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martes 19, marzo 2024

Manu Lobo: “El teatro es una forma de vivir”

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Acaba de comenzar la tercera temporada como presentador de Dr. Lobo en TPA. Actor y veterinario, Manu Lobo confiesa que tiene la suerte de poder dedicarse a lo que más le gusta. En el rural, encuentra el vínculo con la tierra. Sobre las tablas, tiene la oportunidad de vivir varias vidas, adentrarse en diferentes miradas y sumar todas ellas a su forma de ser.

Es difícil decir si es un veterinario que actúa o un actor que presenta. En Manu Lobo no hay una frontera que separe la persona de los personajes que interpreta. Dice que le cuesta llamar trabajo al teatro o al estar con los animales, “para mí, ambas cosas son un placer. Las disfruto muchísimo”. Transmite pasión por los cuatro costados y es casi imposible imaginarlo en calma. Lo suyo no es estarse quieto.

Estuvo un tiempo en Kenia como veterinario y después trabajando en un poblado formado por niños cuyos padres habían muerto por VIH y con los que aplicó herramientas teatrales que les ayudaron a ganar confianza en sí mismos.
Se fue de Erasmus a Portugal. Viajó a Polonia, concretamente a un centro de investigación teatral llamado Instituto Grotwski, donde entró en contacto y conoció otras formas de abordar el teatro. Después llegarían Francia y también Croacia donde le pilló la pandemia. Actualmente, en su vida se dan la mano el teatro, el trabajo como veterinario y el presentar Dr. Lobo en TPA, un programa en el que se da a conocer Asturias desde la perspectiva de sus gentes y sus iniciativas.

-¿De dónde surge la idea de tu programa en la TPA, Dr. Lobo?
-En Asturias tenemos un montón de riqueza en muy poco espacio. Es verdad que, cuando hago el programa, hay mucha gente que se queda fuera por cuestiones de tiempo y mi guerra siempre es intentar dar cabida a todos ellos. El primer sitio del que surge la riqueza es de la tierra y dar visibilidad a personas que han apostado por ello, para mí, fue un objetivo primordial. Hablábamos mucho de la desconexión que tenemos con la tierra, con las raíces, porque aunque estemos 24 horas con el móvil, estamos desconectados de lo importante. La idea viene del saber que hay muchas personas que apuestan por cuidar lo nuestro y que son un ejemplo para decir que en los pueblos se puede vivir de la riqueza de la tierra; el asfalto no se come.
Me gusta que las personas nos enseñen su realidad con lo bonito y con toda la energía que tienen que emplear en cosas que, a priori, no deberían ser un obstáculo.

Imagen de Dr. Lobo, programa que se emite en la TPA
Foto cedida por Manu Lobo

-Pero, lo rural ¿no está de moda?
-Yo pensaba que había cosas que eran leyendas urbanas, pero resulta que no lo son. Lo que te cuentan en la ciudad sobre el rural no es real, esto no es el cuento de la granja con los pajarinos volando; a lo mejor suena un cencerro, puede pasar un tractor porque los campos no se mantienen solos, hay que limpiar los praos, las vacas comen y abonan el suelo para que haya riqueza orgánica, los gallos cantan… Esto no es un reducto idílico. Ahora llegan muchos con esa moda de la neo ruralidad romántica que no deja de ser otra cosa que un rural hecho a su medida, personalizado.
Después está el tema de las administraciones. ¿Cómo puede ser que el propio ayuntamiento te denuncie por, en la finca de tus güelos, hacer compost con el cucho? La comida de los animales está súper cara, solicitas permiso para hacer un tendejón y te piden sangre de unicornio para poder llevarlo a cabo. Aparentemente están saliendo muchas ayudas para el rural, se habla de sostenibilidad, de resiliencia, pero al final te das cuenta de cómo somos capaces de prostituir las palabras y apoderarnos de ellas para hacer un lavado de cara y que los lobos parezcan corderos. La gente se aburre y los mayores, a los que todavía les quedaba un poco de energía para poder tirar de esto y que son los guardianes del conocimiento del rural, se agotan porque los gobiernan desde la desconexión.

“Ahora resulta que eres cool si te vas a vivir al rural y el pueblo es guay. Pero conectar con esta forma de vida no es irte a una casa rural, encerrarte ahí y no saber qué pasa a tu alrededor. Es algo más”

-¿Dirías que la gente del rural se siente importante?
-No. Hablaba hace relativamente poco con unos amigos de los Oscos que hasta hace nada, ser de pueblo era motivo de vergüenza. Se hablaba con miedo para que no se escapase el acento y te llamaran pueblerino, que no te vieran con las vacas… y ahora resulta que eres cool si te vas a vivir al rural y el pueblo es guay. Pero conectar con esta forma de vida no es irte a una casa rural, encerrarte ahí y no saber qué pasa a tu alrededor, es algo más. De todas formas, te puedo asegurar que los que son de pueblo de toda la vida no se sienten importantes porque parece que son la casta baja de la sociedad, están ninguneados. Después resulta que son los que te dan de comer.

-En toda esta gente que mantiene el vínculo con la tierra, ¿están las raíces de nuestro presente?
-¿Dónde sino? ¿De qué vamos a vivir si nos faltan? Ten en cuenta que si estamos hablando de que el mundo se va a la mierda, todas las miradas se van a dirigir hacia ellos. Antes de que todo esto se tambalease y llegásemos al punto en el que estamos hoy, la comida nos venía de dios sabe dónde y era más barato. Ahora ya no pasa eso y resulta que hay productos que tenemos que sembrar aquí. Vuelve el discurso de que hay que producir más y esto implica que se abra la mano para cultivar sin cuidado y producir sin parar porque lo importante es comer, pero esto es mentira porque lo único importante es que algunos se hagan ricos. Todo se da la vuelta y hay que hacer una revisión del cuidado de la tierra y tratarla con un poco más de cariño, pues es como nuestro cordón umbilical. La cuestión está en darle una vuelta, pero desde la responsabilidad colectiva, el conocimiento y el respeto; hay que hacerlo partiendo del conocimiento de los mayores y también contando con toda la gente joven que se ha formado y que lo está haciendo bien. Me presta por la vida cuando voy a visitar a algún proyecto de estos chavales que empiezan ahora, pero que se tomaron la molestia de saber cómo funcionan las cosas, y saben cómo cuidar para producir de una manera mucho sostenible. Son personas que están contentas y son fieles porque cuidan lo que hacen con todo el cariño. Cada vez nos encontramos con más gente así y mola mucho.

“Hay que hacer una revisión del cuidado de la tierra y tratarla con un poco más de cariño, pues es como nuestro cordón umbilical”

-Pasamos a otra de tus pasiones, el teatro. Hablas de una forma de afrontarlo libre de esquemas y de prejuicios… ¿Me lo explicas?
-Es una forma de entender el teatro desde la eliminación de todo lo superfluo, es como un teatro ritual de eliminación de cosas que hacen ruido en el que debes ser capaz de entrar en el espacio como una hoja en blanco, y esto es difícil. En el teatro comercial tienes tu mochila en la que están guardadas todas las técnicas que has ido aprendiendo y con las que te has quedado y el desprenderte de ellas cuesta mucho. Los tiempos que tenemos para aprendernos los papeles son muy cortos, a lo mejor el director te da unas pautas, haces el personaje lo mejor que puedas y lo sacas utilizando las herramientas que hacen que te luzcas.

-¿Cómo es el proceso de construcción de esa forma de actuar?
-Mi forma de trabajar parte de un planteamiento: ¿soy capaz de eliminar eso que es lo que me salva en escena y no tener la tentación de recurrir a ello?, ¿soy capaz de entrar desnudo en ese espacio? Esto normalmente no lo hacemos porque siempre nos centramos en resolver y es muy interesante porque esas herramientas te sirven también para la vida. Es muy positivo poder trabajar en el espacio siendo permeable a todo lo que te rodea, es una forma de hacer que el mundo que nos rodea se vuelva visible y a partir de ahí, empiezas a construir. En un principio te parece que no estás haciendo nada, pero entras en un lugar de observación súper profundo que te permite escuchar al otro. Parece magia, pero no lo es porque empiezan a surgir procesos escénicos muy interesantes.

"Tan noble reina como eres", obra de teatro en la que participa Manu Lobo
«Tan noble reina como eres» / Foto: Mara Villamuza

“Mi forma de trabajar parte de un planteamiento: ¿soy capaz de eliminar y no tener la tentación de recurrir a eso que es lo que me salva en escena?, ¿soy capaz de entrar desnudo en ese espacio?”

-¿Este tipo de planteamientos pueden ser útiles para trabajar con grupos de personas que viven algún tipo de problemática?
-Junto con la Escuela Superior de Arte Dramático de Asturias, se desarrollan trabajos con diferentes colectivos. Hay un proyecto que se llama Confluencias y yo trabajo con pacientes oncológicos, concretamente mujeres. Me acuerdo de estar en un congreso de oncología en el HUCA y me decían que al final iba a tener que hacer una ponencia para explicar qué sucede en los talleres. Después de estar todo el día hablando de células tumorales, fármacos y toda la visión científica de la enfermedad, ahí estaba yo con mis herramientas teatrales. Puse a médicos y pacientes a trabajar la mirada, la escucha, la respiración y, de pronto, empezaron a surgir emociones y a movilizarse cosas bastante potentes. El cerebro hace conexiones con partes superiores que son las encargadas de las emociones y de pronto te pones a llorar, aunque tú no tendrías motivos para ello. En el teatro hay cosas muy interesantes sin explorar y que están muy cercanas a la psicología.

-Con esta forma de hacer teatro, ¿qué descubres de ti mismo? ¿A qué te enfrenta?
-Cuando tomas la decisión de trabajar desde un lienzo en blanco resulta que es imposible porque sientes miedo y caes en la tentación de volver a retomar el camino más fácil. Muchas veces lo hablo con los alumnos a los que les doy clase o con los actores o actrices a los que entreno y a todos les produce un poco de vértigo. Buscar ese ritual cero es una decisión valiente porque después te proporciona una herramienta súper potente para estar abierto a muchos más proyectos, te hace trabajar desde la escucha, y entonces te das cuenta de que no juzgas tanto y que esto te permite estar disponible y dispuesto para trabajar. Es muy difícil porque implica un entrenamiento muy heavy, pero te pone en una posición privilegiada para poder trabajar sin prejuicios, disfrutando de todo el proceso y si tienes la suerte de trabajar con distintos directores, este método te permite adaptarte, amoldarte y entenderte mucho más.

“Buscar ese ritual cero es una decisión valiente porque después te proporciona una herramienta súper potente para estar abierto a muchos más proyectos (…) y entonces te das cuenta de que no juzgas tanto y que esto te permite estar disponible y dispuesto para trabajar”

-Para afrontar un personaje, ¿es imprescindible no juzgar, pero sí entender?
-Sí, escuchar y aceptar. Muchas veces te encuentras con personas que según les dan el personaje ya están enfrentadas con él, enfadadas. No se dan cuenta de que haciéndolo así les va a costar más porque primero tienen que desenfadarse y luego trabajarlo; pasa mucho con gente que está empezando en la Escuela de Arte Dramático y hay veces que dicen que no quieren hacer tal personaje y yo siempre pienso: ¡madre mía! si todavía no hiciste nada… Es cierto que en escena hay cosas que no te apetece hacer, pero si vas limpio, sin juzgarlo, vas a disfrutar mucho más.
También pasa que tras la primera lectura, te encuentras con actores o actrices que ya se ponen a interpretar cuando todavía no les dio tiempo a analizarlo, aún no lo han respirado ni vivido. El ir en blanco te permite abrazar con sorpresa cada cosa, como un güaje. Te permite descubrir y trabajar desde un lugar mucho más cómodo, escuchar al director y colaborar en vez de enfrentarte. Y esta actitud no solo te vale para este tipo de teatro, luego haces un musical muy básico y, como tienes esto entrenado, te va a ser mucho más fácil y lo vas a disfrutar más. Te permite ir sin ningún prejuicio y entonces te entregas a saco.

-Para conectar con el personaje, ¿primero dentro y luego fuera o al revés?
-Separar dentro y fuera es muy difícil. Normalmente el trabajo que hago es utilizar todo lo que tengo a mi alrededor para poder nutrir al personaje. Cuando estás trabajando con otros actores y actrices en escena, estar metido en tu burbuja totalmente aislado, te va a aportar mucho menos que si de pronto captas la mirada del otro, recibes información del exterior, de la escenografía, del espacio en el que estás, del público… todo esto enriquece mucho más a tu personaje. Dentro hay procesos porque siempre están pasando cosas y eres tú quien percibe las sensaciones, pero si no te permites estar trabajando con todo lo que le pasa a tu personaje a su alrededor, te va a quedar muy plano. Tú estás ahí dándolo todo y en vez de hacer que estas cosas te desconcentren, te centras en aprovecharlas y buscas qué te dan. La construcción de un personaje puede ser muy sencilla, pero puedes llegar a hacerla tan compleja que tengas que utilizar muchas herramientas.

“La construcción de un personaje puede ser muy sencilla, pero puedes llegar a hacerla tan compleja que tengas que utilizar muchas herramientas”

-Cuando llevas mucho tiempo haciendo un personaje, tras muchas funciones ¿sigues descubriendo cosas sobre él?
-Lo guapo del teatro es que cada función es algo nuevo, siempre te tienes que permitir conocer cosas nuevas del personaje porque si no, al final, vas a aburrirte. El público no lo va a ver, ni se va a dar cuenta, pero con que el personaje mueva un dedo de una manera u otra, ya es distinto. Puede parecerte una tontería, pero cuando estás en escena con un chollazo de la hostia, con todas las emociones a flor de piel y con todo tu cuerpo cedido al espacio, el hecho de descubrir cosas pequeñas es un mundo. Lo que quieres es que el personaje sea como el Ave Fénix que nace y muere cada día en cada función.

-Para ser un buen actor, ¿hace falta ser un buen observador?
-Siempre. Yo voy por la calle, miro a la gente y me fijo en todo. Muchas veces me pregunto por qué me miran y resulta que es porque lo estoy haciendo yo. Investigas sus formas de caminar, de expresarse, de mirar, de mover las manos… Absolutamente todo.

-Y ¿cuántas vidas dirías que te ha permitido vivir el teatro?
-Muchas, y no solo de los personajes que he interpretado. Cuando te toca dirigir ahí vives la de todos los personajes que hay en la obra. Y cuando estás dando clase y tu papel es más pedagógico, pasa lo mismo. Me parece mágico porque entras dentro de cada persona y te permite vivir esas vidas desde diferentes ángulos. Al final son tantas vidas como personas tienes a tu alrededor.

“El teatro me parece mágico porque entras dentro de cada persona y te permite vivir esas vidas desde diferentes ángulos. Al final son tantas vidas como personas tienes a tu alrededor”

-En un trabajo como el tuyo, ¿qué valor tiene la palabra?
-La palabra hay que cuidarla mucho. Hay una cosa que me dice un director ruso con el que a veces trabajo y yo se lo robo cuando doy clases y es que el texto te dice a ti, no eres tú quien lo dice a él. Hay un concepto que es el cuidado de la belleza del espacio, de todo lo que te rodea, y esto también incluye la palabra. A mi fascina el hecho de cómo poder hacerlo. Va más allá de cómo decirla, entra también la emoción con lo que la dices, cómo suena en el espacio…

-¿Te parece que hemos dejado de tomárnosla en serio?
-Pues sí. Las vomitamos sin sentido y muchas veces hay palabras preciosas que se prostituyen porque de pronto alguien las empieza a comercializar, como por ejemplo ha pasado con la palabra sostenibilidad. Ahora, quien más contamina, pone bien grande SOSTENIBLE. Nos apoderamos de ellas y nos servimos de ellas para poder engañar, engañarnos y muchas veces mentir. También a veces para hacer cosas bonitas. Hablamos mucho, pero no decimos nada. No hay más que ver a nuestra clase política.

“Puedes estudiar todas las teorías de interpretación, ir a cursos… pero el teatro está en la calle”

-El hecho de tener experiencias, o tener una vida ¿te hace mejor actor o no necesariamente?
-Es fundamental vivir. Yo se lo digo siempre a la gente que empieza sin experiencia. Puedes estudiar todas las teorías de interpretación, ir a cursos… pero el teatro está en la calle. Los personajes están todos ahí y hay que vivirlos. Esto no quiere decir que te tengas que meter en los mayores tugurios que existan o ir a buscar situaciones extremas que te pongas en peligro, para nada. Los humanos con los que te cruzas todos los días ya te dan todo eso. Hay que observar y vivir, muy importante.

-¿Sientes la necesidad de construirte a través de diferentes miradas?
-De un viaje a cualquier sitio aprendes. El hecho de encontrarte con realidades chocantes, las formas de relacionarse, de mirar, de tocar todo, es diferente; además, muchas veces todo esto te lleva a vivir situaciones extra cotidianas que te enriquecen. Yo tengo personajes que, antes de hacerlos, los encontré por el mundo. Son personas vivas y reales que sientes la necesidad de inmortalizarlas en un teatro.

“La mirada es importante pero casi lo es más la forma de hacerlo y la perspectiva desde la que miras. Es muy interesante saber cómo una misma cosa se puede ver desde diferentes ángulos”

Manu Lobo
Foto: Néstor Fernández

-Hablas mucho de la mirada. ¿Qué poder dirías que tiene?
-Si la persona lo permite, entrar dentro del otro. Es otra de las cosas de las que hablo cuando doy cursos, que para mirar no hay que usar los ojos. La mirada es también invitar, dejar entrar al otro a través de tus ojos. Tú puedes intentarlo, pero si la otra parte es como un muro que no te deja entrar no puedes hacer nada. La mirada es importante pero casi lo es más la forma de hacerlo y la perspectiva desde la que miras. Es muy interesante saber cómo una misma cosa se puede ver desde diferentes ángulos.

-¿Es posible una mirada limpia?
-¡Hombre, claro! Por supuesto. Para eso está el ritual cero y la hoja en blanco. Es muy importante hacer limpieza de vez en cuando y para ello hay que querer.

-¿Qué es el espacio vacío del escenario?
-¡Realmente no está vacío! Tú como espectador lo llenas con tu mirada, con tu presencia. El estar en un espacio vacío y permitirte observarlo te hace sentir todas las historias que pasaron por allí, los personajes que murieron y mataron, las personas que vivieron situaciones extremas… El otro día fui al Campoamor y hacía mucho tiempo que no pasaba por allí. Cuando estás de continuo te acostumbras, pero vuelves a entrar en los bajos del teatro y te encuentras con las sastras, las maquilladoras, las peluqueras y de pronto respiras ahí y hay una energía o llámalo como quieras, que te carga y te das cuenta que es el sitio en el que tienes que estar, que no puedes ni quieres estar en otro lado. Esto te permite vivir experiencias muy heavies y muy bonitas.

-¿El teatro te enriquece?
-Muchísimo. Aprendes mucho de la condición humana y entiendes el porqué de muchas cosas que pasan en la tierra, en la calle. En mi caso no es que me haga mejor persona, pero el poder conocer herramientas teatrales me ayuda a cuidar muchísimo más, a escuchar, a empatizar con la gente y también a saber leerlos mucho antes de que abran la boca. En este sentido sí que te coloca en una situación de privilegio y, si lo permites, te puede hacer mejor persona. A mí no me gusta llamarlo actuar, porque es una forma de vivir y de estar en el momento.

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