El músico gijonés tendrá próximamente un nuevo disco en sus manos: La Corrupción de las Costumbres, un trabajo de maduración lenta debido a la pandemia, que certifica la supervivencia de la escena musical independiente.
César Maltrago es el nombre artístico César Tamargo, un literato al que le gusta expresar su poesía y narración a través de la música sin dejarse condicionar por ningún estilo predeterminado. Como él mismo asegura su nuevo trabajo promete un buffet libre de “psicotetricismo asgaya, con dejes flamencos, cabaret, synth pop, dark, rock, folk y doom”.
-César, háblanos de tu nuevo disco.
-Estuvimos más de dos años con la grabación y masterización del disco, coincidió con lo del Covid y echamos mucho tiempo respecto a los anteriores pero muy pronto se editará. Tendremos el vinilo a partir del día 21 de septiembre, hubo que esperar un poco porque se ha vuelto a poner de moda este formato y las grandes compañías también los están haciendo, así que hay cuello de botella. El disco saldrá bajo el paraguas de la Synthesis, un sello independiente gestionado por Pablo Und Destruktion; y la grabación y producción corrieron a cargo de Oscar Hugo Fernández de «Studio 32».
He sacado como single adelantado la canción de Elegía que es un pequeño homenaje al brutalismo ruso y a Lynch. El videoclip lo protagoniza Nicolás Cordova, y ya estamos preparando el que será un segundo videoclip.
-¿Por qué te decantaste por Elegía para abrir boca en tu nueva presentación?
-Consideré que era un tema muy directo y en la instrumentación los elementos percusivos reinaban bastante. La canción tiene un componente heroico y me parecía que abría muy bien el viaje del héroe. El protagonista es como una especie de bandolero que viaja por el mundo y por sus historias, lo que en el fondo es ir encontrándose a sí mismo, incluyendo sus tinieblas. Pensé que esta canción tiene pegada y es muy simbólica para lo que es el resto del disco.
“Siempre quise dedicarme a escribir antes que ser músico, y dedico más tiempo a leer que a prácticas y técnicas de guitarra”
-Como narrador de historias musicales, ¿lo tuyo es poner música a los mensajes que quieres transmitir?
-No me considero un gran músico, sé componer con recursos muy básicos que luego aplico a las letras. Siempre quise dedicarme a escribir antes que ser músico, y dedico más tiempo a leer que a prácticas y técnicas de guitarra. Estoy un poco en la línea de Leonard Cohen, Bob Dylan y Lou Reed que él mismo decía que no era un virtuoso, que utilizaba solo los tres acordes de siempre para las canciones.
-Tu primer disco fue El guaje metíu dentro de un oriciu, luego vino Salmos 150 y ahora llega La Corrupción de las Costumbres. ¿Cómo has ido viendo la evolución en tus discos?
-No sabría decirte, pero con respecto a los anteriores, en este la voz está más clara, se nota más, cosa que me da un poco de pudor, pero así lo quiso el productor. En cuanto a los elementos estilísticos yo tuve más peso que otras veces porque antes desconocía el proceso de producción. La temática es más compleja a nivel de armonía y tira más hacia la psicodelia, tal vez esto es lo más distintivo. Es más fresco, no es tan oscuro como otros discos.
-¿De dónde proviene el título La Corrupción de las Costumbres?
-Costumbres hace referencia a ‘moral’ y etimológicamente moral tiene que ver con costumbre. El director de cine Jess Franco, que hizo videoclips y algún film de culto, decía en un documental en el que hablaba de su infancia: «aquí hay un puesto de salchichas alemanas, pero antes estaba la Ibense. Esta es la corrupción de las costumbres». Me gustó tanto la frase que la elegí para el disco.
“Las canciones tienden a quedar abiertas para que haya una libre interpretación del lector, eso es lo bonito, porque dejas espacio a la imaginación, le das apertura”
-¿Hay algún tema de este nuevo trabajo por el que sientas algo especial?
–Escarcha es una canción folky que compuse como las primeras de Leonard Cohen en las que está él con la guitarra, creo que es a la que tengo más cariño personalmente. Me gustaría en el futuro hacer un disco yo solo tocando este instrumento en una cabaña en el monte o con una guitarra, un banyo y poco más.
Luego está Infierno, que tiene una letra muy apocalíptica pero esperanzadora. También le tengo mucho cariño porque con ella surgió algo nuevo, algo que nunca había hecho. En el proceso de las canciones hay a veces un punto mágico que no está racionalizado, va saliendo solo, está ahí y no sabes bien por qué, surge poco a poco mientras las vas construyendo.
A veces partes de una idea, pero luego las rimas, las palabras y los acordes te van llevando a un sitio que parece que estaba prefijado. Es algo como neoplatónico que ya estaba en el aire y tú lo cogiste, eso es la mística de las canciones.
-¿Las canciones inesperadas pueden llegar a ser las mejores?
-Sí, porque son las que más sorpresa te dan, salen de repente. Y puede ser que yo no esté practicando o escuchando un determinado estilo de música, pero de repente sale, por ejemplo, un vals.
-¿Tus canciones son mensajes abiertos, libres de interpretación según quien las escuche?
-Sí, como cualquier texto que no sea técnico tienden a quedar abiertas para que haya una libre interpretación del lector, eso es lo bonito, porque dejas espacio a la imaginación, le das apertura. Hay músicos que no son tan abiertos y a los que le gustan las letras más cerradas, pero yo no lo hago tan así. Y aunque hay alguna canción que tira más hacia esa narrativa suelo ir mucho a lo simbólico, me gustan los poetas simbolistas como los franceses Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Verlaine… Pero en lo sucesivo también me gustaría contar historias.
“A veces partes de una idea, pero luego las rimas, las palabras y los acordes te van llevando a un sitio que parece que estaba prefijado. Es algo como neoplatónico que ya estaba en el aire y tú lo cogiste, eso es la mística de las canciones”
-¿Eres de los que no se conforman fácilmente a la hora de dar por finalizada una canción?
-Creo que en la música todo el mundo está insatisfecho, porque todos los músicos quieren más y más. Tanto en lo musical como en el estilismo, quieren llegar a una perfección que no existe y eso es lo que les lleva a practicar más. En mi caso, los arreglos los hace la banda, ellos son los que visten la canción y se nota que cada una le da un aire totalmente diferente. En La Sociedad de la Niebla se nota el aire psicodélico de los 60, pero en el primer disco se notaba la influencia de Carlos García que toca música balcánica y étnica y en el segundo las de Diego Reyes que fue quien nos grabó y al que le gusta la música fronteriza.
-Antes hacías música con Los Atractores Extraños y en el nuevo disco te acompaña La Sociedad de la Niebla. ¿Quién forma ahora tu equipo de viaje.
-Marcos Maoxu, que es un teclista muy bueno y que toca también con los Magical Colors; luego está Aníbal López, que lleva la parte logística de La Caja de Músicos y que ya estaba en la batería de la banda anterior, y Alejandro Alonso, que toca el bajo y que a su vez participa del grupo Supermirafiori.
El nombre de la banda viene del grupo secreto en el que estuvo Julio Verne, una especie de sociedad paramasónica entre el esoterismo y la línea republicana. Pensamos que era un nombre muy guapo y que además tenía simbolismo, porque la niebla al disiparse permite que se vea con claridad. Además, resulta mucho más sencillo explicar esto que el significado de Los Atractores Extraños, que tenía relación con la teoría del caos.
“El nombre de la banda ‘La Sociedad de la Niebla’ viene del grupo secreto en el que estuvo Julio Verne, una especie de sociedad paramasónica entre el esoterismo y la línea republicana”
-Además de música estudias filosofía, haces poesía, fotografía, montajes audiovisuales… ¿en qué faceta te sientes más tú mismo?
-Donde más libertad experimento es en la escritura, porque ahí estoy yo solo frente al papel; en el sentido positivo es el arte más individualista y en el que más puedes ser tú mismo. En la música, salvo que seas un cantautor autosuficiente con mil recursos y que sepas tocar muchos instrumentos, al final dependes de otras personas, aunque tampoco es que te cohíban porque con sus arreglos dan forma a lo que tú intentas transmitir.
-¿Cuál es el trabajo del que te sientes más satisfecho?
-Es difícil contestar, tal vez el disco actual, me quedé muy a gusto cuando lo terminamos. Cuando inicias un proceso no puedes dejarlo a la mitad porque tienes un peso que te va consumiendo y yo no podía ni estudiar a gusto, solo pensando en acabarlo.
También me sentí bastante bien con el documental sobre el poeta David González. Cuando empecé pensaba “¿dónde me he metido?, ¿cómo lo voy a hacer yo solo?”, pero progresivamente lo fui viendo y al final es un documental de una hora en el que estuve solo con la cámara. Yo estudié hace unos años Imagen y Sonido en Madrid y aunque siempre preferí la fotografía con el tiempo empecé a cogerle el gusto a la cámara, fui progresivamente haciendo algún videoclip para algún amigo y luego empezaron a surgirme trabajos. El documental de David fue el culmen del aprendizaje y me reforzó en el ánimo el hecho de obtener un buen resultado.
-En él reflejas tu mirada franca, descarnada y desde luego nada políticamente correcta.
-Igual por eso -aunque lo presentamos en la filmoteca Rafael Arcona que tiene mucho nivel- el documental no tuvo tanta repercusión. A lo mejor me pasé un poco en algunas cosas que son muy crudas.
“La gente se ríe cuando hablamos de que va a llegar la hibridación entre hombre y máquina, pero yo la veo bastante cerca teniendo en cuenta que el teléfono ya es como una extensión de lo humano”
-Tu visión del mundo ¿es normalmente una visión crítica?
-Sí, Occidente en la actualidad está horrible, sobre todo en el aspecto ultra tecnológico. La gente se ríe cuando hablamos de que va a llegar la hibridación entre hombre y máquina, pero yo la veo bastante cerca teniendo en cuenta que el teléfono ya es como una extensión de lo humano, en él está el álbum de fotos, toda tu vida musical… Yo mantengo un móvil clásico, porque a los Smartphone les tengo bastante tirria. La gente ve bien todas estas tecnologías sobre todo cuando permiten hacer prótesis para personas a las que les falta algún miembro del cuerpo, pero todo progreso tiene consecuencias que no son tan progresistas.
Y en el campo de la cultura se podían hacer muchas más cosas. Hay, por ejemplo, grupos muy buenos, pero no tienen ningún medio estatal que los promocione, solo hay en Radio3 un programa de conciertos nocturnos. Debería haber un canal entero para músicos porque si no todo cae en manos de la industria musical. Si no existe un esfuerzo por la cultura, no va a fomentarse tampoco, es un círculo cerrado.
-Pero al mismo tiempo, muchos músicos están despuntando gracias a las redes sociales.
-Sí, es paradójico, yo mismo me promocioné desde el primer disco con las redes. Fui poco a poco picando piedra, pero esto es una adaptación de los músicos a la infraestructura reinante porque no hay otro medio. No es como en los 60 que había avistadores, gente que iba por los conciertos buscando gente a quien fichar para la discográfica. Lo de ahora permite cierta libertad al músico, aunque en el fondo siempre te manejan y al final te conviertes en una especie de técnico de marketing que está mirando cuestiones de estadística que no te corresponderían hacer. Y a la hora de subir un vídeo nuevo lo haces a una hora u otra porque según esto y el número de oyentes que tengas vas a tener mayor o menor audiencia. Es un mundo tan frívolo que en el fondo no sé si favorece o no al músico, pero de momento yo lo llevo de manera independiente, es lo que toca.
“Critico mucho el sistema religión-política, normalmente en la historia la religión va unida constantemente a la política, y eso me parece que es una forma de alienación porque no es algo que venga de ti, que hayas pensado y meditado”
-A menudo en tu obra salen a colación conceptos como mitología, lo sagrado, las deidades, y de alguna manera reivindicas la espiritualidad ¿la ves amenazada?
-Desde el colegio siempre fui muy materialista, iba a uno de curas y los odiaba, les hacía putadas gordísimas y era bastante anticatólico, pero, luego -después de leer a Nietzsche, a Marx y conocer la filosofía de la sospecha-, durante una temporada en Madrid en la que estaba un poco deprimido me dio por leer libros de mística. Primero fue el Maestro Eckhart, en la rama de la hermenéutica, pero luego vinieron San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.
Después al estudiar Historia de la religión comparada, me fijé en el hinduismo y flipé con las coincidencias que se dan en todas las religiones del mundo y a partir de ahí me dio por la mística y por lo simbólico. Los símbolos siempre me llamaron la atención porque aglutinan muchas formas de interpretación y el símbolo es totalmente abierto. Son muy importantes y saber utilizarlos es lo correcto para escribir buenas letras, de hecho, la gente de marketing está todo el día utilizándolos, estamos rodeados de símbolos.
-¿Te consideras creyente de algo?
-Si me defino, sería panteísta gnóstico. Aunque suene pedante sería como Spinoza, además esto encuadra muy bien con la línea New Age, aunque no soy muy de los grupos New Age que se forman actualmente. Critico mucho el sistema religión-política, normalmente en la historia la religión va unida constantemente a la política, y eso me parece que es una forma de alienación porque niega cualquier forma de individualidad, no es algo que venga de ti, que hayas pensado y meditado. En el sentido espiritual existencial tiendo hacia el individualismo, cada uno tiene su propia verdad, aunque luego la gente se junte en rituales de colectividad, como ir a misa.
“Supongo que todo el mundo busca un centro de gravedad para no caer en el desequilibrio. Yo donde mejor me encuentro es en el pueblo, en el ambiente rural, estoy a gusto trabajando en la huerta y creo que esa energía es buena”
-Hay términos recurrentes en tus escritos como mansedumbre o colmena. ¿Qué significado tienen para ti?
-Mansedumbre es algo muy negativo, es la forma de ser ganado, seguro que hay algún contexto en el que no es negativo, pero por lo general se debería eliminar de la sociedad, pero actualmente es lo que reina. Da igual lo que digas porque, aunque sea algo crítico, la contestación siempre es: ye lo que hay.
Si dos personas quieren cambiar las cosas, no van a hacer nada, e igual hasta los tachan de locos, pero si son mil, sí pueden cambiarlas. Ahí la colectividad sí que debería tener trascendencia, pero el sistema está montado de tal forma que eso no funciona, al contrario, tiende todo más al individualismo, es como una especie de sociedad líquida.
En las corrientes rosacruces la colmena es muy importante, pero para mí tiene el sentido de masa, algo que te asfixia, como también pensaba Ortega, aunque yo no soy muy orteguiano.
-Como Franco Battiato, un músico que te gusta especialmente ¿buscas un centro de gravedad permanente?
-Me encanta Franco Batiato y supongo que todo el mundo busca ese centro para no caer en el desequilibrio. Yo donde mejor me encuentro es en el pueblo, en el ambiente rural, estoy a gusto trabajando en la huerta y creo que esa energía es buena. Hace poco un amigo me decía que vivir en la ciudad sería horrendo y es verdad que las ciudades no son sanas mentalmente; acabas asimilando el ruido permanente, acaba siendo algo cotidiano pero que en el fondo está incidiendo en tu cabeza.