En su libro, “Epigenética, más allá del genoma”, María Berdasco rompe muchas ideas preestablecidas sobre cómo la genética determina nuestras vidas. A esta doctora en biología molecular le apasiona abrir puertas hacia un mayor conocimiento de nosotros mismos.
La asturiana, natural de Luarca, ha seguido los pasos de grandes científicos de su tierra como el Premio Nobel Severo Ochoa o la bioquímica Margarita Salas y dedica su vida profesional a la investigación. María, que lidera un grupo enfocado en terapias epigenéticas en el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, vive la epigenética como una ciencia apasionante y así lo quiere transmitir.
-¿Qué es la epigenética y por qué es tan importante en nuestra vida?
-La epigenética pretende explicar qué es lo que somos y por qué no todo lo que somos podemos achacarlo a la genética. Yo siempre digo que usamos mucho la palabra heredar, decimos: “yo engordo porque he heredado estos genes” o “soy así porque mi padre era así”, y en cierta manera, la epigenética viene a contradecir esto. Te pongo el caso de los gemelos monocigóticos que, aunque tienen genéticas idénticas, desarrollan diferencias físicas o, por ejemplo, puede ocurrir que un gemelo desarrolle diabetes y el otro no.
Otro caso es el de las células de nuestro cuerpo, todas tienen la misma genética, sin embargo, una célula del corazón late mientras que una de la retina permite ver. Pero ¿por qué los genes se expresan de forma distinta? La explicación está en la epigenética, que son los mecanismos moleculares a través de los cuales se encienden y se apagan genes dependiendo del momento o dependiendo del tejido.
«Las células de nuestro cuerpo, todas tienen la misma genética, sin embargo, una célula del corazón late mientras que una de la retina permite ver. Pero ¿por qué los genes se expresan de forma distinta? La explicación está en la epigenética»
-Hasta ahora siempre pensamos que la genética condicionaba por completo nuestra salud, que era dueña y señora de nuestra vida. ¿En qué medida no es totalmente cierto?
-Como comentaba, la epigenética lo que hace es apagar y encender genes, pero la clave está en saber cómo se apagan y cómo se encienden. Yo siempre comparo esto con una casa con sus interruptores de luz; a mí me interesa encender la cocina cuando estoy en ella y no en otra habitación. Pero ¿quién le da al interruptor?, y aún más ¿quién puso el interruptor? En general, podemos modificar la expresión de los genes mediante los estilos de vida y las exposiciones ambientales. Podemos modificarla con nuestra dieta, con el estrés, con la exposición a químicos variados, a la luz ultravioleta del sol, a agentes biológicos como las bacterias o ciertos virus, a metales pesados o con hábitos como el tabaquismo o el ejercicio físico, por poner algunos ejemplos.
A mí me gusta destacar cómo se puede promover la salud, porque hay cosas que quizás no podamos condicionar, pero otras sí están en nuestras manos. Podemos decidir lo que comemos, si fumamos o tomamos alcohol, etc. o no.
-Vamos, que la epigenética explica -por ejemplo- por qué una comida saludable realmente lo es.
-Claro, porque al fin y al cabo estamos hablando de grupos químicos muy sencillos que se ponen o se quitan, siempre digo que se espolvorean por encima del material genético y esto es lo que funciona como interruptor. Y esos grupos químicos han de venir de algún sitio, y una fuente natural para las reacciones epigenéticas son los alimentos. Sabemos, por ejemplo, que las frutas y verduras son donantes naturales de grupos metilo para estas reacciones, como también lo son ciertos componentes del ajo, la mantequilla o el vino con nuestro querido resveratrol. Todos ellos componentes antioxidantes, con lo cual tienen efectos beneficiosos en la salud por varias vías.
«Sabemos que hay un componente del brócoli que actúa positivamente sobre nuestra epigenética, pero no podemos decir que por comer brócoli vayamos a activar el gen X de inflamación, porque este componente actúa sobre todo el genoma, no podemos dirigirlo a genes concretos»
-En ocasiones, algunos productos alimentarios se venden bajo mensajes que producen cierta confusión, cuentan que “ayudan a mejorar tu sistema inmune” o “retrasan el envejecimiento”. ¿Hay mucha irrealidad en todo esto que estamos viendo?
-Efectivamente, las noticias falsas proliferan. Siempre digo que la ciencia buena no se divulga tan bien como la mala, aunque no existe ciencia mala, es pseudociencia. Lo falso corre rápido, como la pólvora, sobre todo por las redes sociales. En la mayor parte de los casos, sabemos que hay hábitos buenos que promueven la salud y que hay contaminantes que la estropean, pero rara vez podemos establecer una conexión directa. Sabemos, por ejemplo, que hay un componente del brócoli, el sulforafano, que actúa positivamente sobre nuestra epigenética, pero no podemos decir que por comer brócoli vayamos a activar el gen X de inflamación, porque este componente actúa sobre todo el genoma, no podemos dirigirlo a genes concretos.
Un símil muy gráfico puede ser el juego de hundir la flota, en el cual lo que se hace es lanzar munición que, a veces cae en agua y otras, en barcos. Con los componentes de la dieta ocurre lo mismo, a veces afectan epigenéticamente a genes que nos interesan y otras, caen en secuencias que no codifican genes. En publicidad hay muchas falsas promesas, aunque lo que sí es verdad es que son alimentos saludables.
También te venden ahora champús epigenéticos o tratamientos faciales regenerativos basado en métodos epigenéticos. Y yo me pregunto ¿qué es esto? Porque, en realidad, no saben la diana sobre la actúan.
-En tu libro Epigenética mencionas que enseguida echamos la culpa a la genética de las cosas que ocurren y se busca el gen del asesino en serie, el gen de la violencia, o incluso el de la homosexualidad. ¿Qué hay de verdad en todo esto?
-En la mayor parte de los casos, y especialmente en los casos de comportamiento, son variables muy complejas. En cuestiones como la inteligencia, la agresividad, la tendencia sexual, etc., no hay un solo gen que esté implicado en determinar lo que somos, generalmente son muchos, y esa es la primera dificultad. Achacar todo un rasgo de comportamiento a alteraciones en un gen determinado, generalmente, no es real. Y la segunda parte es que, aunque tengamos esa secuencia de ADN, esa genética tiene que darse en un entorno adecuado, que puede ser la variable que la dispare o no.
Por ejemplo, respecto a trastornos psiquiátricos puede existir una predisposición que es genética, pero tiene que darse en un ambiente determinado, un agente inductor que es el que hace que se dispare. Y aunque hay rasgos o enfermedades que son puramente genéticos, como la anemia falciforme, generalmente podemos explicar muy poco de lo que somos solo por el comportamiento de un solo gen. En la mayor parte de lo que somos, y especialmente en lo que nos interesa, intervienen muchos genes, interviene la epigenética.
«Siempre digo que la ciencia buena no se divulga tan bien como la mala, aunque no existe ciencia mala, es pseudociencia. Lo falso corre rápido, como la pólvora, sobre todo por las redes sociales»
-¿Cuánto intervienen los genes? ¿Cuánto puede intervenir el estilo de vida o el entorno?
-Depende de lo que estemos mirando. En el caso de enfermedades como la diabetes, en la que sí que hay una base genética en ciertos casos, todos sabemos que hay dietas que la favorecen. Al igual que la obesidad, que si además hacemos poco ejercicio físico, lo que estamos haciendo es promover esta patología. En este caso, el estilo de vida y lo que comemos influye quizás más que la genética.
También existen ciertos cánceres que son hereditarios, en los que la genética tiene un peso más relevante que la epigenética, pero son muy poquitos, en realidad menos de 10%; uno de ellos es el que podría afectar a Angelina Jolie.
-Esto que cuentas da cierta tranquilidad, es decir, tenemos mucho más control del que pensamos sobre nosotros mismos.
-Sí, si nosotros somos capaces de saber cómo se accionan estos genes, pero desde luego el determinismo genético no es tan fuerte como solemos utilizarlo. Y hay que distinguir lo que es genético de lo que es hereditario, sobre todo respecto al tema del cáncer. Genético es todo, todos los cánceres son genéticos porque todos afectan a la secuencia del ADN, pero otra cosa es que se puedan transmitir de padres a hijos. En este caso, solo un tipo muy específico de cáncer de colon y un tipo muy específico de cáncer de mama y de ovario se asocian con una componente hereditaria.
La variabilidad genética entre los humanos es muy pequeña. Si ahora todos nosotros hiciésemos una prueba de secuenciación del ADN, encontraríamos que somos similares en un 99,9% (y estamos hablando de un genoma con 3.200 billones de bases de letras). Somos muy poco variables en cuanto a nuestra genética, sin embargo, encontramos diferencias incluso con las personas con las que tenemos un nexo familiar. Y esto es por cómo se expresan estos genes, y ahí tienen mucho que decir el estilo de vida y las exposiciones ambientales.
-Se conoce la herencia genética, pero ¿existe una herencia epigenética?
-Este es uno de los temas más fascinantes y más controvertidos de la epigenética. Y lo es por las implicaciones que tiene, porque cuando hablamos de genética, que parece que está escrita en piedra, no tenemos ninguna responsabilidad. Sin embargo, con la epigenética esto cambiaría mucho, porque estaríamos diciendo que lo que han comido o fumado los abuelos impacta en la salud de los nietos. Y tenemos muchas evidencias de cómo se heredan rasgos epigenéticos en modelos animales, sobre todo en ratones. En los humanos es muy difícil poder estudiar esto y hay que recurrir a grandes registros, que generalmente son archivos militares.
-¿De qué datos se dispone?
-Existen varios estudios, uno de ellos realizado en torno a la llamada hambruna holandesa ya que, en la Segunda Guerra Mundial, una parte de la población del norte de los Países Bajos quedó totalmente aislada por una estrategia militar. Hubo una hambruna tremenda y los alimentos que había en la ciudad enseguida se agotaron, la gente se fue al campo, pero se acabaron todos los recursos. Está claro que estas personas que padecieron la hambruna en primera persona tuvieron problemas de salud, pero lo que se hizo fue estudiar qué ocurrió con los descendientes de las mujeres que estaban embarazadas en ese periodo. Y se vio que los hijos nacidos de estas mujeres, que habían padecido la hambruna durante el embarazo, tenían mayor probabilidad de desarrollar ciertas enfermedades metabólicas y también algunas neurodegenerativas. Sin embargo, esto no ocurría en sus hermanos gestados en periodos sin hambruna, lo cual puso en evidencia que la falta de alimento de la madre condicionaba la salud de los hijos. Todas estas evidencias se han validado en modelos de ratón, variando la alimentación de las madres ratonas y observando las consecuencias.
«hay que distinguir lo que es genético de lo que es hereditario, sobre todo respecto al tema del cáncer. Genético es todo, todos los cánceres son genéticos porque todos afectan a la secuencia del ADN, pero otra cosa es que se puedan transmitir de padres a hijos»
-En el libro hablas también de las marcas epigenéticas del padre, ¿cómo es posible?
-La responsabilidad sobre la salud de los hijos ha recaído siempre en la madre por esa conexión física a través del cordón umbilical, por tenerlo nueve meses pegado a tus tejidos, pero en diversos estudios se ha visto que lo que hace el padre también puede condicionar el desarrollo de los hijos. Hay estudios en modelos animales, y también alguna evidencia en humanos, que indican que el hábito de fumar de los padres condiciona determinadas marcas epigenéticas en el espermatozoide, y a través del esperma del hombre se transmiten a la descendencia.
Existe también un caso muy curioso al que siempre se recurre, que habla de cómo se hereda el trauma a través de los genes. Se hizo un estudio con militares de la guerra civil de EEUU que habían sido prisioneros de guerra, hombres que sufrieron las peores condiciones, hacinados en sitios muy pequeños con unas condiciones de higiene nefastas y una nutrición deficiente, a lo que había que sumar el estrés psicológico de ver fallecer a muchos de tus compañeros. Lo que se hizo fue un seguimiento de sus descendientes, personas que ya no estuvieron en la guerra, y se observó que tenían mayor mortalidad que los hijos de veteranos que no habían sido capturados. Tenían mayores riesgos de tener derrames cerebrales, riesgos de cáncer y, desde luego, enfermedades psiquiátricas. Era otro ejemplo de cómo se hereda de los padres, en este caso, el trauma.
-Parece que siempre se hereda lo malo.
-Pues mira, hay un estudio muy curioso en ratones que habla de cómo afectan los buenos cuidados. Las ratonas cuidan a sus hijos de forma muy similar a como lo hacemos los humanos, tienden a acariciarles, a limpiarles, les lamen mucho para la higiene, los protegen…Y como se vio que los hijos de ratonas que son poco cuidadoras tienen mayor tendencia a tener estrés y a ser más agresivos, lo que se hizo fue cambiar las camadas. A los hijos de estas madres no cuidadoras los pusieron con ratonas que daban buenos cuidados y entonces el comportamiento de los descendientes fue normal. En este caso se dedujo que los buenos cuidados sí que condicionan una buena salud mental de la descendencia. Todo esto está asociado a unos controles epigenéticos, porque siempre que hablamos de gestión del estrés hay un gen implicado que es el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) y, en este caso, se observó cómo los cuidados cambiaban epigenéticamente la forma de gestionar el estrés, encendían o apagaban ese gen.
«la alimentación es uno de nuestros mejores medicamentos, y una dieta sana y equilibrada va a potenciar nuestra salud, mientras que un exceso en cualquiera de los nutrientes va a perjudicarla»
-Me acuerdo una temporada en que decían que el consumo de un vaso del vino al día es muy bueno, pero poco tiempo después se desaconsejó. ¿Con qué nos quedamos?
-Hay que guiarse por algo que todos tenemos, que es la intuición. Y sabemos que todo en moderación; la alimentación es uno de nuestros mejores medicamentos y una dieta sana y equilibrada va a potenciar nuestra salud, mientras que un exceso en cualquiera de los nutrientes va a perjudicarla. Y lo mismo digo con la tendencia que hay ahora de tomar suplementos, solo ha de hacerse cuando se necesitan, porque si no estamos forzando nuestra maquinaria. Por ejemplo, hay que tener cuidado con los que se toman para aumentar la masa muscular en las personas que hacen mucho deporte porque, a lo mejor, estamos descompensando el funcionamiento del hígado y podemos tener un daño hepático.
Así que la primera fórmula es acudir al sentido común y al balance entre los alimentos. Y en cuanto al vino, tiene un componente que es el resveratrol, que está en la piel de las uvas y es un potente antioxidante. Uno de los precios que pagamos por vivir y por respirar es que generamos sustancias intermedias, como los famosos radicales libres, que son oxidantes y pueden dañar nuestras células. Por eso es importante tener mecanismos de prevención que hacen lo contrario, y estos mecanismos antioxidantes en gran proporción los podemos ingerir con la dieta pues están en las verduras, frutas, hortalizas de hoja verde, etc. Y uno de ellos está en el resveratrol de las uvas, que veíamos que también afecta a nuestra epigenética. Pienso que tomar una copa de vino quizás no sea tan perjudicial a la salud, pero sí lo es si tomamos una botella de vino. Yo creo que todo con moderación, y siempre y cuando hablemos de una persona sin patologías.
-No puedo evitar sonreír al leer en tu publicación que la mujer más longeva del mundo comía chocolate.
-El chocolate, el cacao, si es puro a partir del 80% no es perjudicial. Lo es todo lo demás porque generalmente lleva azúcares añadidos, otros componentes que ya no lo hacen puro.
«es importante tener mecanismos de prevención contra la oxidación, y estos mecanismos antioxidantes en gran proporción los podemos ingerir con la dieta pues están en las verduras, frutas, hortalizas de hoja verde, etc. Y uno de ellos está en el resveratrol de las uvas, algo que también afecta a nuestra epigenética»
-¿Cómo influye en las marcas epigenéticas la calidad del sueño?
-Nosotros, los seres humanos, tenemos mareas interiores, lo que llamamos los ritmos circadianos que se producen en oscilaciones de algo más de 24 horas y 50 minutos, y esto es lo que hace que nos activemos o que, por el contrario, nos aletarguemos y durmamos. Los ritmos condicionan nuestro metabolismo básicamente mediante un control entre dos hormonas, la melatonina y el cortisol, y a su vez el control del ritmo circadiano también es epigenético. Si miramos los niveles de marcas epigenéticas en el mayor reloj biológico que tenemos interior, la hipófisis, también veríamos estos ritmos porque observaríamos picos que suben y picos de bajada. Existe, por tanto, un control epigenético del sueño, un control interno.
-¿Existe también para el proceso de envejecimiento?
-Claro, porque con los años vamos acumulando cambios en los genes que expresamos y también en cómo se organiza nuestro material genético. Las células de nuestro cuerpo todas tienen la propiedad de dividirse, de una se generan dos, de esas dos células, cuatro, y así exponencialmente. Lo hacen multiplicando su material genético, sus cromosomas, lo que pasa es que en cada proceso de copia se va perdiendo parte de los telómeros, que son los extremos de los cromosomas. Para explicarlo, siempre digo que es como cuando perdemos el plástico protector de los cordones de las zapatillas, entonces los cordones se empiezan a deshilachar y se van acortando porque los vamos recortando. Pues lo mismo ocurre con nuestras células, a medida que envejecen los telómeros se van acortando hasta un punto en el que, si se acortan mucho, dejan de ser funcionales y se mueren las células. Y ese proceso de acortamiento de telómeros también está condicionado epigenéticamente. Los capuchones plásticos de estos cordones son marcas epigenéticas que, cuando se pierden, favorecen el envejecimiento.
En modelos animales se ha visto, por ejemplo, que una restricción calórica -lo cual no significa dejar de comer sino adecuar la dieta a las calorías que se necesitan- lo que ha hecho es prolongar la vida de estas especies. Y esto es a través de un control epigenético. Dado que la genética es idéntica, lo que hacemos es modificar lo que se expresa y lo que no se expresa en un momento dado.
«Prefiero hablar de prevenir, del paso anterior a la enfermedad y de todo el conocimiento que adquirimos sobre lo que favorece nuestra salud, qué tipo de alimentos, qué prácticas…»
-Con todo lo que se está avanzando en ciencia, ¿podremos ganarle un poco más de terreno al envejecimiento?
-Bueno, ya lo estamos haciendo. La forma en la que se tratan ahora algunas enfermedades alarga la vida, cuando antes resultaban letales. Y el conocimiento científico de cómo tratamos, por ejemplo, la obesidad o la diabetes tipo 2, condiciona la expectativa de vida de las personas. Pero es verdad que a mí me gusta hablar en términos más positivos, porque cuando hablamos de tratamientos ya vamos tarde. Prefiero hablar de prevenir, del paso anterior a la enfermedad y de todo el conocimiento que adquirimos sobre lo que favorece nuestra salud, qué tipo de alimentos, qué prácticas, como el ejercicio físico moderado que cambia la actividad de muchos de nuestros genes.
-¿Cómo se produce esto?
-Hay un estudio de la Universidad de Copenhague en el que cogieron a 300 personas -sanas pero sedentarias- con riesgo de tener enfermedades porque tenían un índice de masa corporal muy al límite de la obesidad, las sometieron a unos meses con una dieta y una práctica de ejercicio físico controlado y después miraron qué es lo que había pasado. Aparte de mejorar sus variables de oxigenación, la respiración, también mejoraron sus variables cardiovasculares. Se observó que habían cambiado la expresión de numerosos genes que estaban asociados con fenómenos como la respuesta inmunitaria, la inflamación o el metabolismo del azúcar. Esto es importante, porque son medidas pequeñas que nosotros podemos tomar para cuidar nuestra salud, aunque otra cosa es que teniendo el conocimiento lo utilicemos porque todos sabemos que fumar es malo y hay mucha gente que lo hace.
La semana que viene publicaremos la 2ª parte de la entrevista a
María Berdasco: «Ya le estamos ganando tiempo al envejecimiento»