Marlén López y Manuel Persa lo tienen muy claro: no hay mejor profesora que la Naturaleza. Nos lleva millones de años de adelanto en experiencia y otros tantos sacando prototipos exitosos. Por eso, afincados en el Parque Natural de Redes, la arquitecta y el diseñador gráfico han hecho de la biomímesis su forma de entender y mirar el mundo.
Empresas e investigadores en todo el mundo estudian las características, propiedades o incluso habilidades sociales de animales y plantas para ver qué podemos aprender de ellos. Cómo las hormigas son capaces de generar un tráfico organizado de tres carriles, la resistencia y elasticidad de una tela de araña, la termo regulación existente en el interior de un termitero, la estructura de la piel del tiburón que impide la proliferación de microorganismos o el vuelo coordinado de una bandada de pájaros. Lo que resulta habitual observar en otros reinos tiene mucho que enseñarnos a los seres humanos, y este es el eje sobre el que una arquitecta y un diseñador gráfico han levantado el Laboratorio Biomimético. En él, apuestan por el diseño como herramienta para el cambio hacia un futuro sostenible, empezando por la creación de bioplásticos que puedan tener diferentes aplicaciones.
-Marlén, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de biomímesis?
-La biomímesis es inspirarse en la naturaleza para innovar en los desafíos a los que nos enfrentamos los humanos, las personas. Es fijarse en cómo resuelve la naturaleza las diferentes adaptaciones que tiene que hacer al medio para sobrevivir y cómo eso se transforma en diferentes mecanismos, estrategias, geometrías, formas, materiales, procesos…
Nosotros nos fijamos en todo eso y haciendo un ejercicio de abstracción lo llevamos en nuestro caso al diseño, la ingeniería o la arquitectura, pero la biomímesis se puede aplicar a cualquier disciplina, a cualquier campo, desde la energía, hasta la medicina, el ámbito social, las comunicaciones, la robótica y, por supuesto, la ciencia de los materiales.
-Me gustó lo que decís en vuestra web de que contáis con un asesor que tiene 3.800 millones de años de experiencia, en alusión a la naturaleza.
-Sí, porque tiene muchísimos más ejemplos de los que nosotros podríamos desarrollar nunca. Es una biblioteca, una fuente de recursos y de inspiración infinita. Cuenta con la experiencia de todos esos años en los que lleva haciendo ‘ensayo, prueba, error’, consiguiendo adaptarse para sobrevivir. A veces las adaptaciones que llegan hasta nosotros son fruto de casualidades pero todo lo que hay es porque funciona, está probado, testado. Nosotros solo tenemos que fijarnos, ser observadores, y luego buscarle una aplicación, que es un paso importante.
“Proyectos como el del Laboratorio Biomimético puede que haya algunos en el mundo, pero no en una ubicación como esta. Estar en un sitio como el Parque de Redes es algo único en todo el planeta”
-Cuéntame cómo fue el nacimiento del Laboratorio.
-Es algo que ocurrió por su propia inercia, surgió de manera casi natural. Nosotros tenemos un estudio de diseño y arquitectura que es Volumínica y desde hace mucho tiempo estábamos interesados en introducir la práctica de economía circular y sostenibilidad en nuestros proyectos con nuestros clientes. Siempre teníamos esa parte de experimentación e investigación que a veces podíamos desarrollar con algún cliente concreto. Por otra parte, yo hice una carrera investigadora en la Universidad de Oviedo, en la escuela de Ingeniería, y la tesis de mi doctorado fue sobre la aplicación de la biomímesis a la arquitectura para el desarrollo de fachadas para edificios. Durante varios años, además investigar, tuve experiencia en la docencia, en cómo acercar estos conocimientos a un público en general. A través de iniciativas como La noche de los investigadores o La Semana de la Ciencia, esa parte iba cogiendo mucha más relevancia, así que decidimos que tenía que ser algo paralelo, pero independiente. Y de ahí surgió el Laboratorio. Nos vinimos a vivir con nuestros hijos al Parque de Redes, queríamos poner en práctica en nuestra forma de vida todo lo que llevábamos en el plano profesional. Y estamos aquí, poniendo en marcha este proyecto y combinándolo con el estudio de diseño y arquitectura con el que seguimos.
-¿Qué ventajas tiene crear tu vida en un espacio natural como este?
-Todas, tiene todas las ventajas; es un privilegio poder vivir aquí. Proyectos como el del Laboratorio puede que haya algunos en el mundo, pero no en una ubicación como esta, estar en un sitio como Redes es algo único en el planeta. El laboratorio es la propia naturaleza, salimos y podemos tener una observación directa, podemos tocar y mirar las cosas al microscopio, hacer dibujos, fotos, tomar muestras… Y luego en nuestra vida personal estamos encantados de poder criar a nuestros hijos aquí y disfrutar de este entorno.
-Entre los proyectos que tenéis en marcha hay uno con una empresa local, Panduru, ¿en qué consiste?
-Sí, todas las empresas están apostando por temas de economía circular y el proyecto que tenemos abierto de la investigación en los bioplásticos llama mucho la atención y se ponen en contacto con nosotros. Con las chicas de Panduru tuvimos muy buena sinergia, ellas hacen repostería con el pan duro y ahora nosotros estamos investigando cómo crear un bioplástico con esa materia prima, de forma que podamos hacer un buen packaging. A nosotros nos parece muy interesante su proyecto, porque tanto el producto que compra el cliente como el envoltorio en el que va tienen esa misma coherencia en el concepto. Estos son los proyectos que a nosotros nos interesan, en los que se puede aplicar la economía circular de una manera real.
-¿De qué otras fuentes podéis obtener bioplásticos?
-Nosotros hacemos recetas básicas, nos gusta experimentar con diferentes aditivos y buscamos cosas que están a nuestro alrededor y que todo el mundo tiene en su casa. Hace un par de semanas hicimos un taller en La Laboral y allí explicamos cómo, por ejemplo, la basura es una oportunidad de diseño. Se pueden hacer materiales con cosas que normalmente tiramos a la basura, como las mondas de mandarina, naranja o cualquier otra fruta, también con los posos del café, las cáscaras de los frutos secos, con los tintes naturales, etc. Al final, se trata de ser un poco curioso y probar, probar, probar e ir viendo cómo se comportan estos materiales, testarlos y luego pasar al plano de la aplicación.
“De la magaya de la sidra se obtiene un material elástico y traslúcido que tiene unas propiedades muy interesantes y creativas”
-¿Qué pruebas os han sorprendido gratamente?
-Los posos del café nos ha sorprendido desde el principio porque es un material con muchas posibilidades. La textura que da es como una especie de cuero, y puede ser una alternativa al sector textil. También estamos iniciando una investigación con las castañas, porque en la cáscara, por dentro, tienen una pelusilla que al procesarla nos dimos cuenta también que quedaba como una fibra de algodón. Estamos trabajando fuertemente ahora con este material tratando de crear algo para la industria textil. Y luego está la magaya de la sidra con la que se obtiene un material elástico y traslúcido que tiene unas propiedades muy interesantes y creativas. También nos gustó el resultado que dio el plátano este verano; hicimos un pequeño prototipo de un bolso con su cáscara.
-Además de la investigación en proyectos propios o en colaboración con empresas, el Laboratorio tiene una faceta formadora. ¿Qué importancia le dais a esta parte?
-Hay muchos creativos que están buscando alternativas a la forma de diseñar, de trabajar, de concebir el futuro y creemos que tenemos responsabilidad social a la hora de poder hacer posible ese cambio. Nos gusta poder transmitir todo este conocimiento y que la gente se vaya con este nuevo mundo de posibilidades para aplicar en su día a día. Y no solo interesa a creativos, a diseñadores, ingenieros o arquitectos, también a profesores de colegio, de instituto y de universidad que quieren llevar esto a las aulas. Es muy gratificante poder desarrollar estos programas de formación.
Para el próximo verano estamos preparando unos cursos en los que los participantes van a estar aquí durante una semana en modo residencia de investigación. Estando totalmente en contacto con nuestro entorno, harán talleres, pero también desarrollarán sus propios proyectos utilizando nuestras instalaciones y contando con nuestro asesoramiento.
“Se pueden hacer materiales con cosas que normalmente tiramos a la basura, como las mondas de mandarina, naranja o cualquier otra fruta, también con los posos del café, las cáscaras de los frutos secos, con los tintes naturales…”
-La experiencia pinta muy enriquecedora.
-Sí, nosotros siempre somos los primeros que aprendemos de todos, con cada alumno, con cada curso. Es fantástico ver la transformación del primer al último día: es magia. Cuando viene la gente no sabe lo que es la biomímesis y cuando llega el último día todos los alumnos presentan proyectos que son realmente impresionantes y que tienen un posible desarrollo para un futuro. Nosotros enseñamos esa metodología que se inspira en la naturaleza, pero también les damos herramientas porque es super importante el saber llevarlo a una realidad a través del prototipado. Aprenden cómo imprimir en 3D, cómo utilizar procesos sustractivos como la cortadora láser, cómo imprimir sobre telas elásticas, cómo hacer plegados, cómo combinar, cómo hacer programación… No se trata de mirar hacia la naturaleza de una manera romántica, sino que luego lo llevamos a una realidad y se van con muchos conocimientos.
-Entre otras cosas enseñáis técnicas de origami. ¿Por qué?
-En la naturaleza hay muchísimos organismos que tienen esos mecanismos de plegado para diferentes funcionalidades, desde el crecimiento de una hoja hasta para protegerse de la lluvia, del frío o como un mecanismo de reacción. Nos dimos cuenta que era una herramienta muy interesante porque a través de él se pueden conseguir estructuras tridimensionales de algo que originalmente es bidimensional y no tiene una capacidad importante por sí misma. En los cursos de bioplásticos hay una segunda parte en la que el alumno trabaja técnicas de plegado para que con el propio bioplástico pueda hacer objetos, como un packaging, o un diseño de producto, por ejemplo, una lámpara. La fusión de diferentes técnicas hace que el resultado sea mucho más rico.
“Hay muchos creativos que están buscando alternativas a la forma de diseñar, de trabajar, de concebir el futuro y creemos que tenemos responsabilidad social a la hora de poder hacer posible ese cambio”
-Estos últimos años estamos asistiendo a importantes alteraciones en la climatología, pero la construcción convencional está basada en unas líneas estáticas. ¿Podemos encontrar en la naturaleza recursos de adaptación a todo lo que nos sobreviene?
-Precisamente mi tesis iba de eso, es un estudio de cómo las diferentes plantas se adaptan a los diferentes climas que tenemos en Europa. Hice un trabajo de investigación sobre cuáles eran las adaptaciones que hacían esas plantas en esos climas, cómo se adaptan a la luz, a la temperatura, a la humedad, etc. Si nos fijamos en cómo una planta sobrevive a las bajas temperaturas, a la poca radiación solar que hay en un clima polar, si vemos las estrategias que desarrolla, todo esto podemos trasladarlo a posibles aplicaciones en sistemas para fachadas de edificios que se vayan a construir en unas características climáticas similares.
Pero antes del cambio climático está la adaptación al propio clima, que eso ya no se está haciendo porque hemos heredado una manera de construir de la industrialización, de la fabricación en serie. Durante muchos años, sobre todo en edificios de oficinas, se ha construido igual en todas partes, lo mismo en Oslo que en San Paulo, en Brasil, y eso no puede ser. En Brasil van a tener unas exigencias para alcanzar el confort interno dado el calor y la humedad que hay en el exterior, mientras que en Oslo va a haber frío y poca cantidad de sol. No puede ser que la envolvente del edificio sea igual, así que ¿cómo compensamos esto?, pues gastando en uno mucha calefacción, y en otro mucho aire acondicionado. Lo primero es una adaptación al lugar en el que se va a construir y si somos capaces de entender eso y construir la arquitectura así, ya ganamos muchísimo.
-¿Falta mucho para que tengamos construcciones sostenibles?
-Hay que ser positivos, se están empezando a ver cambios pero es un sector que va más lento que otros. Cada vez hay más investigación en materiales para la construcción, materiales innovadores que se autorregulan y que ofrecen un menor consumo energético y una mayor adaptación. También, poco a poco, están cambiando las normativas y hay muchos programas de ayuda a la investigación para nuevos diseños y nuevas formas de hacer. Creo que estamos en el camino correcto.
“Existen en el mercado hormigones que tienen la capacidad de auto regenerarse cuando surge una fisura, y ladrillos capaces de hacer el proceso de secado sin utilizar altos hornos porque en su composición química tienen organismos vivos”
-En una de tus conferencias dabas ejemplos sorprendentes como que una casa incorpore microalgas en su fachada, como la conocida casa BIQ, en Hamburgo.
-Sí, son ese tipo de arquitecturas a las que yo llamo arquitecturas vivas, arquitecturas híbridas, porque están introduciendo un ser vivo como un material más en el proceso de construcción. No dejan de ser experimentaciones para que veamos que hay otras posibilidades que pueden llegar a funcionar como el tema de microalgas o el del micelio, que ya se está empezando a ver también.
En la actualidad ya hay materiales que se están utilizando como reparadores y regeneradores del propio material. Existen en el mercado hormigones que tienen la capacidad de auto regenerarse cuando surge una fisura, y ladrillos capaces de hacer el proceso de secado sin utilizar altos hornos porque en su composición química tienen organismos vivos.
Todo esto ya se está haciendo y es importante darle una visibilidad para que no se vea como ciencia ficción, sino que realmente ya se pueden hacer cosas introduciendo organismos vivos en el propio proceso. Es muy interesante ver esos cambios porque estamos acostumbrados a una arquitectura estática que permanece inalterable en el tiempo, pero cuando introducimos un organismo que puede llegar a cambiar el resultado final, metemos esa cuarta dimensión que es el tiempo.
-Cuando se construye una casa, la mentalidad imperante es la de defenderse de organismos vivos, (pienso, por ejemplo, en los hongos de la humedad) pero nunca pensaríamos en convivir con ellos. ¿Hay que cambiar la mentalidad?
-Sí, claro. Siempre explico que hay que aprovecharse de las circunstancias del lugar, no hay que luchar contra ellas. Si, por ejemplo, nosotros vivimos en un lugar con mucha humedad y muchas precipitaciones, vamos a ver qué podemos hacer con eso. Como vamos a tener muchos metros cuadrados según las diferentes fachadas ¿por qué no recoger agua en una de ellas? Y como eso, todo. Es un cambio de chip: trabajar con el entorno, no contra el entorno.
Esto lo saben hacer muy bien en los países que están en vías de desarrollo porque en esos lugares, al no tener tantos recursos, tienen que darle más a la creatividad. Hay muchísimas soluciones de arquitectura super interesantes que ya están utilizando los propios desechos locales. En Ghana tienen super producción de cocos y antes quemaban las cáscaras, pero ahora las procesan y con ello crean un material para hacer edificaciones. Y es un material perfecto para las condiciones de clima tropical, porque es capaz de regular la humedad entre el interior y el exterior de una manera totalmente natural por la propia composición del material.
“En la biomímesis, la observación es el primer paso, es fundamental”
-Al igual que ocurre con los cocos, ¿es en el entorno más próximo dónde podemos encontrar los materiales más acordes a nuestras condiciones?
-Exacto, en esto hay mucho que aprender de la arquitectura vernácula, la arquitectura tradicional. Antes hacían las construcciones con lo que tenían a su alrededor disponible, nadie pensaba en traer materiales que tengan un largo recorrido. Yo creo que es interesante echar una mirada atrás y ver cómo se hacían las cosas. Nosotros podemos aprender de eso y sumarle una innovación con las tecnologías que tenemos ahora a nuestro alcance.
-Para desarrollarse en la biomímesis ¿hacen falta buenas dosis de apertura mental y observación?
-Sí, la observación es el primer paso, es fundamental. Vivimos en un mundo en el que vamos muy rápido, con la pandemia frenamos y nos dimos cuenta de esta falta de conexión que tenemos con la naturaleza, cuando realmente nos paramos a observar cómo funcionan las cosas, por qué y cuál es el objetivo de un organismo, por qué tiene ese color, esa forma, por qué es rugoso… A partir de la observación empezamos a hacernos preguntas y esas preguntas son las que nos llevan a buscar respuestas y una vez que entendemos todo el proceso, de ahí surgen las aplicaciones. Nosotros hacemos aquí una actividad que son los paseos biomiméticos por el entorno del Parque y en ellos tratamos de transmitir esa forma de mirar la naturaleza con otros ojos y que podamos aprender de ella. Es sorprendente pero en realidad es algo cercano porque, aunque estemos desconectados de la naturaleza, esa conexión es innata al ser humano y se llegan a entender los conceptos. Es algo asequible a cualquier persona y es también muy agradecido, cada vez quieres aprender y saber más, y llama mucho la atención a la gente.
-¿Resulta complicado pasar de la observación a la aplicación de lo aprendido?
-Sí, todo esto requiere luego un esfuerzo para llevarlo a tu día a día, porque no es fácil. Es una metodología compleja que necesita de una parte de investigación muy fuerte en la que pueden llegar a entrar muchos campos diferentes y trabajas con gente con la que nunca pensaste que lo harías. Siendo un diseñador de productos a lo mejor tienes que trabajar con profesionales de la química o con biotecnólogos; hasta en eso hay que fijarse en la naturaleza porque ella también es cooperativa. No hay más que ver cómo funciona el ecosistema de un bosque en el que todo tiene su lugar en el puzzle y todo encaja, todo se conecta.
-¿Cómo se aplica la biomímesis en otros campos?
-Nosotros trabajamos en el diseño pero la biomímesis se está aplicando a muchas otras ciencias, incluidas las sociales. Por ejemplo, se estudia el comportamiento de ciertos animales en la naturaleza para resolver problemas en los aspectos sociales. Hay una adaptación que se llama ‘inteligencia de enjambre’ que es como funcionan ciertas colonias de organismos que son capaces de auto organizarse, como las bandadas de pájaros, los bancos de peces, las hormigas… Todos los ejemplos de auto organización pueden ser aplicados a diferentes proyectos como la organización del tráfico, el diseño del urbanismo en las ciudades, la distribución de los aviones en un aeropuerto, las colas de embarque…, y eso ya se está haciendo desde hace muchos años.