Como tantos otros sectores, el turismo rural se reinventa. Lo cual en este caso no significa sacarse de la manga fórmulas novedosas y sorprendentes, sino plantear un retorno a los orígenes, recuperando los usos y costumbres del medio no urbano. Es lo que propone desde hace una década la fundación Ceres-Ecotur, y desde hace seis meses un clúster de empresas que reman todas en la misma dirección: potenciar el turismo sostenible.
Severino García González fue uno de los primeros en apostar en Asturias por el turismo rural, hace ahora treinta años. Con la perspectiva que aporta el tiempo y la experiencia, defiende la sostenibilidad como forma de mantener el sector, válida tanto para el turismo local como para la internacionalización de la oferta.
-En la década de los 80 aparecen las primeras casas dedicadas al turismo rural. ¿Cómo se plantearon estas iniciativas pioneras?
-En aquellos años, cuando entramos en la modernidad europea, se empezó a hablar de reconversión de ámbitos como la siderurgia, el naval, la mina, etc. Se trataba de articular una transición que llevase a diversificar sectores. Ahora con perspectiva sabemos que fue un mero discurso, porque en realidad no hubo transición hacia otro modelo, simplemente fue alargar mediante subvenciones la agonía de determinados sectores. En lo que concierne al medio rural, en vez de buscar nuevas vías productivas o reorientar las que había, lo que más importó fue captar fondos europeos. El mensaje que se quiso consolidar fue que la alternativa para el medio rural era el turismo.
-¿Y cómo evolucionó ese modelo?
-Todas las comunidades autónomas se apuntaron a ese discurso, y se priorizaron las estrategias para desarrollar infraestructuras. Con el tiempo se puso en evidencia la saturación, tanto de alojamientos turísticos como de museos y centros de todo tipo, además de entidades públicas imposibles de gestionar, algunas de las cuales ni siquiera llegaron a abrir.
«Para la mayoría, en cuanto uno sale del asfalto ya todo es naturaleza. Es una visión sin perspectiva cultural»
-Y llegó la crisis.
-La crisis económica ha puesto patas arriba todo eso, porque es insostenible en todos los sentidos. Se saturaron los espacios y el medio rural se transformó en una especie de área de servicio sin gente. Vas a los pueblos y no hay nada durante ocho meses al año.
-¿En qué se basa su idea de turismo en las zonas rurales?
-Los que llevamos tiempo en esto lo entendemos en primer lugar como un proyecto de vida, y luego como proyecto empresarial. Hay un perfil común de personas con un compromiso con el territorio, con la cultura local, que trabajan con ganas y con buena fe.
-Ecoturismo, agroturismo… ¿son denominaciones que distinguen un turismo alternativo?
-Marcan la diferencia entre una visión consumista de turismo, o el ocio desde una perspectiva de conservación. Este concepto estaba en el ideario del que en su momento partieron las instituciones, es decir, generar proyectos para fijar población, diversificar las actividades y crear una comunicación entre lo rural y lo urbano que fuese además rentable económicamente. Ésa es la definición pura, que aún se mantiene y que justifica que todavía haya fondos europeos para el desarrollo rural.
-¿Hay diferencia entre ambos conceptos?
-Ambos parten de una visión comprometida con el medio. En realidad nuestros espacios rurales son espacios muy humanizados y culturales. Hay una parte que llamaríamos «eco», que aunque es mínima en realidad, es en lo que se sustenta esa visión de Asturias Paraíso Natural. Más allá de eso está la cultura, definida por la gente que durante milenios, con su trabajo, fue forjando el paisaje que conocemos. Esa parte cultural tiene más que ver con lo «agro» y es lo que tenemos que salvaguardar.
Desde las instituciones nunca llegó a consolidarse esa vinculación entre lo «agro» y el turismo, así que desde el mensaje político no es algo que interese mucho. Interesa más lo «eco», porque para la mayoría, en cuanto uno sale del asfalto ya todo es naturaleza. Es una visión sin perspectiva cultural.
«De nada sirve inyectar dinero público en el turismo si no lo hacemos viable económica y ecológicamente»
-También es verdad que la forma de vida netamente rural ha ido a menos.
-Sí, está desapareciendo. ¿Qué es lo que queda? Naves con vacas pintas, que son como fábricas de leche. Eso no es ganadería, sino fábricas distribuidas en el paisaje. Y los ganaderos no son ganaderos, sino obreros en condiciones decimonónicas, trabajando todo el año de sol a sol y asumiendo grandes pérdidas económicas.
-Ceres-Ecotur es una fundación de carácter nacional, nacida en Asturias, que busca implantar un sistema de calidad europeo en el sector. ¿Cuáles son los criterios básicos?
-Es cierto que en un momento determinado se quiso dar un giro hacia la calidad como modo de diferenciación. A finales de los noventa, se puso en marcha lo de la Q de calidad, pero era una calidad basada en la euforia consumista, vinculada a un modelo hotelero convencional que servía para cualquier territorio, lo mismo rural que de sol y playa. Por eso, la creación de la fundación fue consecuencia de la búsqueda de una alternativa fuera del sistema. No había referentes. Estábamos inmersos en la bonanza económica y el despilfarro, la Q predominaba y lo estaba contaminando todo, dando a entender que a la calidad estaba vinculada a más infraestructuras, más recursos y mayor confortabilidad. Había que tomar distancia con todo eso.
-¿Dónde buscaron las referencias?
-En Europa, donde ya había un largo recorrido. Las redes europeas llevaban veinte años trabajando en el concepto de producción alimentaria de calidad y de cercanía frente a la agroindustria, y como consecuencia, un turismo respetuoso con la cultura local. Así nació Ceres-Ecotur, hace diez años.
En un primer momento no se entendió lo que queríamos hacer. Se pensaba que el medio rural seguiría recibiendo visitantes aunque no les ofreciésemos nada. La ruptura llegó a partir de 2008, cuando a pesar de todo ese despliegue de promoción de la calidad la gente dejó de venir. Hubo un momento de desconcierto, y de hecho creo que todavía hay quien no entiende qué pasó.
«Nuestro proyecto es el único premiado sin ayudas públicas, que no depende por tanto de la continuidad de las subvenciones»
-Se hizo necesario, entonces, un cambio de mentalidad. ¿De qué manera?
-Fundamentalmente de respeto a los recursos naturales. Había que frenar el despilfarro. El turismo, también el rural, estaba basado en la idea de que el que paga, consume. Con esa mentalidad, si hay que poner la calefacción a treinta grados en el mes de mayo, se pone. Eso fue lo que predominó mientras no hubo crisis. Luego se vino abajo por insostenible.
-El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Turismo ha incluido el trabajo de Ceres Ecotur entre las experiencias nacionales turísticas destacadas como buenas prácticas de turismo rural. ¿Es un incentivo para seguir en la línea que veníais trabajando?
-Sí, lo es. Tampoco ha sido directamente el Ministerio, sino la Red Rural Nacional, un organismo consultivo donde están incorporados los Grupos de Acción Local. Es si cabe un incentivo mayor, porque el reconocimiento viene de gente con experiencia en este campo. Eligieron este proyecto junto con otros siete proyectos turísticos desarrollados en distintas comarcas. De todos, el nuestro es el único sin ayudas públicas, con un presupuesto de menos de ocho mil euros y que no depende por tanto de la continuidad de las subvenciones.
-Ahora mismo, ya son referente para otros.
-Sí, estamos empezando a exportar un modelo que sirve para cualquier lugar. Crecemos, pero no tanto porque busquemos contactos, sino porque nos encuentran. Quieren conocer el proyecto. Por ejemplo, desde hace tres o cuatro años estamos haciendo viajes a Colombia, donde estamos en contacto con un pueblo que se llama Pijao: es el primer pueblo «slow» de América Latina, dentro de la red mundial de ciudades sin prisa, «Cittaslow». Fuimos a diseñar con ellos un plan estratégico municipal para un desarrollo sostenible del turismo. También en Portugal, Quercus, que es la mayor asociación ambientalista del país, quiere aplicar nuestro nuestro sistema en el turismo rural. Ellos han logrado establecer una relación con la organización estatal de turismo rural, algo que nosotros no hemos conseguido aquí por problemas de egos, personalismos y falta de visión estratégica. En Portugal han hecho un planteamiento global de todo el territorio, con visión de sostenibilidad, fundamental si se quiere llegar al público extranjero.
-¿Cómo se aborda, desde este enfoque, el tema de la internacionalización?
-Plantear una internacionalización sin integrar el concepto de sostenibilidad es una locura. De nada vale inyectar dinero público para que las empresas turísticas tengan gente, si no lo hacemos viable económica y ecológicamente. No por poner «low cost» va a venir el cliente extranjero, y menos a Asturias en invierno. La gente que viene de fuera quiere algo distinto, porque para encontrar lo mismo no recorre tantos kilómetros. La respuesta está en la sostenibilidad.