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martes 19, marzo 2024

De cómo nació el deporte

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Un libro sobre el nacimiento del atletismo es, eso, un texto donde no se pueden ni deben hacer elucubraciones ni entradas de pata de banco, y sus datos además de rigurosos, han de ser fiables, por tanto, ciertos y constatables: Atletismo. Orígenes, de Sumeria al Medievo (Alejandro de Ancos. Ed. Círculo Rojo, 2021)

Pero una serie de artículos ya es otra cosa – en este momento comenzamos – y en ellos podemos colocar bocadillos, ideas propias, expresiones altisonantes y filosofía de andar por casa para gusto y comprensión de todos, con el mismo rigor, pero adornado de irreverencia y jocosidad que, basándose en él, se hagan amenos y cuestionables incluso. Así que, vamos allá.

Los primeros datos sobre el nacimiento del deporte aparecen en las tablillas de arcilla sumerias de hace unos siete mil años, de aquel espacio comprendido entre el Éufrates y el Tigris donde nació nuestra civilización, lo que algunos denominaron El Paraíso Terrenal. Habrá que avanzar mucho en el estudio de otros lugares como Göbekli Tepe, o en la llamada Civilización Cucuteni (Bulgaria/Hungría), en China o la India, etc., para saber más cosas, pero hoy por hoy, nuestra Civilización nació en Summer.

El Oriente Medio, llamado por los historiadores con mejor criterio: Creciente o Media Luna Fértil

El Oriente Medio, llamado por los historiadores con mejor criterio: Creciente o Media Luna Fértil, es también conocido como el Paraíso Terrenal en la Biblia, las tierras entre el Éufrates y el Tigris, donde nos vamos a centrar un poco puesto que allí se desarrolló nuestra cultura con pequeñas modificaciones instrumentales. Seguimos pensando básicamente igual y, por tanto, comportándonos con la misma crueldad.

Todo en aquel entonces estaba inmerso en la religión y en la guerra o en ambas, ya que casi siempre coincidía que el rey era el sumo sacerdote. La religión porque estaba presente en cada acto humano: social, cultural, la siembra de cebada o de las cebollas, la caza de codornices o de avestruces, todo absolutamente estaba dedicado a algún dios benefactor, al sol o a los ríos, ocurriendo otro tanto con los habitantes de las orillas del Nilo y el Mar Negro, por simplificar. En cuanto a la guerra como motor básico, pues eso, que estaban guerreando desde los últimos días de nuestro actual mes de abril hasta finalizar octubre: nuestras temporadas de pesca y caza unidas en el tiempo; que las guerras venían a completar el tiempo libre – y sobre todo la economía – de los habitantes de las ciudades/estado del Paraíso: Babilonia, Uruk, Lagash, Ur o Nippur, etc., etc., teniendo entonces que adiestrarse para vencer o para huir.

Los SUMERIOS, que desarrollaron la civilización que lleva su nombre entre el 5.000 y el 1700 a.C., tienen un origen desconocido y son, para el sacerdote caldeo Beroso, el pueblo de las “caras negras”. Fueron bastante listillos e inventaron cosas increíbles e imprescindibles para el futuro desarrollo de la humanidad: el torno del alfarero, el horno de las cerámicas, una especie de democracia rudimentaria, la rueda o la escritura (3.300 a.C) primero como pictogramas y convertida rápidamente en “cuneiforme”. Estos avances, en la actualidad, están siendo cuestionados por los arqueólogos, poniendo frente a ellos a Göbekli Tepe (8.000 a. C.) o a la Civilización Centroeuropea de los Cucuteni (6.000 a. C.) de Bulgaria y alrededores.

Los primeros datos sobre el nacimiento del deporte aparecen en las tablillas de arcilla sumerias de hace unos siete mil años, de aquel espacio comprendido entre el Éufrates y el Tigris donde nació nuestra civilización, lo que algunos denominaron El Paraíso Terrenal.

Su estructura social era piramidal y en la cima estaba el rey y el sumo sacerdote que, para ahorrarse cargos, coincidía en la misma persona. Luego estaban los altos funcionarios y cargos del ejército, los sacerdotes y los escribas, pirámide sostenida como siempre por el pueblo raso y los esclavos adquiridos por diversos medios, pero coincidiendo casi siempre con el guerreo a la ciudad contigua. Los de arriba se pasaban el día pensando, comiendo y sesteando, intrigando, procreando entre ellos y haciendo deporte o, mejor, preparándose para la guerra.

Las actividades deportivas nacen, o son paulatinas transformaciones, de las primeras pulsiones que conducen al niño a buscar sus primeras diversiones, ya sea con elementos materiales (juguetes) o inmateriales (el movimiento de las llamas o del mar) pasando por los juegos infantiles en grupo, hasta las diversiones juveniles y por fin la regulación de este tipo de actos y su ofrenda a los dioses, pero en su mayoría ligadas a las élites dominantes.

Los asuntos deportivos – por llamarlos de alguna manera – de la antigüedad siempre se manifestaron en torno a los templos o a las ceremonias religiosas y, al menos, fue durante las mismas cuando se pudieron establecer las primeras reglas para igualar las condiciones de participación.

Ruinas de la ciudad de Ur con el Zigurat de Ur-Nammu al fondo a las afueras de Nasiriyah, sur de Irak
Ruinas de la ciudad de Ur con el Zigurat de Ur-Nammu al fondo a las afueras de Nasiriyah, sur de Irak

Aproximadamente 2100 años a.C en la ciudad estado de Ur, nos encontramos con un rey que sobresale por encima del resto del panteón (no olvidemos que eran semidioses o directamente dioses) y no es otro que Shulgi, el hijo del fundador de la tercera dinastía: Ur-Nammu.

Como no podía ser de otra manera, aproximadamente 2100 años a.C en la ciudad estado de Ur, nos encontramos con un rey que sobresale por encima del resto del panteón (no olvidemos que eran semidioses o directamente dioses) y no es otro que Shulgi, el hijo del fundador de la tercera dinastía: Ur-Nammu.
Es la primera persona a la que se dedican varias líneas glosando sus cualidades de corredor, tan veloz como un “cabrito montés que corre a refugiarse… entrando en el Ekishnugal”, el templo del dios luna Nanna-Sin en Ur, también llamado el Zigurat (casa de cimientos revestidos de terror), o también como fondista excelso que recorre en una hora lo que otros en quince.
Era el ser perfecto física y psíquicamente, alto, guapo, moreno (de haber sido rubio tendría un problema su padre o él o ninguno de los dos, que para eso era hijo de dios con intermediación humana, se supone) y sin rival. Sus habilidades deportivas venían a buen seguro del perfeccionamiento de sus cualidades innatas para la caza. Él mismo comenta que atrapa serpientes y leones a pelo, en pleno desierto y sin red. Dice también que es capaz de cazar gacelas a la carrera con sus pies veloces. La Historia Empieza en Sumer (Samuel N. Kramer. A. Editorial. Madrid 2010. Pág. 291 y ss.)

Los sumerios, que desarrollaron la civilización que lleva su nombre entre el 5.000 y el 1700 a.C., tienen un origen desconocido y son, para el sacerdote caldeo Beroso, el pueblo de las “caras negras”.

Figura que representa el Código de Hammurabi
Figura que representa el Código de Hammurabi

Como proeza ejemplar de Shulgi, un buen día se fue corriendo desde Nippur a Ur, ciento sesenta kilómetros sin despeinarse; se da un baño, se relaja, come un poco y – para más heroicidad – en plena tormenta de granizo se vuelve para Nippur y celebra en el mismo día las festividades del “eshesh” (desconocida actualmente). Y claro, llega a palacio, se sienta entre su amigo el dios Utu y la esposa/diosa Inanna para darse un banquete. Ya que están apareciendo continuamente tablillas, que son estudiadas con más y mejores medios, todo lo expuesto hasta aquí es provisional y aproximado.

En otro ámbito, la península de Anatolia, se desarrolló otra civilización: Los Hititas que, año arriba año abajo, en el siglo XIII a.C., ya celebraban en todas sus ciudades relevantes unos festivales que duraban entre 2 y 3 días, en el transcurso de la primavera, el otoño y el fin de año. Había, por ejemplo, una fiesta de KI.LAM o del Mercado, dedicada al dios de las tormentas de Hatti y a la diosa del sol de Arinna. Duraba tres días y se dice que hasta el propio rey – Hattusili III lo hizo – abandonaba las guerras para asistir.

Acudían muchas personas – premonición de las Olimpiadas Griegas – y personajes relevantes, se recitaban mitos y se realizaban sacrificios y, entre otras actividades, se celebraba una carrera en el interior de palacio real, como posteriormente veremos en Egipto (ceremonia del Heb-Sed) en que, a los competidores y más concretamente a los dos vencedores, el rey les entregaba personalmente el premio.

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