Una parte importante de los conflictos que vivimos en nuestro día a día se debe a que mantenemos una comunicación muy pobre no solo con los otros sino con nosotros mismos. Esto no lo decimos nosotros sino la abogada y mediadora Marta Antuña en su libro ¿Conversas o predicas? (Ediciones Pirámide). Una sencilla guía para aprender unas herramientas básicas para enriquecer nuestra comunicación y “poder llegar a convertirnos en un conversador evolucionado del siglo XXI”.
-Como abogada intervienes en los conflictos y en el libro hablas de cómo prevenirlos, una faceta en la que también llevas trabajando varios años. ¿Ambas cosas pueden convivir en una misma persona? ¿Son compatibles?
-Físicamente en el bufete tengo dos espacios separados, el de abogada que está en el mismo sitio de siempre y luego otro nuevo que es el de facilitadora. Creo que es importante tenerlos separados porque así la gente también entiende que la mediación es algo totalmente distinto. Yo actúo en el espacio en el que me encuentre sin perjuicio de que las herramientas de una actividad me sirvan para gestionar cosas de la otra. Ambas actividades son compatibles e incluso, llegado el caso, complementarias ya que cuando no es posible un arreglo amistoso pues hay que ir a la vía judicial. Sea como fuere siempre hay que ir a por todas porque al final de lo que se trata es de resolver el conflicto. Y en este sentido ser multidisciplinar te aporta muchas herramientas de trabajo que te ayudan a tener más perspectiva a la hora de abordar un tema o buscar soluciones a un conflicto.
-Facilitar antes que pleitear…
-Por supuesto. De hecho, el proyecto de ley procesal que ahora se está elaborando nos anima a los abogados precisamente a utilizar otros métodos alternativos diferentes para solucionar conflictos: ir a las negociaciones, conciliaciones, arbitrajes, en definitiva, recorrer otros espacios para resolver los conflictos. Por tanto, hemos de estar preparados para hacer eso. A mí no me cuesta nada, es más, me encanta poder saltar de uno a otro. Estas herramientas no solo las utilizo a nivel de clientes, sino de gestión con otros compañeros u operadores jurídicos. Las estamos utilizando cada día en nuestras relaciones de pareja, familiares… toda interrelación es más fácil si las utilizamos.
“Ser multidisciplinar te aporta muchas herramientas de trabajo que te ayudan a tener más perspectiva a la hora de abordar un tema o buscar soluciones a un conflicto”
-¿El conflicto es inherente al ser humano?
-Sí, la cuestión es que el conflicto no te ahogue, te destroce o te haga sufrir inútilmente. Que no te lleve a un lugar inhóspito donde no encuentres soluciones.
-Dices en el libro que a la mayoría de las personas no les han enseñado a ser buenos conversadores y esto genera problemas.
-Fíjate que en plena pandemia el gran pintor Antonio López dijo una frase que se me quedó grabada y recojo en el libro, “Soy de los que piensa que el mundo no cambiará porque el ser humano no sabe escuchar”. Eso me impactó muchísimo, de hecho, el libro gira en torno a la escucha… saber escucharte a ti mismo -un tema de autoconocimiento-, y luego saber escuchar al otro. Es como si quedo con un amigo y le pregunto, ¿qué tal estás?, y a continuación le hablo de mí. Eso no es escuchar si no imponerte al otro. No estás creando una línea de comunicación. A veces la gente confunde la escucha con el tomar la posición de ser un salvador o un consejero. No, estamos hablando de escuchar y no estamos acostumbrados a hacerlo.
-¿En qué consiste entonces el noble arte de escuchar?
-Una escucha es abrir una vía de acercamiento fraternal al otro. Es dar la oportunidad de que el mundo de la otra persona venga a ti en algún momento, pero sin necesidad de dejarte arrastrar por lo que él piense y sin necesidad de sangrar con él con su sufrimiento. Es dar espacio al otro en tu conversación de manera que no se convierta en un monólogo ni fuera ni dentro porque si mientras habla la otra persona tú estás pensando una línea para replicarle… eso no es escuchar. Nosotros, de media, interactuamos con unas cinco personas al día y eso genera relaciones complejas y problemas. Y es que nos comunicamos de forma muy pobre.
“La escucha es una semilla para que puedan surgir cosas diferentes”
-¿Crees que debería de ser una asignatura que formara parte de nuestra educación en la escuela?
-Creo que es muy importante que se enseñe a esto desde la infancia. Muchos psicólogos, filósofos, antropólogos resaltan la importancia de aprender a conocer y a gestionar las emociones, se ha puesto de moda y se enseña a los niños desde pequeños, no digamos nada si también se enseñara la escucha. Son cosas complementarias: la gestión de la emoción es un trabajo contigo mismo y la escucha es el trabajo con el otro.
-A la hora de conversar, ¿qué parte juega el corazón?
-La palabra acuerdo viene del latín cordis (corazón) y para llegar a un acuerdo, la escucha es el medio idóneo, es la vía por la cual los corazones pueden comunicarse, acercarse y acordar. ¿Qué es en definitiva acordar? Es llegar a un espacio común, único, sin renunciar a lo que tú necesitas y a tus intereses. Y eso es posible. Eso no quiere decir que sea en ese preciso momento… a lo mejor hay que esperar y dentro de un tiempo cambian las circunstancias y esa conversación genera cambios efectivos. La escucha es una semilla para que puedan surgir cosas diferentes. Si seguimos en nuestros mundos, solo escuchándonos a nosotros, en esos monólogos internos llenos de ruido, se van creando esferas, acabamos viviendo en cápsulas y así es imposible crear lazos entre nosotros. De ahí las guerras, el bullying, todos los conflictos surgen a partir de vivir en esas cápsulas.
-Dices que ese individualismo es una de las principales fuentes del conflicto pero que en cambio “nuestro cerebro está diseñado para funcionar como miembros de una tribu”. ¿Cómo es posible vivir al margen de nuestro diseño original?
-Hay dos vías para dar cambios y recuperar ese diseño original. Una, cuando entiendes cómo funciona el ser humano y de forma consciente y por necesidad, haces cambios en tu vida a través de la búsqueda, el aprendizaje o conectando con personas que te pueden ayudar. La segunda vía es la traumática, cuando tienes una crisis o vives una conflictividad extrema y te rompes por dentro. Hay una frase que leí el otro día que dice que “la herida es el lugar por donde entra la luz”. A través de la crisis también puede entrar la claridad a nuestras mentes y a partir de ahí se pueden hacer cambios.
“’La herida es el lugar por donde entra la luz’. A través de la crisis también puede entrar la claridad a nuestras mentes y a partir de ahí se pueden hacer cambios”
-Nos llaman la atención las guerras, la violencia que vemos fuera… pero ¿qué relación tenemos con nosotros mismos?
-La guerra siempre es agresión y violencia. Como metáfora sería el reflejo de nuestra propia autoagresión en el sentido de que a veces no nos tratamos nada bien, no aceptamos nuestras sombras ni lo que metemos en la zona oscura porque no nos gusta. Nos avergonzamos de ello porque nos han metido el programa de que tenemos que ser de una determinada manera. Esa autoagresión también se refleja en la convivencia con los demás. Reproducimos fuera nuestros propios conflictos internos. Por eso es muy importante hacer un trabajo personal con uno mismo.
-Tus páginas invitan a realizar un viaje hacia dentro…
-Sí, es un viaje hacia dentro. Fíjate, el otro día escuché en una entrevista a Pablo d’Ors -autor de la Biografía del silencio y Biografía de la luz-, decir que estamos en un momento donde miramos mucho hacia afuera y hace falta volver a casa, volver al interior. Y no puedo estar más de acuerdo. Creo que hemos conseguido conquistas sociales importantísimas y hemos de velar por ellas, pero en medio de todo esto hemos de ir hacia dentro para que el ser humano de alguna manera empiece a conocer y a desactivar determinadas cosas que ya no tienen sentido, le hacen daño y le impiden avanzar. Puede parecer una contradicción que justo en esta era donde estamos obsesionados por la tecnología, por llevar un ritmo trepidante de vida, por la necesidad de ganar dinero, se hable cada vez más de la necesidad de ir hacia dentro. Mira todo el tema de las adicciones en jóvenes y mayores, en las patologías que está generando todo este modo de vida… a lo mejor eso mismo nos está marcando un camino, el de ir a nuestro interior. Cada vez hay más personas que nos hablan de la importancia de la interioridad del ser humano, la importancia de saber meditar, del silencio, las prácticas del mindfulness (consciencia plena).
“Cada vez hay más personas que nos hablan de la importancia de la interioridad del ser humano, la importancia de saber meditar, del silencio, las prácticas del mindfulness”
-Al final del libro dedicas un capítulo a la espiritualidad…
-Fue una necesidad cerrar el libro con ese tema, pero reconozco que lo hice tímidamente. En la segunda parte -que ya tengo en mente- voy a profundizar mucho más. La espiritualidad es algo inherente al ser humano, todos en nuestro interior tenemos sentido espiritual. El hombre primitivo siempre tuvo presente ese sentido de trascendencia, de creer en algo más allá de la pura materia. Luego se crearon los dioses, las religiones… Cada persona puede sentirlo como quiera -porque de hecho es así- y eso es respetable e importante. En este momento, las religiones están en declive porque hace falta un diálogo interreligioso para crear una verdad espiritual única. Si tú indagas un poco en las distintas religiones ves que todas van precedidas de una verdad espiritual suprema y creo que es ahí donde todos podríamos estar de acuerdo con independencia de los dogmas, de las reglas que marcan cada una de ellas que al final son pura humanidad.
-¿Qué te aporta a nivel personal este trabajo que realizas?
-Me apasiona. Me entusiasma poder ayudar a las personas y que ellas me permitan entenderlas, escucharlas. No soy una consejera ni una consultora, mi trabajo cada vez va menos en esa línea, los acompaño en la escucha, les ayudo a entenderse y a que se entiendan entre ellos. Al final son ellos quienes encuentran sus propias respuestas y soluciones. Me entusiasma recorrer ese camino juntos y ver los cambios que se producen en las personas.
-¿Recuerdas alguna situación especialmente difícil a la que te hayas enfrentado?
-Sí, un caso muy duro que viví y que intentaré explicarte sin darte muchos detalles por razones obvias. Vino una pareja, en la que él había cometido un delito grave en el pasado, pero había cumplido ya la pena que le correspondía. Venían los dos porque necesitaban ayuda para diseñar su nueva relación. A mí aquel delito me impactó de tal manera, me causó tal temor, que al principio pensé que no iba a ser capaz de mediar en aquella situación. Para continuar tuve que apostar muy fuerte por la confianza en el ser humano, en su capacidad de recuperación, en la posibilidad de la reinserción. Hicimos dos sesiones y el proceso de cambio fue impresionante, me dejó totalmente sorprendida. Al final fueron ellos mismos los que diseñaron su propia historia y cómo querían vivirla. Aunque al principio lo pasé mal, el resultado, el cambio realizado por ambos, me pareció maravilloso. Es increíble la capacidad de transformación que tiene el ser humano.
“No soy una consejera ni una consultora. Ayudo a la gente a escuchar, a entenderse y a buscar las soluciones. Me entusiasma hacer ese camino juntos y ver los cambios que se producen en las personas”
-Para resolver los conflictos que te encuentras en tu día a día, volvemos a hablar del diálogo y la escucha, ¿no?
-Lo que hacemos los facilitadores o mediadores es crear en estas sesiones espacios de comunicación, de diálogo; nosotros, con las herramientas que conocemos, vamos provocando alternativas y les invitamos a que creen sus propias soluciones. El mediador nunca debe poner encima de la mesa la solución, si no lo hacen las partes implicadas no va a funcionar. Por lo general la gente llega con un esquema cerrado del conflicto y lo que tenemos que hacer es que ese esquema se abra y la persona intente descubrir qué necesidad tiene que satisfacer -cosa que a veces no conoce- y no culpar al otro como origen de su problema. A veces las propias emociones que produce un conflicto nos tienen capturados. En este sentido, nosotros ayudamos a que la gente reflexione y sea ella misma quien encuentre las soluciones.
-¿Qué sensación te quedó cuando escribiste la última línea del libro?
-Sentí liberación porque el proceso de escribir un libro pasa por varias etapas: crisis, ansiedad, inseguridad, a veces crees que no vas a poder con ello, otras parece que te vas a comer el mundo… Al final, dije, ¡por fin! Cuando se lo comenté a mi marido me preguntó cuántas páginas había escrito, le contesté y me dijo: ¡eso sí que es un libro! Sentí que había llegado a mi meta. Luego, el proceso de edición con Pirámide fue muy fluido. Tardaron dos meses en contestarme que les interesaba mi manuscrito, pero a partir de ahí, pusieron a mi disposición un agente corrector y todo fue sobre ruedas de manera muy profesional.
-¿Para cuándo esa segunda parte del libro que comentabas?
-De momento solo está en mi cabeza y lo que me han aconsejado es que espere un poco y que disfrute de este libro antes de sumergirme en el siguiente. El que tengo en mis manos me ha supuesto un gran esfuerzo y no puedo pasar página tan pronto. Lo he presentado en Oviedo y próximamente lo haré en Gijón. Creo que el libro está funcionando bien en las librerías. Así que me voy a dar un ‘tiempín’…