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jueves 28, marzo 2024

Yo presente, yo pasado

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“Uno debe conocerse a sí mismo. Aún si esto no sirviera para descubrir la verdad, al menos es útil como regla de vida, y por lo tanto no hay nada mejor”
(Blaise Pascal)

Nos encontramos, por tanto, ante un interrogante de vida, ¿quiénes somos? ¿Cómo reaccionamos ante los desafíos de la vida?

Conócete a ti mismo, nos dicen los sabios, pero resulta difícil ya que somos producto de nuestra historia, de nuestras vivencias, de nuestras creencias, de nuestros éxitos y fracasos. Somos, en definitiva, un proceso dinámico, creemos conocernos y, a la vez, nos sorprendemos de nuestras propios pensamientos y actitudes en un momento dado. Formas de conducirnos que algún tiempo atrás hubiéramos negado.

Y es que el tiempo puede cambiar muchas ideas, pensamientos y necesidades.

Hay dos formas, entre otras, que sugiero para acercarnos a quiénes somos: un ejercicio práctico y un cuento.

Vamos con el ejercicio práctico, en busca de la “caja de zapatos”, allí dónde se encuentran nuestras fotos, nuestra historia. Necesitamos alrededor de veinte fotos, no más, representativas de nuestras etapas en la vida: fotos de la niñez, de la adolescencia, de fiestas, de trabajos, de la boda. No se dejarán en la caja fotos de alguna etapa que no sea de nuestro agrado. Sería hacer trampa.

Una vez seleccionadas las fotos se extenderán en una mesa ordenadas cronológicamente (niñez, adolescencia, juventud). Se trata ahora de dar un paso más, detenerse en cada foto y ponerle emociones y sentimientos. Ideas acerca del mundo, proyectos, sueños… y tras la reflexión cada etapa quedará cerrada. (Ej.: divertida, sin preocupaciones, descubriendo el mundo, triste, sin ilusión, sin especial interés). También puede concluir acerca de la salida de la niñez para adentrarse en la adolescencia.

Será una forma de conocer el porqué de las cosas, de cómo hemos llegado hasta lo que hoy somos, una forma de entender nuestras decisiones.

El recorrido a través de las fotos no nos permite negar etapas o negar personas que han formado parte de nuestra vida. Unos recuerdos van llevando a otros. Una foto lleva a muchos momentos.

Analizada esta trayectoria biográfica ¿cambiaría algo?

La “caja de zapatos” será una forma de conocer el porqué de las cosas, de cómo hemos llegado hasta lo que hoy somos, una forma de entender nuestras decisiones.

Otro recurso tiene que ver con un cuento. Lo llamo “El juego de la imaginación”.

“Habían pasado treinta años desde que la puerta de mi casa se cerró, nunca olvidé el ruido de las bisagras y nuestro pisar silencioso atravesando el jardín. Solo una vez volví la vista, todo parecía quedar en orden.

A mi padre lo destinaron a otra región, al otro extremo del país y no pudimos permitirnos mantener la casa, tuvimos que venderla.

Así que, tras muchos años fuera, un día volví, la casa estaba silenciosa, había cierto descuido, permanecí ante la verja y recordé aquel día que, siendo un adolescente, me vi obligado a dejar toda mi vida, mis amigos, mi escuela. Salimos al encuentro de otro lugar, de otra vida.

Volví los días siguientes, la casa permanecía cerrada, solitaria, silenciosa… decidí saltar la verja y me adentré en el jardín, la misma fuente, los mismos bancos, los mismos sonidos (al menos así me pareció), me acerqué al estanque y mi imagen se reflejó en el mismo, algo turbia. Era yo, era aquel adolescente.

En días sucesivos volví al encuentro… al encuentro con aquel niño (niño o adolescente), hablamos como dos desconocidos que se cuentan cosas, que se cuentan su vida.
Pero con el paso de los días la relación se fue enturbiando, como el agua del estanque… pasamos de contar a reprochar, el niño hace preguntas, el niño me echa en cara que no he invertido bien, que no he seguido sus deseos, que no he hecho buenas elecciones. En cambio el adulto que soy reniega del joven, le culpa de su destino, de sus fracasos, se avergüenza de sus ideas, de sus pensamientos…”

Así que, en un descuido, el adulto agarra al niño por el cuello, lo sumerge en las aguas y ahoga su voz.

Y es que el adulto que vuelve reniega del niño, del joven que fue. El niño le pide cuentas, le reprocha su andar por la vida, le reprocha sus fracasos, le reprocha no haberse conducido con arreglo a las expectativas con las que abandonó el lugar. El adulto está en jaque.

Y en esta posición conviene estudiar el movimiento, la siguiente jugada en el tablero de la vida.

Ahora con la experiencia vivida, con el conocimiento que ha adquirido, el adulto escribe una carta al adolescente que fue, a ese que le reprocha, a ese que pide explicaciones. En ella da cuenta del porqué de sus elecciones, de sus éxitos y/o fracasos, de los proyectos que cambió, de las nuevas creencias, de lo que queda por soñar, por hacer, de lo que aún espera.

Ahora que se han encontrado y explicado están en paz. No es necesario conocerse más. Y es ahora cuando el adolescente y el adulto caminan de la mano porque no tienen nada que reprocharse. Se ha hecho como se ha podido y ahora parten en busca de un proyecto común: retomar la ilusión.

Hagamos este juego, el juego de la imaginación, del descubrimiento.

William James (1842-1910), profesor de Fisiología, Psicología de Harvard lo ha formulado de la siguiente manera:

Cuando te encuentras con alguien en realidad estás asistiendo a la reunión de 6 personas:
– La que cada uno piensa que es.
– La que cada uno cree que los demás piensan de él.
– Y la que realmente es.

Por tanto: no preocuparse excesivamente.
Ocuparse sí, preocuparse lo mínimo.

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