Del 1 al 8 de marzo se celebró en el desierto de Marruecos otra edición de la Panda Raid. Una carrera que, tal y como dice la organización, pretende “ofrecer a los aventureros desierto en estado puro, espacios abiertos y conducir por terrenos lejos de los habituales trayectos trabajo-casa y de las rutas trazadas en los mapas”.
Aparentemente la cosa parece sencilla: un coche, dos personas, una semana de competición en el desierto, siete etapas y más de trescientos equipos participando. ¿Qué puede salir mal? La cosa se complica cuando empiezas a leer la letra pequeña. Los coches que pueden participar son sólo Seat Panda o Marbella. Nada de GPS ni de tecnología que facilite la orientación. Lo que la organización permite es el uso de brújulas. Al final de cada etapa, no hay camas ni grandes comodidades. Un campamento al estilo nómada con tiendas de campaña y duchas. El respaldo de la organización sólo aparecerá cuando sea estrictamente necesario. Ni antes, ni después. El que decide participar en la Panda Raid, tiene que saber que se enfrenta a una aventura en estado puro en la que, lo que prima, es el compañerismo, el ingenio, las ganas de superación y el espíritu de supervivencia.
En la edición de este año, participaron cinco equipos formados por diez gijoneses ávidos de adentrarse en el desierto para vivir una de las experiencias más significativas de su vida. Ya no sólo por las características de la carrera, sino también por vincular su participación con una acción solidaria como recaudar fondos y dar visibilidad a la Asociación Galbán.
José Magarzo es uno de los diez gijoneses que ha participado en la Panda Raid 2024. Reconoce que tomar esta decisión es meterse en problemas desde el minuto uno, pero ya lleva tres años apuntándose a la carrera. Aunque no lo reconoce abiertamente, todo parece indicar que el espíritu de la aventura en el desierto se le ha metido dentro de manera irremediable.
-¿Cómo acaba un grupo de gijoneses en el desierto de Marruecos a bordo de un Panda?
-La idea surgió hace tres años entre cuatro personas aficionadas al mundo del motor que hacemos un poquito de todo: bicicleta, moto, coche… Alguien se enteró de que existía una prueba de resistencia en Marruecos con Seat Panda tradicionales. Empezó a investigar y ¡ahí acabamos! Fuimos en el 2022 y 2023 y, por diferentes circunstancias, no acabamos ninguna de las veces. Quisimos ir una tercera vez y, viendo que la aventura tiene cierto sentido, queríamos dotarla de un propósito y no caer en la rutina de hacerla solamente por correr. Fue cuando se nos ocurrió vincularla a una acción solidaria intentando dar visibilidad a una asociación o fundación que esté buscando cierta repercusión social. La idea era ayudarles a recaudar fondos, socios o lo que necesitasen y nosotros pudiésemos darles.
“La idea surgió hace tres años entre cuatro personas aficionadas al mundo del motor (…). Alguien se enteró de que existía una prueba de resistencia en Marruecos con Seat Panda tradicionales. Empezó a investigar y ¡ahí acabamos!”
-¿Por qué escogéis a la Asociación Galbán?
-Por contactos familiares, conocemos de la existencia de Galbán. Nos ponemos en contacto con ellos y vimos que participar en una prueba de estas características, con todo lo que conlleva, tenía cierto paralelismo con lo que es la lucha contra el cáncer en los niños. Les pareció buena idea anclar una actividad con sus labores de difusión y llegamos a un acuerdo. Establecimos una serie de actividades y de propuestas para darle visibilidad tanto a la preparación de la carrera, como a la participación en ella. Entre otras cosas, lo que hicimos, fue vinilar los coches y establecer una estrategia de comunicación para ir dándole poco a poco visibilidad al proyecto y a las cosas que hacía Galbán. Finalmente, hicimos una espicha solidaria en Gijón para recaudar fondos para ellos. La verdad es que nos fue muy bien. La repercusión en medios fue espectacular y la espicha fue un éxito. Contábamos con cien personas y casi llegamos a ciento veinte. Fue muy satisfactorio.
-¿Cómo fue la experiencia en el desierto?
-Nos fue muy bien. Siempre habíamos ido dos equipos y este año fuimos cinco coches con piloto y copiloto. No deja de ser también una complicación gestionar la convivencia de ese volumen de coches y personas en mitad del desierto. Aunque vayamos juntos, cada uno hace su carrera, con lo cual, las dificultades a las que se enfrenta cada equipo van en función de su experiencia, de la capacidad personal y de las dificultades del desierto. Cada uno se tiene que buscar la vida, pero aprendes a ir superando todas las cosas que vas viviendo a lo largo de los días. De los cinco coches, acabamos dos.
“Solemos decir que este es un coche que está diseñado para ir a por el pan y poco más. Es conocido históricamente como el más sencillo que se haya podido fabricar nunca. Es, literalmente, un motor y cuatro ruedas”
-¿Se podría decir que carreras de ese tipo retoman el auténtico sentido de la aventura?
-Como solemos decir, es un coche que está diseñado para ir a por el pan y poco más. Es conocido históricamente como el más sencillo que se haya podido fabricar nunca. Es, literalmente, un motor y cuatro ruedas fabricado antes del 2003 al que metes por un sitio que, probablemente, un coche más moderno acabe rompiendo. Son etapas muy largas por terrenos complicados, nunca vas por asfalto salvo los tramos de enlace y luego, no llevas track. Te dan un libro de ruta y la orientación es con brújula, con referencias visuales y de distancia. No tienes ninguna ayuda digital, es como un yincana, pero a lo bestia.
-Cuando te apuntas, ¿eres consciente de en qué te estás metiendo?
-Esta historia va de meterse en problemas desde el minuto cero. Una vez que decides ir, sólo buscar el coche, ya es una aventura. Tiene más de treinta años y ya no se vende, así que tienes que localizar a alguien que lo tenga, valorar cómo está y ponerlo al día. Esto contando que, la gran mayoría de ellos, están viejos y tienes que actualizarlos comprando piezas que no siempre son fáciles de encontrar. Fíjate que nosotros, el coche que llevamos este año, lo compramos en el mes de junio del año pasado y estuvimos hasta febrero preparándolo. También es verdad que ninguno estamos a tiempo completo porque tenemos otros trabajos y familia. Al final, estás todo el año pendiente del tema. Nosotros hicimos Gijón-Almería en el coche y en nuestro equipo, ya bajando, hubo dos coches que sufrieron averías. Ahí ya les metes bastantes kilómetros a una media, por autopista, de noventa o cien kilómetros hora como mucho. Después en Marruecos, ya en competición, son 3.500 kilómetros en siete días.
“Quedarte en el medio del desierto es un tema bastante complicado. Lógicamente, la organización no te deja tirado y en circunstancias muy excepcionales te echan una mano, pero el que se lo tiene que currar eres tú”
-¿Qué prima en tu cabeza cuando cierras la puerta del coche y arrancas?
-Te lo puedes plantear de muchas maneras, pero, lógicamente, aunque no es una prueba competitiva, el aliciente está siempre ahí. Tú tienes que cumplir unas etapas y unos tramos en un tiempo determinado. Y luego, según te vayan surgiendo los problemas (que van a aparecer seguro) solucionarlos para, sobre todo, no quedarte tirado en el desierto. Cada día tienes que cubrir sobre 360 o 380 kilómetros y el objetivo es llegar al final de etapa que es donde está el campamento. Quedarte en el medio del desierto es un tema bastante complicado. Lógicamente, la organización no te deja tirado y, en circunstancias muy excepcionales, te echan una mano, pero el que se lo tiene que currar eres tú. Por supuesto, se trata de una labor de equipo y es un cúmulo de experiencias permanente. Principalmente de resiliencia y salir del paso con lo que puedas y como puedas.
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-¿Qué parte asume la organización?
-Lo que hace la organización es proporcionar un campamento todos los días en el que hay una zona de acampada libre con duchas, servicio médico y te dan el desayuno y la cena. Llevan también un camión taller y tú sabes que, al final de cada etapa, tienes un sitio en el que puedes resolver gran parte de los problemas mecánicos normales que puedas tener. Tienes un equipo de mecánicos y todos los repuestos que puedas necesitar. Durante la etapa, te tienes que buscar la vida y sólo te vienen a rescatar en circunstancias graves. Si se rompe el coche, te remolcan hasta la localidad más cercana para que tú gestiones la salida del país o arregles el coche. Todo lo demás lo gestiona el propio equipo y también dependes de la solidaridad del resto de participantes.
“Es un entorno muy cambiante, al igual que los colores de la arena. Es bastante hostil, pero muy estimulante y único”
-Dicen que una aventura en el desierto te transforma de manera especial. ¿Es verdad?
-El desierto lo vives de dos maneras. Una es dentro del coche. Yo he estado tres veces en Marruecos y tengo que decir que no lo conozco, porque vas tan pendiente de quemar kilómetros y tan preocupado de ir saltando los obstáculos que te vas encontrando, que tu único objetivo es acabar la etapa. El desierto no sólo es esa imagen que tenemos todos en la cabeza de un sitio con dunas y puestas de sol impresionantes. Está el desierto de piedra, el de arena… Y es diferente conducir en cada uno de ellos, más con un coche con estas limitaciones. Te transforma en el sentido de que es un no parar desde que te levantas hasta que te acuestas, estás en un entorno hostil que te exige el máximo. En el momento en el que algo falla, te tienes que buscar la vida de una manera que, en tu vida normal, no tienes que hacer.
Y luego está el desierto del descanso. Cuando llegas al campamento y tienes la oportunidad de disfrutar la paz y la inmensidad de ese lugar. En Marruecos hay una zona de antiguos glaciares que están llenos de fósiles. Estos lugares son espectaculares, son grandes lagos salados con extensiones enormes de una especie de polvo de marfil blanco e ir por ahí con el coche es impresionante. Es un entorno muy cambiante, al igual que los colores de la arena. Es bastante hostil, pero muy estimulante y único. Y por las noches, el cielo es impresionante. Cuando estás en lo que llaman las puertas del Sáhara, alucinas porque es una zona de dunas que son auténticas montañas inmensas de arena. Si te apartas del campamento y subes a una de ellas, la sensación es bastante estremecedora.
“Cuando en el desierto has perdido las referencias visuales y no sabes dónde estás no te puedes hacer una idea de la cantidad de discusiones que surgen. Gestionar con tu compañero cuál es la decisión más acertada, también saca lo mejor y lo peor de cada uno”
-¿El desierto saca lo mejor y lo peor de cada uno?
-Yo creo que una de las partes más complicadas de la carrera es la gestión de las diferentes personalidades que genera el estrés de la carrera, tanto en ti como en tus compañeros. En esos momentos es donde ves las diferentes caras de las personas con las que estás acostumbrado a convivir en el día a día y cómo se transforman en los procesos de decisión. Probablemente sea lo que más te sorprende. Luego también está aprender a relativizar las cosas. Cuando estás en mitad del desierto, con una rueda pinchada y resulta que has perdido la llave de las tuercas o te has olvidado la caja de herramientas, pues sólo te queda sentarte y esperar que, el que pase, te ayude. Al final, no sabes cómo, pero todo se resuelve.
-¿Se activa el instinto de supervivencia?
-Cuando llegas por la tarde o por la noche al campamento y tienes que ponerte a arreglar el coche, te encuentras con un montón de marroquíes que sí son auténticos supervivientes. Con un alambre, un martillo y dos tornillos te lo solucionan todo. Yo, por ejemplo, no tengo ni idea de mecánica. Tenemos un compañero que tiene algunas nociones, pero él va en otro coche y cuando tienes un problema y no está cerca Oscar, toca darle a la cabeza y tirar de ingenio para resolver lo que sea. Muchas veces, el verdadero problema, es gestionar eso con tu compañero. Cuando en el desierto has perdido las referencias visuales y no sabes dónde estás, porque tampoco sabes en qué momento te perdiste, no te puedes hacer una idea de la cantidad de discusiones que surgen. Gestionar con tu compañero cuál es la decisión más acertada también saca lo mejor y lo peor de cada uno. Pero también te digo que, lo que pasa en la etapa, se queda en la etapa. Una vez que traspasas el arco de meta: abrazo, enhorabuena y a por la etapa del día siguiente.
-¿Influye mucho el nivel de relación que tengas con la persona que te acompaña?
-Es verdad que vas con amigos. Esta vez yo fui con mi primo y, en principio, son personas con las que no deberías tener ningún conflicto, pero sí que surgen y, a veces, acalorados, pero eso forma parte de la gestión de la carrera. Yo convencí a mi primo para que viniera y una de las cosas que más le preocupaban a él era el frío. Antes de llegar a Marruecos, yo siempre intenté desdramatizarlo, más que nada para que él no se asustara y se animase. La segunda o tercera noche, estuvimos a menos cinco grados. Fíjate que un día nos levantamos y estaban los coches cubiertos de hielo en mitad del desierto. No durmió nada en toda la noche del frío que pasó. Imagínate a partir del tercer día, cuando ya llevas 900 kilómetros encima y tres noches sin dormir, las cosas se empiezan a complicar bastante, pero sobrevives.
“Si tienes espíritu aventurero, por supuesto que te recomiendo esta experiencia, pero tienes que estar preparado para lo bueno y para lo malo”
-¿En qué punto se dan la mano la lucha contra el cáncer y el espíritu de la Panda Raid?
-En la gestión de la incertidumbre y en la resiliencia. Evidentemente, el cáncer es una circunstancia dramática cuyo desenlace, muchas veces, es fatal, pero te hace sacar de ti cosas que no sabías que estaban ahí. También en la solidaridad y en la búsqueda de ayuda en tu entorno. Y en el asumir (insisto en que esto hay que verlo con todas las distancias que existen) que vas día a día. Apurar esa etapa con las mejores circunstancias e intentar llegar al final en las mejores condiciones posibles.
-¿Dirías que por tu profesión, esto te afecta de manera especial?
-Yo soy cirujano y, dentro de nuestra especialidad, tratamos cánceres digestivos y los hay de toda naturaleza. Unos con potencial curación y otros, por desgracia, sin ella. Así que vivir esta aventura vinculado a una Asociación como Galbán, que está formada por familiares y niños, te permite ver todo desde la perspectiva de quien lo está sufriendo y a mí, como profesional, me enriquece. Por decirlo de otra manera: te quitas la bata, te levantas del sillón de la consulta desde donde buscas de manera fría y pragmática una solución protocolizada para un tumor, y te pones en la situación de la persona que lo está viviendo de primera mano. Lo que genera es empatía. Te olvidas de protocolos, tratamientos y ves la realidad de quien sufre el cáncer.
“Vivir esta aventura vinculado a una Asociación como Galbán, que está formada por familiares y niños, te permite ver todo desde la perspectiva de quien lo está sufriendo y a mí, como profesional, me enriquece”
-Ahora que ya ha pasado un tiempo, ¿qué balance haces de la participación de este año?
-Siempre es positivo. Pero, al final, es una anécdota. Un poco friki y extrema, pero no deja de ser un grupo de chiflados que cogen un coche y se van al desierto a una carrera. Con el tiempo, acabas relativizándolo todo, pero hay que sacar la experiencia, lo bonito y la riqueza de esto. Ya te digo que no hay dos carreras iguales. Cada equipo y cada persona lo vive de una manera diferente. Incluso ahora, hablando con ellos, tramos que a mí me parecieron fantásticos, a otros les parecieron una mierda. Días que tú acabas extenuado, otros lo acaban extasiados y hay gente que llega a Gijón y no quiere saber nada más del Panda en meses y los hay que, al día siguiente, ya lo están limpiando, mirando los amortiguadores y pensando en volver el año que viene.
-¿Recomendarías a alguien participar en la Panda Raid?
-Depende… Es muy difícil transmitir lo que es estar allí, la realidad. Hay gente que se lleva una verdadera sorpresa cuando llega. Este año ya nos avisaron el primer día de que habían preparado una edición bastante dura y, la verdad es que lo fue. Tienes que estar muy seguro de que quieres ir, de con quien vas. Y, si es la primera vez, tener un tanto por ciento elevado de saber a lo que te enfrentas. Si tienes espíritu aventurero, por supuesto que te lo recomiendo, pero tienes que estar preparado para lo bueno y para lo malo. Si, como se dice ahora, quieres salirte de tu zona de confort, cómprate un coche y vete a la Panda Raid.