Mientras los diferentes gobiernos debaten en interminables reuniones, la ciudadanía pide una respuesta inmediata a una crisis humanitaria que ya desborda. La oleada de refugiados sirios que intentan entrar en Europa huyendo de la guerra no ha dejado indiferente a nadie, y se ha sumado a las ya habituales imágenes de inmigrantes que buscan pasar las fronteras escapando de la guerra o la pobreza.
En Asturias más de mil doscientas personas se han registrado en la Red Asturiana de Familias de Acogida de Refugiados, una iniciativa que nace de la mano de la periodista Patricia Simón. El objetivo es doble: saber con qué medios efectivos se cuenta y responder con hechos al discurso institucional de que «aquí no cabe más gente».
-¿Cómo nace esta Red?
-Este verano estuve cubriendo la llegada de los refugiados a Macedonia, y cuando volví a España, el 16 de agosto, me encontré con que la mayoría de la gente estaba muy disgustada con el discurso de regateo del gobierno de Rajoy, con las discusiones sobre las cuotas, con las desgraciadas declaraciones del Ministro del Interior Fernández Díaz diciendo que los refugiados eran goteras que nos iban a inundar… La gente estaba indignada y se sentía muy impotente, querían hacer algo y no sabían qué. Y después de darle muchas vueltas, junto con otras personas dimos el paso de crear esta Red Asturiana de Familias de Acogida a Refugiados.
-¿En principio se plantea más como una medida de presión que como una opción efectiva?
-Somos muy conscientes de que es el Estado quien tiene que cumplir el derecho de asilo de estas personas. Por eso queremos ser una herramienta de presión política, no solamente hacia el gobierno de Rajoy sino para el del Principado, que tiene el discurso de esperar a ver cuántas personas nos asignan; en cambio nosotros como ciudadanía estamos viendo qué capacidad de acogida tenemos, que a lo mejor es mayor que la cuota que nos toca.
-La respuesta, en cualquier caso, ha sido abrumadora.
-En cuanto lo pusimos en marcha empezaron a sumarse decenas de personas. No todas pueden aportar alojamiento, pero es que hacen falta muchas cosas: enseñar a la persona a manejarse en la ciudad, ayudar en la escolarización de los niños, aportar comida… Actualmente tenemos unas mil doscientas personas registradas, más de la mitad de ellas ofrecen alojamiento, unas quinientas ofrecen comida, ropa, acompañamiento… Y hay un centenar de personas que ofrecen sus conocimientos como profesionales, abogados, psicólogos, trabajadores sociales, etc.
«Que la gente no se preocupe, que los refugiados no nos van a empobrecer. De eso se ocupan las instituciones»
-¿Es vuestra página de Facebook la principal vía de comunicación?
-Es lo más sencillo, lo más asequible y lo más rápido. De momento ni nos planteamos hacer una web porque no queremos ser más de lo que somos: un grupo de ciudadanos que ha dado un paso adelante porque el Estado está haciendo dejación de sus funciones. Las personas interesadas pueden cubrir un cuestionario que entra a formar parte de una base de datos. Allí hacen constar qué tipo de ofrecimiento hacen: alojamiento, ropa, dinero… De momento sólo queremos saber con qué contamos, no vamos a recoger nada hasta que lleguen los refugiados.
Lo sorprendente es tener este registro y que a estas alturas nadie del gobierno del Principado se haya puesto en contacto con nosotros. Afortunadamente hay grupos políticos de determinados ayuntamientos (Gijón, Oviedo, Corvera…) que sí lo han hecho y cuentan con nosotros si no tienen suficientes recursos. Esto último es importante: ojalá que no haga falta que nosotros acojamos a la gente o que donemos dinero o comida, pero si es necesario, aquí estamos.
-Se trata de forzar a que los gobiernos competentes tomen las riendas de la situación. ¿Cuál es vuestra valoración de lo que se está haciendo hasta ahora?
-Está claro que el gobierno de Rajoy ha sido criminal en su política de cierre de fronteras, que ha provocado la muerte de cientos de personas. Además, España es de los países que menos asilo conceden, y el sistema de acogida se ha empobrecido muchísimo con los recortes. ¡Si es que los refugiados no quieren venir a España, porque no les tratamos bien! Y además no hay trabajo… los que puedan elegir, elegirán quedarse en otros países, y los que lleguen serán los que imponga la Unión Europea.
Por eso nosotros insistimos en que el problema no es que cojamos a más gente, sino que los que están aquí sean tratados dignamente. También está esa diferencia maquiavélica que se está haciendo entre inmigrantes en situación irregular y refugiados: porque de repente el Gobierno de España se ha convertido en el gran defensor de los refugiados, pero en cambio las personas en situación irregular no tienen derechos y hay que repelerlas. Y a eso se suma un brote de xenofobia, porque ha calado el discurso de que entre los refugiados pueden venir terroristas yihadistas. Por eso una de las cosas que deberían estar ya haciéndose es una campaña de sensibilización para preparar a la sociedad. Que quede claro que estas personas no son terroristas, sino que huyen de los terroristas, y son las principales víctimas del estado islámico.
«No somos tan egoístas como los políticos nos quieren hacer creer. Nos repiten que nos están protegiendo, que no cabe nadie más, y terminamos por creerlo. Pero en cuanto empezamos a unirnos nos damos cuenta de que no es así»
-Europa tiene mucho que decir en este tema, pero las decisiones se demoran de forma exagerada. ¿Qué tendría que hacer la UE para dar la talla ante esta crisis humanitaria?
-Cambiar toda su política de extranjería y de cierre de fronteras, que se ha demostrado que es fallida. El Frontex empezó con un presupuesto de tres millones de euros y ya vamos por varias decenas de millones gastados; y tanto los inmigrantes como las personas solicitantes de asilo siguen pasando. En cualquier otro ámbito, si se fracasa de una forma tan estrepitosa, habría que hacer cambios, pero en cambio se sigue dando más recursos a las empresas de seguridad y alta tecnología, que son las que realmente están haciendo su negocio.
-El Gobierno Asturiano ha puesto en marcha una mesa de coordinación para la acogida de refugiados. ¿Cómo está funcionando?
-No tengo ni idea, y no entiendo por qué. ¿Qué problema hay con hacer públicas las conclusiones de todas esas reuniones que se están llevando a cabo? Aunque sólo fuera por compartir dudas o inseguridades, porque en España nunca se ha hecho un plan de acogida de estas dimensiones y no tenemos experiencia. Así que se puede decir con humildad que no sabemos, y habrá que estudiar qué modelo seguir, o si adaptamos una mezcla de varios.
Pero no nos cuentan nada, y eso tiene mucho que ver con que las instituciones nos tratan como a menores de edad. A mí me han llegado comentarios sobre la gente que formamos esta Red: «sí, sois muy bueninos, pero no tenéis ni idea de lo complejo que es un proyecto de acogida». Vale, pero no estamos en los años setenta, cuando la mitad de la población era analfabeta y no se interesaba por la participación política. No damos este paso por falta de conocimiento, sino por una idea clara de lo que supone el humanismo. Somos capaces de entender las dudas, y de aportar mucho para encontrar soluciones.
-Si las instituciones no deciden, ¿qué puede hacer la ciudadanía?
-Yo creo que la ciudadanía puede hacerlo todo. El cambio de política de Rajoy no ha sido solamente por el tirón de orejas de Merkel, sino porque la gente ha dicho que esto no puede ser.
Esto ha servido para que mucha gente que no había dado el paso del activismo y de la defensa de los derechos humanos, esté ahora mucho más abierta a este tipo de iniciativas. Y también para recordar que no somos tan egoístas como los políticos nos quieren hacer creer. Nos repiten que nos están protegiendo, que no cabe nadie más, y terminamos por creerlo. Pero en cuanto empezamos a unirnos nos damos cuenta de que no es así, que somos generosos, y muchísima gente que lo está pasando mal ha ofrecido su casa y sus recursos.
-Uno de los argumentos más oídos es «primero los de aquí, no hay recursos para todos». ¿Cómo responder a esto?
-Que no nos roban los refugiados: nos roba Rato. Nos roban los que van en limusina, y los bancos a los que hemos salvado, y los corruptos, y las empresas como Endesa o Telefónica, que hemos privatizado y ahora nos asfixian para pagar un servicio que antes era básico y ahora es un lujo. Y nos roban los grandes supermercados que asfixian a los agricultores pagándoles miserias por lo que comemos. Y ese agricultor no es un extraño: es mi vecino, y su bienestar repercute en el mío. Si todo lo planteamos a través de la explotación del otro, eso al final se va a notar en nuestras condiciones de vida y de trabajo. Que la gente no se preocupe, que los refugiados no nos van a empobrecer. De eso se ocupan las instituciones.