En un punto como el actual, en que cada vez son más ojos los que se vuelven hacia el pueblo en busca de una vida diferente, es necesario potenciar la toma de decisiones y animar a quien se mantiene aún entre la incertidumbre y el miedo. El cambio será positivo, muy muy positivo pero “spoiler”, en vivo y en directo no tendrá el maquillaje de las redes sociales. Por suerte.
¿Es necesaria la vuelta a los pueblos? Absolutamente sí, no solo por la recuperación de estos espacios tan valiosos sino por nosotros mismos, por nuestra supervivencia y bienestar. Un pueblo es vida, alegría, un ritmo diferente, el tiempo transcurre distinto, se gobierna a sí mismo y no entiende de horarios de apertura o cierre.
Hoy, al igual que ayer, la urbe y el pueblo se mantienen interrelacionados en una simbiosis imperfecta en la que una continúa fagocitando al otro.
La solución parte por darle a los entornos rurales el valor que poseen y se merecen. Satisfacer, al menos, dos de las necesidades básicas que clama desde hace años: conexión a internet en condiciones y unas buenas comunicaciones en transporte público. Lo demás vendrá solo. ¿Cuántas/os teletrabajadoras/es deseosas/os de dar este paso? Pero esto ya queda en manos de quienes tienen las capacidades para llevarlo a cabo.
Es necesaria la vuelta a los pueblos no solo por la recuperación de estos espacios tan valiosos sino por nosotros mismos, por nuestra supervivencia y bienestar.
Para aquellos valientes re-colonizadores que buscan una casa con parcela donde vivir, les invito a buscar el espacio, las herramientas y los conocimientos con las que desarrollar una economía de autoabastecimiento complementaria. Las labores de producción propia a las que dedicar unas horas semanales, ayudarán a disponer de nuevos e interesantes recursos, enriquecedoras experiencias y sensaciones muy gratificantes. Ni que decir tiene la posibilidad de disfrutar de alimentos diferentes a los que estamos acostumbrados o los ya conocidos. Imagina lo que supondría entrar a la cocina cargada/o con tus propias lechugas, berenjenas, calabazas, huevos… alimentos que acabas de obtener a escasos metros. Vivir la satisfactoria experiencia de intercambiar con vecinos y amigos productos frescos o transformados en mermeladas y bizcochos. Estas vivencias serán el mejor curso de desarrollo personal que nunca harás.
Volver al campo no es ninguna panacea y menos si lo seguimos maltratando. Aquel que crea poder vivir de él como se hacía 100 años atrás, en un modelo de autarquía familiar, se aleja mucho de la realidad cayendo en el más puro romanticismo. Esto no quita que no podamos disfrutar de las múltiples ventajas que ofrece el pueblo si en él se decide vivir. Pero, por favor, sin pretender urbanizarlo, de lo contrario no estaríamos aprovechando su máximo potencial.
Sin embargo, ¿se puede adaptar, rediseñar, la ciudad para ser pueblo?
¿Es posible un modelo de actuación mixto, con independencia de dónde se viva, y que permita desarrollar el día a día de los diferentes modelos de familia? ¿Incluida la unipersonal?
Pese a ser un trabajo para arquitectos, ingenieros, urbanistas y demás especialistas, desde nuestra situación actual podemos hacer un ejercicio de reflexión basado en una identificación inicial de nuestras necesidades primarias. A partir de ahí comienza la diversión. Por cada necesidad detectada podremos desarrollar todo un abanico de posibilidades, de soluciones y de acciones otorgándoles rango de herramientas dispuestas sobre la mesa para echarles mano. Seamos listos y utilicemos los diferentes recursos disponibles. Volvámonos conscientes de lo que esto implica.
¿Qué pasaría si cambias las plantas decorativas que tienes en tus ventanas o terrazas por otras que produzcan alimento?
La funcionalidad será la misma, pero la actividad de la ciudad re- ruralizada será inevitablemente muy distinta. Se habrá de apropiar de aquello interesante y conveniente para aplicarlo en la vida diaria tirando de las diversas cualidades que poseen los pueblos. Si antes proponía el cultivo de la tierra como un activo emocional, es posible adaptar este sistema a los espacios disponibles. De hecho, podemos ver que en muchas ciudades ya cuentan con huertos municipales a disposición de la ciudadanía, algunos se distribuyen en azoteas y otros, de propiedad privada, circundan los límites urbanizados. ¿Por qué no aplicarlo a tu espacio, en tu apartamento o chalet adosado? ¿Qué pasaría si cambias las plantas decorativas que tienes en tus ventanas o terrazas por otras que produzcan alimento? El tiempo de dedicación no aumentará, pero el resultado va a ser muy distinto: unas producirán mientras que otras solo lucen. Resulta inevitable ver el paralelismo en algunas de las pautas de la sociedad actual.
Con el fin de dar oportunidad a las diversas opciones, de compartir saberes de antes y de ahora, de ofrecer la gran variedad de oportunidades y herramientas a disposición de todos nosotros surge “Uno de pueblo”, una nueva sección en la que se contará con el peso de las experiencias ajenas y propias ayudando a reflexionar sobre los nuevos paradigmas que orbitan el pueblo y la ciudad, los cambios de vida y las nuevas necesidades más allá de la inmediatez. Una sección donde la gestión, el conocimiento y el tiempo serán sus fuerzas motoras.