‘Movimiento’ es su última exposición, que acaba de verse en la gijonesa Galería Cornión. En este trabajo la parte pictórica está absolutamente ligada a la música, y cada cuadro refleja una obra musical concreta: ecos de Beethoven, Dvorák, Bach, Rossini…
Sin perder sus rasgos más característicos, la evolución es evidente desde su primera exposición (año 1996). Vladimir pinta ahora sin boceto ni idea previa, dejándose llevar; pero esta supuesta improvisación no hace que se pierda un intenso trabajo de búsqueda, un intento por llegar a la esencia: de los colores, de los conceptos, de los procesos.
-¿Cómo ha sido el proceso creativo de este «Movimiento»?
-Yo siempre trabajo con música, es algo que forma parte de mi trabajo diario. Estas piezas me pedían música clásica; en otra ocasión me piden jazz o música de los setenta. Cada pieza está relacionada con un movimiento musical, que a mí me sugirió una forma de trabajo diferente.
-¿Esta forma de trabajar, eliminando procesos, marca una evolución en tu trayectoria?
-Yo siempre hago un boceto porque me gusta «mancharme» un poco antes de empezar una obra, y después, cuando tengo la idea clara, la trabajo. En este caso no, empezaba la obra y tiraba según me iba surgiendo. Por eso creo que es un trabajo diferente, quizá un poco más maduro, aunque sigo manteniendo ese interés con el color.
-Las piezas respiran color y optimismo.
-Bueno, la percepción de la alegría es personal, pero casi todos los movimientos son allegros o andantes, con lo cual supongo que transmito entusiasmo.
-Aunque más matizada, en tus obras se mantienen como referencia el horizonte y el mar. ¿Se debe al vínculo que mantienes con Luanco, donde tienes tu estudio?
-Alguien decía que un pintor no puede pintar aquello que no vive, y supongo que algo de eso hay. Si estuviera en Nueva York pintaría de otra manera, pero yo estoy enganchado al mar, lo veo todos los días y me influye muchísimo. Cada uno vive las cosas a su manera, por ejemplo yo no puedo pintar cuando estoy bajo de moral, mientras que para otras personas eso es un impulso creativo.
-¿En qué ha cambiado el Vladimir de los murales del paseo marítimo de Candás con respecto al de ahora?
-Si estás todo el día pintando una ola, esa ola también tiene que evolucionar. Pero en esencia creo que sigo siendo el mismo, por ejemplo no me planteo hacer un cuadro en tonos neutros. Podría hacerlo por una cuestión intelectual, por motivos ajenos, pero considero que la pintura es algo vivo. Un cuadro tiene que ser un acontecimiento, si no ¿para qué voy a pintar?
-Has impartido diversos cursos de pintura a niños y adultos. ¿Qué te aporta la labor docente?
-Disfruto mucho al compartir cosas con gente que tiene inquietudes similares a las mías. Antes la pintura era una labor de equipo: imagínate un cuadro de Velázquez, una persona preparaba la pintura, otro confeccionaba el lienzo, otro planteaba la obra… Pero hoy en día es una actividad solitaria, estás tú en tu estudio, con tus materiales. Así que me gusta mucho salir, escuchar, observar lo que hacen otros.