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domingo 13, octubre 2024

Ricardo Fernández Martínez, biólogo. “Los alumnos necesitan cosas que les sorprendan y les interesen”

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Este asturiano es un enamorado de la biología y, además, sabe contagiarla. Ricardo Fernández Martínez es licenciado por la Universidad de Oviedo y traspasa sus conocimientos a las nuevas generaciones en el IES Virgen de la Luz (Avilés). Ha sido Campeón de Asturias de fotografía submarina en cinco ocasiones y es autor de la guía Invertebrados marinos del Cantábrico.

No puede negar que la naturaleza es su gran pasión -se le nota en sus palabras- y eso lo traduce en un profundo amor por la vida. “Tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta, pero ha sido a fuerza de muchos sacrificios. La biología te hace preguntarte por las cosas, asombrarte ante lo desconocido y quiero que los chavales también lo experimenten. Es una disciplina que te abre los ojos a otro mundo nuevo”.

Esta es una bonita historia de transformación y de pasión.

-¿Cómo enfocas tu labor docente? ¿Cuáles son tus herramientas de trabajo?
-Hago ni más ni menos que lo que me hubiera gustado que hubieran hecho conmigo. Los niños de ahora no son ni mejores ni peores que los de antaño, son iguales. Necesitan cosas que les sorprendan y les interesen. Si buscas fórmulas nuevas para sorprender les conquistas, si te limitas a cumplir el programa y lo conviertes en una rutina, es desmotivante para ambas partes. Ciertamente ahora hay que hacer una tonelada de papeleo, pero cubres el expediente y luego te dedicas a buscar cosas que te sorprendan, a ti el primero para luego transmitírselo a ellos. Intento plantear clases prácticas y de ahí me surge la idea de crear un pequeño museo de Historia Natural en el laboratorio del centro. Quería tener material suficiente para preparar y organizar distintas actividades para los alumnos sin vernos obligados a salir del centro. Eso no quita que no vayamos a la naturaleza a realizar otras experiencias.

“Hago ni más ni menos que lo que me hubiera gustado que hubieran hecho conmigo cuando estudiaba. Los niños de ahora no son ni mejores ni peores de los de antaño, son iguales. Si buscas fórmulas nuevas para sorprender, les conquistas”

-¿Por qué un museo de Historia Natural?
-La idea del museo fue un poco pensando en lo que a mí me habría gustado tener cuando estudiaba en el instituto. Una experiencia que pude disfrutar años después cuando me fui a Londres. Allí descubrí la catedral de las ciencias naturales, un lugar impresionante al que iba casi todas las semanas y que despertó mi curiosidad. Yo ahora no puedo recrear aquello, pero sí puedo hacer una pequeña “capillita de las ciencias” que pueda servir para despertar el interés de los alumnos.

-¿Cómo fueron esos primeros pasos?
-Cuando llegué al IES Virgen de la Luz, en Avilés, buscaba microscopios para usarlos en clase y me dicen: “están por ahí. Mira, los que funcionan son esos”. Me pongo a mirar y veo que repartidos entre dos habitaciones había cinco. ¿Qué hago yo con esto?, me pregunto. Bajo a ver al secretario y le digo que nos hacen falta más y me dice que es una cuestión de presupuesto, que eso se tiene que aprobar y que tardará. Como el curso iba pasando decido poner manos a la obra. Cogí uno que no funcionaba, lo desmonté y aunque no pude arreglarlo estudié su mecanismo, así que, en ratos libres, en recreos me iba al laboratorio, arreglaba y recuperaba instrumentos que estaban repartidos por varios sitios.
Tengo un amigo que tenía una productora que se llama «Ye Too Ponese» que hacía unos vídeos que yo alucinaba y cuando le preguntaba cómo hacía aquello siempre me contestaba… ye too ponese. Así que me lo cogí como filosofía de vida, un día haces un poco, otros otro… y si continuas sin detenerte consigues cosas que ni te imaginas.

El lumpo y el pez luna, a la entrada del laboratorio del IES Virgen de la Luz (Avilés)
El lumpo y el pez luna, a la entrada del laboratorio / Foto: Ricardo R. Fdez.

-¿Qué podemos encontrar en esa “capillita de las ciencias”, como tú la llamas?
-Pues cosas muy curiosas. Tenemos un pez luna perfectamente conservado que fue lo primero que conseguí. Fue posiblemente un descarte de un pesquero que acabó en la playa. Lo encontró una compañera y me lo trajo. Esa fue la primera actividad que hice con los alumnos de 2º de Bachillerato, diseccionarlo y posteriormente conservarlo. He de decir que para todas mis “locuras” cuento con el apoyo del equipo directivo del centro que me respalda. Para poder conservarlo tuve que comprar una buena cantidad de líquido que luego me sirvió para otras cosas.
Más adelante conseguimos un lumpo (Cyclopterus lumpus) que es un pez que yo como fotógrafo submarino llevaba toda la vida queriendo fotografiarlo sin éxito. Un día en una noticia vi que estaba expuesto este pez en una pescadería de aquí de Avilés, no sabían lo que era y decían que si alguien lo quería que llamaran. Me puse en contacto, fueron muy amables y al final me lo regalaron. El lumpo es una especie codiciada de la que se extrae caviar. Lo diseccioné con los niños y a los más pequeños les propuse contar los huevos para ver si era verdad las fuentes de información que habíamos consultado que decían que las hembras podían producir unos 400.000 huevos. Pudimos comprobar haciendo ciencia que aquello era un dato exagerado ya que nosotros contamos doscientos y pico mil. Ambos ejemplares los tenemos muy bien conservados en una vitrina a la entrada del laboratorio. Recuperé también paneles muy interesantes que estaban enrollados en un almacén de la fauna marina de Asturias, y así queda todo contextualizado. Todo está expuesto en la recepción del laboratorio y ves muchas veces a los chavales por allí leyendo y mirando su contenido.

“He de decir que para todas mis ‘locuras’ cuento con el apoyo del equipo directivo del centro que me respalda”

-También tenéis una importante colección de minerales…
-Sí, todos los centros la tienen. Este, en concreto, tiene cincuenta años y tuve la suerte de que los profesores que estuvieron antes que yo eran geólogos que fueron trayendo material muy interesante además del que adquiría el propio centro. Luego otros que se iban jubilando y han hecho donaciones. En resumen, tenemos una colección bastante guapa. El problema es que todo está sin clasificar, almacenado en cajas. Todavía a día de hoy sigo sacando material, distribuyéndolo en vitrinas y queda pendiente el poner nombre a todo, ordenarlo para que acabe siendo un museo. Veo que muchos chavales se quedan mirando, tienen curiosidad por saber qué es ese mineral, por eso, esa labor de etiquetado quiero hacerla con ellos. Lo bueno es implicarles y al hacerlo no veas cómo cuidan todo y con qué interés. No serviría de nada que me matara a hacerlo yo si a los críos no les interesa.
Fui encontrando también cajas para coleccionar insectos y material de entomología: piezas, planchas, alfileres e incluso cámaras húmedas, -para mí desconocidas-, que son para humedecer insectos muertos que ya están secos, los metes allí y luego los recuperas para pincharlos y arreglarlos. Una actividad que despierta mucho interés entre los críos. A mí siempre me sorprenden y te confieso que es algo gratificante como profesor.

La parte de las vitrinas del museo del IES Virgen de la Luz (Avilés)
La parte de las vitrinas del museo / Foto: Ricardo R. Fdez.

-Con todo este material, ¿qué actividades realizáis?
-Además de las básicas voy creando distintas experiencias en base también a lo que los críos van demandando. Otra de las cosas que recuperé -estaba arrumbada en un almacén-, fue un terrario para mantener pequeños anfibios. Hay una práctica preciosa que aprendí del mismísimo Ramón y Cajal que observó alucinado cómo en el mesenterio de una rana circulaba la sangre por su cuerpo. Un milagro de la vida. Pensé, “anda, esto es muy fácil de ver con la cantidad de tritones y renacuajos que tenemos, y además puede ser una experiencia interesante para los alumnos de primero de Bachillerato”.
Solemos leer con frecuencia fragmentos de su libro “Reglas y consejos sobre investigación científica”, es una joya. Cuando llegan los chiquillos el primer día de clase y les pregunto quién es Ramon y Cajal como mucho les suena de una calle y poco más. Así que yo hablo mucho de él porque creo que a día de hoy podemos aprender mucho de él, su vida y sus investigaciones. Tuvo una existencia de película. De vez en cuando comento episodios a mis alumnos y flipan… de ahí surgen preguntas e interés. Es romper la imagen que se tiene de que la gente de ciencia estaba cerrada todo el día en el laboratorio con el microscopio y una bata blanca.

Sandbox
Sandbox / Foto: Ricardo R. Fdez.

-Acabas de terminar hace muy poco una Sandbox (caja de arena de realidad aumentada). Se abren nuevos campos para la experimentación…
-Sí, es un atlas virtual y justo conseguí calibrarlo con el Linux el último día de curso. Funciona de maravilla y ya estoy pensando en actividades para el próximo curso. El objetivo es hacer una geología más práctica, así que cuanto más puedan experimentar, mejor. El IES Virgen de la Luz es el primero en Asturias que lo tiene.

“La Sandbox es un atlas virtual que nos va a permitir hacer una geología más práctica”

-También organizas durante los recreos talleres voluntarios a los que se han sumado muchos alumnos. ¿El entusiasmo es contagioso?
-Si, es lo que me gusta pensar. Unos vienen por el taller y a lo mejor pinchan un bicho o miran alguna cosa, luego se cansan y marchan. Pero a otros les produce mucha ilusión. Lamentablemente tuvimos que suspenderlo con la pandemia, pero esperamos recuperarlo cuando todo esto pase porque tenía unos resultados excelentes.

-¿Qué piensas cuando te enteras que un exalumno decide seguir los pasos de la Ciencia?
-En que he colaborado a despertar en ese chico o chica una vocación en un campo tan necesario como es la Ciencia, en estos momentos más importante que nunca, creo yo. Es lo que más me motiva para seguir aquí entregándome y trabajando. Además, este año he tenido una alegría muy grande y es que una de mis alumnas ganó la Olimpiada de Biología, tuvo un 10 en la EBAU, va a ser una bioquímica fenomenal y tendrá salida por donde quiera. Espero que sus contribuciones a la ciencia sean aquí en España como Cajal lo hizo en su día. Lamento que el futuro de estos chavales sea tan complicado. Cómo nos está afectando ya el cambio climático, se lo digo muchas veces. Lo que se hablaba antes como previsión ya está sucediendo y todo va muy rápido. Eso de que a mí no me tocará ya no vale porque sí lo van a ver tus hijos y tus nietos. Son necesarias medidas, ya.

“Este año he tenido una alegría muy grande y es que una de mis alumnas ganó la Olimpiada de Biología, tuvo un 10 en la EBAU, va a ser una bioquímica fenomenal y tendrá salida por donde quiera”

-Hablemos de tu otra gran afición. Has sido Campeón de Asturias de fotografía submarina en cinco ocasiones. ¿Cuándo nace esta pasión por el mar?
-De crio. Si hoy soy biólogo es porque con quince años a mi hermano le dio por hacer pesca submarina y me llevo un día con él. Cuando metí la cabeza debajo del agua y vi lo que había allí abajo, aluciné… pensé que había viajado al espacio. Esperaba encontrar un mundo totalmente diferente. A los 16 probé lo que era una escafandra autónoma y a bucear con botellas. Esta actividad estaba en un estado totalmente embrionario aquí en Asturias y era difícil conseguir un sitio donde te pudieran enseñar a bucear. Fui poco a poco haciendo mis pinitos, buscando información sobre lo que me iba encontrando bajo el agua y a partir de ahí tuve claro que quería ser biólogo y una manera de seguir manteniendo vivo ese vínculo en mi vida fue a través de la fotografía submarina. Me permitía conseguir imágenes de lo que veía para luego documentarlo. Lo tengo como hobby y también como interés científico. He ido recabando un fichero bastante grande de organismos. Al principio en esto de la fotografía submarina éramos cuatro frikis, luego cuando fue ganando popularidad, la gente se entrenaba mucho, se tomaba esto muy en serio e invertía en equipos. Yo iba el día antes de la competición y a lo que saliera, pero he de confesar que me lo pasaba muy bien. La fotografía submarina me permite documentar la vida marina y también contar historias que he vivido allí abajo o he ido aprendiendo con el tiempo. Ahora todo ese material lo utilizo para docencia.

El biólogo Ricardo Fernández nadando con la tintorera
Ricardo Fernández nadando con la tintorera / Foto: Ricardo R. Fdez.

-Los chavales tienen que flipar con su profe…
-Sí, les llama mucho la atención todo. El verano pasado tuve la suerte de nadar con un tiburón azul (tintorera) en la zona del Cabo Peñas. Fue una experiencia con ella inolvidable. Me pude acercar bastante e incluso me llegó a atacar ligeramente asustada por los campos magnéticos del flash. Había tenido alguna experiencia en el acuario de Gijón con los tiburones toro y sabía que eso podía pasar al saltar el flash. Llevo las fotos a clase y me dicen: “profe, pero ¿esto es aquí?”, “sí, aquí al lado” y alucinan. Aprovecho para decirles que a lo largo del curso vamos a ver cosas que hay aquí y que van a sorprenderles. Combino cosas del Museo de Historia Natural, con las fotos y es algo más completo.

-¿Cuál es la experiencia más intensa que has vivido en el fondo del mar?
-Tengo unas cuantas. Una de las más impresionantes no fue en el mar sino en un río en un pozo del Nalón donde se reúnen salmones. Fue en 2014. Entré y el agua estaba turbia, además tenía que hacer bastante esfuerzo para mantenerme porque estaba contracorriente. Al cabo de un rato veo que se empiezan a acercar decenas de salmones de metro y pico de largo atraídos por la curiosidad. Llegué a tenerlos al alcance de la mano y al ver que no suponía una amenaza para ellos nadaban tranquilos a mi lado. Aquello fue increíble y me impactó de tal forma que cuando veo que sacan salmones del río, me duele porque veo en la situación que se encuentran, en claro peligro de extinción. Nos estamos quedando sin una de las joyas de nuestra naturaleza. Se tendría que prohibir su pesca. Es fácil culpar a los depredadores naturales, pero ese no es el problema. Tendrían que poder llegar al mar y volver adultos para reproducirse. Si esto sigue así será una de las cosas que nuestros hijos y nietos no van a poder disfrutar.

“Llegué a tener decenas de salmones al alcance de mi mano, nadando tranquilos a mi lado. Aquello me impactó tanto que cuando veo que se siguen pescando, cuando están en claro peligro de extinción, me duele”

-Si tuvieras que quedarte con una de tus fotografías, ¿cuál elegirías?
-Las fotografías recogen momentos. Tengo una de un cormorán buceando que fue algo muy especial porque llegó cerca de mí a observarme y es cuando pude hacerle la foto porque debajo del agua son auténticos misiles. No solo has de encontrar al animal en cuestión sino también tener la oportunidad de poder hacerle la foto. Cuando estaba con la tintorera tuve mala suerte porque antes me sorprendió un pez espada, no me lo esperaba y me asusté. Total, que cuando fui a hacerle la foto solo le pillé la cola.

-Y todo eso lo tenemos aquí al lado…
-Sí, y además en la superficie, de hecho, yo estaba en apnea con gafas y tubo. Hay centros de buceo aquí en el Cantábrico, empresas de turismo activo, que salen a navegar con gente y empezaron a colocar cebos para atraer a las aves marinas y vieron que al hacerlo también venían los tiburones, una actividad que ofertan algunos de esos centros. Hay que procurar no hacer ruido para no espantarlos. Es una experiencia que recomiendo, aunque no hay que olvidar que son animales salvajes y potencialmente peligrosos a los que hay que tratar con mucho respeto. Lo habitual es que se espanten y marchen… no atacan como en las películas.
Respirar dentro del agua y ver lo que hay allí abajo me lleva maravillando treinta y seis años.

“La fotografía submarina me permite documentar la vida marina y también contar historias que he vivido allí abajo o he ido aprendiendo con el tiempo”

-Algunos dicen que el fondo del mar es más desconocido que la superficie de la luna. ¿Es el Cantábrico uno de esos casos?
-Hay tantísimas cosas por descubrir que no sabría por dónde empezar. Hay esponjas, organismos supersencillos, con unas estrategias que son alucinantes. Y son muy importantes porque se están utilizando como antibióticos, antitumorales. Hay mucho que investigar, por eso hacen falta científicos e invertir en ciencia. Como hobby el año pasado me encontré una especie que era la primera vez que se veía en nuestro país. Se había localizado en el Estrecho de Gibraltar, luego apareció en Oporto, y yo me la encontré por tercera vez en la ría de Ribadeo. Ser el espectador de la tercera visualización de esta especie poco común es todo un honor. Era una especie de aguas cálidas y cada vez está subiendo más hacia arriba. Eso quiere decir que se está calentando el agua. Todo lo que estudies, todo lo que mires, te indica que está cambiando todo ahí abajo. Hay mucho por estudiar y descubrir.

-¿Cómo te gustaría ser recordado por tus alumnos?
-Con cariño. Que digan… “tuve un profe que me enseñó esto y continué por ahí”. El chico que me ayudó a rescatar al pez luna, un exalumno mío, fue premio fin de carrera. Le animé a que se dedicara a la investigación y sin embargo tuvo clarísimo que lo suyo era la enseñanza. Este año está de oposiciones. Será un profesor mucho mejor que yo porque tiene pasión, ganas de enseñar y métodos muy innovadores.

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