“Cada cual vive el mundo como es capaz de imaginar”, decía Julio Verne mientras imaginaba mundos fantásticos sin moverse de su pequeño estudio. Esa misma imaginación es la que permite a Begoña Quesada dar vida a universos desconocidos, a personajes de ficción que llegan a ser tan reales como los de carne y hueso, y reflejar todo ello en novelas que luego ofrece a sus lectores. La imaginación, en este caso, es el tema central de su último libro, que además acaba de conseguir el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2023.
“Si todo el mundo ve las cosas y no se las imagina, ¿qué consecuencias tendrá eso a medio y largo plazo para nuestro cerebro?, esta es la pregunta sobre la que reflexiono en el ensayo En defensa de la imaginación” (Ediciones Nobel), dice Quesada.
“Cierra los ojos. Nunca antes un libro te habrá pedido algo así. Pero los libros en general quieren contarte algo que no sabes. Este quiere contarte algo que sabes, pero no recuerdas…”, con esta invitación empieza el libro.
-Begoña, ¿por qué esa necesidad de defender la imaginación?
-La idea del libro me surge durante la pandemia, el confinamiento. Cuando nos surge esa necesidad de inventar ventanas en las que asomarse, de consumir productos fruto de la imaginación de otros -libros, películas, poesía, arte, cómic, música- que nos pudieran alimentar en aquel desierto. También fue momento de cuestionarnos y preguntarnos cosas, surgieron los promascarillas y antimascarillas; los provacunas y antivacunas, y esa necesidad de ponernos en la piel del otro. Fueron momentos también de una gran digitalización en nuestras vidas. Tengo hijos y me di cuenta de que muchas cosas que yo hacía en directo ellos estaban haciéndolo a través de pantallas: los estudios, las relaciones personales con los abuelos, los amigos-… y me pregunté si esa manera de formarse no les influiría en su forma de pensar y, por tanto, de imaginar. La imaginación es tan importante que nos ha permitido sobrevivir y convivir unos con otros. Si estas personas van a imaginar de otra forma, a través de una pantalla, ¿qué consecuencias puede tener en un futuro? Leí mucho sobre el tema, reflexioné… y de ahí surge el ensayo. Desde mi corazón siento defender la imaginación que tenemos todos, pero no sólo para cosas extraordinarias sino para resolver cualquier cosa de la vida cotidiana.
Si antes de la pandemia pensaba que tenía que ser defendida, los confinamientos me convencieron aún más de ello.
“La imaginación es tan importante que nos ha permitido sobrevivir y convivir unos con otros”
-Precisamente hay un párrafo donde comentas que “los niños están más estimulados con las pantallas, pero les hemos quitado ocasiones de soñar, fallar o crear lo que desean, no como ha pensado un programador a miles de kilómetros. Nos quitan el poder de imaginar”. ¿Qué influencia tiene el uso de las pantallas en nuestro cerebro?
-Lo primero que quiero aclarar es que esta defensa de la imaginación no es un ataque a la digitalización o las pantallas. El ensayo no pretende dar respuesta a nada, sino hacerse muchas preguntas. Lo que sí está demostrado es que esta digitalización genera una dependencia y si determinadas funciones cerebrales sólo las realizamos de forma digital acabamos perdiéndolas. Si uno se orienta sólo a través de una función de GPS, no está orientándose si no siguiendo una aplicación. La capacidad de orientarse, al igual que muchas otras, si no se utiliza se acaba perdiendo. Mi pregunta es, si uno deja de imaginarse cómo es ese personaje o esa historia porque la puedo ver perfectamente en Instagram, en Tik Tok o Netflix; si todo me lo dan hecho, ¿por qué me voy a esforzar en unir una letra, una palabra o crear una imagen con mi imaginación?
“Si una pantalla me lo da hecho ¿por qué me voy a esforzar en unir una letra, una palabra o crear una imagen con mi imaginación?
-¿Por qué dices que es tan importante leer de forma concentrada un libro?
-Durante muchos años por razones profesionales leí mucha prensa y pasé tiempo sin leer un libro. Cuando tienes que leer mucha prensa lo haces un poco en diagonal, aunque leas en papel, si lo haces en pantalla, aún más. Vas al titular, al primer párrafo, ojeas, vas al último párrafo y pasas al siguiente artículo. Cuando regresé al libro noté que me costaba concentrarme. Y te hablo de una persona que desde la infancia devoraba libros. Siempre había sido lectora y en cambio me surgían dificultades. Pues imagínate si no lo has hecho nunca. Por eso me pregunto, ¿serán estas generaciones capaces de concentrarse ante un libro? No lo sé.
-¿Leer en papel o en digital es lo mismo?
-Si bien se trata de la misma actividad, leer, son dos cosas distintas. Una lectura rápida puede ir bien para informarte sobre algo, pero no tiene nada que ver con la lectura profunda que exige concentrarse en un libro. Y algunos incluso cuando hablan de los efectos de la lectura en el cerebro, hablan del libro en papel, porque ayuda a la concentración. Y la imaginación está muy ligada a la lectura porque utiliza la misma parte del cerebro donde también está la empatía. Si no se usa el músculo de la lectura, no usa el músculo de la imaginación ni el de la empatía y eso hace más difícil vivir en sociedad.
“La imaginación está muy ligada a la lectura porque utiliza la misma parte del cerebro donde también está la empatía”
-“La imaginación aparece en un momento determinado de nuestra evolución. Supone la diferencia entre sobrevivir y morir”. ¿Hemos llegado hasta aquí gracias a la imaginación?
-Los neurobiólogos y antropólogos consideran que la imaginación es una característica del ser humano que, como otras, pertenecen a nuestros antepasados y si han llegado a nuestros días es porque en un determinado momento han marcado la diferencia entre los que sobrevivieron y murieron. Hay un neurobiólogo muy interesante que se llama Antonio Damasio (me parece que es suya la idea) que dice que la imaginación hace que se produzca una ósmosis, un equilibrio en nuestros sentimientos cuando se pierde por un suceso que ocurre fuera de nosotros y nos hace sentir vulnerables. El arte de la imaginación devuelve ese equilibrio y eso hace que sea importante tanto para la persona como para el grupo a la hora de sobrevivir.
-Acabo de ver La sociedad de la nieve (J.A. Bayona) y me recuerda mucho a lo que estás comentando.
-Vivo en Múnich y en Línea de fuga, mi última novela, hablo de huidas, de campos de concentración y en ellos hay grandes ejemplos de imaginación y de gente que fue capaz de construir un relato, una historia; de imaginar formas de supervivencia inimaginables para conseguir sobrevivir. Y fue en gran parte gracias a la imaginación y la empatía. Es la diferencia entre resistir o morir. Me parece una forma esencial del ser humano. Yo creo en eso.
“Debemos buscar rincones a nuestro alrededor, espacios para que anide esa imaginación y protegerlos como si de un tesoro se tratara”
-Tenemos que apretar el ‘pause’ en nuestras vidas. Dices que es muy sano aburrirse.
-Hay gente que ha escrito mucho sobre ello y yo bebo de esas fuentes. No hacer nada durante un rato, el silencio, es algo muy sano, son huecos por donde muchas veces se puede ‘colar’ la imaginación. La memoria, la reflexión, la imaginación necesitan otro ritmo más humano. Hay demasiadas cosas que rellenan esos espacios vitales que necesitamos: las veces que miramos los mensajes del móvil, escuchamos un podcast para matar el tiempo o consultamos las redes para ver si nos han dado un like.
Debemos buscar rincones a nuestro alrededor, espacios para que anide esa imaginación y protegerlos como si de un tesoro se tratara.
-¿Es lo mismo imaginación que fantasía?
-Creo que son grados. Es como un espectro, si vas más allá pasas de la imaginación a la fantasía. A mí me gusta pensar que es como si hiciera un viaje en globo. Despegas y vuelas sobre tu pueblo, por ejemplo, y reconoces calles, casas, tiendas, eso es imaginación. Si te sigues elevando pierdes un poco el sentido de la realidad del suelo y ves grandes perfiles, montañas, el mar al fondo… ahí echas mano de la fantasía. Así es como lo veo yo.
-Si la imaginación fuera un superpoder, ¿cómo sería?
-¡Uy!, ¡qué bonito! Pues el más grande de todos. Sería como la nave nodriza de donde salen el resto de los superhéroes.
-Tal y como están las cosas, ¿qué papel crees que le espera a la imaginación en el futuro?
-Aventurarse a hablar del futuro es algo muy arriesgado. El otro día escuchando unas declaraciones de uno de los creadores de IA, decía que uno de sus hobbies era leer cosas profetizadas porque se daba cuenta de que todas o la mayoría fallaban. Que él no se atrevía a decir qué iba a pasar con la IA a largo plazo, como mucho a medio y corto plazo. Las tecnologías están generando cambios que se van a acelerar con la introducción masiva de la IA. Aún estamos a tiempo de reflexionar sobre lo que estos cambios van a suponer tanto a nivel de individuo como de sociedad. Lo que sí te voy a compartir son mis deseos. Me gustaría pensar que vamos a ser capaces de mantener la imaginación y defenderla porque sin ella no vamos a poder convivir unos con otros. Si no nos sentirnos identificados con el ser humano que tenemos al lado, no seríamos humanidad.
“Las tecnologías están generando cambios que se van a acelerar con la introducción masiva de la IA. Aún estamos a tiempo de reflexionar sobre lo que van a suponer tanto a nivel de individuo como de sociedad”
-Tras visitar y cubrir como corresponsal acontecimientos en numerosos países del mundo, llegas a Múnich donde ahora vives y trabajas. ¿Qué ha supuesto para ti recibir este premio? ¿Cómo se siente una al ser profeta en su tierra?
-Me siento muy agradecida por este reconocimiento. Fue todo muy emocionante, me prestó mucho. Cuando fui a recoger el premio a Gijón tuve además ocasión de tomármelo con calma, llegar con el tiempo suficiente para pasear por la ciudad y disfrutar el momento. También me gustó mucho la presentación del libro que hicimos posteriormente en Oviedo en la antigua librería Ojanguren. Todo funcionó superbién. Fue una charla muy entretenida, me encontré con gente que hacía tiempo que no veía y eso me hizo mucha ilusión.
-¿Cuánto tiempo llevas en Alemania?
-Vine para un par de años que luego fueron cuatro, seis, y cuando te das cuentas han pasado diez.
-¿En qué momento pasas del periodismo a escribir novelas?
-Las dos profesiones se solapan hasta cierto punto. Creo que escribo novelas como periodista, lo noto por esa necesidad de documentarme, investigar, de apuntar todo, de hacer dibujos antes de sentarme a escribir. Y también creo que en mis columnas o artículos que escribo para El País u otros medios, hay mucha parte literaria. Tengo una sensibilidad para las palabras que antes no tenía con lo cual creo que ambos oficios se han solapado.
“Tengo una sensibilidad para las palabras que antes no tenía con lo cual creo que ambos oficios, periodista y escritora, se han solapado”
-A juzgar por los libros que has escrito –Alemania, un país imprescindible o Nacidos después de muertos sobre Elisabeth Nietzsche– te debes de sentir muy cómoda e integrada en ese país, ya que son de temática o personajes germanos.
-Me siento interesada por este país y tiene mucho que ver con mi primer libro, Alemania, un país imprescindible. Llego aquí con un gran desconocimiento del lugar y del idioma. Si bien eso es a priori una desventaja, lo quise aprovechar para mirar a Alemania con ojos limpios, sin ningún tipo de esquema. El no saber nada, aunque era una gran desventaja, me ayudó a tener un punto de vista más objetivo, tanto de la sociedad como de la cultura, y descubrí un país mucho más profundo y complejo que la idea que yo tenía. Mi experiencia aquí la comparo como si fuera un libro con desplegables, hay puntos de su historia que me parecen muy interesantes y creo que hay que darlos a conocer, cuando me meto en uno me surgen otros temas y otros. Así está pasando con mis libros. Todo tiene mucha profundidad.
-Tu pareja y tus hijos también son asturianos, pero en cambio están viviendo y educándose en aquel país. ¿Qué ambiente se respira en tu casa?
-Siempre les he transmitido a mis hijos que uno es de donde está y todo lo demás es relativo. Yo siempre me he considerado asturiana, de Pola de Lena para más señas, española pero también europea. Cercana a la gente con la que convivo con la que me puedo llevar mejor o peor -como me podría pasar en Pola- pero no por razón de su nacionalidad sino de su personalidad. Lo importantes son las personas. Luego si en vez de dos idiomas hablan tres, pues maravilloso, si hablan diez, mejor. Cuantas más nacionalidades, más mundo descubran, más se van a enriquecer. Sus raíces son sus raíces, se sienten asturianos y esta es su patria chica, pero también quiero darles alas para que vuelen donde necesiten o quieran. Me gustaría pensar que este es el ambiente que se respira en mi casa (risas).
-¿Venís con asiduidad a Asturias? ¿Qué es lo que más echas de menos?
-Sí, vamos siempre en Navidad y verano. Lo que más echo de menos es el mar. Aquí tenemos montañas, están los Alpes, hay lagos inmensos que no te alcanza la vista para recorrerlos, pero no sustituyen al mar, a mi mar. Ese Cantábrico tan maravilloso. Eso sí que lo echo mucho de menos.