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domingo 28, abril 2024

De olores, brujas y dulces

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Pasaron ya unos días desde el cambio de estación, la favorita para muchos en los que me incluyo, y el clima que estamos viviendo no nos deja disfrutar de la chaquetina a media tarde, ni del frescor propio de octubre, pero aún queda la esperanza del disfrute de sus productos. Las calabazas comienzan a madurar, las nueces caen despacio, las frambuesas apuran sus últimas producciones y los higos vienen con fuerza. Mientras, con un taimado proceder, las manzanas se sonrojan unas, otras tornan a dorados y en ambos casos los azúcares de su interior hacen acto de presencia. La legislatura es claramente otoñal.

Son los manzanos soporte de biodiversidad, pues en ellos se desarrollan gran cantidad de vidas. Las hormigas pastorean en las ramas sus rebaños de pulgones a cambio del dulce néctar que segregan, manipulándolas para que les sirvan de protección frente a depredadores como mariquitas y crisopas. Es fácil contemplar épicas batallas en las que el ejército oscuro expulsa a los indeseados que pretenden alimentarse de su ganado. Otros como los pecoreadores, ajenos a estas guerras, rebuscan en sus flores siendo partícipes inconscientes de la reproducción del árbol.
En algunos, se desarrollan hongos como el Phellinus igniarius, de color oscuro, gruesos y de textura leñosa cuyas esporas quedan atrapadas en ocasiones por las incautas arañas que tejen sus telas bajo estos, quedando adornadas cual guirnaldas y perdiendo toda su efectividad para el arácnido y que, con los días, acaba tornando en ocres de varias tonalidades.
En sus copas descansan pájaros trayendo consigo las pegajosas semillas del muérdago, arraigándose en sus ramas para formar verdes esferas mientras penetran la corteza fundiéndose con el huésped, alimentándose de él, obligando al labriego a afanarse en la búsqueda de los nuevos retoños para extraerlos y evitar que consuman la vida de sus pomares.
Sirven de sombrilla a las ovejas cuando descansan bajo sus faldas durante las canículas, como rascadores sus troncos dejando restos de lana o, cuando el hambre agudiza el ingenio, se yerguen sobre sus patas traseras para alcanzar los brotes jóvenes de las ramas más bajas y con suerte alguna manzana.

Con ramas retorcidas y corteza oscura de texturas únicas, los manzanos muestran sus edades definidas por las podas, enfermedades y ataques de animales. Leer sus troncos con el tacto es conectar con generaciones anteriores; con quienes lo plantaron, injertaron y cuidaron. Es volver a tocar a mis abuelos.

Leer sus troncos con el tacto es conectar con generaciones anteriores; con quienes lo plantaron, injertaron y cuidaron. Es volver a tocar a mis abuelos.

En el arte, en todas sus posibilidades, fue el manzano y su fruto un tema recurrente. Quizá sea el más conocido el caso de Adán y Eva, personajes del libro sagrado occidental, a quienes se evitaba ilustrar sus “vergüenzas”, no con emojis de berenjenas o melocotones como hoy día, sino con hojas de higuera. Sin embargo, multitud de pintores centroeuropeos la sustituyeron por ramilletes de manzano intentando acercar el mito a sus tierras, donde la higuera era inexistente, a la par que aprovechaban el simbolismo de la manzana, pues desconocemos la fruta que degustaron del árbol de la ciencia, o del bien y del mal.

Más cercano en el tiempo y en el espacio, vemos a Alejandro Casona, el dramaturgo de la generación del 27 oriundo del concejo de Cangas del Narcea, que en memoria a la tierrina ofrece con cierta frecuencia en sus obras referencias a esta a través de los olores, sobre todo el de las manzanas, pues para él no había un olor más definitorio para Asturias.
En “Carta a una desconocida” dice… “Mentira. Sabía bailar perfectamente y mi vestido azul olía a manzana en el armario”. (MJ García Peliz-Nadaya, 2004).
Esta costumbre de guardar manzanas frescas y otros productos naturales en el armario para aromatizar las ropas, incluidas las de cama, se viene utilizando desde que en nuestra historia comenzamos a elaborar tejidos y almacenarlos para posteriores usos pues existen referencias a ello en textos egipcios y otras culturas mediterráneas.

En mi casa así se hacía. Se guardaban varias manzanas, las más olorosas y sanas, entre la ropa apilada en los armarios de castaño tallado.
En nuestro tiempo, los coches son un buen lugar a aromatizar con estos frutos, también el membrillo e incluso el eucalipto.
Ahora mismo, en la cocina hay unos diez kilos de manzanas, esperando por mí a que las convierta en dulce, y su aroma se extiende por toda la casa adueñándose de ella, sabiéndose soberanas.

Ahora mismo, en la cocina hay unos diez kilos de manzanas, esperando por mí a que las convierta en dulce, y su aroma se extiende por toda la casa adueñándose de ella, sabiéndose soberanas.

El uso de las manzanas en el ámbito asturiano no se limitó al gastronómico, pues también se consideraba en la farmacopea popular. Elaborando una infusión de manzana, melisa, limón, canela y miel, conocida como “Agua de manzana”, se mantenía a raya la fiebre en procesos gripales y otras dolencias. Si nos fijamos, esto nos recuerda a los mismos ingredientes aromáticos que conforman las manzanas asadas, aquellas al horno de cocina de carbón que provocan dilatación en las pupilas y la química del amor reacciona ante la calidez de su olor. Ni que decir tiene el universo que se genera en torno a la elaboración de la sidra, derivado del alma de la manzana, pero más que hablar de ella será mejor beberla. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar a Valentín Andrés Álvarez, quien escribió en “Guía espiritual de Asturias” (1980) las siguientes palabras sobre la manzana y la sidra:

“La manzana, en efecto, tiene un hado fasto y otro nefasto dentro de su destino cósmico. La Mitología clásica la destacó como manzana de la discordia; para nuestra religión fue el fruto prohibido que ocasionó la pérdida del paraíso. Pero la manzana está también redimida del pecado original. A la manzana la ha redimido la sidra. La sidra y la leche son los jugos del paisaje asturiano”.

“Mundo tan lleno de optimismo y de entusiasmo emprendedor que si todos los grandes proyectos imaginados ante una botella de sidra se realizasen, Asturias sería un verdadero Edén, y la redención plena del pomar lograda, pues si por la manzana perdimos el paraíso, por la sidra volveríamos a él”.

Así, del fruto, hay tantas variedades que desconozco el número exacto, pero si atendemos a lo que nos dice el SERIDA, encontramos que las admitidas para la elaboración de sidra DOP son 76, obviando claro las de mesa con nombres como “Antonona”, “Cladurina”, “Ernestina”, “Madiedo”, “Solarina”…

Aunque antes mencioné un ilustre paisano, también encontramos referencias en cuentos y cantares tradicionales. Ejemplo de ello son los recogidos en el “Cancionero secreto de Asturias” (Jose Manuel Pedrosa, 2005), en los que se menciona este fruto, como la siguiente:
“Chamásteme pera popa / yo a ti manzana podrida / la pera popa se come / y la manzana se tira”.

Canciones como “El cura está malo” y otras sin título, sobre todo relacionadas con las mujeres. Así otras populares no recogidas en el anterior, en las que vemos la importancia dada a este fruto y demás comunes en Asturias:
“Ofrecieron juen dote / si me casaba en Bezares: / celemines de fariña, / peres, figos y manzanes”.

“Les manzanes de mió casa / siempre les deme mió padre, / non quier que nadie de juera / toque manzanes de naide”.

“La manzana en la leyenda y en el arte” de Elviro Martínez y Modesto González Cobas (1993), hablan del 24 de agosto, día de San Bartolomé, fecha en la que los pastores asturianos del oriente encendían una hoguera y tiraban a ella manzanas que luego se comerían, llamando a esto “quemar las brujas” ya que se tenía por cierto que las malvadas hechiceras podían encandilar a los hombres con el simple hecho de darles a comer una manzana y, a fin de librarse de estos hechizos, procedían al ritual del fuego. También referencian la visita a Oviedo del Obispo de Atenas en 1948 para celebrar la misa por el milenario ramirense. En ella, se dan cuenta de que la variedad Peru-mingán, tiene un significado muy propio al eslogan que define nuestra comunidad, pues parece que en hebreo (mingán) es “manzana del paraíso”.

… los pastores asturianos del oriente encendían una hoguera y tiraban a ella manzanas que luego se comerían, llamando a esto “quemar las brujas” pues se tenía por cierto que las brujas podían encandilar a los hombres con el simple hecho de darles a comer una manzana y, a fin de librarse de estos hechizos, procedían al ritual de la hoguera.

La recogida de la manzana, tal y como la viví y vivo, consiste en coger del árbol las mejores, las que no están dañadas por el granizo o afectadas por larvas de insectos, manipulándolas con sumo cuidado a fin de evitar cualquier golpe y asegurar su durabilidad. Colocadas en cajas de madera o plástico, se guardan en la panera tapadas con papel de periódico asegurando así su durabilidad para los próximos meses.
En cuanto a las restantes, las ya caídas, se seleccionan las mejores y las demás se apartan para el ganado, sobre todo para las vacas (cuando teníamos) que se les echaba en los comederos de la cuadra como golosina mientras se las cataba. Las ovejas sin embargo, se procura que no consuman demasiadas, ya que les fermentan en el aparato digestivo a tal velocidad que pueden causarles la muerte al no ser capaces a expulsar los gases. Acogimos hace años un pony de un familiar cercano cuya voracidad para con las manzanas hacía que se volviera incluso agresivo hacia el resto de animales, pues no permitía que ningún otro, ni tan siquiera las ovejas con las que convivía, comieran su preciada y dulce masticatoria. En esa época era fácil verlo tumbado reposando la borrachera y expulsando ventosidades durante buena parte de la tarde.

Una vez retiradas todas las del suelo y seleccionadas las de las ramas, se le da una buena sacudida al árbol para que las restantes caigan sobre una lona extendida a fin de facilitar la recogida.
De todas las aprovechadas, se lavan y seleccionan las más interesantes para el llagar, las menos, se las convertirá en mermeladas, tartas, dulces… o mezcladas en poca cantidad con membrillo para obtener un rico corte rojizo. Los restos de estas elaboraciones, así como la magaya, se transforman en la compostera, donde a los pocos meses comienzan a surgir variados vástagos que habrán de seleccionarse y, con el tiempo, se injertarán para sustituir predecesores caídos o aumentar la pumarada.

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1 COMENTARIO
  1. Me has hecho recordar, y entonar al ritmo del himno de Asturias, esta canción en la que alguna manzana se deja ver, y dice así:
    “El río más grande de Asturias
    Se llama el río Nalón.
    Baña las cuencas mineras
    Para lavar el carbón.
    Para lavar el carbón
    Y para regar las tierras
    Que da buenas pomaradas
    Y muy hermosas praderas.
    Nace en el puerto de Tarna
    Desemboca en San Esteban
    Pasa por Pola Laviana
    Por Sama y por la Felguera”.
    Hermoso artículo, gracias.

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