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domingo 8, septiembre 2024

De 4 órganos reproductores

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La primavera la sangre altera y la savia acelera. Las flores, esos órganos reproductores hermosos, llamativos y tan variados, rellenan campos, lindes, bosques y costas apropiándose la atención de cualquier ser vivo.

Conocer con nombre y apellidos los elementos del lugar los introduce en tu círculo, comienzas a formar parte del entorno. Saber de las particularidades, características y detalles que nos hace distinguirnos entre el grupo, identificarnos.

“Hola Sanguisorba, no nos han presentado, mi nombre es Pepo y me siento feliz por reconocerte.”
Obviamente no es necesario hablar con las plantas, pero cuando interiorizas esta acción con el vegetal, animal, collado, peña, valle o finca, de pronto tomáis consciencia de la presencia del otro y ocurre eso de: eres donde habitas. Así y sólo así se puede proteger y mejorar el bienestar propio y el del entorno.

A los grandes males actuales, aquellos que nos desestabilizan como individuo y grupo, como la debilidad ante la frustración, el inexistente diálogo interno y la ausencia de pensamiento a largo plazo, añadimos la inacción por indecisión.

Los sofás están muy bien, pero ni tan siquiera se usan ya para mantener una charla o debate con semejantes. Ahora nos azotamos encima y a través del monólogo preestablecido, empaquetado y distribuido en streaming, aceptamos sin crítica alguna todo contenido (que no conocimiento), con los párpados a media asta, soporizados por la continua inactividad, atentando cada minuto contra nuestra propia existencia.

Ocupar la mente ya no es lo que era. Debiéramos pasar de buscar sobreestimulaciones a estímulos profundos, taimados y de larga duración. Realizar lo palpable, lo manual, aquello que consiga hacernos soltar el móvil convirtiéndolo en un acto libertario. Pósalo boca abajo y haz cualquier cosa analógica. No hagas ni puto caso a la resistencia de tu cerebro.

Para ello, la primavera avanzada tiene mucha mano. La luz gana horas mientras los campos, los lindes, caminos y bosques, enseñan sus virtudes en máximos esplendorosos sin ninguna vergüenza.
Esa excitación, con tanta flor alrededor, podría transformarse en auténtica lujuria, la misma que se siente cuando uno coge navaja, tijeras y cesta mientras va de arbusto en arbusto, de prao en prao, forrajeando cuanto encuentra de valor.

Los que ya me conocen saben de mi pasión por la botánica, por lo que es inevitable que hable hoy de flores disponibles y qué hacer con ellas. O, al menos, una breve introducción a ello.

Te doy una excusa para salir al campo, dejar la banalidad digital y buscar el valor en lo propio y cercano. Como todo es subjetivo y está sujeto a la cultura y educación, predominarán la utilidad o la estética cuando nuestra mirada acaricie cada flor.
Basándome en los propios, aquí cuatro ejemplos de utilidad, tres de predominancia gastronómicos y uno ornamental.

Te doy una excusa para salir al campo, dejar la banalidad digital y buscar el valor en lo propio y cercano.

Las flores de todas las especies de rosa con comestibles. Hablando de las silvestres, suele coincidir que su aroma y sabor son de mayor intensidad en aquellas rosáceas y rojizas. Más allá del simbolismo que acompaña esta flor, las cultivadas pueden ofrecer una grandísima variedad de colores, tonos y aromas. Sin embargo, las salvajes tienen algo especial, será su forma desgarbada o bastedad (en comparación a las comerciales), no sabría decir, me atraen como si fuera pecoreador. Su olor ya es otro mundo, presente en múltiples recuerdos propios e impostados y que todos, de una u otra manera, tenemos en nuestra biblioteca olfativa, siendo capaces de olerlas con solo ver su imagen.
Las flores más olorosas las vengo usando desde hace años en confituras, licores, vermuts y vinagres. También en salsas y elaboraciones dulces. Recolecta, lávalas con agua, déjalas escurrir a su ritmo ligeramente y retira todos los pétalos para luego machacarlos entre las manos con azúcar y un poco de miel. Una especie de mermelada rápida que podrás conservar en la nevera durante varios meses.

Flor de Saúco. Sambucus nigra.

Sabucu o benditu, cuyas flores, o sayuguinas suelen consumirse fritas en buñuelos (en “El libro de las plantas olvidadas” de Aina S. Erice incluye una receta tradicional) e incluso cristalizadas en azúcar como elemento decorativo en pastelería, aportan un sabor avainillado a las cremas que pueden degustarse tal cual o como base para helados.
También usadas para aromatizar masas de bollería o elaborar con sus levaduras naturales, azúcar y limón, un “champán” de saúco de sabor interesante. Como no podía ser de otra manera, con semejante aroma se ha venido utilizando para ratafías, licores, vermuts, jaleas, jarabes y shrubs.
Suele contener una buena cantidad de insectos que disfrutan de su polen, por lo que es conveniente sumergirlas en agua fría, con cuidado, antes de elaborarlas.
Hay que recordar que las partes verdes del saúco son tóxicas, debemos usar solo las flores o sus frutos maduros.
Éstos últimos, cuando lleguen, se utilizan también en confituras, jarabes y mermeladas. Muy sabrosos y aromáticos, no solo queda su utilidad en la cocina, también como tinte natural de lana.

Amapola – Papaver rhoeas

Otra de mis preferidas. No contiene morfina como su pariente la adormidera (Papaver somniferum, de donde se extraen “cositas” que se fuman), pero sus flores, según parece, contienen mucílagos y han sido utilizadas en infusiones por sus efectos sedantes y calmantes.
Las hojas tiernas y los pétalos se usaron como verdura de sabor dulce en crudo, también hervidas, rehogadas, salteadas, fritas o en tortilla.
Los pétalos, de ese fantástico y vibrante rojo, los uso principalmente como tinte de bebidas y salsas u otras elaboraciones. El año pasado hice un vinagre de frambuesas al que añadí pétalos de amapola para potenciar su color. Se viene usando en siropes, pâte de fruits y algún cocinero top las ha cristalizado en azúcar manteniendo su forma de abanico.

Iris

Lirio amarillo – Iris psudacorus, Lirio ediondo – Iris foetidissima, Lirio azul – Iris latifolia, son las variedades de esta flor que podemos encontrar con facilidad en entornos húmedos cercanos.

Para mí, es otra de esas flores que me pueden, me atraen sin medida y tengo la imperiosa necesidad de llevarme un ejemplar a casa y ponerlo en algún lugar privilegiado donde destaque y potencie el espacio. Esta no es comestible, pero tiene otras utilidades. Su rizoma, utilizado para teñir lana color negro y grises, se seca y reduce a polvo para darle uso en perfumería por su característico aroma.
Por la variedad de colores que muestran, los Iris reciben el mismo nombre que la Mensajera de los Dioses griegos, quien personifica el arco iris y conecta el mundo divino con el terrenal.

Resulta inevitable disponer aquí de una breve bibliografía donde encontrar esta y otra mucha más información de una buena cantidad de vegetales.

El libro de las plantas olvidadas – Aina S Erice.
Silvestres – Basque Culinary Center.
Manual de tintes de origen natural para lana – Ana Ronquero y Carmen Córdoba.
Plantes comestibles – Editións Debaisieux.

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2 COMENTARIOS
  1. Ay Pepo , las flores como me gustan … Tocarlas , olerlas, verlas .. Amapola de siempre , dentro de poco la pintarán en mi piel . Pasiflora belleza rara …
    Gracias por tu escrito , revelador …

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