Bajo el nombre de Carabosse Dolls se halla una artista única, sin duda una rara avis en un sector que hace muy grande lo más pequeño. La perfección requiere dedicación, por eso María José Santos trabaja como una hormiguita, echando horas en su taller hasta lograr las muñecas de porcelana en miniatura con las que ha conseguido ser reconocida en todo el mundo.
Hace menos de un mes que la artesana afincada en Gijón regresó de la feria de Chicago, cansada, pero contenta tras cumplir con la cita anual para la cual llevaba meses trabajando sin descanso. El suyo es un oficio trampa, del que no se sale airoso sabiendo solo manejar la porcelana pues requiere de muchas otras disciplinas. Detrás de cada figura se esconden muchas horas de investigación histórica pero también conocimientos en escultura, pintura, costura, peluquería, cuero y todo lo que sea necesario.
-Elegiste como nombre artístico Carabosse. ¿Por qué utilizar el nombre de un hada malvada?
-Soy muy aficionada al ballet clásico, me hubiera gustado ser bailarina pero lo descubrí muy tarde, y el primer ballet que vi entero fue el de La Bella Durmiente de Chaikovski en una versión del Royal Ballet de Londres y me llamó mucho la atención el personaje de Carabosse. Aunque el personaje es femenino, normalmente lo hace un bailarín travestido que va siempre de negro. Me gustó la ropa que llevaba en esa representación, con cierto aire gótico; yo también visto siempre de negro, lo hago desde que era chavalina.
-Conociendo tu realidad actual sorprende que primeramente decidieses estudiar derecho y trabajar en este sector. ¿Por qué lo hiciste?
-De pequeña siempre me gustó mucho trabajar con las manos, aunque nunca hice grandes cosas. No era aficionada a pintar o a esculpir, pero hacía cosas de papel, construía mis propias mariquitas, ya de aquella dibujaba las muñecas. El primer libro de moda lo compré siendo adolescente porque me llamaba mucho la atención la ropa del siglo XIX, y además de las mariquitas, hacía edificios de papel dibujando todas las piedras y ladrillos. Elegí estudiar Derecho porque entonces pensaba en las salidas que tenían las carreras, me hubiera encantado estudiar filosofía pero no le vi futuro, así que hice Derecho y me especialicé en Urbanismo. Durante unos años estuve trabajando en un estudio de arquitectura con el que de aquella era mi marido.
“El primer libro de moda lo compré siendo adolescente porque me llamaba mucho la atención la ropa del siglo XIX”
-¿Cómo fue la conexión con el mundo de las miniaturas?
-Me acuerdo que hace 25 años empecé a comprar los fascículos «Casa de Muñecas» con los que ibas haciendo tu propia casa de muñecas en miniatura, y así fue como empecé a meterme en este mundo. Nunca llegué a terminarla pero fui haciendo cosinas; lo que más me llamaba la atención era hacer las muñecas y empecé como hobbie modelándolas con unas pastas y experimentando con materiales. Pero luego se me metió entre ceja y ceja la muñeca de porcelana porque para mí son importantes los materiales con los que haces las cosas, me gusta trabajar con materiales de calidad que sabes que van a trascender en el tiempo. La porcelana, aunque es un material muy frágil en el sentido de que si se cae al suelo se rompe, tiene muy buena resistencia a cambios de temperatura y si lo cuidas, dura siglos.
-¿Dónde aprendiste una artesanía tan poco frecuente?
-Empezó como una afición en la que echaba muchísimas horas y fui buscando diferentes fuentes para lo que iba necesitando. Había una chica en Gijón, María Angeles Caso, que hacía réplicas de muñecas antiguas, las típicas francesas del siglo XIX, del estilo «bebé», y con ella estuve yendo a aprender la técnica del esmaltado, que es la que utilizas para pintar las caras de las muñecas. Para aprender a manejar la porcelana, que es líquida y se trabaja con moldes, fui durante un tiempo a un depósito dental para ver cómo hacían los moldes de las dentaduras. Compraba muchos libros y a base de ensayo y error fui aprendiendo. Muchos eran de moda histórica pero también de costura porque tenía que saber coser adaptado a la miniatura ya que el tipo de trajes que hago son trajes que tienen patrones de verdad, como los auténticos de época, y no es igual el patronaje que se usa hoy en día que el que se usaba en la corte del siglo XVIII. Así que poco a poco fui mejorando las técnicas, haciendo cosas más sofisticadas y con más sutileza. Luego vi que había ferias en el mundo y artesanos que vivían de esto y pensé que me encantaría dedicarme a esto.
“Me gusta trabajar con materiales de calidad que sabes que van a trascender en el tiempo, por eso se me metió entre ceja y ceja la muñeca de porcelana”
-¿Sentiste cierto vértigo cuando decidiste dejar un trabajo convencional?
-No, porque lo fui dejando paulatinamente a medida que me iban yendo las cosas bien y además vivía con una persona que trabajaba con lo cual no es lo mismo que estar sola, eso me ayudó mucho. Cuando empiezas con una actividad los primeros años siempre son duros, tienes que hacer inversiones, como por ejemplo el horno que me costó bastante dinero, y acudir a ferias supone pagarte los viajes, el puesto, etc. Durante un tiempo combinaba trabajar en el estudio de arquitectura por las mañanas y por las tardes, y a veces también por las noches, me dedicaba a las muñecas.
El salto definitivo fue cuando en Oviedo se hizo una Feria de miniaturas en 1998 y vino Caroline Hamilton, la organizadora de la Feria de Londres (una de las más importantes del mundo y la más importante en Europa). Ahí fue donde le enseñé el trabajo que hacía junto con otra artesana con la que llevo desde el principio, Cristina Noriega, que hace muebles en miniatura. Caroline nos invitó a la Feria de Londres y nos fuimos metiendo en el circuito, empezando a conocer otras cosas, clientes, museos…
-Viendo tu trabajo, ¿se puede decir que el arte, la historia y el ballet son los pilares de tus obras?
-Sí, de hecho, uno de los tipos de muñeca que hago desde el principio son de ballet clásico, pero también hago personajes históricos como Cleopatra y personajes de cuentos, aunque lo que me gusta muchísimo es la moda de época, sobre todo de los siglos XVIII y finales de XIX, y replicar trajes de la burguesía que eran muy lujosos. La gente que compra mis muñecas habitualmente son personas que tienen casas de muñecas o escenas a escala 1/12. Suelen ser casas de un edificio entero que tienen todas las habitaciones (dormitorios, salón, cocina, cuarto de baño) y lo que yo hago son personajes para meter en esas casas, normalmente de época victoriana. La señora de la casa, la criada y también hago niños, me gusta mucho la moda
Hoy en día con Internet es otra cosa, pero cuando empecé era muy importante tener unas buenas fuentes a las que acudir y por eso tengo una buena colección de libros de historia de la moda, de trajes regionales, uniformes militares, etc., posiblemente llegue a los trescientos.
-¿Qué es lo que más valoran los clientes en tus muñecas?
-La calidad, el cuidado de los detalles, el diseño, la fidelidad histórica… A mí me obsesiona la perfección. Además de intentar plasmar un ideal de belleza, me preocupa mucho el perfeccionar las técnicas para lograr un trabajo pulcro.
“Los tipos de muñeca que hago desde el principio son de ballet clásico, pero también hago personajes históricos como Cleopatra y personajes de cuentos, aunque lo que me gusta muchísimo es la moda de época”
-Veinticinco años después de tus comienzos te has convertido en una artista de fama mundial. ¿Dónde es posible ver tus obras?
-Ahora solo estoy haciendo una feria al año, la de Chicago, que es la más grande que hay a nivel mundial, pero hice muchas ferias antes en Nueva York, Philadelphia, París, Alemania, también en España. Trabajé para museos de miniaturas, pero también para otros museos de arte no especializados en esto. Tengo piezas en el Instituto de Arte de Chicago, uno de los más reconocidos y el más conocido de la ciudad. No es un museo de miniaturas pero tiene en la planta baja una colección de habitaciones en miniatura que son una pasada y me encargaron una pieza, una réplica de un vestido cercano a 1860 para una de esas habitaciones. También tengo piezas en la colección Kaye Browning del Kentucky Gateway Museum Center, una de las más conocidas, en el Museo de Kansas City y en el Puppenhaus Museum de Basilea, en Suiza,
-¿Qué se vive desde dentro en una feria como la de Chicago?
-La verdad es que en las ferias estamos siempre muy agobiados de tiempo pero es una ocasión para quedar con otros artesanos, ver otros trabajos e incluso pueden surgir colaboraciones. Y luego aparte se establece una relación muy especial con los clientes, surgen verdaderas amistades que duran muchísimos años. Tal vez porque en las casas de muñecas, tanto los coleccionistas serios como también otras personas, intentan replicar cosas muy conectadas con la infancia y con sus recuerdos, como por ejemplo, el desván donde jugaban de pequeños o la casa de su abuela. Es un mundillo muy particular el de las miniaturas.
“Me obsesiona la perfección. Además de intentar plasmar un ideal de belleza, me preocupa mucho el perfeccionar las técnicas para lograr un trabajo pulcro”
-¿Donde hay más mercado para este tipo de trabajos?
-Ahora mismo donde más se mueve es en EEUU porque es muy grande y allí hay muchísima afición. Aunque la feria de Londres es la de mayor tradición, la de Chicago es enorme. Todo lo que tú imagines en grande lo vas a encontrar allí en pequeño, llegamos a ser alrededor de trescientos artesanos venidos de todas las partes del mundo. También las hay en Italia, Francia, Holanda y en España tuvimos una muy buena pero con el tema de la pandemia se fue al traste, esperamos que se recupere para noviembre.
-¿Dónde nacieron las primeras casas de muñecas?
-Las casas de muñecas tienen una tradición muy larga, surgieron en los países del norte de Europa, Alemania, Holanda e Inglaterra. La primera que se conserva es de principios del siglo XVII, y está en un museo en Nuremberg, pero por escrito ya constan muñecas del siglo XVI. Los alemanes hacían casas de muñecas de verdad, con todos los detalles y se utilizaban como juego didáctico para que las niñas aprendieran el funcionamiento de una casa. Recuerdo ver una prensa de planchar de las antiguas en la que tú metías las sábanas, le dabas a un torniquete para apretarlo y esa era la manera de planchar. Las niñas aprendían a través de ese juguete aunque lo coleccionaban adultos, que a veces invertían verdaderas fortunas. Igual que ocurre ahora, podía costar lo mismo amueblar o hacer una casa de muñecas en miniatura que una a escala de verdad, porque la encargaban a los mejores ebanistas y a artesanos especializados en porcelanas.
-Dicen los que trabajan con la porcelana que es un material que enamora, ¿es esto cierto?
-Sí, una de las ventajas que tiene es la durabilidad que tiene en el tiempo, de hecho, se conservan porcelanas chinas de centenares de años, pero todo en la porcelana es noble y esto se aprecia en la manera de trabajarla. Además al cocerla a altas temperaturas para su vitrificación reduce un poco de tamaño y gana en detalle. Al principio probé con pastas modelables de cocción a baja temperatura, materiales basados en PVC (porque no tenía otros medios) pero la masa se reblandecía con el calor del modelado y no obtenía los detalles deseados en escultura. Quizás ese tipo de materiales son perfectos para los denominados «muñecos de carácter», de rasgos caricaturescos y que requieren potenciar la expresividad por encima del realismo, pero yo lo que intento buscar con mis figuras es un cierto ideal de belleza y la finura del acabado de la muñeca de porcelana clásica.
“Mis técnicas de costura y patronaje para los vestidos son de invención propia porque al trabajar con algo tan pequeño, en el cual un milímetro se nota en un patrón, tengo que buscar mis propios métodos”
-¿Qué es más necesaria, habilidad o paciencia?
-Las dos cosas, paciencia hay que tener muchísima porque aquí no hay nada que puedas acabar en una tarde. Es siempre algo que empiezas y hasta que ves el resultado pasan muchos días. Solo lo que es pintar la cara de la muñeca lleva muchísimo tiempo, alrededor de nueve o diez horas de trabajo, porque se va haciendo por capas, utilizando unos esmaltes en polvo que se mezclan con un aceite. Pintas una y luego tienes que meterlo en un horno a unos 800 grados, y al día siguiente haces una nueva capa y repites el proceso, así hasta nueve veces. De esta forma consigues dar volúmenes a las cosas, creando sombras.
Y habilidad con las manos, por supuesto, hay que tenerla para manejar una serie de técnicas que vas adquiriendo, algunas incluso las vas inventando tú misma. Por ejemplo, mis técnicas de costura y patronaje para los vestidos son de invención propia porque al trabajar con algo tan pequeño, en el cual un milímetro se nota en un patrón, tengo que buscar mis propios métodos.
-Llevas desde los años 90 en este oficio ¿sigues disfrutando de él como al principio?
-Disfruto de diferente manera. Cuando empecé era la ilusión por algo nuevo y por poder dedicar todas las horas del día a algo que te apasiona en vez de un trabajo que te aburre. Iba a una feria con la excitación de ver si salían las cosas bien y si podría vivir de ello. Ahora, la ilusión sigue estando, pero lo que hago es plantearme retos que son difíciles, como la escena de niñas victorianas jugando que hicimos a medias Cristina y yo este año. La idea la tuvimos hace tres años pero pasó mucho tiempo hasta poder llevarla a la práctica. Tuvimos que estudiar a fondo el tema de los juguetes antiguos, estábamos entusiasmadas buscando desde los trajes, el mobiliario… buscando muchísimo por Internet y todo el día con llamadas de teléfono. Ella hizo los juguetes con los que juegan las niñas, que son réplicas de juguetes de verdad del siglo XIX, un carrito de caballo y un osito de la época.
“La Feria de Chicago es enorme. Todo lo que tú imagines en grande lo vas a encontrar allí en pequeño, llegamos a ser alrededor de 300 artesanos venidos de todas las partes del mundo”
-¿Cuál ha sido es el trabajo más importante o de mayor dificultad en tu carrera?
-Hubo verdaderos retos en los encargos. Hice un grupo de figuras para el Museo Nacional de Juguetes y Miniaturas de Kansas City, para una escena con la réplica a escala 1:12 de los azulejos del palacio gótico del Alcázar de Sevilla, obra de unos miniaturistas alemanes. La búsqueda de una idea de personajes que pudiesen encajar en esa habitación requirió muchas horas de investigación histórica y la ayuda expertos en historia del arte de Sevilla. Finalmente hice una escena basada en un cuadro del pintor austríaco Julius Berger, en la que se ve a Carlos V, Isabel de Portugal y su criada.
Otro trabajo muy elaborado fue la figura de Deméter, la diosa griega de las cosechas y las estaciones. Es una pieza inspirada en la estética de principios del siglo XX en colaboración con Cristina, que realizó el trono de madera donde está sentada Deméter y que está tallado con figuras de flores y frutas, acorde con el mito que rodea a la diosa y a su hija Perséfone. El color del vestido, un degradado de blanco a azul polar, simboliza el invierno y todo el bajo de la falda está cubierto de flores que señalan la llegada de la primavera, trepando y llenando de color los pálidos tonos del invierno. Se emplearon un total de 400 apliques de flores de seda hechos a mano para decorar el vestido.
También recuerdo como encargo especialmente complicado un vestido para el Art Institute de Chicago, confeccionado con organza de seda… las transparencias son muy difíciles de trabajar en miniatura.
10 estrellas si las hubiera