Con diversos proyectos internacionales de cooperación y ayuda al desarrollo en marcha, ISF Asturias trabaja por el acceso universal a los servicios básicos y la construcción de un mundo más justo.
José Antonio Gallego lleva tres años ejerciendo de presidente de ISF Asturias, aunque el carácter asambleario de la asociación hace que la toma de decisiones sea en equipo y el cargo resulte más organizativo que otra cosa. “A nivel legal toda asociación tiene presidencia, vicepresidencia, secretaría… y a mí me toca ese papel ahora, como también hacer a veces de portavoz. Pero en realidad mi voz y voto son como el de cualquier otra persona de la asociación”.
-¿Con qué apoyos cuentan para desarrollar sus proyectos?
-Una de nuestras bases fundamentales es el voluntariado. En ISF solamente tenemos una persona contratada, que se ocupa de la gestión del día a día, pero todas las demás son voluntarias. En lo relativo a recursos económicos las cuotas de las personas socias nos ayudan en la gestión interna. Para los proyectos en el exterior dependemos sobre todo de las subvenciones públicas, en este caso nuestros financiadores son básicamente la Axencia Asturiana de Cooperación al Desarrollu y el Ayuntamiento de Gijón. Y también está la Universidad, que es un gran apoyo y establece el marco donde nació y creció ISF. Esto surgió hace veinte años de un grupo de gente de la universidad, tanto alumnado como profesorado, y creció vinculado a ese mundo, fomentando trabajos, proyectos, estudios de investigación en el ámbito de la cooperación al desarrollo, sobre todo proyectos de fin de carrera. Aprovechamos muchos recursos y conocimientos de la universidad, porque hay mucho potencial para gestionar.
“Creemos que el trabajo en red es la manera de fortalecer la sociedad y de conseguir una organización realmente democrática, con una toma de decisiones participativa”
-Además, ISF Asturias trabaja en red con otros colectivos. ¿De qué manera?
-El trabajo en equipo o en red es otro de nuestros pilares fundamentales. A veces nuestro nombre da lugar a confusión, porque se piensa que hacemos una labor muy técnica, de ir a un país o una comunidad con problemas y resolver una necesidad concreta. Realmente no es así, nuestro trabajo es mucho más transversal, atendiendo a diversos factores de desarrollo, ya sean tecnológicos, socioculturales, económicos, de igualdad de género, etc. Además nuestros equipos de trabajo están formados por personas de varios perfiles, y no sólo de ingeniería. Para nosotros es importante el trabajo en red porque creemos que es la manera de fortalecer la sociedad, de trabajar con las personas y conseguir una organización realmente democrática, con una toma de decisiones participativa. Además pensamos que cuando empiezas a crecer mucho la asociación se jerarquiza. A nivel estatal, por ejemplo, no somos una única asociación sino una federación de asociaciones más o menos regionales, lo que nos da una independencia y facilita que se den una serie de sinergias que fomenten la reflexión, el debate y la participación. En nuestro caso además participamos en los proyectos con otras organizaciones, porque somos conscientes de nuestro tamaño y de lo que podemos aportar, pero queremos que esté dentro de un marco de trabajo común, para que el impacto sea mayor. En Angola trabajamos con ADRA, que es una organización local angoleña, pero también con una ONG nacional llamada IEPALA (Instituto de Estudios Políticos para América Latina y África). Y en el Sáhara estamos colaborando también con dos organizaciones nacionales, que son Solidaridad Internacional y el MPDL (Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad), además de con la Secretaria de Estado de Agua y Medio Ambiente de la República Saharaui. También en Asturias damos mucha importancia a los espacios de participación y de trabajo en red, como la Coordinadora Asturiana de ONGD, los consejos de cooperación, la Universidad, o en proyectos de sensibilización junto con otras organizaciones como “Milenta Muyeres” o “Paz con Dignidad”.
-¿En qué consiste el trabajo de ISF Asturias en el Sáhara?
-Tenemos un proyecto en los campamentos de refugiados saharauis que lleva ya casi cinco años en marcha. Empezó a raíz del trabajo de ISF Galicia, y que continuamos desde Asturias en colaboración con la Secretaria de Estado de Agua y Medio Ambiente de la República Saharaui. Por una parte nos ocupamos de promover formación técnica y humana en materia de agua y gestión de residuos, ya que hay problemas de salubridad que conllevan a su vez problemas de salud. Por otro lado estamos fomentando la investigación en hidrogeología y en aplicación de las TIC (tecnologías de la información y comunicación). Y además de la parte técnica hay una parte humana y política. Estamos dando mucha importancia a las relaciones de género, a contribuir al desarrollo por igual de hombres y mujeres. En definitiva, nuestra labor es la de acompañamiento por la lucha del pueblo saharaui, que pensamos que es una lucha justa y hay un derecho de autodeterminación que se tiene que cumplir. El territorio del Sahara Occidental está ocupado ilegalmente por Marruecos desde hace 35 años y ni el gobierno español ni la comunidad internacional permiten resolver el conflicto.
“La crisis afecta a quienes menos tienen, y no se puede aceptar el discurso de que el dinero destinado a cooperación y ayuda al desarrollo es un gasto superfluo, porque no se trata de altruismo, sino de garantizar unos derechos”
-También hay otro proyecto funcionando en Angola. ¿De qué se trata?
-En Angola tenemos un proyecto que quizá tiene menos que contar, porque estamos aún empezando. ISF, por estrategia, tiene un compromiso con África subsahariana, por entender que es una zona que recibe menos ayuda y que es más difícil trabajar ahí por razones políticas y culturales. Esto viene de una cierta experiencia en el campo del desarrollo local, con proyectos anteriores en otros países africanos como Mozambique o Camerún. En este caso en Angola se trata de apoyar el fomento del emprendimiento en una comunidad rural, ver qué necesidades tienen allí, y ver cómo apoyar la formación y el apoyo al crédito para reconstruir un dinamismo que les permita mantenerse en su zona, rehabilitarla y que ellos mismos resuelvan sus necesidades de gestión del agua, de saneamiento, de energía, etc.
-¿Qué importancia tienen los Derechos Humanos en el enfoque de estos proyectos?
-En ISF, y en el marco de la cooperación internacional, estamos intentando cambiar el paradigma de cómo se realizan los proyectos y cómo se ejecuta la ayuda, partiendo de los derechos de las personas. Consideramos que no sólo se trata de solidaridad o de cooperación, sino de que las personas tienen unos derechos, que deben ser los de la Carta de Derechos Humanos, pero también los que la legislación de cada país establece y que la administración, tanto nacional como internacional, tiene que garantizar. Por ello hay que apoyar a las personas para que construyan su sociedad en base a eso: por ejemplo, no se trata de concebir un proyecto para llevar agua a una comunidad, sino de entender que esas personas tienen derecho al agua y es un deber de los gobiernos que eso se cumpla.
-Están también involucrados en diferentes campañas, como “Quién debe a quién”, por la abolición de la deuda externa. ¿En qué consiste?
-Esta campaña forma parte de todo ese entramado de trabajo en red en el que participamos. La campaña “Quién debe a quién” es de ámbito nacional y está apoyada por muchos colectivos, entre ellos la Coordinadora Asturiana de ONGD, a través de la cual participamos en la campaña. Esta dirigida principalmente a la abolición de la deuda externa, porque no es coherente que por un lado se estén dando ayudas al desarrollo y por otra los países empobrecidos estén devolviendo mayores cantidades de dinero a los países donantes en concepto de intereses de un deuda ilegítima. Y esa situación al final se usa como cuerda para negociar, para someter en cierta manera a esos países, impidiendo que puedan invertir ese dinero en planes de educación, de salud, de desarrollo, etc. Nuestra política es que hay que cambiar las reglas comerciales existentes, y hay muchas ideas sobre cómo hacerlo, pero una principal y básica es abolir la deuda externa de esos países.
-Con la actual coyuntura económica, ¿no es complicado mantener proyectos de cooperación y solidaridad con otros países?
-Nosotros, en línea con lo que defienden muchísimos colectivos y organizaciones sociales, pensamos que no sólo es posible, sino más necesario que nunca. La crisis afecta a quienes menos tienen, y no se puede aceptar el discurso de que el dinero destinado a cooperación y ayuda al desarrollo es un gasto superfluo, porque no se trata de altruismo, sino de garantizar unos derechos. Nuestra perspectiva es, por ejemplo, que hay que recortar dinero de los gastos militares. O distribuir la riqueza en vez de elaborar leyes que benefician a quienes más tienen. Porque son esas leyes y reglas comerciales injustas las que permiten que siga habiendo países y personas enriquecidas y empobrecidas.
“A veces nuestro nombre da lugar a confusión, porque se piensa que hacemos una labor muy técnica, de ir a un país o una comunidad con problemas y resolver una necesidad concreta. Realmente no es así, nuestro trabajo es mucho más transversal, atendiendo a diversos factores de desarrollo, ya sean tecnológicos, socioculturales, económicos, de igualdad de género, etc. Además nuestros equipos de trabajo están formados por personas de varios perfiles, y no sólo de ingeniería”
-Asturias siempre se caracterizó por ser una región muy solidaria. ¿Sigue este espíritu vivo?
-Yo pienso que sí, quizá a lo mejor por un contexto histórico, una región que participó en luchas solidarias, como en el caso de la minería, también se solidariza con otra gente que lo está pasando mal. Por ejemplo, en el caso del Sáhara el apoyo es indudable. Pero también pienso que eso se está perdiendo, no sólo en Asturias, también a nivel global. El contexto de crisis está haciendo que las personas destinen más recursos a lo suyo, tengan un pensamiento más individualista y haya menos tiempo para la participación o la solidaridad. Pero en cualquier caso la solidaridad siempre ha estado presente en Asturias, a nivel social y político. Se vio en el último año, donde muchas comunidades directamente anularon los recursos destinados a cooperación al desarrollo, como Madrid o Valencia; otras comunidades recortaron bastante, y Asturias los ha mantenido.
-Otro campo de trabajo de ISF Asturias es el formativo. ¿Es la Educación para el desarrollo una asignatura pendiente?
-Seguramente sí, aunque se está trabajando en ello y avanzando. Desde la Coordinadora Asturiana estamos intentando ahora trabajar en una estrategia de educación para el desarrollo, pero no es fácil porque requiere un planteamiento distinto según sea escuela primaria, secundaria, universidad, educación informal,… Es un contexto en el que hay que trabajar con mucha gente, y a veces no existe el marco de trabajo adecuado.
En nuestro caso, que es el del ámbito universitario, tratamos de crear ese marco, intentando que haya asignaturas relativas a este tema, proyectos de fin de carrera, formación para el profesorado… Hay que profundizar en el aprendizaje de las causas y consecuencias de los desequilibrios y las injusticias entre pueblos y personas para que nos haga reflexionar sobre nuestra forma de vivir y pensar. Realmente no hay que ir muy lejos para ayudar. Cualquier acción puede ser de cooperación al desarrollo, sea en el trabajo o en nuestra vida diaria. Por eso lo importante es reflexionar y a partir de esa reflexión cambiar nuestro comportamiento en los ámbitos en los que nos movemos.