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domingo 24, noviembre 2024

Museo etnográfico de Rozadas. Un vistazo al pasado

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No cuenta con apoyos públicos, sin embargo recibe un buen número de visitantes y es uno de los lugares recomendados como recurso turístico dentro del proyecto del Parque Histórico del Navia. No sería posible sin Félix González, que es a la vez empresario de turismo rural, taxista, alcalde pedáneo, y guardián de la memoria etnográfica de Rozadas.

Todo lo que suponga conservación es su tema, no importa que hablemos de cultura, tradiciones o naturaleza.

El pequeño núcleo de Rozadas, en el concejo de Boal, es un bastión donde se conserva la memoria de los antepasados cercanos. El conjunto etnográfico visitable es un reflejo de cómo vivían nuestros padres, abuelos y bisabuelos. La visita la explica quien ha sido desde el principio el alma de este proyecto, Félix González Sampedro, que lo sabe todo sobre la utilidad de los más de dos mil artilugios que se exponen en el museo. Lleva un cuarto de siglo componiendo esta colección, y lucha no sólo por mantenerla como referencia de la etnografía asturiana, sino por ampliarla para abarcar más ejemplos de los usos y costumbres de antaño.

-Lo suyo es un no parar. ¿Cuántos años lleva sacando adelante esta colección?
-Empezamos hace veinticinco años, que fue más o menos cuando pusimos en marcha los alojamientos de turismo rural. En ese tema fuimos pioneros, y aprovechamos ese trabajo para ir recaudando piezas para el museo. Como yo era taxista, iba por los pueblos recogiendo enseres, aunque la mayor parte pertenecen a nuestra Casa del Berceiro. Poco a poco fuimos restaurando y creando un pequeño museo.

«Tenemos más de dos mil piezas catalogadas y sin exponer, porque no tenemos sitio para ellas»

-Ese museo se encuentra en una edificación del siglo XVII, y muestra una cocina con llareira, habitación y salón, todos equipados como antaño. Existe el proyecto de hacer una ampliación. ¿En qué momento se encuentra?
-Queríamos ampliar el museo con la restauración del pajar, pero no nos aprobaron el proyecto para la subvención; también pretendíamos restaurar la bodega de vinos y en definitiva seguir adelante con todo esto. Tenemos más de dos mil piezas catalogadas y sin exponer, porque no tenemos sitio para ellas.
-Y aparte de este conjunto también hace de guía para el Museo del Hierro. ¿Cómo se combinan ambas muestras?
-Hacemos las dos visitas seguidas. Éste del hierro está en las escuelas antiguas de Rozadas, que hicieron los indianos en 1912. Primero explicamos lo que era la industria del hierro con la ayuda de los paneles informativos, y luego bajamos con la gente al museo privado para ver los múltiples usos que se le daba, desde las bisagras de las puertas hasta utensilios de cocina o aperos de labranza. Era una de las artesanías más importantes en la zona, se usaba para todo.
-Aparte de la vivienda, que es el eje central, el museo tiene más departamentos. ¿Cuáles destacaría?
-Tenemos una capilla de la orden de los Franciscanos. Se cree que hubo un convento de esta orden, fundado cuando pasó San Francisco de Asis de camino a Santiago, y aquí hubo unos cinco frailes que tenían viñedos y una bodega. También hay una ruta por molinos, cortines e incluso un calieiro, que es un horno para la cocción de cal.
-Su trabajo no es sólo para conservar el patrimonio histórico, sino también las tradiciones y costumbres.
-Claro. Me gusta explicar por ejemplo la importancia que tenía el trigo en la zona, que era lo que daba de comer a los vecinos durante todo el año. Se cultivaba sobre todo en la parte alta, conocida como la Sierra. Había trigo, centeno y creo que incluso escanda, pero sobre todo había una cultura en torno a ello. El pan se amasaba y se cocía en los hornos, pero el grano también servía como trueque porque había una medida que se usaba para pagar por las fincas. El mismo nombre de Rozadas tiene que ver con «roturar» el monte.

www.rozadasnucleorural.com

Defendiendo «El Carbayón» (que no es un roble)


En realidad es un arce blanco «como el de la hoja de la bandera de Canadá», explica Félix González, pero se le apoda así porque resulta más familiar para los asturianos. El árbol tiene más de trescientos años y está en peligro porque los herederos de una casa del pueblo pretenden talarlo como parte de su proyecto de restauración de la vivienda. Un motivo para que la Asociación Cultural de Rozadas, de la que Félix es presidente, se movilice: «Defendemos la etnografía, pero también la naturaleza. Este árbol es emblemático, lo vieron las generaciones anteriores y queremos que sigan viéndolo las que vendrán después. Como asociación, haremos lo posible para que ese árbol continúe con nosotros».

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