Han saltado alarmas que es necesario atender. En Asturias cada año se conceden menos órdenes de protección, con lo que menos mujeres tienen acceso a las medidas sociales dispuestas para atender a las víctimas de violencia de género. Es necesario preguntarse qué ocurre en los juzgados asturianos.
Los datos son para preocuparse, porque si bien por un lado se anima a las mujeres a denunciar y hacer visible su situación, por otra parte se confirma la tendencia a conceder menos órdenes de protección. De hecho, los datos de 2013, aún provisionales a falta de añadir el último trimestre, revelan que de 614 denuncias, 205 se admitieron a trámite y 105 fueron al final concedidas. Se entiende pues que en todos los demás casos el riesgo no se consideró suficiente para justificar la orden de protección. Esto quiere decir que sólo una de cada seis mujeres que denuncian malos tratos obtiene el reconocimiento como «víctima de violencia de género» que le abre las puertas a los recursos públicos dispuestos para ello, como medidas de asistencia y protección social, prestaciones económicas, acceso a un itinerario formativo-laboral, derecho a una vivienda social, etc. Se confirma así una tendencia que ya se había constatado en 2012 y también en 2011, y que nos pone por debajo de la media nacional. No es un buen dato para una sociedad que aún tiene muchas cuentas pendientes en la lucha por la igualdad y contra el machismo.
Sólo una de cada seis denunciantes obtiene el reconocimiento como «víctima de violencia de género». El dato es alarmante y nos sitúa a la cola de la media nacional.
Desde el Instituto Asturiano de la Mujer lo que se muestra es preocupación. «Son datos muy alarmantes, porque indica que las denuncias presentadas no se abordan en los juzgados desde el prisma de la violencia de género, por lo que no deriva en consecuencias penales, como mucho administrativas». Lo explica Ana Otero, coordinadora de Programas contra la Violencia de Género. «Percibimos por tanto un claro retroceso en la respuesta social al maltrato. A las mujeres se les envía insistentemente el mensaje de ‘denuncia’, ‘rompe con el maltratador’, ‘llama al 016’, y lo están haciendo, pero si no se les da seguridad, si no confían en que van a estar suficientemente arropadas, es posible que algunas se lo piensen dos veces». Modificar la consideración social del maltrato es un trabajo a largo plazo en el que los organismos públicos deben llevar la iniciativa, marcar el camino unos pasos por delante. No son de ayuda decisiones como la que se puso en marcha el pasado año, cuando la Ministra de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, Ana Mato, anunció la intención de dejar fuera del recuento de víctimas de la violencia machista a aquellas que no hayan sido hospitalizadas al menos 24 horas. Tal decisión supone dejar en la invisibilidad estadística a aquellas que sufran agresiones que requieran atención ambulatoria, o que por ejemplo acudan al centro de salud y sean atendidas por su médico de cabecera. Hablamos por ejemplo de un brazo roto o un ojo morado; también del maltrato psicológico. Ese cribado de víctimas, envía a la sociedad un mensaje que contradice el esfuerzo realizado a lo largo de muchos años en favor de la concienciación social. Es lo que se llama desandar lo andado.
«Percibimos un claro retroceso en la respuesta social al maltrato»
Ana Otero, coordinadora de Programas contra la Violencia de Género.
En Asturias, a mediados de 2013 y a tenor de esta preocupación por los datos, se crea el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, en el marco del Plan Estratégico de Igualdad, en el que participan entidades en contacto directo con distintos aspectos de la asistencia a las víctimas, en el ámbito jurídico, asistencial, etc. Su intención es recoger información de primera mano y obtener la «fotografía» de la violencia de género en Asturias, saber qué está ocurriendo y los motivos, para poder elaborar una respuesta adecuada. Fundamental, si no queremos volver atrás en la lucha contra la violencia de género.
Nuevas tecnologí@s, viejos problemas
Las redes sociales se han convertido en un ingrediente indispensable para las relaciones sociales especialmente entre los más jóvenes. Se les llama «nativos digitales», su aprendizaje es intuitivo, no salen de casa sin su smartphone y se sienten más conectados que nunca. Las formas de relación son muy distintas a las de la generación anterior.
Hace tiempo que se detecta que la violencia de género ha encontrado nuevas fórmulas de manifestación en este nuevo contexto. El trabajo realizado en la difusión de esquemas de igualdad durante muchos años parece que se encuentra con un escollo al llegar a la actual adolescencia, y comporbar que los roles de dominación y sumisión siguen vivos y se adaptan a las nuevas herramientas tecnológicas.
El ciberacoso en las redes sociales es una nueva fórmula de ejercer el control en las relaciones de pareja. Cuidado con las nuevas formas para ejercer la violencia de género.
Uno de los problemas que muchos adolescentes no identifican como conducta de riesgo es por ejemplo el hecho de recibir mensajes insultantes o amenazadores. No consideran un peligro potencial colgar una fotografía, tenga o no contenido sexual, que sus padres no autorizarían; también acceder a contraseñas de otros o controlar comunicaciones de terceras personas, todo lo cual tiene que ver con lo que se conoce como ciberacoso. Los adolescentes consideran las posibilidades de las TIC como caminos abiertos para nuevas formas de relación, desvinculadas del mundo adulto, que otorgan autonomía y sensaciones de dominio y control de sus círculos personales, al margen de la supervisión de padres o profesores. Cabe hablar de ciberacoso cuando se produce una invasión reiterada de la intimidad de la víctima, incluso sin llegar a tener contacto con ella. La distancia desaparece por obra y gracia del teléfono móvil y aplicaciones como WhatsApp o Tuenti, que se utiliza para controlar dónde, cuándo, con quién, cuánto tiempo. Las relaciones se levantan sobre una idea romántica de la pareja, los celos se asimilan como demostración de amor y la posesión se normaliza. La violencia no necesariamente es física, porque las relaciones que se establecen no necesariamente son presenciales. Así, los roles estereotipados de las relaciones de pareja se consolidan en las generaciones más jóvenes.
Los roles estereotipados de las relaciones de pareja se difunden en las redes sociales. Las relaciones se levantan sobre una idea romántica de la pareja, los celos se asimilan como demostración de amor y la posesión se normaliza.
En Asturias se trabaja en esta dirección desde hace años, manteniendo activo un programa de educación afectivo-sexual que se llama «Ni ogros ni princesas». Se trata de desmontar los estereotipos de las relaciones de pareja. El lema #ConTICgoSinViolencia se lanzó simbólicamente el 25 de noviembre con motivo del Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, y se completará con la presentación de materiales didácticos para trabajar en los centros escolares, dentro de las actividades programadas para el mes de marzo. La educación se sigue manteniendo como pilar fundamental en esta lucha por la igualdad.