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sábado 30, noviembre 2024

Territorio emocional o cómo cambiar el mundo… a mejor, claro

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Desde la infancia nos enseñan cómo debemos ser y comportarnos en función de nuestro sexo, qué patrones debemos seguir y a qué debemos dar prioridad. La sociedad actual nos ha empujado a ver las emociones como algo débil o un obstáculo, cuando en realidad pueden ser unas perfectas aliadas para hacer nuestras vidas más plenas y ricas.

De eso y de más cosas, nos habla la asturiana Virginia Pañeda, una de las tres socias fundadoras de Territorio Emocional, una joven empresa que nace en Valnalón con la necesidad de aportar su granito de arena para ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas y hacer de este un mundo mejor.

-¿Cómo nace esta idea?
-Estaba trabajando en La Coruña en un proyecto de gestión emocional y de género, pero como soy asturiana quería volver a mi tierra. Otra de las socias, Clara Zazo trabajaba en esos mismos campos, pero en Madrid y también quería regresar. Empezamos a dar forma a este proyecto y se nos unió Sara Villanueva, nuestra profe de teatro. Así se creó este equipo. Nuestras áreas de acción son la gestión emocional, el género y los procesos grupales, todo ello enfocado a la transformación social.
El proyecto lo creamos de la mano de Valnalón y desde el principio tuvimos claro que la fórmula para nuestra empresa sería la cooperativa. Se trataba de una idea de negocio autogestionada, horizontal -donde todas tendríamos el mismo peso- y luego, que la parte económica no iba a ser tan importante como la calidad y dignidad de las condiciones laborales que queríamos para nosotras mismas y la gente que con el tiempo se quisiera unir al proyecto.

Virginia Pañeda Sanz y Sara Villanueva de Territorio Emocional durante su performance. Premio Semillero Valnalón a la Mejor Presentación
Virginia Pañeda Sanz y Sara Villanueva de Territorio Emocional durante su performance. Premio Semillero Valnalón a la Mejor Presentación / Foto: Fusión Asturias

-¿Por qué “Territorio Emocional”?
-Al nombre también le dimos muchas vueltas. Queríamos que tuviese el ingrediente de las emociones pero que no asustara mucho. En ese sentido, y a raíz de la pandemia, creo que se ha dado un paso en este sentido porque se habla más abiertamente de las emociones. En cuanto a lo de territorio, era una forma de definir ese espacio por explorar y descubrir con las diferentes herramientas que traíamos cada una; o también ese lugar fértil desde el que poder sembrar más conciencia emocional de una manera normal en los grupos, entornos de aprendizaje con los que trabajamos nosotras.

-¿Las emociones nos llegan a definir como personas?
-Sí, nos definen tanto en cuanto puede ser un sistema de alarma que indica cómo nos encontramos y qué pasa a nuestro alrededor; y también nos sirven de guía para ver que, detrás de esa emoción, hay una necesidad profunda que está queriendo ser cubierta. Al fin y al cabo, nuestros movimientos diarios tienen que ver con cubrir necesidades de reconocimiento, seguridad, vinculación, conexión, aportar sentido al mundo en el que vivimos.

“Ninguna de las tres veníamos de entornos de estabilidad laboral y ahora, por fin, estamos haciendo algo que nos apasiona y que queremos que contribuya al cambio social”

-¿Somos conscientes del papel que juegan en nuestra vida diaria?
-Sobre todo y a partir de este último año hemos ido aprendiendo a base de encontrarnos con los problemas que surgen cuando bloqueas, reprimes, no quieres mirar hacia ese lado emocional. Lo hemos visto con el alumnado, los grupos, las familias cuando han tenido que enfrentarse a la incertidumbre que todos hemos vivido durante esta pandemia, sin tener herramientas para manejarse. Eso genera ansiedad, estrés, confusión… Creo que se ha visto la necesidad de atender a esas emociones, otra cosa es cómo lo vamos a hacer. Poco a poco creo que sí hay más conciencia de la importancia que tienen las emociones en nuestra vida.

-Normalmente se habla de lo emocional como opuesto a lo racional, de nuestra parte salvaje frente a la civilizada. Esto nos está haciendo mucho daño…
-Claro, eso viene de esa cultura patriarcal que vivimos donde lo masculino tiene que ver con lo mental, la lógica, la razón, con la verdad última. En nuestro aprendizaje se nos ha potenciado para que desarrollemos nuestras capacidades mentales, así es como está enfocado el aprendizaje en la escuela. Y por otro lado, todo lo relacionado con lo emocional, la sensibilidad, estaba relegado al ámbito privado que tenía que ver con la mujer y con la idea de que ese tipo de cosas se resuelven en casa cuando en realidad es muy estructural. Las cosas que vivimos no dejan de ser producidas por el entorno que hemos construido, un sistema que nos lleva a vivir rápido, a desconectarnos de nuestro cuerpo y también de los seres humanos que nos rodean.
Nosotras trabajamos con la idea de integrar lo que llamamos los tres espacios: mental, corporal y emocional. Esa es nuestra propuesta, crear espacios de transformación en los que emerjan la verdad, la belleza y la expresión auténtica. Y para ello el camino no es desterrar la mente que puede ser una muy buena aliada, es nivelar esos tres espacios en el día a día para que puedan tener una presencia armónica, coherente, para tener una vida más consciente, plena y sana.

“En la escuela los niños no saben qué les está pasando por dentro, ni lo que sienten, pero tampoco en las familias, en los equipos de trabajo… Esto genera mucha confusión”

Chicos y chicas

-Ya nos podrían enseñar en las escuelas a gestionar las emociones como nos enseñan a leer y a escribir… ¡Mejor nos iría en la vida!
-Tendría que ser nuestro A-B-C… En la escuela los niños no saben qué les está pasando por dentro, ni lo que sienten, pero tampoco en las familias, en los equipos de trabajo… ¿Qué genera esto? Mucha confusión. Es como si al no ponerle nombre a las cosas, a la realidad que estoy viviendo, no pudiera poner orden para tomar decisiones desde un lugar más consciente, mejor para mí y para todas las personas que me rodean.

-¿Qué técnicas utilizáis en vuestros talleres?
-Siempre llevamos una pequeña parte preparada y otra la creamos en base a la escucha, la observación y las necesidades del grupo con el que estamos. Hay técnicas que para nosotras son claves como el Mindfulness (aquí y ahora), una herramienta que permite subir los niveles de atención. No podremos tener un aprendizaje transformador que realmente te cambie por dentro si no estamos viviendo en un nivel alto de atención. Ese es el primer eje fundamental para nosotras. Luego está el crear espacios seguros y de confianza, algo muy importante a la hora de abordar el tema de las emociones. Y por último, el teatro: trabajamos mucho con la improvisación, no se trata de escenas preparadas previamente, sino que empezamos a jugar con lo que está sucediendo. Jugamos con el cuerpo, la emoción, la mente para estudiar cuántos comportamientos tenemos interiorizados y mecanizados desde la construcción de género. La improvisación teatral lo que fortalece también es el trabajo en equipo porque todo el tiempo construyes en base a la escucha con la otra persona con la que sales al escenario, se crea un espacio de mucha colaboración, sumando propuestas.
También trabajamos la comunicación no violenta, ideal para relaciones interpersonales en espacios de conflicto, en equipos de trabajo que tienen problemas de comunicación. Si yo quiero acercarme a ti tengo que ir a lugares profundos, tengo que hablar de cómo me siento más que de las cosas que pienso, ver qué hace falta para crear ese espacio donde nos entendamos, ahí será más fácil que surja la empatía.

“Nuestra propuesta, crear espacios de transformación en los que emerjan la verdad, la belleza y la expresión auténtica”

-¿Qué acogida ha tenido “Territorio Emocional” en la sociedad asturiana?
-Abrimos la empresa en octubre del pasado año cuando parecía que salíamos de la pandemia. Como no fue así tuvimos que darle la vuelta a nuestra apuesta más fuerte, la formación presencial y el acompañamiento de equipos y la convertimos en modo online. Esto nos benefició porque había empresas, organizaciones e instituciones que estaban pendientes de decidir si nuestro proyecto les encajaba o no, y esta fórmula les ayudó a decidirse. Como conocíamos a gente de fuera de Asturias, ampliamos nuestra oferta y la fuimos combinando.
Esto de emprender es iniciar un camino donde tienes que estar continuamente afinando para ver dónde puedes tú aportar la diferencia. Empezamos a trabajar también con instituciones locales en apoyo para planes de empleo, en oficinas de igualdad con proyectos más concretos; con fundaciones y empresas en el desarrollo de procesos que ayudan a mejorar el clima y las dinámicas de trabajo de los equipos; en los institutos nos fue más complicado entrar, pero sí pudimos elaborar materiales pedagógicos…

-En definitiva, que os visteis obligadas a reinventaros día a día.
-Sí, y en eso creo que nos ha ayudado mucho el venir del ámbito emocional y de teatro que tienen mucho que ver con lo creativo. Nuestra propuesta es trabajar en espacios donde surja la alternativa, la creatividad la tenemos un poco dormida y eso se entrena. Ver porqué no me ha salido esto, cómo puedo cambiarlo, cómo me siento transitando por esta dificultad. Para nosotras emprender en un momento como este, con tanta incertidumbre, ha sido muy difícil. Aunque cuentas con ello tienes que manejar decepciones, frustraciones, poner todo esto en palabras y manejar toda esa expectativa que está ahí. De momento, hemos sabido llevarlo.

Grupo de personas unen sus manos

-¿Emprender en estos momentos es más una aventura o una locura?
-Mira, una cosa que hemos hablado muchas veces entre nosotras y ha sido muy importante es que ninguna de las tres partíamos de entornos de seguridad. Llevo muchos años como autónoma y mis compañeras venían de proyectos puntuales, no teníamos entornos de estabilidad laboral y ahora por fin estamos haciendo algo que nos apasiona y que queremos que contribuya al cambio social. Cuando estudiamos cada uno de nuestros proyectos siempre nos preguntamos: ¿con esto qué podemos transformar? ¿Cómo podemos impactar positivamente al grupo con el que estemos? Esa es la motivación interna que nos mueve y nos ayuda a enfrentar las dificultades del día a día que están en la superficie. Hace unos años nadie nos pedía una sesión sobre cuidados emocionales y este año, a pesar de la crisis, trabajamos con grupos de voluntariado, equipos de trabajo, alumnos de la ESO… esto ha sido una revolución y eso nos motiva y da sentido a lo que hacemos.

“Con el paso del tiempo creímos que podíamos vivir como individuos y eso es una falacia porque somos profundamente interdependientes”

-El Covid-19 nos ha hecho replantear nuestras prioridades, dirigir la mirada hacia lo realmente importante en nuestras vidas.
-Sí, empezando por el concepto de seguridad o estabilidad diaria a la que nos agarrábamos y que en realidad no existía. Eso ha hecho que busquemos en nuestro entorno otras cosas que nos puedan aportar esa seguridad. Con el paso del tiempo creímos que podíamos vivir como individuos y eso es una falacia porque somos profundamente interdependientes y desde ahí es donde hay que aprender a priorizar y ver cómo cuido yo los vínculos, qué puedo aportar a los que me rodean, cómo puedo ayudar a mi compañera de trabajo o cómo puedo pedirle ayuda de una forma honesta y limpia sin que sea un chantaje. Conocer y reconocer nuestras emociones nos permite también identificarlas en los demás -desarrollamos la empatía- y eso nos puede ayudar a resolver conflictos y a mejorar las relaciones con nuestro entorno.

-Para llegar hasta aquí, ¿qué os ha ayudado más, los éxitos o los fracasos?
-Pregunta interesante… Diría que ambas cosas. De los fracasos se aprende mucho. Hemos llamado a numerosas puertas y muchas de ellas no se han abierto; preparas un proyecto y no sale como tú esperabas. Ese proceso posterior de evaluar, de sentarnos y mirar de frente qué podíamos haber hecho mejor, de cómo queremos vivir esto la próxima vez que se ponga delante este reto u otro parecido… de eso hemos aprendido mucho y nos ha ayudado a crecer. Y luego de los éxitos, valoramos mucho lo de celebrar porque creemos que es algo que no está presente en la sociedad: el celebrar con un sentido. El ser humano, después de tanta autocrítica, momentos estresantes, necesita parar, reconocer y celebrar. Poner en palabras aquello a lo que hemos contribuido porque eso te nutre para seguir apostando por las cosas, seguir creyendo en lo que funciona.

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