Todos hemos estado alguna vez en alguna discusión en la que no está claro el origen de una sucesión de eventos o en la que no podemos discernir cual fue el desencadenante de las acciones, es decir, la pregunta de “¿Qué fue primero?” no tiene una respuesta fácil ni obvia. En estos contextos es bastante común que utilicemos una expresión típica del español que nos dice “¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?”. Con esta expresión queremos denotar que nuestra discusión está en un callejón sin salida, pues es inútil preguntarse qué fue primero ya que estamos en un círculo vicioso. Pues bien, parece que la ciencia nos va a impedir seguir usando esta expresión ya que se ha encontrado la respuesta a esta pregunta.
Lo cierto es que esta pregunta tiene una carga de profundidad que va más allá de lo que nos podríamos imaginar. En la antigüedad, filósofos muy famosos como Aristóteles o Plutarco o, más recientemente, el físico Stephen Hawking se detuvieron a pensar en esta cuestión e incluso publicaron sus razonamientos. La cuestión, que, en principio, puede tener hasta un cierto tono divertido, planteada desde un punto de vista fundamental llevó a los filósofos a preguntarse sobre el origen de la vida y del universo y tiene implicaciones muy fundamentales en áreas como la teología, sobre todo en su vertiente creacionista (el universo y la vida son creaciones de Dios y las aves fueron creadas por él en el origen de los tiempos), o en la biología al estudiar la evolución.
Sin embargo, como se ha mencionado, la ciencia ha dado una respuesta a este dilema y la respuesta ahora parece clara: ¡el huevo apareció primero! Pero, ¿cómo han llegado los científicos a esta conclusión?
En la antigüedad, filósofos muy famosos como Aristóteles o Plutarco o, más recientemente, el físico Stephen Hawking se detuvieron a pensar en la pregunta de qué es antes si el huevo o la gallina, e incluso publicaron sus razonamientos.
Los animales son organismos pluricelulares y eucariotas del reino biológico Animalia (Animal). Con pocas excepciones, los animales se alimentan de materia orgánica, respiran oxígeno, se reproducen sexualmente, tienen órganos sensoriales especializados y un sistema nervioso, y son capaces de responder rápidamente a los estímulos. Aparecen por primera vez en el registro fósil hace unos 574 millones de años. Su llegada es bastante súbita, como una “explosión” repentina en rocas del período Cámbrico (hace entre 539 y 485 millones de años). Pero antes de los animales ya existían otras formas de vida. Estas primeras formas de vida eran unicelulares, es decir, compuestas por una sola célula, como las levaduras o las bacterias. Más tarde, los animales -organismos multicelulares- evolucionaron, desarrollándose a partir de una sola célula, el óvulo, para formar seres complejos. Este desarrollo embrionario sigue etapas precisas que son muy similares entre las distintas especies animales. Pero la transición de especies unicelulares a organismos pluricelulares es aún muy poco conocida.
Sin embargo, la protagonista de nuestra historia, la Chromosphaera perkinsii, parece haber dado algo de luz a este problema. En un reciente estudio publicado en la revista Nature, científicos de la Universidad de Ginebra han estudiado en profundidad el comportamiento de Chromosphaera perkinsii, una especie de ictiospóreos (Ichthyosporea). Los ictiospóreos son un grupo poco explorado de organismos eucariotas (los que poseen una o más células eucariotas, es decir, células con núcleo celular) unicelulares que están estrechamente relacionados con los animales, de cuya línea evolutiva se separó hace más de 1000 millones de años. Gracias a estos orígenes comunes, su posición filogenética y contenido genómico, los ictiospóreos son cada vez más reconocidos como fundamentales para el estudio de los orígenes animales. La Chromosphaera perkinsii es una especie en particular que fue descubierta en 2017 en sedimentos marinos alrededor de Hawái. Los primeros signos de su presencia en la Tierra datan de más de 1000 millones de años, mucho antes de la aparición de los primeros animales.
Las conclusiones del estudio sobre la Chromosphaera perkinsii son claras al señalar que esta especie forma estructuras multicelulares muy parecidos a los embriones de los animales. (…) Esto significa que la naturaleza ya poseía las herramientas genéticas para “crear huevos” (embriones) mucho antes de que “aparecieran las gallinas”.
Pues bien, al observar Chromosphaera perkinsii, los científicos descubrieron que estas células, una vez que han alcanzado su tamaño máximo, después de una primera etapa de crecimiento, se dividen sin crecer más, formando colonias pluricelulares que se asemejan a las primeras etapas del desarrollo embrionario animal. Estas colonias persisten durante aproximadamente un tercio de su ciclo de vida y comprenden al menos dos tipos celulares distintos, un fenómeno sorprendente para este tipo de organismo. Este comportamiento muestra que los procesos de coordinación y diferenciación multicelulares ya están presentes en esta especie mucho antes de que aparecieran los primeros animales en la Tierra. De hecho, es aún más sorprendente que la forma en que estas células se dividen y la estructura tridimensional que adoptan recuerdan en gran medida a las primeras etapas del desarrollo embrionario en los animales. El análisis de la actividad genética dentro de estas colonias reveló similitudes interesantes con la observada en embriones animales, lo que sugiere que los programas genéticos que gobiernan el desarrollo multicelular complejo ya estaban presentes hace más de mil millones de años.
Las conclusiones del estudio son claras al señalar que esta especie forma estructuras multicelulares muy parecidos a los embriones de los animales. Estas observaciones en estos organismos, cuyos orígenes son de más 1000 millones de años, sugieren que los programas genéticos responsables del desarrollo embrionario ya estaban presentes antes de la aparición de la vida animal, o que Chromosphaera perkinsii evolucionó de forma independiente para desarrollar procesos similares. Esto significa que la naturaleza ya poseía las herramientas genéticas para “crear huevos” (embriones) mucho antes de que “aparecieran las gallinas”.
Estos resultados nos hacen estar seguros de que la próxima vez que alguien nos haga la pregunta que titula esta publicación, podemos contestar sin temor a equivocarnos y amparados por la ciencia que “los huevos aparecieron antes que las gallinas”.