Detrás de este joven proyecto se encuentra Macarena López, una enfermera que decide dar un giro a su vida, se hace pastora y luego maestra quesera, «una cosa fue llevando a la otra». En este camino de transformación personal y “reconexión con la tierra, con la vida”, descubre el queso, un tesoro cultural que acompaña a la humanidad desde hace 10.000 años y decide contribuir a protegerlo y cuidarlo para que futuras generaciones puedan seguir disfrutando de este manjar de los dioses.
Buenos Quesos no es una empresa al uso, es “una forma de entender y vivir la vida”. Por eso es importante conocer la historia que hay detrás.
-¿Qué pasa por tu cabeza para que decidas dejar enfermería e irte a pastorear cabras al Pirineo?
-Pues fue un clic personal tras la suma de muchas cosas: una dedicación y entrega a mi profesión por más de 30 años (con todo lo que eso conlleva); la enfermedad de mi padre (yo era su cuidadora principal y eso fue una sobrecarga también). Y luego llegó la pandemia, lo que supuso estar quince meses en primera línea de trinchera. Todo eso se desembocó en agotamiento personal.
Sentí que necesitaba salvarme porque eso de cuidar a los demás a las mujeres nos pasa factura, nunca nos hemos atrevido a decir basta. Llegó un momento donde pensé “¿quién me cuida a mí si no me cuido yo?”. Así que decidí parar y buscar respuestas.
-¿Y dónde las encontraste?
-En la tierra, en el aire libre, en volver a conectar con la vida, con lo que crece, con lo que está vivo, con esa fuente. Y ahí busqué la Escuela de Pastores y me hice pastora de cabras. Estuve todo un verano yo sola en el Pirineo francés con cien cabras a mi cargo. Eso me ayudó a retomar la conexión, el pulso y trazar un nuevo plan de ruta.
-Te visualizo por las montañas y me imagino que allí arriba no tendrías ni cobertura de móvil.
-Nada de nada.
-¿Qué encontraste detrás de esa soledad?
-Yo buscaba precisamente eso, aislamiento total, salir del ruido, de la ciudad, de las presiones. Quería estar sola para conectar conmigo misma y para eso tienes que aislarte.
Tampoco estaba sola, tenía al rebaño. Encontré una similitud entre cuidar a pacientes y cuidar a animales; comprendes la vida desde diferentes perspectivas y ves que todo es lo mismo. Nos hace falta una reconexión más allá del ruido cotidiano que nos arrastra.
«La respuesta la encontré en la tierra, en el aire libre, en volver a conectar con la vida. Busqué la Escuela de Pastores y me hice pastora de cabras. Estuve todo un verano yo sola en el Pirineo francés con cien cabras a mi cargo»
-¿Recuerdas con cariño esa experiencia?
-Sí, al tiempo que dolorosa por esa soledad y esa fatiga que te deja completamente desvalida, vulnerable, pero a la vez encuentras el camino para poco a poco ir sanándote, ir aceptándote y a partir de ahí, soltar, respirar e ir reconstruyéndote.
-¿Cómo fue el paso de pastora a Maestra Quesera?
-Fue algo muy lógico, porque la cabra da leche y la leche “da” queso… A partir de ahí quise poner la vida en el medio, que es lo que siempre digo y es lo que se nos olvida muchas veces. Pensé “¿qué soy?, ¿cómo puedo encajar ahora todas las piezas?, ¿qué habilidades tengo?, ¿cómo quiero vivir y cómo puedo conectar con ese saber ancestral de la tierra?”. Y entonces encontré respuestas en esto del queso.
-¿Qué descubriste?
-Pues que el queso acompaña al hombre desde el Neolítico, ¡fíjate la cantidad de años que lleva con la humanidad! Ha conseguido salvar guerras, hambrunas; en cualquier región del mundo se hace queso; tiene importancia a nivel económico, cultural, social. Así que pensé que por qué no acercarme a esta maravilla, a esta alquimia y aportar mi granito de arena para su preservación.
«Aquella soledad llegó a ser dolorosa, esa fatiga te deja completamente desvalida, vulnerable, pero a la vez encuentras el camino para poco a poco ir sanándote, reconstruyéndote»
-¿Era la primera vez que tenías conexión con los quesos?
-Desde pequeña quise vivir en el campo y plantar lechugas, luego la vida te va llevando hacia otros sitios. Pero te vuelvo al terreno de la similitud, yo como enfermera y con Máster en Calidad de Higiene Hospitalaria, todo lo que es la microflora, los microorganismos, tienen mucho en común con la alquimia del queso. Todos formamos parte de un ecosistema de microorganismos e interaccionamos con ellos en permanencia. Quizá por eso me atrae tanto este mundo.
-Tu empresa Buenos Quesos, ubicada en Salas, se dedica a la comercialización de quesos elaborados por productoras de pequeña capacidad del arco celta. ¿Cómo llegas a esta idea?
-Una cosa es la idea que tienes en la cabeza, que en un principio era montar una quesería, y otra que puedas vivir de ello. Busqué ayuda en diferentes talleres emprendedores tanto en Asturias como a nivel nacional, cursé distintas formaciones además de Maestra Quesera y a partir de ahí estudié cómo podía ganarme la vida. Con la comercialización asumes menos riesgos y también te permite medir tus capacidades, ir poco a poco.
Como estuve trabajando en el Pirineo francés y además hice allí un módulo de responsable de explotaciones ganaderas caprinas con especialidad en la transformación quesera, conocía el territorio, conocía a los queseros, así que pensé ¿por qué no crear una red que ponga en valor este producto?
«Es momento de reivindicar y defender este tipo de mercado, comercio y producción, que solo es posible sacarlo adelante con muchísimo esfuerzo»
-¿Por qué el arco celta? ¿Qué identidad tiene?
-Los celtas en realidad fueron un pueblo que sembraron toda la cultura agraria y rural que llegó hasta nuestros días. Vivieron en una extensión grandísima de Europa, sin fronteras. Sus pastos eran de todo el clan, los rotaban, aprovechaban el estiércol. Cuando llegó la Era del Hierro ese desarrollo tecnológico les ayudó a prosperar. Fueron pioneros de la cultura agraria actual. Así que pensé “acógete a alguien que lo ha hecho muy bien y defiende esa forma de vida para que no se pierda, para conservar la tradición porque realmente funciona”.
-Dices que el queso que compras hoy es un queso único, tiene una historia profunda detrás. ¿Qué es lo que no estamos valorando?
-Se trata del consumo responsable: cómo nos alimentamos, cómo consumimos, qué hacemos con los deshechos. Ahora empezamos a tener un poco de conciencia de todo ello y por eso es momento de reivindicar y defender este tipo de mercado, comercio y producción, que solo es posible sacarlo adelante con muchísimo esfuerzo. Y aquí el consumidor tiene mucho poder, igual que el trabajador: si tomamos buenas decisiones juntos y juntas podremos llevar el cambio a algo efectivo. Está teniendo lugar un cambio de paradigma.
«Trabajamos con queserías artesanas, pequeños negocios asentados en territorios rurales que utilizan leche de ganadería propia o de proximidad y la elaboración es totalmente manual»
-¿Qué características tienen las empresas que están bajo tu paraguas?
-Bueno, más que empresas son queserías artesanas, pequeños negocios asentados en territorios rurales que utilizan leche de ganadería propia o de proximidad. La elaboración es totalmente manual, y al estar asentados en territorios aislados o rurales, son más sostenibles tanto en el uso de la energía como de la materia prima. Todos los productos están ligados a la temporalidad, respetando los ciclos de lactancia, los pastos y las estaciones.
-¿Cómo comercializas tus quesos?
-Tenemos el almacén en Salas y también la tienda online a través de nuestra web buenosquesos.com. Nos gusta asistir a ferias y mercados para tener un contacto directo con los clientes y lo hacemos principalmente en el suroccidente de Asturias. No nos movemos del Principado, porque como el proyecto es conciliación y autocuidado, necesitamos un punto en casa, para dormir y desplazarnos desde allí.
-Trabajaste en varias queserías hasta que sacaste el título de Maestra Quesera en la Escuela Internacional de Lácteos de Zamora. ¿Qué experiencia sacaste de todo ese recorrido?
-Hasta que obtuve el título de enfermera e incluso después, mi vida fue una mezcla de teoría y práctica porque iba comprobando mis conocimientos sobre el terreno. Así que establecí un plan formativo un poco parecido a lo que había hecho con enfermería. Estuve trabajando como aprendiz en queserías tanto francesas como españolas, no solo para conocer más sobre la elaboración quesera sino también para aprender sobre logística, infraestructuras…, todas esas cosas que no se ven y son importantes.
«Me tocó especialmente el corazón el Premio Juana Heroica porque rompe estereotipos de género y porque tiene un sentido especial para mí por el tema del cuidado»
-Has recibido un montón de reconocimientos en poco tiempo: Proyecto Emprendimiento en el Medio Rural el año pasado; Juana Heroica 2024 y fuiste, además, finalista de los premios Semillero Valnalón. ¿Cómo encajas todo esto?
-Hombre, siempre gusta que se reconozca un trabajo que está bien hecho, que está madurado. Las menciones están muy bien y también los premios. El aprender forma parte del camino del emprendedor y yo ahora tengo que sacar un negocio adelante. Vendo en mercados y ferias, es mi forma de vida, mi trabajo y mi responsabilidad en estos momentos.
Respecto a los premios recibidos me tocó especialmente el corazón el Premio Juana Heroica (galardón que pone en valor los principios y prácticas de la economía social, feminista y solidaria) porque rompe estereotipos de género y porque tiene un sentido especial para mí por el tema del cuidado. Además, ese premio se transformó en asesoría a nivel contable y financiero para seguir mejorando el negocio. Vamos, que fue un premio muy práctico.
-Dices que el cambio aparece cuando uno está listo para escucharse y dar el paso. ¿Sentiste vértigo cuando decidiste dar ese golpe de timón en tu vida?
-El cerebro está programado para que lo habitual sea un terreno seguro y ante cualquier cambio el cerebro reaccionará, mandará un montón de señales para indicar que eso es peligroso porque está programado para sobrevivir. Cuando empiezas a abrir tus sentidos para investigar posibilidades, ves que hay otros caminos y te preguntas hasta cuándo has de aguantar tu malestar. A partir de los 50 años pasan muchas cosas en las mujeres, no solo a nivel físico, y tenía que dar a todo ello lectura.
«El cuidado a las personas, al medio ambiente, al entorno, para mí sigue siendo el eje. No cuido poniendo inyecciones ni curando heridas, cuido de otra manera»
-¿Cuántas veces has tenido que reinventarte?
-Cada día. Vengo de una profesión en la que me he entregado durante treinta años al cuidado de los demás, estando ahí a pie de cama, viviendo el sufrimiento de las personas, sus miserias, esas cosas que a nadie la gusta mirar de frente. Todo eso te hace la piel dura y te obliga a reinventarte cada día para encontrar el sentido de la vida.
-¿Cómo han vivido tu marido y tu familia cada una de tus decisiones?
-Mi marido, con total apoyo, porque él es cofundador de este negocio y de este proyecto. Es algo que decidimos juntos para la conciliación familiar. No es un trabajo, es un modo de vida por el que estamos peleando.
En cuanto al resto de la familia, la realidad es que estamos bastante separados, no vengo de una familia piña y eso también me ha permitido tener más libertad a la hora de moverme. Evidentemente todo este cambio sí significó romper patrones, lo que se espera de ti como hija… romper con muchas cosas que han sido muy dolorosas, como cualquier ruptura.
«El aprender forma parte del camino del emprendedor y yo ahora tengo que sacar un negocio adelante. Vendo en mercados y ferias, es mi forma de vida, mi trabajo y mi responsabilidad en estos momentos»
-También colaboras con La Nueva España a través de columnas de opinión. ¿Qué es lo que necesitas comunicar?
-La comunicación es una forma de expresión, de crecimiento y también de integrar lo que pasa durante el día a día. Es una forma de no aislarnos, de poder entablar conversaciones desde el respeto y desde el análisis, sin más.
-Tengo una curiosidad. ¿Alguien que ha pertenecido al mundo de la sanidad, del cuidado, llega en algún momento a desligarse de esa responsabilidad o es algo que se lleva dentro?
-Esa es una buena pregunta porque aquí podemos entrar en los patrones que son aprendidos desde muy pequeñitos, lo que nos hace preguntarnos, los roles que tomamos, ¿son cultivados o nacemos con ellos? Yo no tengo la respuesta.
La sensación que tengo es que están ahí muy profundamente desde siempre. Ahora, que los hayan inyectado, que los hayas adquirido, que estés en esta vida porque es tu leitmotiv y tienes que hacer esto, pues no lo sé. Pero el cuidado a las personas, al medio ambiente, al entorno, para mí sigue siendo el eje. No cuido poniendo inyecciones ni curando heridas, cuido de otra manera.
-¿Tienes la vida que quieres ahora mismo?
-Voy hacia ella, se acerca más, pero siempre hay cosas que mejorar y seguir prosperando y seguir progresando. Sólo llevo un año con el negocio y para coger lo nuevo, antes debes de soltar lo viejo y todo eso es un proceso, hay que transitarlo y requiere tiempo.