“El que pide con timidez, invita a negar”
(Arthur Schopenhauer)
Dicen que en Norteamérica más de cien millones de personas se sienten solas y angustiadas ante la sociedad. La timidez es un mal silencioso, el tímido no causa ruido, no llama la atención, no molesta; es por ello difícil cuantificar esta actitud porque no todo el mundo está dispuesto a reconocer su timidez ¿a quién le agrada reconocer que tiene miedo a la gente?
Según Michel Girodo, doctor en Psicología e investigador de este tema, la timidez está compuesta por tres elementos:
1. Escasas habilidades sociales. A las personas tímidas les es difícil iniciar una conversación, mantenerla y disfrutar de ella.
2. Angustia ante los contactos sociales por temor a una valoración negativa. Miedo al ridículo, a poner de manifiesto debilidades y temor al rechazo.
3. Prejuicios y creencias erróneas. Las personas tímidas piensan en negativo y no confían en sí mismas ni en su capacidad para superarse, es por ello que se van aislando cada vez más.
Obviamente estos tres elementos tienen mucho que ver con el aprendizaje, con las experiencias vividas (de burla, de humillación, de fracaso, de ineficacia).
Queda por consiguiente el interrogante acerca de si la biología tiene alguna contribución en este rasgo de personalidad.
Hay autores que optan por la herencia, pero los argumentos que presentan no soportan el mínimo rigor científico; otros afirman acerca de la existencia del gen de la timidez, pero hasta el momento nada contundente.
Lo que sí podemos encontrar son algunas investigaciones que demuestran que el funcionamiento del cerebro es diferente en tímidos y personas que no lo son.
La timidez es un rasgo de personalidad que hace que la gente se sienta mal en determinadas situaciones sociales, que no exprese su opinión por vergüenza y miedo al rechazo y a la crítica y que, sus relaciones no sean gratificantes sino todo lo contrario.
En Nueva York se hizo la siguiente investigación: se cogieron personas al azar, y se les expuso ante fotografías. Mientras las observaban, sus cerebros estaban siendo observados mediante Resonancia Magnética.
Las conclusiones fueron las siguientes: los tímidos pasaron más tiempo observando las imágenes y mostraron una actividad más intensa en las áreas cerebrales que se ocupan de la asociación entre percepciones visuales y sensoriales.
En definitiva, su cerebro no solo se ocupó de la percepción visual, sino que se activó para una percepción más profunda de la información. Los tímidos necesitan más tiempo para observar y reflexionar antes de actuar.
Otras curiosidades de las personas tímidas es que son más sensibles a la cafeína, les molesta más el ruido y las multitudes y se sobresaltan con más facilidad.
La timidez es, en definitiva, un rasgo de personalidad que hace que la gente se sienta mal en determinadas situaciones sociales, que no exprese su opinión por vergüenza y miedo al rechazo y a la crítica y que, sus relaciones no sean gratificantes sino todo lo contrario.
La persona tímida, por tanto, se siente incómoda y ansiosa, por lo que puede sufrir una serie de síntomas molestos: enrojecimiento, sudoración, nerviosismo, tensión muscular, dolor de cabeza y, sobre todo, ganas de huir de la situación, miedo a ser evaluado y rechazado. Es, por ello que, en ocasiones, evitan emprender proyectos por temor a equivocarse, a fracasar.
Personajes de la historia han sido descritos como tímidos:
Kafka fue considerado como un tímido recalcitrante, de conducta esquiva y solitaria. Mantuvo una complicada relación con su padre al que culpa de su forma de ser. Dicen que cuando se dirigía a alguien lo hacía como quien pide perdón por existir. Nunca se casó.
Lo mismo ocurrió con José Luis Borges. Fue un joven extremadamente tímido, que no se implicaba en los juegos o formas de sus compañeros, llevaba gafas y tartamudeaba al hablar. Dícese que cuando tuvo que impartir su primera conferencia hizo que la leyera su amigo Oliverio Girondo, mientras él se escondía entre el público.
Charles Darwin, por su parte, no se sentía capaz de enfrentarse a un auditorio y temblaba cuando tenía que hablar en público.
En cambio, otros han sabido compensar su timidez o, al menos, disfrazarla como en el caso de Dalí. Nada en sus apariciones era espontáneo sino ensayado cuidadosamente, una puesta en escena llena de extravagancias.
Por consiguiente, observemos si en nuestra familia hay sospechas de una timidez seria, en un niño o adolescente, y no caigamos en el aserto erróneo de “yo también era así” o “con el tiempo evolucionará favorablemente”. No siempre es así y, además, la timidez puede ser consecuencia de otros trastornos de personalidad más graves.
Acudan a una orientación profesional.
Dalí disfrazaba su timidez. Nada en sus apariciones era espontáneo sino ensayado cuidadosamente, una puesta en escena llena de extravagancias.
A nivel cotidiano pueden ser de gran utilidad las siguientes pautas:
1. Iniciar el acercamiento al niño o adolescente de forma cálida, una expresión y tono amigable, sin acercarse en exceso ya que puede que lo sienta como una intromisión en su espacio personal.
2. Expresar interés formulando preguntas abiertas. No interrogar en exceso. Las respuestas a preguntas abiertas aunque sean cortas pueden apuntar por dónde seguir el discurso.
3. Elegir un tema que se sospeche sea interesante (el dibujo que lleva en la camiseta, cómo le gusta divertirse, qué asignaturas encuentra más atractivas…)
4. Pedir alguna recomendación sobre los temas planteados (se sentirá importante)
5. Calcular lo interesado que esté en la conversación y darle su espacio.
6. No ser crítico con las respuestas que haya dado, si acaso fuese necesario apuntarle que también existen otras posibilidades.
Proceder con eficacia siempre redundará en una mayor fluidez en las relaciones sociales.
Los pilares comprometidos en el desarrollo de una conducta tímida son los mencionados al inicio de este artículo, aquellos a los que hizo referencia Michel Girodo y estos pilares son modificables no con medidas mágicas sino siguiendo un programa terapéutico.
Un programa que requiere esfuerzo, voluntad y compromiso.