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jueves 28, marzo 2024

Equivocaciones y estupideces

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Todos nos equivocamos. El que esté libre de errores que tire la primera cuartilla. Lo malo es cuando el error viene de la pura estupidez o cuando nos recreamos en la ignorancia. O en el ‘ateísmo’.
En una de las sidrerías donde paro suelo ver al final de la mañana a un joven minero jubilado con una tendencia natural a levantar la voz, en la creencia de que así subraya su razón. Estaba viendo la tele y de repente grita: “¡Qué sabrás tú, ateo!”. Sorprendido por su vocación teológica me giro y observo una rueda de prensa de un Señor Consejero, pongo cara interrogante y el compañero de sidras aclara: “¡Qué sabrá, si ye un ateo, no tién ni puta idea!”
Nuevo valor para el Diccionario RAE: ateísmo=ignorancia. Tranquilidad para el clero, que pensaba otra cosa.
Las estrellas emergentes del periodismo televisivo dan mucho juego. Hace unas semanas una señorita preguntaba a la Duquesa de Alba qué le había parecido Londres, si le había gustado. Si fuera una plumilla de la vieja escuela habría preparado la entrevista y sabría que Cayetana se apellida de Alba y Fritz James, que no es un apellido propio de Albacete, precisamente; que su padre fue embajador en Inglaterra y allí vivió esta noble señora durante la Guerra Civil.
Una entrevistadora de la televisión argentina, de físico espectacular, demostraba no hace mucho que la cirugía estética arregla carrocerías, pero, de momento, no puede embellecer el cerebro. Una paleontóloga le comenta en su programa que ha traído un dinosaurio de la Patagonia. Pronuncie Vd., por favor, la pregunta admirativa con acento porteño: “¡¿En serio?, ¿vivo?!”
No preparar convenientemente entrevistas o intervenciones públicas es, en mi molesta opinión, una falta de respeto a la audiencia. Hace apenas dos días estuve, gracias a la amable invitación de la secretaria del Sr. Rabanal, en un acto académico de notable relieve, la presentación de la reedición de la obra cumbre de Don Álvaro Flórez Estrada, de quien hay mucho que escribir. El caso es que en la apertura del acto, con la mesa repleta de personalidades flanqueadas por los alcaldes de Somiedo (donde el prócer nació) y de Noreña (donde murió) la máxima autoridad académica empieza su discurso saludando a los presentes y agradeciendo la colaboración del señor alcalde ¡de Siero! Las viejas polémicas entre ambas localidades resucitadas de un plumazo. Hecha la advertencia del error, el orador se escuda en que es lo que le han escrito (peor me lo ponéis), gira la cabeza a su derecha y pide disculpas al alcalde ¡de Somiedo!
Las equivocaciones tipográficas nos regalan sonrisas. En estos días el máximo órgano directivo de la iglesia española ha reelegido como capo al Sr. Rouco. Parece haber sido un cónclave apacible, pero hace unos años le surgió, de manera insospechada, un terrible opositor. La Nueva España del 6 de febrero de 2005 amenazaba: El arzobispo de Oviedo, Gabino de Lorenzo, se encuentra entre los candidatos a sustituir al cardenal Antonio María Rouco Varela al frente de la Conferencia Episcopal Española.

También hay errores en los clásicos que, sorprendentemente, han pasado desapercibidos en los años, incluso para los más puntillosos exégetas. Don Armando Palacio Valdés, en La Aldea Perdida, comete una seria equivocación en la geografía de su propio pueblo.

No quiero ni imaginarme lo que pueda pasar a cualquier historiador que en unos años use el periódico como fuente: la ambición política del alcalde de Oviedo le llevó, no sólo a descabalgar al propio arzobispo y ocupar su plaza, sino a amenazar con tomar España. El paso del tiempo nos ha demostrado que no era una información fidedigna, sino una equivocación. Creo.
También hay errores en los clásicos que, sorprendentemente, han pasado desapercibidos en los años, incluso para los más puntillosos exégetas. Don Armando Palacio Valdés, en La Aldea Perdida, comete una seria equivocación en la geografía de su propio pueblo. Capítulo III, Demetria: Entralgo rodeado de pomaradas. Enfrente del lado de allá del río, un grupo de casas blancas: la capital. Río arriba, los Barreros, Peña Corvera; río abajo, Inguanzo, Puente de Arco.
El Puente de Arco está río Nalón arriba, era la única vía de comunicación pedestre entre ambas riberas en la infancia del autor, y por donde llegaban los de Llorío a armar gresca a la romería. De Entrialgo a la Pola se pasaba en chalana, como nos recuerda la canción. Y lo que ahora se llama Barredos está realmente río abajo.
Iniciamos aquí un humilde camino para intentar sanar la estulticia y enmendar errores. Queremos contar para ello con su alegre colaboración. Pueden comunicarse con nosotros en la siguiente dirección: elquetieneboca@gmail.com Aprenderemos y nos divertiremos juntos.

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