Las ficciones son tan necesarias para las personas como la comida. O eso dice Paco Abril, que siempre se ha tomado los cuentos muy en serio. Y así lo argumenta en Los dones de los cuentos, una herramienta para educadores que se lee como si fuera una novela.
En ella intenta explicar por qué los cuentos, narrados o escritos, tienen tanta importancia en nuestra vida.
Como si fuera un buen personaje protagonista, Paco Abril tiene muchas caras. Es el cocinero Francesco Barili, que prepara con maestría Buñuelos de cuento rellenos de manzanas mágicas. Es el ganador de varios premios, entre ellos el Premio Nacional al mejor Trabajo de Divulgación Científica. Es el artista plástico que modela esculturas y esculpe collages de cartulina. Es autor de artículos, de libros infantiles, de poemas (imprescindible su Alma de Papel, autoeditado junto a su mujer, Ana López Chicano). ¡Y hasta ha conseguido que Peter Pan visite los Picos de Europa en un fotocuento! Paco Abril es todo eso y más: sobre todo, es un activista de la lectura. De ahí su último trabajo, Los dones de los cuentos, una defensa encendida de la necesidad de contar cuentos a los niños y, por qué no, a los mayores.
-¿Cuáles son Los dones de los cuentos?
-Mi conclusión es que cada vez que contamos un cuento, especialmente a un niño o una niña, le estamos dando un regalo especial, al que he llamado «don» siguiendo la tradición clásica de esos regalos que daban las hadas: dones no materiales, como el afecto, el consuelo, la verdad, la justicia, la palabra…
«Cada vez que contamos un cuento, especialmente a un niño o una niña, le estamos dando un regalo especial: dones no materiales, como el afecto, el consuelo, la verdad, la justicia, la palabra…»
-¿Cuál es el don que más se agradece?
-¡Es que hay muchísimos! En el libro hablo de trece, pero podrían ser más. Uno es el de la palabra: aprendemos a hablar porque nuestra madre señala las cosas y las nombra, porque vivimos en un contexto lleno de lenguaje, y ¿dónde hay un lenguaje más enriquecido que en un cuento? Y además nos explica algo que nos interesa, con lo cual estás regalando otro don: el de la atención. Y el del afecto con el que lo cuentas. Y cuando leemos a un niño una historia que le fascina, le estamos diciendo que puede encontrar más en otros libros, así que también damos el don de la lectura.
-Ha sido promotor de la campaña «Contando cuentos», para concienciar a los padres de su importancia intelectual y emocional. ¿Es una forma de cuidar nuestro futuro?
-Desde luego. Hay una frase en el edificio de la Gota de Leche, en Gijón, que dice: «Quien construye casas para los niños derrumba los muros de las cárceles». Y con la educación ocurre igual, es una labor preventiva que no se puede sustituir por nada. Porque luego preguntamos qué hacer con un niño de 16 años que es problemático: haberle prestado atención antes.
«Los libros no se olvidan, siguen siendo mundos abiertos a los que podemos volver una y otra vez. Un libro nos sigue ayudando a pensar, a conocer el mundo y a nosotros mismos»
-Además del Premio Nacional a la Mejor Labor Crítica de Literatura Infantil (1979), también en 2002 recibió el Premio Nacional al mejor trabajo de Divulgación Científica de la Real Sociedad Española de Física. Fue por la sección A Ciencia Cierta del suplemento infantil La Oreja Verde (publicado entre 1989 y 2012 en La Nueva España). ¿Qué significó este galardón?
-Los galardones son un reconocimiento y un orgullo, pero para mí lo más importante es haber hecho esa labor. En este caso nos dieron el premio conjunto, a mí y a dos profesores de física de la Universidad de Oviedo por aquel trabajo de divulgación. Y yo sostengo que este tipo de colaboraciones deberían hacerse más a menudo, porque son interesantísimas tanto para los niños como para los padres.
-Otro premio: el Mª Elvira Muñiz de Promoción de la Lectura, otorgado por el Ayuntamiento de Gijón en 2013.
-Pues es un aldabonazo para seguir trabajando en estas cosas, desde luego queda mucho, mucho por hacer en la promoción de la lectura, y es algo decisivo, porque leemos constantemente. Hay quien dice que no hay que fomentar la lectura porque ya está internet, pero ojo: internet está escrito. Yo creo que lo digital es compatible con la lectura, que además es algo que perdura en el tiempo. Tú puedes leer ahora un libro del siglo XVI; en cambio, intenta coger un videojuego de hace diez años. Son cosas que no perduran, cada vez que sale algo nuevo lo tapa, y en cambio los libros no se olvidan, siguen siendo mundos abiertos a los que podemos volver una y otra vez. Un libro nos sigue ayudando a pensar, a conocer el mundo y a nosotros mismos.
«La educación es una labor preventiva que no se puede sustituir por nada. Porque luego preguntamos qué hacer con un niño de 16 años que es problemático: haberle prestado atención antes»
-Presenta el cuento como una necesidad vital, algo consustancial al ser humano.
-Creo que es así. Los seres humanos nacen con dos conductas que luego van desarrollándose. Una es la necesidad de afecto, que surge en todas las edades: todos necesitamos ser queridos y valorados. Y otra es la necesidad de saber, que es el origen de la ciencia, del arte, de la aventura. Parecen conductas opuestas, una hacia dentro y otra hacia fuera, pero están íntimamente relacionadas. Un ejemplo: cuando el niño está solo en una habitación, y el padre o la madre en otra; de pronto el niño viene corriendo, le da un beso y marcha. Eso, según los psicólogos, es el reabastecimiento emocional: una carga de gasolina afectiva, para sentirme querido y a partir de ahí puedo seguir jugando, explorando, investigando.
Y además de esas dos conductas yo creo que hay otra más: la fabuladora. Todos los seres humanos han creado mitos y leyendas, cosas incluso contrarias a todo tipo de razón. Pero la ficción no te transporta a un lugar fantasioso de donde no vuelves, sino que te permite ir a la realidad por un camino distinto. Por eso los cuentos son ficciones necesarias.