“Quien sólo sabe medicina ni de medicina sabe”
(José Letamendi. Médico Psiquiatra)
Hipócrates, médico griego nacido en el año 460 a.C. es considerado el Padre de la Medicina y al que se le atribuye el código ético por el que debe guiarse la práctica médica y que tiene mucho, o todo, que ver con lo que esperamos de esta práctica.
Práctica que debe proceder al juramento hipocrático, siendo éste el compromiso ético para el ejercicio de la profesión.
Este juramento, como símbolo de la moral colectiva, ha sido revisado en distintos momentos, quizá se han matizado algunos aspectos para adaptarse a los tiempos, a las nuevas necesidades, pero, en modo alguno, ha variado ni un ápice su esencia.
En origen dice: “Ejerceré mi profesión con inocencia y pureza. En cualquier casa donde entre no llevaré otro objetivo que el bien del enfermo porque la filantropía, amor al semejante, debe ser la virtud principal del médico”.
Hipócrates decía que sin esa virtud el ejercicio profesional será frío, deshumanizado y peligroso.
Y, cierto es, que muchos médicos no amaron, como pide el código moral, a sus semejantes, otros no los aman y muchos no los amarán y ahí es donde radica el peligro al que se hace referencia.
Para el buen ejercicio de una profesión es incuestionable el deber vocacional, pero en el caso de la Medicina más aún, está en juego la vida de un ser humano. Un ser que quiere vivir.
Recordemos, por poner algún ejemplo, los médicos nazis; la crueldad de los experimentos de Mengele, llamado el Ángel de la Muerte. Veinte médicos fueron juzgados tras la caída del régimen en “El juicio de los Doctores” en Nuremberg por crímenes contra la humanidad. Habían llevado a cabo experimentos médicos durante los cuales se cometieron asesinatos, torturas, atrocidades. También fueron acusados de planear y llevar a cabo el asesinato masivo de ancianos, débiles e insanos; mediante gaseamiento, inyecciones letales, desnutrición y otros medios al uso, en residencias, asilos y hospitales. Todo ello al margen de colaborar y participar en el asesinato masivo de gente internada en campos de concentración.
Algunos de ellos fueron condenados a muerte, otros a cadena perpetua y otros a los años considerados, según delito. Pero ninguna condena puede redimir las vidas que se llevaron por delante y la forma en que lo hicieron.
Mengele huyó a Latinoamérica y falleció de un infarto bañándose en una playa brasileña, a los 67 años. Fue enterrado con nombre falso, pero en el año 1985 sus restos fueron desenterrados por sospecha acerca de su identidad.
Pero, todavía hoy, y nada hace pensar que no ocurra en el futuro, hay médicos implicados en prácticas delictivas contra sus semejantes, contra el ser humano.
Por ejemplo, Médicos por los Derechos Humanos han denunciado hace unos años el proceder con técnicas de interrogación reforzadas, como asfixia simulada por agua, violencia sexual, amenazas de muerte, privación del sueño que se estaban llevando a cabo en Guantánamo con la mirada hacia otro lado de los sanitarios de la base, o quizá, con su consentimiento.
Y también cabe recordar que hay médicos implicados en el tráfico de órganos. Cuesta trabajo entender cómo personas aparentemente adaptadas, desarrollando una vida normal, familiar y social son capaces de cometer semejantes atrocidades con el ser humano, con sus congéneres.
Sin dejar de recordar lo que todos los días ocurre aquí y allá. Cirugías estéticas que se practican sin las mínimas garantías, negligencias y falta de rigor en los protocolos. ¡En fin!
Un médico necesita conocimientos, al margen de los académicos, conocimientos a través de lecturas, de viajes, de música, de cine, de experiencias; debe conducirse por la vida con los ojos abiertos a vivencias de los seres humanos, de las circunstancias por las que atraviesan, de las historias de superación, de las historias de dolor
Parece ser que las causas de la deshumanización en la medicina hay que buscarlas en:
1. La prioridad del racionalismo científico en detrimento de la sensibilidad humana. La sensibilidad ante la persona que está enfrente.
2. Escasa o deficiente formación humanista. El médico debe leer, lectura humanista clásica y actual, porque como dijo el escritor argentino José Narosky: “El médico que no entiende de almas no entiende de cuerpos”.
3. Poco o escaso compromiso con el dolor del prójimo.
4. Escasa vocación, al menos en más casos de los que fuera deseable. Para el buen ejercicio de una profesión es incuestionable el deber vocacional, pero, me atrevo a decir, que en unas más que en otras y en el caso de la Medicina está en juego la vida de un ser humano. Un ser que quiere vivir.
Es, por ello, a modo de prevención de riesgos, recordar algunos de los principios rectores del Humanismo Médico:
– Principio del Amor:
Ama a tu paciente como si de ti se tratara. No es tan difícil, hay dos actitudes que nos conducirán a ese principio: la consideración y el compromiso. Considerar al ser humano con “mis propias necesidades” y el compromiso de proceder como tal.
– Principio de la Solidaridad:
Tiene que ver con el compromiso afectivo y efectivo con el necesitado.
– Principio de la Sensibilidad:
Sentir como propio el dolor ajeno porque la salud es lo verdaderamente importante; es la base del “poder hacer”, “de planificar”, de “soñar”. En palabras de Schopenhauer: “La salud no lo es todo, pero sin ella todo lo demás es nada”.
“La salud no lo es todo, pero sin ella todo lo demás es nada” (Schopenhauer)
Se pierden demasiadas vidas por la pérdida de valores. Es por ello por lo que necesitamos una medicina humanista, un médico humanista. Ese médico tendría el siguiente perfil:
– Filantropía: Amor al paciente.
– Sabiduría: Un médico necesita conocimientos, al margen de los académicos, conocimientos a través de lecturas, de viajes, de música, de cine, de experiencias; debe conducirse por la vida con los ojos abiertos a vivencias. A las vivencias de los seres humanos, de las circunstancias por las que atraviesan, de las historias de superación, de las historias de dolor.
– Integridad: La capacidad de obrar con rectitud y limpieza. Significa obrar en todo momento bajo un compromiso personal con la honestidad, la franqueza y la justicia; vivir de acuerdo con los principios personales y morales.
– Respeto: Por el paciente y por la profesión. Respetar al paciente es tratarle con consideración a través de actitudes, palabras, gestos y tono de voz adecuado; además de cortesía, cordialidad, decencia, decoro, pulcritud, elegancia y señorío durante el acto médico.
– Compasión: Una cualidad que el médico debe tener, debe ser sensible al sufrimiento del paciente. Tiene que ver con el principio de Sensibilidad apuntado anteriormente. Compasión no conmiseración.
Este humanismo, necesario de recordar, es lo que pide el paciente, lo que pedimos los pacientes.
El abrazo al leproso.