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sábado 22, febrero 2025

Una guerra de la que no se habla

Inmaculada González-Carbajal García.
Inmaculada González-Carbajal García.
Es la presidenta de la Fundación El Pájaro Azul, ONG asturiana que nació en Oviedo en el año 2009 para ofrecer oportunidades a quienes no las tienen en un mundo de profundas desigualdades. Inmaculada González-Carbajal se desplaza periódicamente al África subsahariana para conocer de primera mano los avances que tienen lugar en la comunidad a la que están apoyando.

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La región este del Congo ha sido siempre un polvorín que, una vez más, ha vuelto a estallar.

Desde finales de enero, el grupo rebelde M23 apoyado por Ruanda, ha ocupado la capital del Kivu norte, Goma, y ha causado miles de muertos, que la ONU cuantifica en varios miles porque muchos están sin cuantificar. Tanto en el centro de la ciudad, como en los alrededores, hay multitud de cadáveres en estado de descomposición. Además de los muertos, hay miles y miles de heridos que no pueden recibir atención médica en los rudimentarios hospitales de la zona, desabastecidos y con escaso personal. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas acusa directamente a Ruanda de apoyar al M23 que ataca con armamento pesado a poblaciones rurales protegidas por el Derecho Internacional.

Joven congoleño con un shukudu, vehículo típico de Goma que se utiliza para el transporte.
Joven congoleño con un shukudu, vehículo típico de Goma que se utiliza para el transporte.

Esta escalada de violencia ha forzado el desplazamiento de medio millón de personas en la zona y, en el contexto del conflicto, han muerto varios soldados de Naciones Unidas, algún periodista y componentes de algunas ONG europeas.

En los últimos días, los rebeldes han tomado también Bukavu, la capital del Kivu sur y, la portavoz del Alto Comisionado de la ONU, Shamdasani, advierte que la situación es cada vez más grave. Se están vulnerando los Derechos Humanos, se atacan los hospitales y los grupos de ayuda humanitaria y se ha intensificado la violencia contra las mujeres. Shamdasani acusa al grupo rebelde de perpetrar ejecuciones arbitrarias de menores y reclutamientos de adolescentes y niños para la guerra, con amenazas de muerte y coacción. Los periodistas y defensores de Derechos Humanos de la zona han sido amenazados de muerte y forzados a abandonar la región.

Esta región este de la República Democrática del Congo es una zona compleja en la que confluyen una serie de circunstancias que permiten explicar lo que está pasando en estos momentos.
Desde la década de los noventa, hay un conflicto enquistado relacionado con los recursos minerales. Esta zona tiene dos provincias: Kivu norte, cuya capital es Goma y Kivu sur, con capital en Bukavu. Es una región muy rica en recursos minerales y con unas relaciones complejas con los países vecinos, que arrancan desde que en 1994 Mobutu permitió que más de un millón de hutus se establecieran en la zona, provocando enfrentamientos étnicos sobre los que se instala el verdadero motivo de la guerra: la explotación de las minas y el negocio del coltán. Todos los grupos armados tienen como objetivo común el control de los recursos minerales. Lo curioso es que, mientras los yacimientos están en territorio congoleño, es la vecina Ruanda la que se beneficia de su explotación, al punto de que la exportación de este mineral aumentó un 50% entre 2022 y 2023.

Las desavenencias con los países vecinos tienen su origen en la explotación y aprovechamiento de las materias primas; a todo ello hay que añadir los intereses de las multinacionales por el control del coltán y el tantalio, elementos básicos de las nuevas tecnologías que sustentan nuestra vida de bienestar.

En esta región del Congo confluyen la ambición de unos, la irresponsabilidad de otros y el silencio cómplice de la comunidad internacional. Y en este silencio estamos todos involucrados de algún modo. Somos usufructuarios de los recursos que ellos tienen y se les arrebata de manera impune, mientras el pueblo congoleño sufre las consecuencias de un genocidio silencioso y prolongado en el tiempo. Se estima que más de cinco millones de personas han muerto en esta guerra desde que empezó a finales de los años noventa.

Esta guerra tiene una característica y es el uso de la violencia sexual como arma de guerra, empleando la violación de mujeres de todas las edades como herramienta para provocar el pánico. El Alto Comisionado ha denunciado estos días la extensión de la violencia sexual y aporta un dato terrible: 165 mujeres de una prisión de Goma fueron brutalmente violadas y posteriormente quemadas.

Niños congoleños
Niños congoleños, a la puerta de su casa, totalmente ajenos a lo que está pasando en su país.

Recientemente, el Dr. Denis Mukwuege -Premio Nobel de la Paz-, ha denunciado lo que está pasando en la región y ha manifestado que se trata de una guerra contra la población civil, inocente y desarmada. Denunció también la violación de las mujeres, que luego eran quemadas y estimó que, en estos momentos, una mujer es violada cada cuatro minutos. En la reciente edición de los Goya, ha sido galardonado el documental Semillas de Kivu, que denuncia esta situación de violencia sobre las mujeres y resalta la labor de este médico que ha atendido a más de cincuenta mil víctimas de brutales violaciones.

Esta crisis humanitaria en el este del Congo, y este conflicto enquistado durante décadas, no tiene espacio en las noticias por la falta de voluntad política a nivel internacional para buscar vías de solución. La Unión Europea y los Estados Unidos no están libres de culpa en esta guerra que sufren los congoleños del este, en tanto que apoyan al gobierno de Ruanda y guardan silencio ante la masacre de inocentes.

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