Este periodista asturiano es un torrente de palabras sinceras y apasionadas. Una persona a la que le gusta hablar claro y decir lo que piensa. Confiesa que, en estos cuarenta y dos años de profesión, ha ido perdiendo la ilusión con la que empezó aquel joven de veinte años haciendo prácticas en La Nueva España, pero a cambio ha crecido su curiosidad y su “mala leche”. Pronto colgará el micrófono y dice que se dedicará a vivir -con mayúsculas-. Asegura que no echará de menos el periodismo y solo abrirá su Twitter para desahogarse.
-¿Añorarás ser corresponsal?
-Agradezco que TVE me hubiera enviado aquí en esta última etapa de mi vida profesional, es como estar jugando en la Champions del periodismo. Llevo en Bruselas cinco años muy intensos que además he disfrutado, tanto del país, que es fascinante como a nivel laboral. En 2015, recién llegado, me encontraba en plena mudanza cuando ese mismo día tuve que irme a trabajar por el tema de la crisis griega. Fueron dieciocho días sin parar trabajando catorce horas seguidas, reuniones con jefes de Estado, con ministros de Economía hasta que se llegó al acuerdo de rescatar a Grecia. Le siguió la crisis de los inmigrantes que llegaron a Calais (Francia). Como mi compañera estaba de vacaciones tuve que marcharme hasta allí para cubrir la noticia. Poco después tiene lugar el accidente del autobús en el que viajaba un grupo de jóvenes vascos que se empotró en un túnel en la localidad francesa de Lille. Fueron sucediéndose todos estos acontecimientos casi en tiempo récord, así que en agosto cuando regresé a España de vacaciones, me sentía como si hubiera hecho un máster intensivo. Regreso a Bruselas en septiembre y estalla definitivamente la crisis de los inmigrantes que se suma a la normal actividad parlamentaria que se desarrolla en la Comisión Europea. Fue un no parar. En noviembre, los atentados de Paris y cuando llego a la capital francesa para cubrir la noticia me tengo que volver rápidamente a Bruselas porque los autores habían salido de aquí y cerraban las fronteras durante dos semanas. Sigue la crisis de los inmigrantes, el referéndum en el Reino Unido en el que deciden salir de la UE, los atentados de Bruselas… fíjate que primer año.
“Agradezco que TVE me hubiera enviado aquí en esta última etapa de mi vida profesional, es como estar jugando en la Champions del periodismo”
-Bruselas ha sido tu gran descubrimiento…
-Sí, me encanta este país y creo que los españoles tenemos muchos prejuicios hacia Bélgica. Aquí era donde venían los inmigrantes, se decía que era un país gris, triste, donde apenas salía el sol, algo que no es real. Esta primavera, por ejemplo, ha hecho mucho mejor tiempo que en Asturias. En Bruselas hay miles de expatriados de todos los países que forman la UE, muchos de ellos tienen un gran poder adquisitivo porque son lobbys, funcionarios, abogados, periodistas… Hay mucha gente joven y animación por las calles. En cuanto sale un rayo de sol salen a pasear y tomarse unas cañas. Tiene pueblos muy bonitos y están bien conservados y luego está la Grand Place de Bruselas que a mi me parece de las más bonitas del mundo.
-¿En qué se diferencia el periodismo que haces tú desde Bruselas del de otro corresponsal de la UE?
-Aquí la información es muy institucional. Quien viene a Bruselas sabe que no va a hacer nunca un reportaje como el que hizo hace poco mi compañera de Paris sobre el panadero del Elíseo. Aquí no tienes tiempo. Además de cubrir las instituciones de Bruselas, tienes Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Estrasburgo, donde se reúne todos los meses el Parlamento Europeo, está el Consejo de Europa con sus sentencias y el Tribunal de Derechos Humanos. Todo esto produce una gran información institucional. Yo no me tengo que romper la cabeza para saber qué voy a decir mañana en el Telediario de las 3. Todos los días a las doce de la mañana tengo una rueda de prensa con el portavoz de la Comisión Europea donde nos informa de toda la actividad del día. Luego tenemos reuniones con ministros. Todo esto normalmente te ocupa siete u ocho horas diarias en las que no sales, de un círculo alrededor de donde se encuentra mi corresponsalía que está en pleno barrio europeo, a quinientos metros del centro neurálgico. Este volumen de información a veces no tiene una rentabilidad inmediata, pero sí te da el suficiente background para saber de qué va todo esto. Si no asistes, no te enteras.
-Detrás de la cámara, ¿existe proximidad entre políticos y periodistas? ¿Cómo es esa relación?
-Hay mucha más proximidad que en España. Yo, por ejemplo, tengo el teléfono del portavoz de la Comisión Europea, un cargo que en nuestro país podría equivaler al de Portavoz del Gobierno o al Secretario de Comunicación. Lo tengo yo y todos los periodistas que quieran porque su móvil aparece en la web de la Comisión Europea. Tengo muy buena relación con el anterior portavoz, hoy vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, casado además con la gijonesa, Mercedes Alvargonzález. Con el portavoz del Parlamento Europeo y director general de Comunicación de la institución, el español Jaume Duch; con el responsable de comunicación del Tribunal Superior de Justicia, Juan Carlos González, hijo de inmigrantes asturianos.
Luego están los políticos en contacto con los ministros españoles, que cuando vienen nos reunimos, cenamos juntos y hablamos off the record de todos los temas. En la Comisión Europea es difícil mantener la proximidad con los comisarios, por lo menos como era antes, que había menos periodistas y era fácil quedar con ellos para hablar; en cambio en el Parlamento Europeo sabes que si pasilleas, te encuentras a los políticos y hablas con ellos de tú a tú. En mi caso, para esa proximidad también influye que soy una persona ya mayor, de un medio importante como es TVE, con una carrera detrás y eso hace que se entable una relación de respeto, como si fuera del mismo estamento.
-A nivel personal, ¿hay algún político que te haya sorprendido gratamente en estos años?
-Antes de lo que te voy a decir, quiero comentar por delante que, aunque no milito en ningún partido, soy una persona de izquierdas por los cuatro costados. Nací en Gijón y viví en Pumarín, en concreto en el barrio de las Mil Quinientas. Dicho esto, confieso que, a mí, Esteban González Pons, en su día diputado por Valencia del PP, no me caía nada bien. Me parecía una persona agresiva en sus declaraciones, en su actitud hacia los demás, hasta que llega a Bruselas como eurodiputado, algo que al principio vio como un castigo. Como otros del partido, siempre quiso ser ministro, pero además de no conseguirlo, va y le mandan a Bruselas. Eso le produjo cierta frustración hasta que descubre que lo que se hace aquí es importante, sea o no noticia. A partir de ahí asumió su nuevo papel. Creo que ha empezado a ser él de verdad y está más relajado porque sabe que aquí no tiene que luchar por conseguir ningún puesto. Es una persona con la que puedes hablar, hace sus propias críticas… en definitiva, le he cogido cariño. Hace lo que considera, sus intervenciones son breves, cosa que agradecemos los periodistas, y habla en un tono adecuado y constructivo. Me ha sorprendido gratamente. Tiene muy buena relación con el asturiano Jonás Fernández, eurodiputado socialista, pero con todos en general. Aquí los eurodiputados españoles cuando tienen que sacar algo adelante, aparcan sus ideologías, colaboran y apoyan las decisiones.
“En España no se valora suficientemente lo que representa la UE cuando el 80% de todo nuestro quehacer diario depende en gran medida de las decisiones que se toman en Bruselas”
-Ya podían tomar nota los políticos de nuestro país…
-En España no se valora suficientemente lo que representa la UE cuando, el 80% de todo nuestro quehacer diario depende en gran medida de las decisiones que se toman en Bruselas. Los mismos políticos cuando vienen aquí lo hacen con la sensación de castigo. El viajar por el mundo, o el estar en un país como este, donde hay tantas nacionalidades te ayuda a salir de la mentalidad de lo pequeño, lo local y te ayuda a abrirte al mundo.
-¿Qué valoración haces del Acuerdo de Bruselas para el fondo de recuperación que se acaba de aprobar?
-Sin duda ha sido un buen acuerdo para España, porque los intereses son contrapuestos. Está por un lado la situación de los países del sur, que cuando no nos va bien pedimos ayuda a la UE porque se trata de que sea una unidad solidaria, pero también hay que entender a los países del norte, los llamados Frugales, porque son los que aportan la mayor parte del dinero al tener una economía más saludable. España, que lleva en la UE desde 1985, siempre ha sido receptora neta. Es normal que si ahora dan una serie de partidas, exijan a cambio condiciones que, en nuestro caso, no fueron tan duras como las que impusieron a Grecia en su día con el rescate, o a Irlanda o Portugal durante la crisis financiera, pero sí implicará esfuerzos importantes. En total son 390.000 millones de euros para subvenciones que no habrá que devolver y otros 360.000 millones para préstamos si se necesitan.
“El Acuerdo de Bruselas para el fondo de recuperación ha sido bueno para España. En total son 390.000 millones de euros para subvenciones que no habrá que devolver y otros 360.000 millones para préstamos si se necesitan”
-¿Hacia dónde van dirigidas esas subvenciones?
-España, para recibir ese dinero ha de presentar proyectos, planes que antes han de ser aprobados en la UE. Las comunidades autónomas han empezado a pedir dinero cuando este fondo no es para gastos corrientes sino para proyectos, inversiones productivas que vayan enfocadas en concreto a dos objetivos: la digitalización y el medioambiente. Estos son los ejes prioritarios, pero los sectores beneficiados pueden ser muchos.
-¿Crees que eran necesarios esos cinco días de reuniones que os mantuvo en jaque a los periodistas?
-Con que haya un par de rondas de los 27 países y cada uno hable tres minutos, un solo turno ya dura hora y media. Además de esas rondas, luego hay negociaciones bilaterales y esa es una labor muy ardua. No solo se hablaba de una cuantía importante, sino de dónde iba a salir ese dinero y, además, la decisión final debía de ser por unanimidad. Esta ha sido la reunión de jefes de Estado de Gobierno más larga que se recuerda en la historia por detrás del Tratado de Niza hace treinta años.
-En tu cuenta de Twitter dices que tus opiniones son solo tuyas. ¿Te ha traído muchos problemas decir lo que piensas?
-Me los ha traído toda mi vida y llevo 42 años de profesión. Digo esto en mi cuenta personal para que en ningún momento se interprete que son opiniones de TVE, el medio para el que trabajo. La gente cuando me conoce sabe que lo que digo es realmente lo que pienso, no es resultado de un calentón, así que afronto las consecuencias. Cuando critico por ejemplo a un directivo, no lo hago hacia la persona, sino a su gestión porque quiero que esta empresa pública sobreviva, es donde yo trabajo y la que me paga el sueldo. Me abrieron varios expedientes que luego se cerraron y nunca me sancionaron. Recuerdo que mi primer redactor jefe, Julio Puente que murió hace un par de años, me decía “Patterson, te estás cavando la tumba”, porque no callaba ni debajo del agua. A cambio duermo bien, con la conciencia muy tranquila.
-¿Tus críticas a TVE han tenido algo que ver con tu marcha de Bruselas?
-Cabe la posibilidad de que sea una de las razones por las que yo no continúe aquí un año más, algo que permite la normativa del ente. Alguien tomó la decisión de que no siga y creo que ocurre en el momento más inoportuno. Personalmente no hubiera cambiado ni al corresponsal de Bruselas ni al de Londres porque quedan muchos temas pendientes que van a desarrollarse en los próximos meses, entre ellos el fondo de recuperación o el Brexit de verdad a finales de año, y los que más sabemos de esos temas somos los corresponsales que llevamos ocupándonos de estos asuntos desde hace cuatro o cinco años.
«Cuando empecé en la profesión e iba a entrevistar a un escritor, por lo menos me leía el libro y averiguaba cosas sobre el autor. Ahora es fácil ir a Google, sacar cuatro datos para hacer una entrevista y luego hacer canutazos»
-También diriges tweets a la profesión en general. ¿Qué es lo que se está haciendo tan mal?
-Prácticamente todo. Estamos distanciados de lo que yo creo que quiere la gente. Soy de los que piensa que la calidad vende, no hay que dar basura porque se consuma basura. Se apuesta por el consumo fácil, pensamos que los medios de comunicación son como las redes sociales, eso lo creemos los propios periodistas y no es verdad. Tuitear lo puede hacer cualquiera, el periodista tiene otra misión que es la de situar las cosas en su contexto. Si no hace eso, es alguien totalmente prescindible. Ante la noticia, por ejemplo, de que el 21 de junio se abren las puertas al turismo después de la pandemia, hay dos formas de contar las cosas. Una, decir que el turismo para España representa un 15% de PIB y luego otra, que es la que se está haciendo: mandar a gente a un chiringuito de Canarias, otro de Valencia o de Baleares para que cuenten los camareros qué les parece esta noticia. Informativamente, ¿qué me aporta? Nada, aparte de la alegría de los trabajadores de esos chiringuitos. De eso, tenemos mucha culpa los periodistas. No vale cualquier cosa.
-¿Está el periodista en vías de extinción?
-Cuando empecé en la profesión e ibas a entrevistar a un escritor que presentaba un libro, por lo menos te lo leías (ese y alguno más) y averiguabas cosas sobre el autor. Ahora es fácil ir a Google, sacar cuatro datos para hacer una entrevista o coger cuatro reseñas y luego hacer canutazos: la pregunta estúpida al político de turno para que te responda una barbaridad que luego publicas sin contrastar para que, al día siguiente otro político de signo contrario la rebata y te pases así una semana. Un periodista ha de ser serio.
«Los medios de comunicación social han dejado de ser sociales y se han convertido en empresas atípicas. Algo que me duele especialmente en el caso de TVE»
-Alguna responsabilidad tendrán también las empresas de comunicación…
-Por supuesto. Cada comunidad autónoma tiene ahora una o varias facultades de periodismo, así que cada año salen cientos de licenciados. El mercado es muy barato y el empresario tiene todo el poder. Puede exigir a un periodista que le llene cuatro páginas todos los días como sea y si no le gusta el resultado, busca a otro. Los medios de comunicación social han dejado de ser sociales y se han convertido en empresas atípicas. Algo que me duele especialmente en el caso de TVE. Existe el temor de que los que actualmente dirigen el Ente, -que están en funciones-, tomen decisiones encaminadas a hacer la competencia a las cadenas privadas, perdiendo así su función de servicio público que es a la que le obliga la ley. Si pierdes ese objetivo y además tienes la mitad de audiencia, ¿qué sentido tiene el Ente?
-También sigues la actualidad asturiana, ¿cómo se ve lo que ocurre desde la distancia?
-Creo que hay que moverse por el mundo con la mentalidad abierta, no defendiendo eso de que lo nuestro es lo mejor. Me sorprende la candidatura del Ayuntamiento de Oviedo para que sea declarada toda la ciudad Monumento de la Humanidad por la Unesco. Salvo La Laguna, no hay ninguna ciudad en España entre los cuarenta y ocho lugares que cuentan con esa distinción. No nos puede cegar la pasión. Me enfadé con Barbón cuando comentó aquello de que en Asturias llevábamos la boina con mucho orgullo. Pero si solo la llevan en los pueblos, la gente mayor y los aldeanos. ¿Presumimos de ser aldeanos? Oiga, yo no. Sobre todo, el mal concepto de aldeano: señor pegado al terruño que piensa que ese lugar es el mejor del mundo. Me puede gustar la fabada, pero no es el mejor plato del mundo. He disfrutado comiendo en Ucrania cosas tan ricas o más que esa.
“Aunque no milito en ningún partido, soy una persona de izquierdas por los cuatro costados. Nací en Gijón y viví en Pumarín, en concreto en el barrio de las Mil Quinientas”
-En todos estos años de profesión, ¿dónde te has sentido más a gusto, en el periodismo escrito, en la radio o en la televisión?
-He pasado por todo. Empecé en la prensa escrita haciendo prácticas en La Nueva España, luego en Asturias Diario y más tarde en La Región. Me gustaba hacer entrevistas, recuerdo una especialmente con Mario Benedetti en la que estuvimos hablando casi tres horas y al final me dijo que era la mejor entrevista que le habían hecho porque sabía más de su vida que él mismo. Luego le seguía el proceso de la transcripción que en aquel momento era casi de memoria porque no llevábamos grabadora, tan solo tomábamos alguna nota en un cuaderno de forma discreta para no perder el hilo de la conversación, no como se hace ahora que ves al periodista entrevistar a alguien y transcribir al mismo tiempo en su ordenador, sin mirar a la cara a la persona que tiene delante. Hay que ser respetuoso.
Una vez al año teníamos la oportunidad de entrevistar a los Premios Príncipe de Asturias: científicos, investigadores, escritores de talla mundial. Éramos cuatro o cinco periodistas los que en aquel tiempo estábamos en el Reconquista y recuerdo que disponíamos de dos horas para estar con cualquiera de aquellas personalidades. Hoy, están más de treinta periodistas acosando a los entrevistados y solo se dispone de veinte minutos en conjunto. Mira cómo cambian las cosas. El periodismo en aquel momento era más pausado, te documentabas mucho y preparabas las cosas a conciencia.
Luego entré Radio Asturias Ser con la unidad móvil yendo a todos los sitios, aquí primaba la inmediatez. Lo recuerdo como una bonita experiencia. Luego pasé a Radiocadena Española, donde estuve hasta el 89 cuando tuvo lugar la fusión con RNE. Me nombraron director y en el 99 pasé a ser director de TVE en Asturias.
-¿Has pensado qué harás a partir de agosto?
-El día 29 cojo un avión rumbo a Asturias y me dedicaré a la buena vida. Me quiero acoger a una jubilación anticipada porque tengo cotizado lo suficiente. Me espera la moto que tengo parada en el garaje desde enero, la cogeré para ir a caleyar, me encanta caminar por la montaña, volver a esquiar si se dan las circunstancias, bañarme en playas salvajes, me encanta el agua; quedar con amigos, leer y por supuesto, mi saxofón. Hace unos años me puse a estudiar música y aprendí a tocarlo. Descubrí que además se me daba bien porque cogí las escalas con mucha rapidez. No voy a escribir una sola línea y sé que no lo voy a echar de menos porque para mí la profesión siempre ha sido un trabajo, una forma de ganarme la vida, no una pasión. Por eso voy a coger este descanso merecido con absoluta alegría.