Hace poco recibió por segunda vez el Premio Absoluto del Festival de las Aves de Francia, uno de los más prestigiosos del mundo. El fotógrafo avilesino Mario Suárez Porras, se convirtió así en la única persona en el mundo que consigue contar con este galardón por partida doble.
Además de ser uno de los fotógrafos de naturaleza más galardonados de nuestro país, Mario Suárez es también profesor en las Dominicas de Oviedo. De pequeño fue un niño inquieto con tendencia al arte en cualquiera de sus manifestaciones: pintura, música, fotografía… Pero fue esta última la que lo cautivó para siempre y la que encajó a la perfección con su fascinación por la naturaleza, más concretamente con las aves.
Las agujas de su reloj marcan las horas en base a la luz y no importa si llueve, hace frío o sol porque, si hay suerte y las aves no se muestran esquivas, las fotos que resultan de esas esperas son, por norma general, espectaculares. Dice que no hay día que no les hable a sus alumnos de la importancia de preservar el medio natural y también de la responsabilidad que tenemos de dejarle a las generaciones futuras un planeta en el que sea posible la vida.
-¿Cómo fueron tus inicios en la fotografía?
-Desde pequeño me llamó mucho la atención la parte artística de las cosas. Durante años fui a clase de pintura y en un momento determinado cogí una cámara vieja que había por casa y empecé a hacer fotos. Mi padre vio que encuadraba y que se me daba bastante bien así que me regaló una réflex que tenía y que, por aquel entonces, era un artículo de lujo. Te estoy hablando del año 81. A los pocos meses entré en el instituto de Salinas y había un grupo de alumnos que hacían fotografía. Hasta tenían un pequeño cuarto oscuro para revelar en blanco y negro y, como tenía la cámara, pedí apuntarme. Toda la época del instituto estuve haciendo solamente blanco y negro y de aquella me llamaban mucho la atención las naturalezas muertas, las cosas viejas, detalles de las casas… De hecho, mis primeras exposiciones de fotografía fueron en blanco y negro y sobre esa temática un poco costumbrista. Después me pasé a la diapositiva en color con temas de naturaleza, sobre todo de paisajes de Asturias y, cuando empezó lo digital, fui de los primeros en cambiar porque vi claro que era una ventaja. Era mucho más barato y, como no tenía que gastar en carretes y no había que procesar, invertí en objetivos buenos y ahí fue cuando ya me metí en la fotografía de aves.
-¿Y por qué esa pasión por las aves?
-Me gustaron desde siempre. Le preguntaba a mi padre el nombre de los pájaros e incluso teníamos una canaria en casa y le hacía alguna maldad como coger huevos de otros nidos y ponérselos a ella a ver si salían. Hoy en día es mi pasión, aunque te digo que, si hay otro tipo de animales cerca, también les hago fotos porque la naturaleza en si misma me encanta. De todas formas, las aves son mi especialidad, lo que mejor conozco y a lo que dedico más horas. También me han dado algún premio a nivel internacional de naturaleza abstracta.
-Has recibido el Premio Absoluto del Festival de las Aves de Francia con una foto de un Cormorán moñudo. ¿Cuántas horas hay detrás de esa foto?
-En este caso, no muchas. Yo calculo que más o menos debe haber unas cuatro horas. Digamos que hubo suerte, pero ahí lo difícil es acertar con el día y saber que hay años contados en los que las condiciones son realmente buenas para hacer ese tipo de fotos. Aparte de esto también hay que ser hábil para meter el foco justo en el pájaro que, en este caso tiene un metro de envergadura alar y que, en la imagen, parece minúsculo en comparación con la grandiosidad de la ola. Súmale que hay que conocer la zona por la que pasan estas aves que son nidificantes en Asturias, ya que son una población pequeña y si vas a otra zona no te las vas a encontrar y, algo muy importante: conocer el momento en el que va a haber las mayores olas que suele coincidir con la pleamar. Tienes que saber si hay mar de fondo y de dónde sopla el viento porque si está hacia la zona en la que tú estás situado, no vas a poder hacer la foto porque todo el salitre te va a ir a la cámara.
“Tienes que tener paciencia, darles tiempo, a veces tienes que retroceder. No estamos hablando de sesiones de diez minutos, sino de horas”
-Estamos hablando de animales salvajes con un comportamiento impredecible en un entorno cambiante como es la naturaleza. ¿Cómo se organiza una jornada de trabajo con estas condiciones?
-Parte del éxito es diseñar bien las sesiones. En el caso de las aves hay que conocer sus costumbres. Las que son migratorias hay que saber cuáles son las semanas en la que paran por aquí, la ubicación de los posaderos que suelen usar de manera fija y así puedes, con anterioridad, preparar un escondite y estar situado antes de que ellas lleguen. Yo, que trabajo mucho las aves marinas, además de sus rutas migratorias en Asturias, tengo que tener en cuenta las mareas y saber que te pueden ayudar a que se acerquen a ti. En ocasiones también podemos ayudarlas con comida. Se busca una zona querenciosa para ellas, les damos un aporte de comida para el invierno y poco a poco van cogiendo querencia al sitio porque encuentran comida y algunas, las más pequeñitas que son más confiadas, casi te acaban conociendo. Incluso algunas aves rapaces también notas que lo acaban haciendo.
-¿El factor suerte es valorable a la hora de una buena foto?
-A veces coincide, pero casi siempre la suerte hay que buscarla sabiendo bien dónde se encuentran las aves y cómo acercarte a ellas. Las aves marinas que utilizan nuestras costas para los pasos migratorios pasan el invierno en el África subsahariana y luego van a criar a las zonas pre árticas como Groenlandia o Siberia. Paran a descansar y siempre coincide que suben en mayo y bajan a finales de verano, más o menos en septiembre. El conocimiento de estas costumbres es solo la primera parte. La segunda es cómo te acercas a ellas. Hay que ir con mucha paciencia, tirarte el suelo y reptar como un soldado para que no se espanten. Esto es muy importante por dos motivos. Uno porque las molestas cuando están descansando y la otra porque te quedas sin foto. Tienes que tener paciencia, darles tiempo, a veces tienes que retroceder. No estamos hablando de sesiones de diez minutos, sino de horas. Puede hacer frío, te puede llover, estás en un entorno húmedo así que tienes que ir bien equipado, con coderas, rodilleras, un buen neopreno…
“El conocimiento de sus costumbres es solo la primera parte. La segunda es cómo te acercas a ellas. Hay que ir con mucha paciencia, tirarte el suelo y reptar como un soldado para que no se espanten”
-¿Cómo mide el tiempo un fotógrafo de naturaleza?
-Los compañeros siempre lo hablamos y, aunque parezca increíble, cuando estás ahí pasa el tiempo y no te enteras. Estás feliz, disfrutando y puedes estar horas y horas. Incluso los madrugones que hay que meterse tampoco importan.
-Cuando consigues una foto impresionante supongo que no te importará el tiempo. Pero ¿cuándo no la consigues?
-Lo que yo siempre le digo a la gente es que el día que triunfas saboréalo a tope porque van a venir días en los que no vas a conseguir nada de nada. Es como la vida misma: aprovecha todos los días como si fuese el último. Cuando haces una foto chula, con todo lo que te cuesta, la valoras mucho más sobre todo si la has preparado tú. Con las águilas ratoneras, antes de que bajasen, tuve que tirarme dos años para acostumbrarlas. Hay especies muy complicadas y hay otras que a los quince días ya puedes empezar a hacerles fotos. Esto pasa sobre todo con las aves pequeñas, pero las rapaces son muy inteligentes y hay que dedicarles mucho tiempo.
Cuando yo empecé hace veinte años no había empresas de fotografía, pero cada vez abundan más. Ha crecido la afición a la fotografía de naturaleza y ahora existen empresas que organizan estas sesiones y te cobran una pasta; preparan escondites, aportan comida a las aves y la gente va a mesa puesta. Para mí no tiene el mismo valor que si te lo trabajas tú todo, además, esto también tiene su encanto, pero no estoy diciendo que esto me parezca mal, de hecho, colaboro asesorando a una empresa de la Cordillera Cantábrica. Lógicamente esto supone una fuente de ingresos para la zona en la que están y también para el turismo porque muchas veces te tienes que quedar a dormir en el hotel del pueblo, comes allí…
“La gente, gracias a nuestras fotos, puede conocer cosas muy bellas de animales que, de otra manera, no verían nunca”
-¿Qué papel juega la fotografía en la conservación del medio ambiente?
-Yo creo que uno relevante porque damos a conocer no solo aves, sino otro tipo de especies. La gente, gracias a nuestras fotos, puede conocer cosas muy bellas de animales que, de otra manera, no verían nunca. Como decía Cousteau: “lo que no conoces no lo puedes cuidar”. Es una forma de que la gente tome consciencia de lo bonita que es la naturaleza y de que hay que protegerla y cuidarla.
-¿La magia está en lo que ves o en la forma de verlo?
-En las dos cosas. Hay magia pura en cada animal e incluso, si te paras a pensar, en cualquier piedrecita, así que imagínate en las aves con todos los colores que tienen. Pero aparte de que la naturaleza ya tiene esa belleza intrínseca, lo que yo intento con la fotografía y por lo que se me reconoce y me han dado muchos premios internacionales, es por la parte artística. Pretendo darle un plus a lo que ya te encuentras con ese toque de impresionismo – expresionismo. También se me valora mucho porque lo hago siempre sobre el terreno. Es muy fácil hacerlo con el Photoshop, pero eso no tiene valor. El mérito es tener la agilidad y los conocimientos necesarios para hacerlo cuando estás mojando y pasando frio.
“Las aves más pequeñitas, que son más confiadas, casi te acaban conociendo. Incluso algunas aves rapaces también notas que lo acaban haciendo”
-Tras tantos años haciendo este tipo de fotos, ¿te sigue sorprendiendo lo que encuentras?
-La naturaleza nunca deja de sorprenderme. Siempre descubres comportamientos que no viste y te das cuenta de todo lo que tienes que aprender de los animales, de su bondad. Ves muestras de cariño o ternura con los pollos que puedes alucinar con ellas.
Lo que me sorprende, pero de manera negativa, es la cantidad de plásticos que me encuentro en nuestras costas. En estos últimos veinte años lo he notado un montón. También me llama la atención que cada vez hay menos de todo. En el caso de las aves insectívoras cada vez hay menos por lo que les echan a los cultivos. Es una cadena y tanto las insectívoras en Asturias como las esteparias de la meseta han metido unos bajones de más de un 50%. También afecta el cambio climático y la contaminación.
-¿Qué poder tiene la fotografía para poder transmitir sensaciones?
-Para mí, la belleza que tienen muchos animales. A veces son comportamientos que se captan con las fotos o una escena que puede ser violenta porque es de caza, pero ellos lo hacen por necesidad. También me gusta usar a veces fotos como denuncia para transmitir la degradación que me encuentro. Si ves un ave enredada en plásticos, te va a llegar a dentro.
“Si eres un especialista en aves igual ves las abstracciones a la primera, pero sino no sabes qué estás viendo. La foto mía más famosa, que fue premiada en National Geographic, es una abstracción de un frailecillo”
-Tu forma de ser o de entender la fotografía, ¿se transmite a través de tu trabajo?
-Sí. De hecho, seguidores que tengo y muchos fotógrafos, dicen que creo escuela. Mi segundo apellido es Porras y en el argot de fotógrafos de naturaleza de España muchos utilizan el término “hacer porradas” cuando hacen fotos artísticas. Cuando haces barridos o velocidades lentas con la cámara, para conseguir una foto que merezca la pena, tienes que hacer cien. No salen a la primera y hay que saber hacerlas. Me gustan mucho los desenfoques porque crean profundidad en la imagen y le dan un toque onírico. Cuando empecé a utilizarlos, hubo mucha gente que siguió mis pasos, y otra cosa en la que fui un poco pionero fue en crear abstracciones de detalles de aves.
-¿Cómo se crean esas abstracciones?
-Hay veces que, por el motivo que sea, te puedes acercar mucho a un ave. Son acercamientos realmente íntimos en los que estás a un metro y esos momentos son los que aprovecho para crear abstracciones y buscar formas, texturas, composiciones… Si eres un especialista en aves igual lo ves a la primera, pero sino no sabes qué estás viendo. La foto mía más famosa, que fue premiada en National Geographic, es una abstracción de un frailecillo. Es un ave que cría en el Atlántico Norte, es preciosa y de ella se hacen miles de fotografías porque, aunque en España no la tenemos, son fáciles de hacer porque no tienen miedo al hombre. Con esta misma foto también recibí otros premios de Estados Unidos y de toda Europa porque la gente no sabía lo que estaba viendo. Después fue copiada por muchos fotógrafos internacionales porque esto es como una receta. Una vez que tienes la fórmula, solo tienes que aplicarla.
“Las aves son mi especialidad, lo que mejor conozco y a lo que dedico más horas”
-La fotografía de aves, ¿permite el blanco y negro?
-Sí. Como trabajé muchos años con él, me gusta usarlo y muchas veces las fotos quedan mejor, sobre todo cuando son en claves altas que son en las que predomina el color blanco. Son fotografías que transmiten espiritualidad, paz y sentimientos positivos. Una foto en clave alta, pasada a blanco y negro, queda como un efecto de carboncillo.
-¿Hay alguna foto que tengas pensada y que todavía no hayas podido hacer?
-Me gustaría mucho fotografiar a una de las aves marinas que podríamos decir que es la más bonita, aunque esto es muy relativo. Mucha gente coincide en que es la más espectacular y es El Combatiente. En Asturias la podemos ver en paso migratorio y cuando los machos están con el plumaje nupcial se transforman totalmente, incluso le salen unas verrugas cerca del pico. Tiene una transformación increíble y son de una belleza extrema. Se agrupan en los puntos de encuentro para pavonearse, que suelen ser en las zonas pre árticas al norte de Noruega. Cuando se juntan pelean entre ellos y yo creo que saldrían unas fotos increíbles tanto por la acción que hay entre ellos como por la belleza que tienen. Me encantaría verlo y fotografiarlo y si ese día hay una luz bonita ya sería perfecto. Esto es en mayo y ahí estoy en plena recta final de curso, pero espero verlo algún día delante de mí cámara.
“Lo que me sorprende, pero de manera negativa, es la cantidad de plásticos que me encuentro en nuestras costas. En estos últimos veinte años lo he notado un montón”
-¿Hay alguna foto que te haya dolido especialmente?
-Me duele mucho cuando fotografío aves con anzuelos o plásticos. Luego, recuerdo un día que estaba en Castilla fotografiando un águila ratonera. Había madrugado, la luz estaba preciosa, empezaba a llover, me estaba acercando, pero resulta que era uno de esos días del mes de agosto en los que dejan cazar. Cuando el águila ya estaba cerca del posadero, que era un tronco precioso, envejecido por el tiempo, con muchas texturas y líquenes resonó de fondo un cañonazo y se espantó. Me dolió mucho porque perdí la foto después de tanto tiempo esperando.
-¿Tratas de inculcarles a los alumnos tu pasión por la naturaleza?
-Para mí es primordial. Dependemos totalmente del entorno natural y de los 27 años que llevo impartiendo clase en primaria, no pasa ni un día en el que no intente inculcarles el amor por la naturaleza, por respetarla y valorarla. Que nuestras futuras generaciones tengan una playa limpia para poder bañarse, aire puro que respirar o un bosque lleno de árboles en el que pasear.
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“La experiencia más dura que tengo como fotógrafo de aves es con la avutarda, que es el ave más pesada del mundo capaz de volar; son enormes, como un pavo, y los machos grandes pueden llegar a pesar veinte kilos. Imagínate lo que suponían a nivel de comida en la posguerra, las cazaron muchísimo con lo cual, si te ven a cien metros, escapan porque tienen el miedo grabado en el ADN. En Asturias se pueden ver, pero es raro porque son aves esteparias que están de Castilla hacia abajo, es una de las aves más difíciles de fotografiar en España. Aunque intenté fotografiarla en tres ocasiones solo cuentan dos porque una de las veces no tuve suerte.
Lo primero que tienes que hacer es dar con la zona en la que ellas campean, sobre todo en primavera que es cuando los machos se pavonean. El año que la localizas ya no puedes hacer nada porque ya están allí y si te metes las vas a espantar. Como suelen repetir las zonas, la apuntas y, al año siguiente, antes de que lleguen, que suele ser hacia finales de febrero, principios de marzo, tienes que hacer deberes: uno o dos meses antes tienes que pedir los permisos que sean necesarios y hacer un pequeño escondite semienterrado, cuanto más pequeño mejor para tener más probabilidades de éxito, y dejarlo ahí preparado con ramas para que, cuando ellas se acerquen a esa zona, ese bulto no les resulte extraño. El día que vas a hacer fotos tienes que meterte en él de noche para que no te vean. Esas fotos las sueles hacer en abril y en esa época del año hay bastantes horas de luz. Así que tú te metes ahí cuando oscurece y vuelves a salir de noche para que ellas no asocien el escondite con la presencia humana. Deben ser como unas dieciséis horas metido en un sitio enano en el que casi no te puedes mover y eso es muy duro”