El fracking o fractura hidráulica levanta pasiones, a favor y en contra. La controversia sobre la extracción de los llamados hidrocarburos no convencionales abre la lucha por el subsuelo, pero el debate está lejos de ser soterrado. Los ecologistas ponen el grito en el cielo por los riesgos de esta técnica, mientras que otras voces afirman que no se puede despreciar un recurso que está al alcance de la mano. En Asturias el boom no ha llegado con la fuerza de otras regiones, pero ya se están tramitando varios permisos.
En un mundo voraz energéticamente, y con una altísima dependencia de los combustibles fósiles, cada vez más escasos, se buscan desesperadamente nuevos modos de conseguir hidrocarburos, y tecnologías más avanzadas para llegar a ellos. En este contexto el fracking, o fractura hidráulica, ha saltado a la luz pública como una de las técnicas más polémicas, ya que permite acceder de forma rentable a recursos antes innaccesibles, pero a la vez entraña determinados riesgos que aún no parecen claros.
En busca del gas perdido
Los yacimientos tradicionales, tanto de gas como de petróleo, se encuentran en «trampas» o bolsas creadas naturalmente donde se acumula el material, y a las que se accede para extraerlo. Pero existen otro tipo de yacimientos, los llamados no convencionales, que hasta hace poco se desechaban por la altísima dificultad que suponía llegar a ellos. Se trata de gas acumulado directamente en la roca, en pequeñas cantidades, que recibe el nombre de gas no convencional o shale gas. Para llegar a él se necesita aumentar la permeabilidad de la roca, y para ello se utiliza la fractura hidráulica o fracking. Así, la revolución del fracking es doble: por un lado permite acceder a recursos con los que hasta hace poco no se contaba; por el otro, puede cambiar el mapa político y económico mundial, ya que amplía de forma radical el marco de extracción, que hasta ahora se limitaba a lugares con grandes yacimientos (Golfo Pérsico, Golfo de México…)
Qué es el fracking
La técnica consiste en abrir un pozo a gran profundidad, y microfracturar la roca para acceder al gas y canalizarlo. Para ello se inyecta líquido a presión que rompe la roca, junto con algún tipo de material que impide que se cierren las fisuras (normalmente, cerámica) y un pequeño porcentaje de productos químicos que limpian, impiden la corrosión de los materiales, etc. La parte práctica es que de un sólo pozo pueden salir varias «cañas» que exploten diferentes vetas horizontalmente. La menos cómoda es que, al ser menos productivos que una explotación convencional, es necesario un mayor número de pozos para dar respuesta a la demanda habitual.
Por qué tanto lío
Si el fracking es tan fácil como aprovechar un recursos que está ahí, ¿cuál es el problema? El movimiento anti-fracking ha surgido con fuerza, y ha acaparado titulares. A las ventajas de esta técnica -acceso al combustible, empleo y riqueza derivado de posibles nuevas explotaciones- se contrapone un rosario de eventuales problemas medioambientales. Los más evidentes son dos: posible contaminación de los acuíferos que se atraviesan para llegar a las vetas de gas, con el riesgo de que se filtre alguno de los productos químicos utilizados, y aumento del riesgo y la intensidad de terremotos, al realizar movimientos en el subsuelo. Además, y teniendo en cuenta que no hay estudios en firme sobre este tema y que se trabaja con estimaciones, los ecologistas alertan de la creación de una «burbuja» especulativa y financiera, en la que se promete más de lo que se dará: ni habrá tanto empleo, ni se generará tanta riqueza, afirman.
Qué pasa en Asturias
Frente al caso estadounidense, donde llevan años aplicando esta técnica y empiezan a verse los pros y los contras de forma empírica, en Europa hay una diferencia básica. Mientras en Norteamérica el propietario del suelo es también propietario del subsuelo, en Europa el subsuelo es propiedad pública, de modo que es el Estado el que tiene que regular y dar su autorización o no a este tipo de pozos. En España se ha regulado una parte, obligando a realizar un estudio de impacto ambiental antes de la fase de explotación (pero no en la investigación, lo que, en la práctica, puede suponer que los pozos se hagan para ver si efectivamente ahí hay un recurso explotable o no). En Asturias las principales líneas de investigación buscan shale gas en las vetas de carbón (el tan conocido grisú, que es al fin y al cabo metano). Aunque en ciertos círculos se han vendido como una salida económica al cierre de las minas, la regulación asturiana no es, a priori, favorable a este tipo de explotaciones. Además, la particular orografía de la región provoca dudas sobre su rentabilidad. De momento hay varios permisos que las propias empresas han abandonado por falta de viabilidad económica, pero quedan algunos vigentes, que todavía se están tramitando.
‘Es insensato rechazar sin más una posibilidad que puede traer riqueza’
Desde el punto de vista técnico, los datos son incompletos: está claro que el gas no convencional se encuentra en el subsuelo español, pero ¿realmente es un recurso a tener en cuenta? ¿compensa económicamente su explotación? ¿son desdeñables los riesgos? Según este geólogo, los interrogantes son los suficientemente grandes como para responderlos antes de descartar esta técnica: en conclusión, hay que investigar.
-Por qué el fracking tiene tan mala fama? ¿Tan peligroso es?
-No. La primera cuestión a resaltar es que para hacer la fracturación hidráulica se hace un sondeo a gran profundidad, en general entre los dos mil y los cuatro mil metros. Una vez hecho esto, se inyecta fluido a alta presión para microfisurar la roca y permitir que el gas fluya naturalmente hacia el pozo. Esas microfracturas pueden alcanzar a lo sumo cincuenta o cien metros en torno al pozo, en ningún caso puede llegar a la superficie, ni afectar a otras capas. Hay que pensar que a las empresas les cuesta mucho dinero hacer esto, por lo tanto no les interesa que haya fugas.
Además, el agua se inyecta con arena o cerámica, para evitar que se cierren esas microfisuras, y también con un pequeño porcentaje de aditivos químicos, que es lo que se maneja como más peligroso: detergentes, ácidos para lavar, anticorrosivos para los pozos… son productos que están en el mercado y que pueden ser contaminantes en gran cantidad, pero que a priori se recuperan en un porcentaje muy alto si el procedimiento es correcto, que evidentemente es de lo que se trata.
-El argumento es que no tiene por qué haber problemas, pero los accidentes ocurren. ¿Compensa el riesgo las posibles ventajas?
-Claro que caben accidentes, pero son mínimos. De los más de diez mil pozos para la producción de gas no convencional que se han perforado en Estados Unidos en la última década, hay denunciados cuarenta incidentes por malas prácticas, y de éstos la mayoría son fuera de la perforación, cosas como un camión que se estrella y hace un vertido contaminante, igual que pasaría con un camión de gasolina.
También se habla mucho de sismicidad, pero es que eso es inherente a la actividad humana: la voladura de una cantera produce un terremoto de magnitud mayor que los que produce el fracking. Desde luego que hay que conocer los riesgos y mejorar las tecnologías. Pero la regulación es función de las administraciones, que tienen que hacer que se cumplan las normas y velar porque los accidentes sean mínimos o inexistentes.
«El gas es ideal para hacer una transición hacia ese modelo de bajas emisiones, que es el que todos queremos pero que va a tardar años en conseguirse»
-En Asturias se han abandonado varios proyectos de búsqueda de estos hidrocarburos por falta de viabilidad económica. ¿Será esto rentable para la región?
-El impacto será menor en Asturias que en otras regiones de España. Basándonos en los datos geológicos, puesto que aún no se ha hecho una investigación profunda, la zona con mayor potencialidad para el shale gas es la llamada vasco-cantábrica, que abarca parte del País Vasco, Cantabria y la zona norte de Burgos. En Asturias ya se había hecho algún sondeo para buscar metano en capas de carbón, y efectivamente ahora hay un par de permisos que están en stand by, a la espera de la evolución general del país.
Aquí estamos hablando de una revolución nueva, porque lo que antes no era rentable ahora puede serlo. Así que yo creo que es insensato, sobre todo en este momento de crisis enorme en el país, rechazar sin más la posibilidad de explorar un recurso natural que puede traer riqueza. Que seguramente tenga impactos negativos, pero también los tuvo el carbón, y ¿alguien se imagina Asturias sin el carbón?
-¿Qué otros sectores se verían beneficiados con este modelo de extracción?
-Aquí en Asturias tenemos grandes industrias, que consumen muchísima energía. Multinacionales muy potentes que tienen unos costes de electricidad entre el 40 y el 60% de su producción, de modo que una energía más barata tendría un impacto directo sobre su competitividad. Si este país consigue reducir su dependencia energética y bajar los precios del gas, será más difícil que estas empresas se deslocalicen, y esto sí afecta directamente a Asturias, independientemente de que el gas se extraiga aquí o en Burgos.
-Por un lado, parece absurdo desaprovechar una fuente de energía disponible y cercana; por el otro, los riesgos medioambientales no parecen desdeñables. ¿Al final es una cuestión de sopesar pros y contras?
-Lo que hay que hacer es aportar todos los datos, científicos y técnicos, y efectivamente ver pros y contras. En la parte de la contra están los ecologistas, no tanto porque contamine sino porque esto refuerza la extracción de combustibles fósiles frente a las renovables. Pero los combustibles fósiles -básicamente petróleo, carbón y gas- suponen ahora más del 80% del mix energético mundial. El 20% restante son las nucleares, que van a ir cerrando progresivamente, y las renovables, que van a ir creciendo, pero a las que aún les queda mucho para llegar al nivel deseable. Por eso creo que el gas es ideal para hacer una transición hacia ese modelo de bajas emisiones, que es el que todos queremos pero que va a tardar años en conseguirse: el gas natural emite el 50% menos de CO2 que el carbón, y es mucho más eficiente energéticamente. Y además en España tenemos un parque de centrales de ciclo combinado para quemar gas natural que son muy avanzadas. Creo que es una buena fórmula para los próximos años, independientemente de que hay que seguir avanzando en energías limpias.
‘Se está creando una nueva burbuja, que provocará una crisis que pagaremos los de siempre’
Este ingeniero técnico es además coautor del libro ‘Agrietando el futuro. La amenaza de la fractura hidráulica en la era del cambio climático’, en el que se desglosan diferentes razones en contra del uso de esta técnica.
-La referencia a la hora de hablar de fractura hidráulica es Estados Unidos. ¿Por qué?
-A la innovación técnica que supone la fractura hidráulica, en Estados Unidos se ha unido lo que se llama el «hueco Halliburton», a partir de 2005, cuando el vicepresidente Cheney llega a la Administración de Bush hijo, consigue eliminar la normativa medioambiental para el uso de esta técnica; lo que se explica porque Cheney procede de la empresa Halliburton, que suministra material para esta tecnología. Esto hace que el uso de esta técnica se dispare. Hoy en día, viendo los efectos que ha tenido, la Agencia de Medio Ambiente está interviniendo para hacer nuevos estudios, especialmente para controlar el agua potable.
-¿Cuál es la postura española con respecto a esta técnica?
-Aunque el Gobierno central, sobre todo el ministro Soria, es bastante pro fractura hidráulica, acaban de hacer una modificación de la norma que no está tan mal. El problema de los pozos de fractura hidráulica es que son tan poco productivos que ninguno llega a los quinientos mil metros cúbicos diarios, que es lo que establece la legislación para obligar a hacer el estudio de impacto ambiental. Y ahora se ha modificado la ley para que toda explotación de este tipo tenga obligatoriamente que hacer este estudio. Nosotros creemos que es algo positivo, pero se queda corto, ya que también debería ser obligatorio en los estudios previos de investigación.
-¿Y cuál es la situación en Asturias?
-Pues es muy curiosa, porque siempre que llamas a la Administración preguntando sobre este tema te dicen que no hay ningún proyecto con fractura hidráulica. En realidad lo que pasa es que no se utiliza el nombre, pero la mayor parte de los proyectos de este tipo en Asturias de los últimos años están relacionados con la búsqueda de hidrocarburos en vetas de carbón, de esos proyectos han sido abandonados: el permiso Camponanes, Lieres, Mieres, Laviana, y recientemente también el permiso Villaviciosa. Quedan encima de la mesa el permiso Granda y el permiso Morcín, que además establece claramente que utilizaría la fractura inducida, es decir, fracking. Hay otros dos en trámites que afectan a la zona marítima, de modo que saltan las competencias autonómicas y se tramitan por vía estatal.
En cuanto a la legislación, en Asturias en estos momentos hay una resolución del Parlamento asturiano pidiendo al Gobierno que prohíba esta técnica, pero falta que el Gobierno lo apruebe.
«Es curioso que cuando preguntas a la Administración te dicen que no hay ningún proyecto con fractura hidráulica, cuando en realidad lo que pasa es que no se utiliza ese nombre»
-Se calcula que gracias a esta técnica en Estados Unidos se han creado dos millones de empleos, y el precio del gas ha bajado un 20%. Si hay recursos, ¿por qué no aprovecharlos?
-Y también tenemos la pregunta contraria: si hay recursos, ¿está todo justificado? Por ejemplo, si hay recursos debajo de Bolivia ¿debemos arrasar la Amazonía? ¿o los pueblos indígenas de la zona tienen derecho a dejarla como está? Es un debate muy importante.
Desde luego, en el tema de fracking yo estoy de acuerdo con estudiarlo en profundidad. El problema es que hay mucha información oculta. Por ejemplo, el empleo, que efectivamente se ha creado mucho en Estados Unidos. Pero hay que ver que esa cifra incluye todo tipo de empleos, desde los de seguridad de los bares hasta las prostitutas de unas ciudades donde llegan miles de trabajadores a las zonas nuevas de explotación, en el antiguo modelo de ciudad minera de mina americana del siglo XIX.
Además, en Estados Unidos ha habido una sobreexplotación, que ha hecho que bajen los precios y que incluso en algunos casos no sea rentable ni siquiera transportar el gas, que se está quemando en antorchas provocando importantes efectos de emisiones. En resumen: se está creando una nueva burbuja, para vender nuevos productos tóxicos que nos pueden llevar a una nueva crisis económica, que seguramente acabaremos pagando los de siempre. El gas ofrece mucha riqueza, mucho empleo, y nos permitiría cerrar en condiciones la minería de carbón, gracias a que es mucho más limpio y nos ayudaría a luchar contra el cambio climático. Esta es la oferta de Shale Gas España, el lobby del sector. Pero el debate debería ir más allá: ¿mantener el carbón, mantener la regasificadora con gases importados, producir gas, importar gas? Habrá que tomar alguna decisión, porque aquí se ha apostado por todo y ya se ve que eso no funciona. Hay que tener clara una visión de futuro, y ésta pasa por liberarnos cada vez más de los combustibles fósiles, y replantear nuestro modelo energético.