La digitalización y la sostenibilidad son conceptos que acaparan hoy la atención de las agendas públicas, y la pandemia de la Covid-19 ha acelerado su relevancia como objetivos prioritarios de la acción política. Sin embargo, creo que no se está haciendo suficiente hincapié de que estamos ante una revolución científico-técnica que está produciendo una convergencia y fusión de las tecnologías físicas, digitales y biológicas, generando con ello una serie de nuevos procesos productivos e innovaciones en la oferta de bienes y servicios. El Internet de las Cosas, la Inteligencia Artificial, la Computación Cuántica, la Realidad Virtual, los Vehículos Autónomos, la Impresión 3D, la Nanotecnología, la Robótica, la Biotecnología, la Ciencia de Materiales, el Big-Data, la Minería de Datos y el Almacenamiento de Energía, son campos que, entre otros, están protagonizando esta nueva ola de innovaciones -que en terminología adoptada hace un siglo por el ruso Nikolái Kondratieff podría constituir un nuevo ciclo de onda larga-, que para unos, los tecno-optimistas, se trata de la Cuarta Revolución Industrial y que para otros, como el economista norteamericano Robert J. Gordon, estudioso de la evolución de la productividad, la acuñan como la Tercera.
Las innovaciones en el campo biológico -y la genética en particular- son realmente impresionantes. En los últimos años se ha logrado reducir espectacularmente los costes e incrementar la facilidad de la secuencia genética, y más recientemente los avances se han producido para activar o modificar genes. La biología sintética será el paso siguiente al proporcionar la posibilidad de personalizar organismos mediante la configuración del ADN, lo que generará no solo efectos favorables en la medicina, sino también en la agricultura y la producción de biocombustibles.
En China han logrado criar una vaca transgénica que produce leche baja en lactosa. En un futuro no muy lejano tendremos que hablar de ganaderías de vacas “normales” y de ganaderías de vacas “diseñadas”.
La capacidad de alterar la biología puede aplicarse a prácticamente cualquier tipo de célula, lo que permite la creación de plantas o animales genéticamente modificados, así como la modificación de las células de organismos adultos, incluidos los seres humanos. Recientemente, en China han logrado criar una vaca transgénica que produce leche baja en lactosa. Y no está lejos el momento en que las vacas puedan ser diseñadas para producir en la leche un elemento de coagulación de la sangre, del cual los hemofílicos carecen. Así pues, en un futuro no muy lejano tendremos que hablar de ganaderías de vacas “normales” y de ganaderías de vacas “diseñadas”.
Cambiando de campo, el pasado mes de julio, Amazon, el líder mundial de la venta en línea, anunciaba el lanzamiento de un nuevo producto: el Dash Cart. Se trata de un carrito inteligente, que detecta los artículos y su cantidad -incluye un anillo de cámaras, una báscula y sensores de visión y peso- que se depositan en el carro y que una vez concluida la compra permite salir por un carril especial sin tener que pasar por caja ni hacer cola, siempre que se haya iniciado sesión en Amazon desde el móvil. Esta apuesta por la comodidad y la automatización busca crear un modelo híbrido que una los espacios digitales y físicos, y que con toda seguridad va a producir cambios muy significativos en nuestros hábitos de compra y, por otra parte, tendrá un impacto negativo en los puestos de trabajo de los supermercados y las grandes superficies. Queda por ver a qué velocidad se producirá la transición del carrito actual a los inteligentes.
La nueva revolución industrial está generando grandes beneficios y grandes retos, y hasta ahora el consumidor parece ser el gran ganador, ya que cuenta hoy con una mayor variedad de bienes y servicios a precios más asequibles. Sin embargo, no se puede afirmar lo mismo en el caso de los trabajadores, que han visto -en muchos casos- reducidos sus niveles salariales y la seguridad en el empleo.
El “Dash Cart” es un carrito inteligente que detecta los artículos y su cantidad y que una vez concluida la compra permite salir por un carril especial sin tener que pasar por caja ni hacer cola, siempre que se haya iniciado sesión en Amazon desde el móvil.
Además de la nube en la que particulares y empresas almacenan todo tipo de archivos -por ejemplo, 150 millones de fans de Apple utilizan iCloud-, la llamada nube humana está adquiriendo una importancia creciente y está suponiendo que el paradigma prevalente del trabajo se esté perfilando a través de una serie de transacciones entre el trabajador y la empresa, en vez de una relación duradera entre ambos. Cada vez más empresarios de ciertas ramas productivas recurren a una nube virtual para realizar determinadas tareas por parte de aspirantes a trabajar localizados en cualquier parte del mundo. Se trata de la nueva economía bajo demanda en la cual los proveedores de mano de obra ya no son empleados en el sentido tradicional, sino más bien trabajadores independientes que realizan tareas específicas.
Este proceso lo ha resumido de forma muy gráfica Arun Sundararajan, profesor de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, al señalar que podríamos estar encaminándonos hacia un futuro en el que parte de la fuerza laboral obtendrá sus ingresos ejerciendo varias actividades productivas. Así se podrá ser a la vez un conductor de Uber (transporte de personas), un comprador de Instacart (servicio de compras para terceros), un anfitrión de Airbnb (alquileres para vacaciones) y un Taskrabbit (servicio de reparaciones del hogar y tareas de limpieza). Se trata de unas plataformas globales, presentes en multitud de países y que controlan los mercados en los que operan, con un reducido nivel de inversión en relación a su volumen de negocio, pues normalmente el capital lo aportan estos nuevos autónomos que ofrecen una variedad de servicios.
En ese sentido, la economía digital presenta claras ventajas para ciertas empresas de servicios, dado que las plataformas de la nube humana califican a los trabajadores como independientes y por tanto hasta ahora están exentas de la exigencia de abonar salarios mínimos, cotizaciones como empleadores y prestaciones sociales. En palabras de Daniel Callaghan, director ejecutivo de la firma inglesa MBA & Company: “ahora usted puede traer a quién quiera, cuando quiera y exactamente como quiera, y dado que no son sus empleados, no tiene que lidiar con problemas de empleo y regulaciones laborales”.
En la nueva economía bajo demanda los proveedores de mano de obra ya no son empleados en el sentido tradicional, sino más bien trabajadores independientes que realizan tareas específicas.
En esta tierra plana, en frase feliz del periodista norteamericano Thomas Friedman, se ha incrementado de forma significativa la desigualdad económica y además existe un voluminoso ejército de reserva dispuesto a trabajar por salarios bajísimos y aceptando precarias condiciones de vida. En ese contexto ha surgido lo que el economista inglés Guy Standing ha bautizado con el nombre de precariado. Esta nueva clase social está cada vez más presente en nuestras economías: trabajadores que tienen un empleo inseguro, inestable, que cambian continuamente de un trabajo a otro, frecuentemente con contratos no deseados a tiempo parcial y adscritos a puestos de trabajo negociados e intermediados por agencias privadas de trabajo.
El desafío al que nos enfrentamos exige idear nuevas formas de contratos sociales y una regulación laboral que se adapten a una fuerza de trabajo cambiante y a la naturaleza cambiante del trabajo. Si no somos capaces de diseñar respuestas adecuadas, la Cuarta Revolución Industrial podría llevarnos al lado oscuro del futuro del trabajo, con niveles crecientes de fragmentación, aislamiento y exclusión en nuestras sociedades.
En este mundo desbocado -impulsado por esta revolución tecnológica que nos acompaña-, que ya nos anunciaba a principios de este siglo el sociólogo inglés Anthony Giddens, están por venir muchos más cambios y transformaciones profundas en la economía, la política y las relaciones sociales. Lo complejo y la incertidumbre son elementos que estarán muy presentes en nuestras vidas durante los próximos años y habrá que acostumbrarse a tomar decisiones en ese tipo de escenarios ¿Qué análisis haría Karl Marx de la economía actual de China?