tipos de redistribución para consumo humano y, como última instancia, a alimentación animal, compostaje o producción de biogás.
Dice que los excedentes que tengan las distribuidoras los deberán donar a entidades sociales y bancos de alimentos, salvo cuando el producto no esté en buenas condiciones. Las grandes superficies estarán obligadas a firmar convenios de colaboración con ONG. Los súper estarán obligados a ofrecer en las líneas de venta, en lugares visibles, productos “feos, imperfectos o poco estéticos”, con la correspondiente información sobre la seguridad y los beneficios de esos productos “imperfectos”. La legislación también propone –esto ya lo hacen muchos súper– precios rebajados para productos con fecha de consumo o caducidad próxima.
Aunque los restaurantes en la actualidad no pueden negarse a que los clientes se lleven las sobras, (pero en algunos casos nos cobraban un extra por los recipientes), a partir de ahora la ley marca el derecho a llevarse las sobras en envases reutilizables o reciclables sin coste adicional. Además, los locales deberán de informar explícitamente de esta posibilidad a los clientes. Las sanciones para los incumplidores van desde los 2.000€ hasta los 500.000€.
Una de las primeras críticas que ha recibido la Ley es su falta de concreción. No se especifican medidas de cara al consumidor, pues no hay que olvidar que es en los hogares donde más alimentos se desperdician.
Mientras llegan y no, en Asturias no paran de surgir iniciativas para abordar esta problemática. Desde el pasado año, el Centro Tecnológico Agroalimentario, Asincar, participa en el proyecto Sprint, en el que también están involucrados Innovasturias, Supermercados MasyMas y las empresas ABAMobile y CIS Robotics. Este proyecto –financiado por la UE– se quiere centrar en los factores que influyen directamente sobre el comportamiento humano del consumidor, lo que le motiva al desperdicio, en resumidas cuentas, para desde ahí plantear acciones innovadoras que ayuden a reducir las malas prácticas en relación con el contexto que las rodea. La duración de este estudio es de dos años.
En líneas más concretas, hay cinco proyectos asturianos en marcha para reducir el desperdicio alimentario que además compiten en los Premios Europeos de Prevención de Residuos que se fallarán el próximo 12 de junio en los Países Bajos. Hablamos del proyecto desarrollado por el Grupo de Estimulación Cognitiva para Mayores del Ayuntamiento de Piloña, con un recetario de aprovechamiento de alimentos realizado por parte de sus alumnas –mayores de 65 años– que luego han publicado y promocionado en redes sociales junto a consejos y trucos.
La asociación Ascivitas de Pravia, además de elaborar un recetario colaborativo y divulgarlo en redes, consiguió involucrar a establecimientos hosteleros con la campaña “Pincho de provecho” para que ofrecieran a la clientela tapas y bocadillos elaborados con recetas de aprovechamiento. Todo un éxito.
En el IES Escultor Juan de Villanueva de Siero, desde su módulo de FP de industria alimentaria, se centraron en el aprovechamiento de la magaya de la manzana. Consiguieron transformar 85 kilos en una harina sin gluten para celíacos. Y para demostrar su viabilidad realizaron diferentes postres.
Por su parte, la empresa Panduru Repostería Circular, a la que hemos tenido ocasión de entrevistar, sigue adelante con su exitoso plan de aprovechamiento del pan excedente con el que elabora deliciosa repostería. Por último, la langreana Marlén Alonso con su proyecto De sobra a sabroso, de ChatGPT al gozo, busca demostrar cómo con ingredientes que a menudo consideramos sobrantes en la cocina, se pueden realizar platos deliciosos y creativos. Con la ayuda de la IA genera recetas personalizadas que luego publica en su espacio Cucuruxina en la cocina.
Con independencia a que una ley fomente las buenas prácticas o sancione el desperdicio alimentario, hay que reconocer que es esta una responsabilidad compartida. No podemos mirar hacia otro lado cuando nosotros somos los responsables del 40% de esos desperdicios. Además, seamos francos, si nos ponemos no es tan difícil reducir las sobras, si no preguntemos a nuestras abuelas, unas magas de la cocina.