Aunque ellas no dan importancia a lo que hacen cada día y lo viven con normalidad, son seis mujeres que trabajan en sectores tradicionalmente masculinos y han conquistado su espacio rompiendo estereotipos. Acuden a sus lugares de trabajo demostrando vocación y pasión. Cada una deja claro que habla de su vida y su experiencia personal. Nada que objetar: éstas son sus historias.
Según el informe ‘Situación de la mujer en el mercado laboral asturiano’ publicado por UGT, el 89% de las mujeres ocupadas están empleadas en el sector servicios (frente a un 61,7% de los hombres). En el resto de sectores tienen menor representación, como en la construcción, donde apenas llegan al 1% (frente al 9,4% de población activa masculina), el sector primario con un 3,6% (frente al 4,8%) o la industria con una presencia del 6,7% (frente al 24,1%).
Dentro del sector servicios, por lo general, las mujeres tienden a estar ocupadas en actividades inmobiliarias, artísticas, recreativas y de entretenimiento, absorbiendo en torno al 73% del total de empleo en estas ramas.
En esta ocasión vamos a hablar de mujeres que se han salido de la norma y han roto estereotipos. Un día dijeron ‘¿y por qué no? y abrieron camino a otras compañeras.
«No cambiaría mi trabajo por nada del mundo»
«Me casé a los diecisiete años y fundé -con el que entonces era mi marido- una empresa de tractores y palas excavadoras para trabajar en obra civil. Yo estaba acostumbrada a manejar el tractor en mi casa, y conducir me gustaba mucho. Cuando me separé, saqué el carné de camión, a pesar de que todo el mundo me desanimaba porque decían que no se veían por ahí chavalas conduciendo un camión, pero me empeñé, y fuera de todo pronóstico, me dieron trabajo en la primera empresa donde fui a pedirlo. Luego pasé a otra mayor y ahora estoy en Jofemesa. Trabajo con un camión articulado llevando mineral a los altos hornos para alimentar las tolvas».
En España las conductoras de camión son una rareza. Hay muchos prejuicios acerca de la profesión, lo que hace que pocas se animen a dar el paso. «Éste es un mundo muy machista donde cuesta hacerse un hueco. Es como si este espacio sólo les correspondiera a ellos. En la primera temporada tenía que demostrar las veinticuatro horas del día que yo podía hacerlo. Hoy las cosas no son así. Soy la única mujer de la empresa que conduce un camión, y me siento integrada y querida, a la hora de trabajar no hay ninguna distinción». ¿Cuál ha sido la mayor dificultad con la que se ha encontrado? «No recuerdo ninguna. En las primeras empresas en las que trabajé teníamos que lavar los camiones, cambiar ruedas, engrasar… Ahora sólo me ocupo de conducir y eso no requiere un esfuerzo físico. No cambiaría este trabajo por nada del mundo, me gusta y soy feliz haciendo lo que hago. ¿Lo más gratificante? Saber que tengo un trabajo con el que disfruto y que cada mes recibo un dinero por ello. Siento que me lo merezco, me hace sentir autosuficiente, y eso es muy importante para mí. Miro a mi alrededor y veo a gente que va a trabajar por pasar el día, sin amor a lo que hace… no podría vivir así».
«Mi corazón está en el taller»
«Mi padre era mecánico, y muy bueno. Yo en cambio estudié electricidad y entré a trabajar en RENFE de electricista. Más adelante surgió una vacante de neumática, y como también me gustaba, me preparé y aprobé el examen. Cuando entré, en 2002, era la única mujer en el taller. Luego vino alguna más pero sólo de manera temporal, las chicas no llegaban a quedarse. Recuerdo que cuando llegué no había ni vestuarios ni baños para mujeres, me tenía que arreglar en el baño de las chicas de la limpieza que no tenía ducha. Me parecía mentira cómo una empresa pública que en teoría iba por delante en la incorporación de la mujer al mundo laboral, no tenía contempladas estas cosas tan básicas. Los hombres que trabajaban aquí tenían entonces una media de cincuenta años, yo tenía veintidós y era el centro de todas las miradas, eso me incomodaba sobre todo al principio. Me propuse ser una buena oficial de taller, y para eso una chica también sirve. Es un trabajo que no requiere una fuerza desmesurada. Hubo gente que confió en mí y otros que me miraron con recelo y me veían más con la escoba que en el taller. Me fui haciendo hueco, mejorando cada día en mi trabajo. Ahora soy una más. A veces me preguntan si no me gustaría estar en una oficina y les digo que mi corazón está en el taller. Mis padres siempre me apoyaron y mi padre está muy orgulloso de que su hija sea mecánica. Reconozco que es un trabajo que te tiene que gustar, estás rodeada de grasa y de aceite. Mis manos son mi herramienta de trabajo y he renunciado a tener unas manos bonitas y por supuesto, a pintarme las uñas. Pero tampoco pasa nada».
«Mis compañeros me apoyan de forma natural»
En 1979 se incorporaron a la Policía Nacional las primeras agentes. Ahora este cuerpo está integrado por unos 68.000 efectivos, de los cuales sólo un 13% son mujeres. «Trabajo siempre en turno de noche lo que me permite compatibilizar el trabajo con mi otra gran pasión: el deporte». Esta asturiana de Tineo es la actual Campeona de España de maratón, ha conseguido tres títulos en el Campeonato de España de carreras de montaña y acaba de traer a nuestro país la medalla de oro en 5.000 metros lisos de los Juegos Mundiales de la Policía 2015, celebrados en Bogotá.
Siempre patrulla con un compañero, unas veces con uniforme y otras de paisano, según lo requiera la ocasión. «Parece que uno mira a la policía y lo asocia con una imagen un poco machista. Sé que existe porque lo he visto a mi alrededor pero no lo he vivido en primera persona. En mi caso, desde que llegué fui considerada una más. Me he mostrado tal y como soy. No tengo la sensación de estar con hombres o mujeres sino con personas -lo mismo me ocurre en mi faceta deportiva- y desde ahí, me relaciono. Creo que al final la gente responde a cómo tú te muestras». No hay que negar que este trabajo tiene una serie de riesgos inherentes, más si se trabaja de noche. «Te obliga a estar siempre precavida y en alerta. Hemos recibido preparación para responder ante situaciones difíciles pero nunca sabes a lo que te puedes enfrentar cada día. La intervención es un mundo y puede aparecer algo que crees que es sencillo, se complica y luego terminas jugándote la vida. ¿Los casos más complicados? Los avisos por malos tratos. Acudes a una llamada de un caso de violencia de género y te puede salir un hombre bajo un estado de enajenación, que no sabes cómo va a reaccionar… es un peligro que nunca calculas». ¿Algún problema a la hora de ejercer la autoridad? «En alguna situación me he encontrado con un hombre que parece no estar acostumbrado a que una mujer le dé órdenes e intenta ignorarme, y ahí mis compañeros me apoyan de forma natural, diciendo: ¿No has oído a mi compañera? Por encima de todo tienes que cumplir con tu obligación. Elegí esta profesión porque tenía necesidad de ayudar a la gente, y me apasiona mi trabajo».
«Las barreras las pone uno mismo»
El metal no entiende de sexos, y si no que se lo pregunten a Lorena, soldadora en construcciones metálicas de módulos. «En mi familia casi todos están relacionados con el metal. Yo no acaba de encontrar mi vocación, así que probé con unos cursos de soldadura y vi que me gustaba. Luego seguí formándome y mi monitor me propuso para este trabajo -era de las mejores de clase-, él me iluminó el camino. Entré a trabajar como soldadora de TIG, con acero inoxidable, en Modultec -empresa de construcciones modulares- y tuve la suerte de tener a mi lado a un oficial que me enseñó todo lo que sé. De esto hará quince años.» ¿Alguna zancadilla en su trayectoria laboral? «En el desempeño de mi trabajo no vivo ninguna dificultad, creo que las barreras se las pone uno mismo. Trabajo bien, soy cumplidora y si hay compañeros que no me valoran, peor para ellos. Yo aquí vengo a trabajar, no a hacer amigos. Quiero decir con ello que si aparecen bien, y si no también. Con casi trescientos trabajadores que ha tenido la empresa, te encuentras de todo. Y eso que yo no me puedo quejar, entre mis compañeros nunca me he sentido discriminada, en todo caso positivamente. Creo que lo que de verdad te ayuda a crecer no son las cosas fáciles sino los retos a los que te enfrentas».
«El trabajo es duro, físico, pero a mí me gusta el trabajo manual, soy analógica. Es fácil, como me ha pasado hoy, que te des un golpe, te quemes al soldar o te pueda caer un hierro encima que aunque lleves casco te da de lleno… Son los riesgos típicos de trabajar con el metal».
«Hay una buena cohesión entre compañeros»
Cada día transporta a cientos de viajeros en el tren de cercanías que cubre la línea Laviana-Gijón y Laviana-Oviedo. Esta profesión llegó casi por casualidad a su vida. En 2009 buscaba trabajo y se presentó a varios puestos que había convocado FEVE, hoy anexionado a RENFE: especialista en estaciones, factor de circulación y maquinista. Aprobó dos y tuvo que elegir entre Santander y Asturias. «En la línea de cercanías de FEVE somos ocho mujeres, pero en RENFE convencional hay muchas. En este sector hay muy buena cohesión entre compañeros, seas hombre o mujer. Nunca he vivido ningún tipo de discriminación, las oportunidades son las mismas. Las tablas salariales están muy establecidas y cobras según el puesto que ocupas, con independencia del sexo. Situaciones de dificultad las hay, como en todos los trabajos, pero en nuestro caso contamos con muchos medios para solventar los problemas. Da igual que seas hombre o mujer».
Al plantearse colaborar en este reportaje, «pensé que esto podía tener una doble lectura. Por un lado me da pena que nuestros testimonios sean noticia, porque eso quiere decir que no hay igualdad. Pero por otro me parece positivo darlo a conocer, porque posiblemente otras mujeres se animen a seguir nuestros pasos. Yo también lo veía raro cuando me presenté a las oposiciones de maquinista, no conocía a nadie más, pero pensé: si me van a formar desde cero ¿qué problema hay?»
«Me dedico a lo que me gusta»
Trabaja desde hace un año para OroValle, empresa propietaria de las minas de oro, cobre y plata de El Valle en Belmonte de Miranda. Antes había trabajado con Dumper en minas de carbón a cielo abierto, hasta que cerraron. Ahora conduce un Volvo A25 con el que entra en la mina y va a galerías, cámaras, etc. Se puede pasar dentro todo el día transportando el mineral, o a veces sale fuera a bascular. Hay varias mujeres en la empresa, pero sólo dos dentro de la mina.
«Los riesgos son los normales en un trabajo como éste. Debes familiarizarte con el entorno y con el vehículo que llevas ya que trabajas en un espacio muy reducido y es difícil maniobrar. ¿Cómo llegó a conducir camiones? «Me gusta conducir, primero saqué el carnet de coche, luego el de autobús, el de tráiler… Me gusta el trabajo que hago, aunque si me dices que puedo ganar tres mil euros al mes en otro trabajo, a lo mejor me lo pienso (risas). Estoy a gusto aquí, soy una más. Al principio, cuando llegué tuve algún rifirrafe con alguno, pero eso puede ocurrir en cualquier trabajo. Estoy muy valorada por los jefes, que no sólo me dieron esta oportunidad sino que me apoyan constantemente. Cuando cambié el camión pequeño por el Volvo me impuso un poco, es un camión más grande y la mina es pequeña, pero me animaron a dar el paso y me ha ido muy bien. No me planteo trabajar en una cosa de hombres, me dedico a lo que me gusta y creo que soy buena. Pienso que a las mujeres se nos exige más para conseguir el mismo reconocimiento que puede obtener un hombre, sobre todo en sectores tan masculinizados como éste. Pero si haces bien tu trabajo, ¿qué importancia tiene que seas hombre o mujer?»