Lleva más de treinta años trabajando en el terreno del despoblamiento rural y aunque reconoce que las soluciones no son sencillas, ni tampoco rápidas, pasan por repensar los modelos que se están utilizando, más propios de otra época.
-Estudiando la estructura demográfica de Asturias. ¿Qué conclusiones se pueden obtener?
-Nuestra estructura demográfica se caracteriza por un envejecimiento que sabemos que va a ir a más. Con esto del reto demográfico hay muchas incertidumbres, pero hay algunas certezas y una de ellas es que vamos a seguir creciendo en población mayor porque la pirámide no ha llegado arriba del todo, pero sigue creciendo. Esto condiciona sobre todo los presupuestos que tienen que ver con Servicios Sociales y con Salud Pública. También es cierto que esto genera oportunidades como es la atención primaria, por lo tanto se puede hablar de una economía para ese sector de población.
La segunda característica de la estructura tiene que ver con la baja natalidad: tenemos una natalidad muy baja, pero este es un fenómeno que se está dando principalmente en las sociedades occidentales avanzadas. En principio no es solo un tema económico, porque realmente nunca hubo tanto dinero en términos generales en nuestras sociedades y nunca fue tan baja la natalidad. Por lo tanto, hay problemas que unos catalogan como sociológicos sobre la reproducción y otros lo califican de antropológico. Pero hay un problema estructural con la reproducción.
La tercera es el balance entre la gente que viene y la que se va. Nosotros ahí también tenemos un balance negativo. Sale más gente preparada, normalmente jóvenes, y llegan más inmigrantes a cubrir puestos de trabajo que tienen que ver con la prestación de servicios.
-¿Y desde el punto de vista del territorio?
-Desde el punto de vista territorial vivimos en la ciudad en el campo. Nosotros ahí tenemos una ventaja como región que es una red de ciudades en el centro que son polinucleares. Hay tres ciudades principales como son Oviedo, Gijón y Avilés y algunas secundarias, pero tenemos una estructura de pequeñas ciudades en el centro, lo cual da una estructura deseable desde el punto de vista de ordenación del territorio y eso está muy bien. Luego tenemos el rural con diferentes comportamientos. La zona más grave es el suroccidente y lo que tenemos es un cierto desplazamiento o mejores oportunidades en las zonas litorales. El litoral oriental incluso vinculado a la presencia de mercados potentes como son el vasco o el navarro. Nos da una cierta dinámica poblacional interesante.
“La advertencia es que no vamos a solucionar esto en meses ni en años. Tenemos que generar el nuevo modelo, el nuevo paradigma, la nueva estructura de Asturias donde hay componentes de transición de todo tipo y eso dará un reflejo demográfico”
-¿Qué soluciones reales habría que asumir para que este problema pudiera tener una solución?
-Por alguna razón que a mí se me escapa, tenemos la tentación de buscar soluciones rápidas. Vivimos en una sociedad inmediática, en la que todo tiene que suceder con rapidez, pero hay que hacer pedagogía del asunto. Algo que debemos recalcar es que no se improvisan estructuras demográficas, no se puede hacer. La estructura demográfica que tenemos ahora en Asturias se generó hace sesenta años con la industrialización. Surge en ese momento con las condiciones sociológicas, económicas, socio económicas, en ese momento las familias tenían más hijos, el tipo de industria que había necesitaba mucha mano de obra… Todas esas circunstancias generaron una estructura que se nos refleja ahora. La advertencia es que no vamos a solucionar esto en meses ni en años. Tenemos que generar el nuevo modelo, el nuevo paradigma, la nueva estructura de Asturias donde hay componentes de transición de todo tipo, y eso dará un reflejo demográfico.
-Pero la realidad es que últimamente en todos los medios se habla del despoblamiento rural asturiano…
-Yo llevaba treinta años trabajando en desarrollo rural, en nuevos modelos y de pronto se pone esto de moda y se les pide a los cargos actuales que solucionen problemas que no son sencillos. Tenemos una sociedad mediática que quiere todo ya, pero este es un problema estructural de bastante gravedad y las soluciones, si las hay, las iremos viendo en el transcurso de los años, no en el transcurso de los meses. Hay un ejemplo que la sociedad entiende muy bien y que se puede poner en paralelo para comprender esto: la lucha contra el cáncer. ¿Tiene solución el cáncer? ¿Cuándo se va a arreglar? Nadie presiona a Otín para que dé soluciones, se tiene claro que el tema se va a solucionar, pero que es a largo plazo. Lo que hay que plantear es que, si no nos ponemos a investigar las soluciones, no las vamos a encontrar. Ahora estamos en esa fase y cada uno va haciendo diferentes experimentos. Tiene que quedar claro que esta estructura demográfica se creó hace treinta años y la soluciones vendrán cuando generemos una nueva dinámica socio económica que tendrá el reflejo en una estructura demográfica adaptada a ese modelo.
-¿Qué transición debería realizar la agricultura para adaptarse a un nuevo modelo?
-Con el tema de la agricultura estamos en lo mismo. El modelo preindustrial de la agricultura tradicional era un modelo localizado y con muchísima mano de obra. Era muy miserable desde el punto de vista de la producción del bienestar porque era muy esclavo, pero era un modelo que movía a mucha gente. El modelo industrial se caracterizó primero por la intensificación y por la reducción de la mano de obra. Luego por la deslocalización, los agricultores ya no producían solo para el ámbito local como sus antepasados, sino que producían para un mercado global. A partir de ahí entraron en un proceso de distribución que es el que les genera ahora un problema. Yo visualizo por donde podría ir la agricultura y es el modelo de los tres ámbitos territoriales de la agricultura. Ahí sí que estoy avanzando, aunque no estoy consiguiendo resultados porque tengo que convencer a muchos estamentos de que eso puede ser.
-¿Cuáles son esos tres ámbitos?
-Están definidos en la Ley de Desarrollo Rural: son la agricultura de proximidad, que es la histórica que abastecía ciudades y pueblos y no hay distribuidores ni intermediarios. Puedes establecer el mecanismo directo y ahí es donde tenemos que crecer en Asturias. Las ciudades y las villas tienen que empezar a responsabilizarse de los diseños de producción agroecológica en su proximidad. Esto que suena a álgebra y que no está en la cabeza de ningún ayuntamiento, ni del gobierno de España, ni del regional, aunque empieza a sonar, es algo que se está haciendo en el resto de Europa. El segundo nivel, que a nosotros nos afecta poco pero que algo sí nos toca, es el de la agricultura intensiva. Es cierto que crea algún problema de carácter ambiental, pero básicamente tenemos una intensificación alrededor de la leche y de los eucaliptales. Aquí es donde tenemos nuestras industrias agrarias, que tienen también necesidades de crecimiento y tienen que hacer algunos reajustes. El tercero es el de los territorios que quedaron abandonados, donde tenemos los problemas de despoblamiento. Ahí hay que ir a modelos extensivos de manejo del territorio, donde conviven muchos de los principios agroecológicos que usaron nuestros antepasados y donde vemos una nueva funcionalidad vinculada a la producción de alimentos.
Pero hay que trabajar también otros elementos como son la prestación de los servicios agrarios y ecosistémicos, la contratación de la diversidad y del paisaje. Ese es un modelo que todavía no tenemos, que estamos tratando de visualizar y que creo que es la función de estos territorios. Por lo tanto Asturias, desde el punto de vista de las agriculturas y del reflejo de la demografía, se debería mover en esos tres escenarios, atrayendo fórmulas que nos permitan la gestión del territorio vinculado a la prestación de servicios o a la producción agroalimentaria de calidad vinculada al turismo rural. Este es el horizonte, pero tenemos que caminar hacia él. Ver modelos, hacer ensayos, ver el tema de las propiedades, de la reorganización… Esto lo tenemos más visualizado y es un discurso que se comparte también en la Consejería de Medio Rural.
“Lo que tenemos ahora es una administración heredera del pensamiento de las antiguas organizaciones industriales, que son sectoriales y no comunicadas.
Los nuevos contextos requieren unos ejercicios de concertación muy elevada y muy fina”
-¿Qué papel juegan o deberían jugar las administraciones en todo esto?
-Esta es también otra de las características del trabajo de comisionado, ir apoyándose en las estructuras del gobierno para ver quién desarrolla qué cosa. El trabajo tiene que ver con diferentes ámbitos como servicios sociales para atender a la gente mayor, el sanitario, fiscal, el territorial-rural que tiene que ver con la Consejería de Medio Rural, la ordenación del territorio. El tema puede ser complejo, pero no tiene por qué ser complicado. Es como una orquesta que tiene cien músicos. Realmente es muy complejo, pero son capaces de funcionar en común porque a los diferentes instrumentos alguien los hace sonar y sabe cuándo tienen que hacerlo cada uno en el contexto de un concierto. Suena bien porque hay un trabajo de organización y todo el mundo es consciente de en qué momento tiene intervenir. Llevándolo al tema que nos ocupa, se trata de que los gobiernos funcionen como instrumentos y en este caso Barbón sería el director que está interpretando una partitura. Ahora estamos en el proceso de construcción y lo que sí sería nueva gobernanza, sería poder trabajar así. El drama de lo que tenemos ahora es que es una administración heredera del pensamiento de las antiguas organizaciones industriales, que son sectoriales y no comunicadas. Por eso las cosas no funcionan bien, porque los nuevos contextos requieren unos ejercicios de concertación muy elevada y muy fina.
-¿Parte de la solución sería por apostar por nuevos emprendedores que dinamicen el territorio?
-Si no hay emprendedores y no existe ese compromiso social no haremos nada. Los gobiernos son una pieza más que tiene su complejidad, pero tiene que haber una iniciativa. La diferencia del modelo industrial de entender el campo de hace años con el modelo hacia el que vamos ahora, es la misma que hay entre un embudo y un colador. En un embudo todo va por un único agujero, por ejemplo, en términos industriales todo estaba centrado en la leche. Pero por un colador las iniciativas van por pequeños agujeros, pero todos muy diferentes. Ahí está el turismo rural, la producción agroalimentaria de proximidad, alguien que se instala en una aldea a hacer algo, los pequeños negocios… Con lo cual el futuro se visualiza como un montón de pequeñas oportunidades. El pasado industrial nos llevó a un modelo agrario de embudo con un patrón industrial que se repetía sistemáticamente; la socioeconómica rural post industrial va a funcionar más bien como un colador. Esto ya está sucediendo en muchas ciudades europeas, pero en España no hay manera. A veces me fío más de la participación de la gente a través de las iniciativas de transición que de las políticas. En ocasiones la estructura burocrática no te da soporte o no te facilita las cosas, desde las administraciones generamos más problemas que soluciones, por lo tanto, tenemos que reformarnos para los nuevos tiempos.
“Si en las escuelas planteamos que se vayan a ver explotaciones, tal vez un chaval pueda decir en un momento determinado que quiere dedicarse a la agricultura de proximidad”
-¿Qué tienen que decir en todo esto las nuevas generaciones?
-Uno de los dramas que hay ahora es la pérdida de agricultores y de conocimiento. Si seguimos así nadie va a saber ese oficio, con lo cual estamos abocados a un problema muy grave. Si en las escuelas planteamos que se vayan a ver explotaciones, tal vez un chaval pueda decir en un momento determinado que quiere dedicarse a la agricultura de proximidad. Comer es el último acto agrario, por lo tanto, en función de cómo comas, estás diseñando la agricultura. Si comes permanentemente a través de las grandes multinacionales, estás creando y educando a unos hijos que van a querer esa alimentación. Hay que tener cuidado con este tipo de educación difusa que hacemos y por ejemplo los vascos, que son grandes pensadores, han intervenido rápidamente y están planteando que los escolares consuman productos de proximidad y que coman comida de cocina. Estás educando en el gusto gastronómico y creando futuros consumidores responsables. Si el día de mañana esos niños tienen oportunidad de hacer prácticas en huerta, estás formando a futuros agricultores. Esto, que cuando lo planteas parece algo utópico, forma parte del proceso educativo y es bastante razonable. Por eso es tan importante la agricultura del primer cinturón, del periurbano. Ahí es donde se define una ciudad agropolitana, la ciudad que es responsable del campo.
-¿Se necesitaría que alguien apostase por estos modelos para ser el primer eslabón del cambio?
-Lo tremendo de esto es que el modelo en el que estamos establecidos, que es el industrial, se generó desde el Estado, se pusieron fondos y se hizo. Había una política de Estado, pero ahora no la hay porque también es verdad que es más complejo, pero la Ley de Desarrollo Rural planteaba un inicio en los tres escenarios de los que hablábamos antes. Conceptualmente son en los que me muevo, pero se necesita que alguna ciudad asturiana se lo plantee. La realidad es que hay mucha inercia y por ejemplo en Francia los trabajos que se hacen son en esta dirección. Te encuentras un montón de iniciativas, y dentro de veinte años todas ellas van a tener una potencia impresionante. Nosotros estamos perdiendo ese tren.
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