«Educación es templar el alma para las dificultades de la vida»
(Pitágoras)
Creía yo, no mucho tiempo atrás y sin ninguna duda, en el Efecto Dominó, es decir cuando un pequeño cambio en cualquier dominio es capaz de producir cambios similares en el entorno.
Por tanto, si alguien emitía una buena conducta, sería lógico que los observadores hiciesen lo mismo. Y siendo así, la práctica de buenas formas y buenos pensamientos trasmitidos de unos a otros serían capaces de cambiar el mundo, al menos nuestro mundo y, a su vez, estos cambios visibles se propagarían, paso a paso formando una cadena del buen hacer.
Eso era lo que yo pensaba firmemente. Ahora cualquiera me podrá decir que era un pensamiento absurdo, fallido y hasta inútil para garantizar el entendimiento.
¡Quizá!, pero tal creencia ha sido mi filosofía a lo largo de mi vida. Una filosofía para entender la vida. Llevo libretas y libretas en las que voy dejando pensamientos, míos y ajenos, de libros que leo, de viajes por el mundo, de personas sabias que he conocido, de canciones, del preso que ha estudiado en prisión una o dos carreras como lo hicieron El Lute o El Vaquilla. Me encanta el arte y me encanta el arte callejero donde puedo encontrar obras fascinantes como las de Banksy o los murales de Diego As. ¿Quién dijo que el arte corrige la vida?
Así que algunas de mis conclusiones son las siguientes, a grosso modo:
La Cortesía. Es el bálsamo que disuelve muchos rencores. La cortesía va mucho más allá de palabras como gracias, disculpe, perdón. Es evidente que estas palabras son un básico necesario (o así suponemos) pero la cortesía de verdad es la que requiere de nosotros un sentimiento profundo, donde hagamos sentir al que tenemos en frente una persona importante, una persona válida, una persona respetable.
La importancia de la cortesía queda rotundamente establecida en la frase siguiente: “El que no es bastante cortés, no es suficiente humano” (Joseph Joubert).
En cierta ocasión un profesor puso un examen a sus alumnos, una de las preguntas era: ¿Cómo se llama la señora de la limpieza?
Los alumnos no entendieron, pero el profesor les explicó la importancia de hacer visibles a las personas que estaban en el centro comprometidas con un proyecto común, cada una de ellas formaban parte del engranaje de la Educación.
La cortesía va mucho más allá de un gracias o perdón, requiere de nosotros un sentimiento profundo donde hagamos sentir al otro una persona importante.
Compasión, conmiseración. Hay gente que alardea de ser compasivo con el dolor de los demás, con las pérdidas de los demás, con el fracaso de los demás. En cambio, a poco que observamos, no se trata de compasión sino de conmiseración.
La persona compasiva siente el sufrimiento de la otra persona y desea aliviar ese sufrimiento. Es una persona sensible, humana, con ganas de ayudar. La compasión humaniza a las personas. En cambio, la conmiseración es un sentimiento de lástima o pena por el sufrimiento del otro, acompañado generalmente de una sensación de superioridad o condescendencia, pero sin ningún compromiso de ayuda para aliviar el sufrimiento. Es un sentimiento pasivo.
En cierta ocasión un paciente me dijo, con relación al trato con una persona, la siguiente frase: “Me relacionaba con él con la conmiseración propia del que se siente superior”. No es necesario explicar el porqué, pero de pronto entendí ese sentimiento de superioridad con el que contemplaba a ese “otro “. Ahí estaba la conmiseración. La frase no se me olvidó nunca.
La envidia. Otra emoción inútil, absurda. Una emoción que nadie reconoce sentir. Hace algunos años, para un programa de radio, hice una encuesta a un centenar de personas, de distintas edades, sobre este tema y casi nadie admitía que experimentara envidia. Seguramente desconocen el término porque de lo contrario no se entiende que nadie la sienta, al menos que nadie la admita.
Pues vamos a ver, no a través de definiciones, sino de algunos ejemplos lo que significa este “pecado capital”.
Envidia es que yo me compre un coche bonito, al menos para mí y tú hagas como que no lo ves… que pasa muchas veces.
Envidia es que yo sea una persona cortés y tenga a bien alabar alguno de tus rasgos o de tu hacer y cuando sea yo la que cuente algún objetivo conseguido, tú me escuches con escaso entusiasmo y yo perciba que tus músculos delaten que no sea de tu agrado lo que te estoy contando. Y, por supuesto, ni media palabra.
Envidia es criticar a alguien, porque eso significa que haciendo visibles los errores o los defectos de los demás tú te sientes superior. Envidia es no darle ningún protagonismo a alguien que conoces y que lo merece.
Envidia es si tienes a un buen amigo, que sabes que es muy capaz, y aun pudiendo echarle una mano no lo haces no vaya a ser que te supere. Finges querer ayudarle, pero sabes que no lo vas a hacer.
¿Quién dijo que el silencio de los envidiosos está lleno de ruidos?
La envidia casi nadie admite sentirla, seguramente desconocen el término. ¿Quién dijo que el silencio de los envidiosos está lleno de ruidos?
La empatía: Todo el mundo habla de ella, todo el mundo sabe su nombre. Pero, me atrevo a decir que poca gente la experimenta. Salvo que haya algún interés por medio.
En líneas generales todo el mundo sabe qué significa ponerse en el lugar del otro, sentarse en su silla, pero pocos llegan a experimentarla, porque la empatía no solo es tratar de entender al otro, sino intentar sentir como el otro. Meterse en su piel.
A este respecto este sentimiento está brillantemente reflejado en una canción de Enrique Bunbury titulada: Ven y camina conmigo.
Creo que no se puede mejorar la explicación de lo que es la empatía.
La Autoestima. Un tema complejo de abordar. Todos tenemos idea de lo necesario que es tener una buena autoestima y cómo podemos trabajar con ella. Sobran libros en el mercado, pero el trabajo práctico es otra cuestión y creo, firmemente, que, en líneas generales, tendríamos los profesionales que darle una vuelta de tuerca a todo lo escrito. Mucha gente que ha recibido formación y pautas las ha interiorizado, pero algunas de ellas se han crecido hasta creer que todos somos iguales, que todos tenemos el mismo derecho a opinar y te dicen aquello de: “Mi opinión es igual de válida que la tuya”. Así que yo me venía preguntando cómo esto era así, cómo no se daban cuenta de las diferencias entre nosotros, que las hay y muchas. Y he aquí que encontré una charla entre Pérez Reverte y Sabina, que me aclaró algunos de los interrogantes que yo me venía planteando. En un momento Sabina dijo: “yo odio con toda mi alma la autoestima, la autoestima está haciendo un daño… eso de no haber leído un libro en su vida, pero opinar con rotundidad… Y con ese ‘Te lo digo yo’”.
La cuestión es que una persona que haya acudido a terapia para entender estas cuestiones del autoconcepto y autoestima no vale que salga contento con unas anotaciones al salir de “clase”. Y digo esto porque quizá lo dicho hasta aquí igual equivoca y no se toma en serio porque lo que estoy queriendo decir es que trabajar para mejorar la autoestima es válido con algunas personas, con otras habría que comenzar por hacer algunas lecturas y ver su nivel de comprensión e interpretación. Porque en los tiempos que estamos es una vergüenza que mucha gente no sea capaz de interpretar un mínimo artículo porque no domina el lenguaje ni de lejos.
Se hace evidente que habría de ocuparme de más pilares que contribuyen a lo que es una Educación en Habilidades Sociales, pero con los pilares mencionados podríamos obtener un mundo más amable.
Está en nuestras manos.