Él era uno de los miles de niños que cada viernes seguía atentamente a Félix Rodríguez de la Fuente, y su huella está impresa en una vida llena de viajes investigando y fotografiando la naturaleza. Pero este gijonés es hombre de muchos frentes. Además de estomatólogo, su ocupación profesional, es viajero empedernido, amante de la música y la cultura andina, buceador de la historia, investigador y fotógrafo.
Fotos: J.M.Fdez. Díaz-Formentí
Cuando tenía tan solo dieciséis años obtuvo una beca para ir a Perú, donde de manera sorpresiva ganó un concurso de televisión sobre la cultura inca. Esto se explica porque en su universo adolescente sonaba la música de “Los Calchakis” y ya le llamaban la atención las culturas andinas. Fue el primero de sus viajes pero no el último.
Unos cuantos años después y tras recorrer medio mundo, Sudamérica sigue ocupando un lugar preferente en su agenda. Sus bosques ricos en biodiversidad y su historia siguen siendo un poderoso imán para este aventurero que también encuentra tiempo para dedicarlo a la naturaleza asturiana.
-¿Tiene algún antecedente familiar para que usted saliese naturalista?
-No, mis padres de críos nos sacaban al monte, pero como cualquier familia que se va a comer a los Picos de Europa.
A mí, como a otros niños de mi generación, me impactó mucho Félix Rodríguez de la Fuente y mi madre siempre estuvo muy pendiente de traernos libros de todo tipo, entre ellos de naturaleza. Fueron los primeros ingredientes que cayeron a la pota del futuro gusto por la naturaleza.
-Viaja con frecuencia a Perú. ¿Qué le aporta esta tierra tan mágica?
-Lo más importante es quizá una reordenación de mi armario de escala de valores. Volver de allí te pone un poco en orden las cuestiones importantes en la vida y ves el valor relativo que tienen ciertas cosas.
Por otro lado, me encuentro con una naturaleza espléndida. Es la zona de mayor biodiversidad del planeta y es una fuente inagotable de sorpresas, de descubrimientos. Es apasionante desde el punto de vista de la naturaleza y también desde el punto de vista cultural, por varias razones. Desde mi adolescencia me interesé mucho por las culturas andinas, sobre todo las prehispánicas, luego me fui aficionando al estudio de la época de la conquista y la primera colonización, sobre todo del siglo XVI. Y todo ello hace un todo. Las culturas antiguas estaban muy vinculadas a la naturaleza, con lo cual son cosas que se retroalimentan unas a otras y ahí me encuentro en mi salsa.
“Perú es la zona de mayor biodiversidad del planeta y es una fuente inagotable de sorpresas, de descubrimientos”
-¿Qué es lo primero a recolocar en esa escala de valores?
-Sin duda las relaciones interpersonales. Allí estás constantemente recibiendo lecciones por parte de la gente. Sin ir más lejos, estoy recordando el día que me sorprendió una tormenta eléctrica en pleno altiplano boliviano. Yo estaba preocupado y nervioso porque las tormentas son lo único que me da miedo de verdad, y más en un lugar donde apenas hay relieve y tú eres lo más prominente que hay allí. Encontré una choza en medio del altiplano donde estaba un matrimonio mayor, eran pastores de llamas, les pedí sí podía pasar y se deshicieron en hospitalidad. Las condiciones en las que estaba la choza eran míseras pero me ofrecieron todo lo que tenían para beber y comer. Eran personas con un nivel socieconómico a años luz del mío y este tipo de cosas te hacen pensar. No significa que aquí no pueda ocurrir también, pero claro, impacta mucho porque es gente con unas condiciones que rayan la miseria.
-¿A qué le dan el máximo valor?
-A los temas de familia, amistad… no significa que sean ni mucho menos perfectos y hay muchas cuestiones que no compartimos, pero las cosas materiales pasan a un segundo plano y te das cuenta que la felicidad realmente no está relacionada con eso. Te encuentras gente muy feliz con muy pocas cosas, gente que encuentra en la naturaleza lo que necesita, lo básico para comer y sobrevivir, y a partir de ahí, si no te creas necesidades adicionales las posibilidades de alcanzar la felicidad son mayores. Aquí a veces derrochamos y es lo que nos crea infelicidad.
-Habla de gente feliz que encuentra en la naturaleza lo que necesita. ¿Nos estamos olvidando de dónde venimos?
-Ahora estamos en una fase de recuperación. Hace unos cuantos años pasamos por una fase de desapego con nuestras raíces rurales y nos hicimos más urbanitas, pero ahora cada vez hay más personas interesadas en volver a la naturaleza, en salir al campo y volver a nuestros orígenes.
-¿Cuál es la amenaza mayor a la que se enfrentan este planeta y sus habitantes?
-Todo lo vinculado al cambio climático. El planeta pasa por ciclos de calentamiento y de enfriamiento, lo que ocurre es que el hombre lo está acelerando a un ritmo superior al que la naturaleza puede asumir. Esto es lo más amenazante con todas sus derivadas, los cambios en sequías, en inundaciones, en ciclones, huracanes… es como si el clima se estuviese radicalizando y ya nos está trayendo muchos problemas.
A un nivel más local, lo de la Amazonía es muy grave. La mayor selva tropical del planeta y el lugar con más biodiversidad en el mundo se nos va a pique. Los biólogos ya dan por perdida una conservación íntegra y ahora están luchando por mantener una serie de parques nacionales lo más extensos que se pueda dentro del ámbito amazónico. Sobre todo están luchando para que puedan estar interconectados, de modo que existan corredores naturales que permitan que haya intercambio entre especies.
-¡Qué triste lo que cuenta!
-Sí, eso ya está asumido. Sin duda todos los países amazónicos tienen culpa pero sobre todo Brasil, allí la agresión es mayor. Además, la última vez que estuve me dio la impresión de que realmente les daba igual, en la población había una sensación de que la Amazonía es infinita. Y si uno mira el Estado de Rondonia en Google Earth se te cae el alma a los pies. El Estado hace frontera con Bolivia y cuando lo observas ves perfectamente por donde transcurre la frontera boliviana porque al otro lado está todo deforestado, lleno de lo que yo llamo ‘peines’, pistas larguísimas y gigantes, entrecruzadas con otras pistas que lo que traen es deforestación, mientras que al otro lado se conserva bastante el bosque. Difícilmente va a tener vuelta atrás todo esto.
“El planeta pasa por ciclos de calentamiento y de enfriamiento, lo que ocurre es que el hombre lo está acelerando a un ritmo superior al que la naturaleza puede asumir”
-¿Qué papel juega en todo esto Occidente?
-Occidente tiene parte de culpa al fomentar el consumo de ciertos productos que vienen como consecuencia de esas desforestaciones y también, no ayudando. Desde aquí es muy cómodo decir: ‘no, no corten la Amazonía, es muy valiosa y es nuestro pulmón’ pero hay que tener en cuenta que son países en vías de desarrollo que necesitan colegios, hospitales, que necesitan mejorar el nivel de vida de su población y pueden decir: ‘vale muy bien, no toco la selva pero compénseme’. Entonces todo el mundo mira hacia el otro lado, ese es el problema.
-En este conflicto entre conservación del medio natural y desarrollo, ¿es posible conseguir un equilibrio?
-Respecto a un concepto global soy muy pesimista, porque la forma de equilibrar todo esto es con un dinero masivo, no con limosnas. Eso supondría un sacrificio por parte de las sociedades prósperas y desarrolladas que implicaría parar casi por completo su crecimiento durante años. Eso exigiría, ‘yo paro o congelo mi desarrollo, dejo de hacer puertos y autopistas y dedico ese dinero a la conservación de la naturaleza’. Pienso que es lo único que, in extremis, podría parar las cosas, algo impensable cuando estamos dando pequeñas limosnas del 0,7%. Cuando se quieran poner soluciones no va a haber nada que hacer.
-En su larga trayectoria como viajero seguro que ha tenido momentos de dificultad extrema.
-Hubo una ocasión en la que pasé miedo retrospectivo. Ocurrió hace unos años en una reserva privada llamada “Los Amigos”, en Perú. Es una zona de selva completamente virgen en donde no hay ningún tipo de asentamientos. Durante tres días subimos río arriba a fotografiar una golpa de guacamayos, una especie de barrancos donde se juntan cientos de estas aves. Nunca había ido nadie allí a fotografiarlos. Al segundo día paramos en una playa a descansar y encontramos troncos quemados de una manera extraña, también vimos ramas tronzadas en la ribera del río. El biólogo empezó a mirar con preocupación y dijo que eran señales de calatos, indígenas no contactados, aquello me preocupó. Al año siguiente volví y pregunté por el guía que nos había acompañado la vez anterior. A los quince días de haber subido nosotros él subió solo y le salieron nueve indígenas que empezaron a tirarle lanzas y flechas, una le hirió en el brazo. Consiguió regresar pero al llegar devolvió las llaves diciendo que no volvía a subir en su vida. Esto me hizo tener un miedo retrospectivo…
-¿Viajando por tantos países, la aventura y el riesgo están implícitos?
-Yo soy osado pero no me considero una persona valiente, cuando voy a un sitio me gusta enterarme previamente de si hay riesgos reales y si es así lo descarto. Dentro de lo posible, riesgos cero. Pero te puedes encontrar cosas de este tipo por desconocimiento o por imprevistos como me ocurrió una vez en una ladera en un parque nacional de Ecuador donde un derrumbe destrozó nuestro coche y conseguimos salir de milagro. Luego nos enteramos que el día anterior habían estado abriendo una pista con dinamita.
“Todos los países amazónicos tienen culpa de que la mayor selva tropical del planeta se nos vaya a pique, pero sobre todo Brasil, allí la agresión es mayor”
-A pesar de que sus fotografías son espectaculares no se reconoce como fotógrafo.
-No salgo a cazar imágenes, yo salgo a aprender y a disfrutar. Sí es cierto que cuando algo me llama la atención intento que esa imagen lo refleje. Para mí la foto es como una especie de apunte de campo y me gusta que tenga la mejor calidad posible como herramienta de comunicación, pero no es la búsqueda de la imagen lo que me hace salir.
-Esto no es lo que abunda en unos tiempos en los que aumenta el turismo en busca de la fotografía que lo refrende, sin que ello conlleve disfrutar del lugar.
-Así es, actualmente hay una fiebre fotográfica tremenda y muy vinculada a las redes sociales y a mostrar tu trabajo en las redes. En parte es normal porque la fotografía no deja de ser una captación que haces de una realidad que estás viviendo y te presta compartirla y enseñarla. Lo único que hay gente que quizá va nada más que a buscar fotos que mostrar y que causen admiración.
Una vez invité a Asturias a varios profesionales para enseñarles sitios que a mí me parecían muy atractivos tanto desde el punto de vista natural como fotográfico y me sorprendió que algunos de ellos se iban sin hacer ninguna foto. Al preguntarles por qué contestaban: ‘es que veo mucho desorden’. Estábamos en otoño, en un bosque de hayas espectacular y en el suelo había ramas caídas que formaban parte del espectáculo del lugar, pero ellos tenían una visión estrictamente fotográfica y eso les jorobaba la composición. Es otro concepto diferente, si vas buscando estrictamente la foto te pierdes otros valores y otros disfrutes, pero es respetable, cada uno tienes sus inquietudes y necesidades.
-Como buen observador, capta todo tipo de detalles incluso pequeños mundos como el de los hongos que ha adjetivado como ‘fascinantes’. ¿Cómo se llega a tener ese ojo?
-Muy fácil, leyendo, leyendo y leyendo. Si no tienes conocimiento de lo que vas a encontrar al salir, no reparas en ello, no lo buscas y te llama la atención solo lo más conspicuo, lo más llamativo. Pero si leíste sobre todo tipo de temas vas buscando y sabes que, por ejemplo, debajo de los troncos puedes encontrar otras cosas. Es fruto del conocimiento.
-Cuénteme algunos de los muchos proyectos que tiene actualmente.
-A nivel local, de Asturias, estoy terminando un tercer libro sobre Muniellos dedicado a la historia natural de la reserva, cómo funciona el bosque y sus pobladores. Es una publicación más extensa de otro que editó el Banco Herrero, hace dieciocho años, y aquello fue como una espina clavada porque no llegó a salir a la venta. Fue un poco frustrante que no saliera al público general, ahora haré una nueva edición mejorada.
Recientemente acabé otro que me estoy planteando reconvertirlo en tesis doctoral sobre la vida de un explorador y conquistador asturiano que en el siglo XVI fue uno de los pioneros en la exploración de la Amazonía ecuatoriana: Gonzalo Díaz de Piñera.
-¿Qué tiene de especial este personaje para dedicarle tanta atención?
-La suya es una vida de película, como la de tantos aventureros españoles de aquella época, pero es totalmente desconocido en Asturias. Estuvo en la conquista del Reino de Quito, participó en la fundación de la ciudad, fue nombrado gobernador y alcalde en cuatro ocasiones. Una de las cosas más notables fue que, estando como gobernador de Quito, organizó una expedición en la Amazonía ecuatoriana en busca del país de la canela (que entonces era tan cara como el oro al peso). Era la primera vez que una expedición se metía en zona amazónica, estuvieron unos dos meses explorando y regresaron a Quito un poco decepcionados por no encontrar los bosques de canela. Dos años después, el gobernador Francisco Pizarro ordenó otra expedición en busca de la canela y llevaron al asturiano como guía. En ese viaje la expedición, integrada por indígenas y más de cien españoles entre los que se encontraba Francisco Orellana, se pierde en la selva. Orellana se marcha en un bergantín río abajo en busca de comida y recorre todo el río Amazonas sin encontrarla y sin poder volver. Al ver que no regresaba se le encarga al asturiano que busque comida, mientras el resto del grupo continúa esperando en la Amazonía ecuatoriana. Gonzalo Díaz encuentra una plantación de yuca abandonada que les salva la vida. Y no solo eso, después encuentra el camino de vuelta a Quito, salvando a la expedición.
El jaguar es el animal que ha causado más fascinación en el naturalista gijonés. Vinculado a la selva tropical es un animal misterioso y difícil de fotografiar, un felino polivalente capaz de cazar en el agua con gran soltura. “En algunas culturas precolombinas lo consideraron un dios y aparece muy representado vinculado con su religión -explica José María Fernández Díaz-Formentí-. Yo llevo muchos años recorriendo zonas amazónicas y el número de avistamientos es muy limitado. El más impresionante ocurrió en una ocasión que saltó delante de nosotros a cazar un caimán, aunque falló el ataque”.
Previo mis cordiales saludos por favor, necesito comunicarme con José Maria fernandez sobre una fotografía con fines de investigación.
Desearía su correo o Telef.
GRACIAS