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jueves 21, noviembre 2024

Teresa Valdés-Solís, ingeniera química, investigadora en el INCAR

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Nada más escuchar el nombre de Teresa Valdés-Solís lo primero que se nos viene a la mente es la palabra ‘ciencia’. Esta investigadora del Instituto Nacional del Carbón es también una gran divulgadora de todo lo que la ciencia nos aporta cada día, y forma parte del equipo de coordinación del proyecto 11 de Febrero que pretende visibilizar el trabajo de las mujeres científicas.



La científica asturiana forma parte de un grupo de investigación sobre catalizadores para aplicaciones medioambientales pero también encuentra tiempo para formar parte de la Asociación de Divulgación Científica de Asturias, de la cual es presidenta, y editar el blog ‘Ciencia y presencia’.

-¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser científica?
-No tuve una vocación clara desde pequeña, sabía que era de ciencias porque me gustaban las matemáticas, la física, la química… pero no había pensado en ser científica como una meta de mi vida. Al acabar la carrera de Ingeniería Química tuve una oportunidad para hacer una estancia en el CSIC a través de unas becas de introducción a la investigación y ahí ya me entró el gusanillo. Vi lo que era trabajar en un laboratorio, me ofrecieron la posibilidad de hacer la tesis doctoral y me quedé. También es verdad que después de hacer la tesis me replanteé el futuro porque era consciente de que sería una carrera difícil, pero al final decidí apostar por esto y no me puedo quejar, he sido bastante afortunada.
-¿En algún momento el entorno social o laboral te lo puso difícil?
-En casa mi madre es Licenciada en Químicas y trabajó de profesora toda su vida. Mi padre es ingeniero, con lo cual la parte de ir a la universidad y trabajar en este tipo de cosas lo veían muy normal. Y en el Instituto del Carbón hay muchas mujeres, muchas más que en otros centros del CSIC teniendo en cuenta que abordamos el tema del carbón que podría ser un tema mucho más masculino, con lo cual el ecosistema en el que nosotros trabajábamos era bastante más igualitario que en otros sitios.
-Es verdad que las mujeres científicas han dejado de ser consideradas como bichos raros pero ¿han de seguir mejorando las cosas durante los próximos años?
-Yo creo que sí, estoy convencida. Por ejemplo, algo que observamos en el CSIC es que las chicas no ascienden a la misma velocidad que los chicos. Es verdad que al principio es más fácil acceder y hay números más igualitarios pero luego esas mujeres permanecen en la escala intermedia y no acceden a las categorías profesionales superiores, ahí sí que la carrera de las mujeres se ha visto perjudicada.

«Gracias a los cálculos de las primeras programadoras, que eran casi todas mujeres, llegamos a la Luna»

-¿Por qué es más difícil encontrar a una mujer en un puesto de mayor responsabilidad?
-Probablemente habrá muchos motivos y es difícil saber cuáles son intrínsecos a nosotras mismas y cuáles son externos, pero es verdad que, por ejemplo, cuando organizo actividades de divulgación me cuesta mucho más obtener un sí de mujeres súper válidas que sé que lo van a hacer muy bien que de los chicos. Ellos te dicen que sí sobre la marcha, nosotras somos más reflexivas y muchas veces las oportunidades o las coges en el momento o pasan. Puede que a nosotras esa capacidad de reflexión nos esté perjudicando porque está imperando la forma de escoger masculina que es ‘dime sí ya, o busco a otro’.
También es verdad que muchas veces hablamos de la maternidad como obstáculo que ralentiza la carrera científica de las mujeres, pero hay otra parte de cuidados de familia que han recaído y sigue recayendo en las mujeres.
-En épocas de abundancia prosperan las mujeres científicas, pero cuando viene una época de recortes es un sector que retrocede. ¿Por qué?
-No lo sé muy bien, puede que en momentos en los que haya menos plazas, nosotras mismas seamos más pragmáticas y abandonemos antes porque pensemos a más largo plazo, pero hay otra parte que tiene que ver con los méritos científicos. Hay una serie de méritos que sí son absolutos como el número de publicaciones, las citas y cosas así, pero luego hay otros que son mucho más subjetivos y que se contemplan desde el punto de vista masculino como por ejemplo el liderazgo. Y puede ocurrir que cuando nosotras formamos un grupo, las funciones que desempeñamos no son exactamente las mismas porque no nos apetece. teresa-valdes-solis2
-Hay una parte del trabajo por la igualdad que tiene que asumir la sociedad en su conjunto, pero ¿qué pueden hacer específicamente las mujeres para facilitar esta labor?
-Hay que aprender a decir que sí sin tanto miedo como tenemos a veces. Si te llama un periodista para hacerte una entrevista, no pienses que hay una persona más cualificada porque si se ha molestado en tener tu teléfono eres tú la persona con la que quiere hablar. Hay que atreverse a decir que sí y asumir riesgos, esto es fundamental.
-El clásico rol de carreras de letras para las mujeres y ciencias para los hombres ¿ha quedado atrás?
-Sí y no. Hay muchas mujeres en carreras de ciencias como química o biología pero hay muy pocas en física e ingenierías. Por eso ahora están buscando desmasculinizar estas carreras en el sentido de que quieren darle un perfil mucho más humanitario. La Real Academia de Ingeniería, por ejemplo, quiere demostrar cómo la ingeniería mejora la calidad de vida de las personas, algo que se supone que a las mujeres nos resulta atractivo a la hora de escoger una carrera. Están promoviendo actividades que buscan mostrar el lado humano de las ingenierías porque en este sector solemos estar por debajo del 20% de participación y en algunas incluso por debajo del 10%.
-¿Por qué crees que las mujeres escogen menos este tipo de titulaciones?
-Todavía se mantiene la idea de que la física y la ingeniería son carreras muy difíciles, y hay estudios que demuestran que a partir de los seis años de edad las niñas empiezan a verse a ellas mismas como ‘trabajadoras’ y a sus compañeros como ‘listos’. Es un resultado demoledor porque se deduce que empiezan a identificar a los niños con inteligencia y a ellas con constancia y no hay ningún dato que pruebe que esto sea así y menos a los seis años. Aunque los padres y los educadores hagan todo el esfuerzo del mundo, todavía hay muchas injerencias externas de la publicidad y cosas así que perpetúan estereotipos que ya no son ni del siglo pasado sino que son del XIX.
-¿Por qué el proyecto 11 de febrero? ¿Qué te aporta personalmente?
-Es una historia chula. En realidad el 11 de febrero es una apuesta de un Fondo Internacional que busca la promoción de las mujeres y las niñas. Y en diciembre de 2015 consiguieron que la ONU declarase el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. El primer año nos pilló completamente a contrapié porque nos enteramos un par de días antes. A partir de ahí, un grupo de mujeres y hombres que nos dedicamos a la investigación, la docencia y la divulgación científica empezamos a trabajar para hacer algo mejor organizado y esta es la tercera edición en la que tenemos un montón de actividades programadas en ambientes diferentes. Pretendemos que se involucren los centros educativos, científicos, universitarios… en Zaragoza incluso hay una ruta de más de treinta escaparates de tiendas por la ciudad en los que han puesto algo relacionado con mujeres científicas.
A mí personalmente es una iniciativa que me gusta mucho. Me parece importante visibilizar la realidad de que en el CSIC somos un 40% de mujeres en las escalas científicas y esas mujeres tienen que estar en los medios de comunicación, en la calle, en los colegios y normalizar esa presencia en el resto de la sociedad.

«Hay estudios que demuestran que a partir de una edad las niñas empiezan a verse a ellas mismas como ‘trabajadoras’ y a sus compañeros como ‘listos'»

-¿Cómo reciben los niños las charlas que impartís?
-Hay anécdotas muy buenas, como cuando vas a los colegios de tus hijos o de los amigos de tus hijos y te preguntan si los chicos también pueden ser científicos. O vas a un colegio y un niño de cinco años te dice: «profe, yo de mayor voy a ser científica».
-¿Qué ejemplos les ponéis para dar visibilidad a las mujeres científicas?
-Suelo hablarles de Rosalind Franklin, una de las grandes olvidadas de los Premios Nobel cuando se lo dieron a Watson y Crick por el descubrimiento de la doble hélice del ADN. Rosalind investigó materiales de carbono antes de hacer importantes contribuciones a la comprensión de la estructura del ADN, y a los investigadores del Instituto del Carbón nos presta hablar siempre de esta mujer porque estamos sensibilizados con el tema. Pero hay muchas otras como Ángela Ruiz, que a mediados del siglo XX patentó lo que ella llamaba la enciclopedia mecánica, un artilugio que es prácticamente el precursor de la tablet, o las primeras programadoras que eran casi todas mujeres, y gracias a cuyos cálculos llegamos a la Luna. Y por supuesto, Madame Curie, la primera persona en recibir dos premios Nobel en dos especialidades distintas: Física y Química.
-¿Hacen falta referentes femeninos?
-Yo creo que sí, pero no solo en la ciencia, en todas partes. Un niño querrá ser científico si los ve, y los ve trabajando. Quieren ser futbolistas porque los futbolistas están en la tele todo el día y lo que queremos darles es esa capacidad de decisión, que conozcan lo que es la ciencia y qué se puede conseguir con ella.

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